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Aprehensión
holística de la salud. Dr. José Félix García Rodríguez |
En
los últimos tiempos el concepto holística[1]
se está empleando con mucha recurrencia.
Particularmente en las ciencias sociales y humanísticas. En México,
es bastante común su uso. Su
utilización responde a la posibilidad teórico-metodológica y heurística
que ofrece el concepto para la asunción integradora y sistémica del
objeto que se investiga. En
el caso concreto del problema de la salud, en tanto fenómeno
sociocultural, su aprehensión holística, resulta interesante e
innovadora por las perspectivas totalizadoras que encauza y por los
caminos escrutadores que abre hacia las esencias. El
enfoque holístico de la salud, como entidad sociocultural posibilita
superar la tendencia de concebir la salud y la enfermedad como una relación
de elementos antitéticos, cuando de lo que se trata es de asumirlos como
un concepto unitario de salud y enfermedad.
“Bajo la influencia de Bernard y de Cannon desde el campo de la
fisiología y de Freud desde el campo de la psicología, los conceptos de
salud y de enfermedad han experimentado modificaciones considerables.
Hasta años recientes –no olvidar que esto fue escrito en 1959-
salud y enfermedad han sido generalmente entendidas como procesos
cualitativamente diferentes. Freud
puso empeño en mostrar que entre la
salud y las enfermedades mentales puede trazarse una línea continua en la
que se sitúan múltiples estadios intermedios. Por ejemplo, es sólo
gradual la diferencia que existe entre la suspicacia como rasgo de carácter
y las ideas delirantes del paranoico.
También –enfatiza el autor- puede decirse que tan irracionales y
enfermizas son las ambiciones de poder, de riqueza y de dominio que
exhiben algunas personas normales, como las compulsiones de algunos psicóticos”.[2] En
pocas palabras. La consideración del fundamento sociocultural de la
salud, produce una ruptura con el paradigma que la oponía a la
enfermedad, que si bien Freud no pudo determinar en toda su concreción,
se acercó a dicha comprensión.[3]
“A mayor abundamiento –escribe Ramón de la Fuente- la enfermedad no
es suficientemente comprensible como un evento aislado, sino como algo que
se encadena en forma indisoluble con el resto de la biografía personal.
Cuando estamos enfermos, el padecimiento que nos agobia no pudo haber
ocurrido en nosotros, de no ser porque en un momento biológico y psicológico
de nuestra existencia, factores físicos, químicos u orgánicos y
acontecimientos personales dependientes de nuestra relación con otros
individuos, han coincidido en un organismo cuya historia personal
determina su vulnerabilidad a los agentes ofensores”.[4] Por
supuesto, resulta imposible negar el factor biológico, orgánico en la
relación salud-enfermedad, pero el condicionamiento sociocultural, es empíricamente
registrable. Por eso resulta
pueril y ficticio establecer una relación de antítesis salud-enfermedad,
o determinar que una es la ausencia de la otra.
Salud, es bienestar humano y felicidad, riqueza espiritual y
aptitud creadora, desarrollo sostenible humano y ascensión del hombre. Pero
el análisis holístico, integrador, filosófico-cultural de la salud como
subsistema sociocultural no agota el tema.[5]
Hay que penetrar con sentido totalizador en las mediaciones varias,
pues la totalidad –como enseña la holística, si bien no es la simple
suma de sus componentes estructurales, el análisis escruta, revela y
establece los vínculos y las relaciones entre las partes constitutivas,
sin reducirse a ellas, no sustituye su propia calidad, en tanto sistema
complejo. Las partes son conexiones (mediaciones) que tributan al todo y
lo cualifican en su integridad unitaria, como unidad plural con propia
identidad cultural. “El enfoque integral, sistémico, que se funda en el
hecho de que la conexión objetiva sistémica entre el conjunto de fenómenos
y procedimientos de la realidad(...) impulsa a la ciencia a indagar esta
conexión sistemática en todas partes, lo mismo en sus detalles que en su
totalidad, permite ver en la cultura un sistema
multifuncional abierto, que permanece en relación de dependencia y
penetración recíproca dialéctica con toda una serie de sistemas y, ante
todo, con el sistema socioeconómico, respecto del cual viene a ser un
subsistema particular. La
cultura, aun contando con relativa independencia, se halla sujeta a la
formación socioeconómica que determina su carácter y rasgos
específicos. En el marco del
análisis sistémico, la cultura, en general puede ser considerada como
sistema social, y sus campos diferentes como subsistemas estrechamente
relacionados”.[6]
Y, por supuesto, la salud es uno de estos subsistemas más importantes,
porque refiere al ser y devenir de la vida misma del hombre, en su ascensión
humana y su creación social. Un
enfoque holístico, sistémico, de la salud no puede perder de vista que
como subsistema cultural está mediado por múltiples determinaciones y
condicionamientos, particularmente el sistema socioeconómico que le sirve
de base, la tradición y la historia que encarna la biografía del hombre
y la sociedad, la geografía o medio en que se desarrolla el pueblo o la
comunidad, los elementos demográficos, etc. Contextualidad y complejidad
dan cauce a la investigación y concreción al análisis para captar la
realidad (sistema de salud) como totalidad dialéctica, irreducible a las
partes o al todo integrador. El
tratamiento de la salud en toda su concreción –y la holística es un método
aprehensivo por excelencia para su revelación en tanto tal- exige, además
penetrar en las estructuras varias interconexionadas en que deviene. “La
definición de salud y sus determinantes son aspectos centrales en el
campo de la promoción de salud, y existe consenso en que el estado de
salud de una población es producto de la interacción de múltiples
factores que la incrementan, la preservan o deterioran”.[7]
Entre sus factores determinantes –ya validados en la praxis por la
medicina cubana- ocupan un lugar central a tener en cuenta las siguientes
variables: estilo de vida, medio ambiente, biología humana, organización
de los servicios de salud y promoción de la salud. Cada una de estas
variables constituye una parte del subsistema salud, y cada uno es, en sí
mismo, un subsistema que incluye múltiples determinaciones y
condicionamientos que no pueden obviarse en la elaboración de políticas
públicas. Al
mismo tiempo, una concepción holística del tema salud, por la
integralidad de su asunción, debe crear conciencia que la salud es un
problema de todos y que empieza con el cambio de las circunstancias
medioambientales (hábitat), pues la promoción y la educación sanitarias
en la atención primaria no es sólo un problema de los profesionistas de
la salud. Carecería de valor un programa de salud, si la población no se
esfuerza por cambiar el estilo de vida, incluyendo hábitos ancestrales
que perjudican la salud mental y física. La
educación para la salud, si se inserta a los programas curriculares de la
escuela y a la comunidad puede ser un factor determinante en el logro de
una población sana. “La educación para la salud es un componente fundamental
de la promoción de salud. Permite –enfatizan las autoras- la transmisión
de conocimientos y de información necesaria para la participación social
y para el desarrollo de habilidades personales y cambios en los estilos de
vida”.[8]
Pero
el conocimiento y la información resultan estériles e ineficaces si no
van acompañados de los valores y la sensibilidad. Es necesario crear
espacios comunicativos para construir conocimientos y revelar valores de
modo consciente. Para ello,
tanto el conocimiento como los valores que queremos afianzar deben
insertarse a la cultura, de lo contrario no se interiorizan ni funcionan.
En la educación para la salud, como en todo quehacer formativo, el
cultivo de la sensibilidad, resulta imprescindible.
Es que todo en el hombre pasa primero por los sentimientos. Precisamente
una holística de la salud vincula en su integralidad sistémica
sentimiento y razón, ciencia y conciencia y teoría y praxis.
En primer lugar, porque no concibe a la salud como un subsistema
puramente autónomo, al margen de la sociedad y el hombre; en segundo
lugar, porque comprende la esencia del hombre en el conjunto de sus
relaciones sociales y su conciencia (la del hombre) como el ser
consciente, y el ser de los hombres, como un producto de su vida real y práctica. Esta
investigación parte de premisas reales muy terrenales y conoce que el
paso de la teoría a la práctica, posee muchos condicionamientos,
particularmente una voluntad política, fundada en una cosmovisión
humanista que ponga la salud del hombre como primera prioridad.
A eso se dirige la visión holística de la salud, a su comprensión
como subsistema cultural humano, para crear conciencia de cambio en pos
del mejoramiento del hábitat del hombre, y con ello, el logro del
bienestar humano y su desarrollo sostenible. Se
hace necesaria una voluntad política que revierta el estado actual de la
salud y aporte el presupuesto requerido para resolver los problemas que
afectan al hombre y a la sociedad. Una política que convierta lo posible en real a través de
proyectos viables en el nivel local, donde existen mejores condiciones
para el éxito de la promoción de salud, siguiendo las líneas de acción,
propuestas por la Carta de Ottawa[9],
como la elaboración de políticas públicas, creación de ambientes
favorables, reforzamiento de la acción comunitaria, desarrollo de
habilidades personales y cambios en el estilo de vida, así como la
reorientación de los servicios de la salud. En fin, una visión holística de la salud, estrechamente vinculada a una voluntad política que centre su atención en el hombre, como verdadero sujeto de la sociedad, en nuestros pueblos, tiene mucho que hacer. El hombre ha ganado el derecho a ser, y por él hay que resistir y luchar. “El ser es el horizonte (...). Hay siempre algo, desde el momento que hay alguien –escribe Umberto Eco- capaz de preguntarse por qué hay ser en lugar de nada”.[10]
Referencias: [1]
En la historia de la filosofía ha tenido dos connotaciones “1) una
variante de la doctrina de la evolución emergente que consiste en la
inversión de la hipótesis mecanicista y en considerar que los fenómenos
biológicos no dependen de los físico-químicos, sino estos últimos
de los primeros. Esta hipótesis
no es más que una forma apenas enmascarada de vitalismo(...) 2) K.
Popper denominó holismo a la tendencia de los historicistas a
sostener que el organismo social, como el biológico, es algo más que
la simple suma total de las relaciones existentes entre los miembros (The
Poverty of Historicism, 1944” (Abbagnano, N. Diccionario de Filosofía.
Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972, pág. 621). En la
actualidad se ha asumido creadoramente la definición de Popper, que
hace énfasis en el aspecto integrador, orgánico, sistémico donde la
totalidad no se reduce a la suma de las partes.
Se cualifica en la complejidad como un todo diferente a sus
partes, pero contenido en ellas. [2]
Fuentes de la, R. (1960). Psicología
Médica. Fondo de Cultura Económica-México-Buenos Aires, págs.
17-18. [3]
“El concepto corriente de enfermedad contiene, aún en círculos de
médicos ilustrados, elementos residuales del pensamiento primitivo y
mágico. La enfermedad sigue siendo vista como “algo que
sobrecoge”, que ataca a ciertos individuos desde afuera. Todavía
solemos decir que una persona “contrae” una infección, cuando en
realidad lo que ocurre, como dice J. Masserman, es que “reacciona
adaptativamente(...) ante una compleja combinación de circunstancias
internas o externas(...)” (Ibídem, pág. 18). [4]
Ibídem, págs. 17-18. [5]
Debe destacarse que la holística, por su naturaleza integradora
misma, de múltiples mediaciones, determinaciones y condicionamientos,
incluye en sus abordajes las varias ciencias del hombre, es decir, la
filosofía, la historia, la sociología, la psicología, la ética, la
estética, la medicina, etc. si
su misión es integrar un sistema con numen cultural en su afán
aprehensivo es incluyente, no excluyente, sin caer en estériles
eclecticismos. [6]
Savranski, J. (1983). La cultura
y sus funciones. Edit.
Progreso, Moscú, pág. 67. [7]
Colectivo de autores. (2001). En Alvarez Sintes, R. Temas
de Medicina General Integral. Vol. I. Salud y Medicina. Edit.
Ciencias Médicas, La Habana, pág. 41. [8]
Ibídem, pág. 43 [9] Carta de Ottawa para la promoción de salud. I Conferencia Internacional sobre promoción de salud 1986. [10] Eco, Umberto. (1997). Kant y el ornitorrinco. Editorial Lumen, S.A., Milán, Italia, pág. 26. |
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