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Había una vez...
-o las raíces míticas, simbólicas,  psicológicas
y chamánicas del cuento infantil-

por Edgar Allan García
*

yosoyelquesohoy@gmail.com

 
 

 

"Somewhere over the rainbow way up high

there´s a land that I´ve heard of once in a lullaby..."

 

E. H. Harburg y Harold Arlen

 

 

 

“Si buscas el Camino, escucha la risa de los locos.”

 

Lao Tzu

 

 

"Los árboles hablan por todas partes. Por las hojas, por las ramas,

por las raíces. ¿Quieres ver? Apoya tu oído aquí en mi tronco

y vas a escuchar palpitar a mi corazón."

 

José  Mauro Vasconcelos, Mi planta de naranja lima

 

 

 

“Había una vez…”, así es como empezaban aquellos cuentos de príncipes, hadas, dragones y gnomos que tanto nos fascinaban en la niñez. Siguiendo esa lógica, ahora voy a contarte algunos detalles más o menos secretos, pero sin duda fascinantes, respecto de aquellos antiguos cuentos.

 

Muchos son los recursos para entrar en este mundo mágico. Los armenios suelen usar esta fórmula: “Mucho antes que nosotros, en un país lejano, mucho más lejano que el monte Ararat…”; los escoceses: “Hace tiempo, en los días de los gigantes…”; los bretones: “Hace mucho tiempo, cuando los pollos tenían dientes…”; los eslavos: “Era en los tiempos en que los gatos llevaban zapatos…”; y, entre muchos otros, encontré estos de quién sabe dónde: “Hace mucho tiempo, cuando Dios andaba aún por la tierra..."

 

Los “contadores” egipcios, por el contrario, tenían la costumbre de no empezar por el principio para nunca tener que llegar a un final, pero en uno como en otro caso, lo que se quería era situar el relato lo más lejos posible, tanto en el tiempo como en el espacio, no solo para que lo extraño o sobrenatural tuviera más credibilidad sino para que nos adentráramos –ya sin referentes de “la realidad real”- en el rico y misterioso mundo del símbolo, "hasta que el tiempo se haga viejo", según narraban los babilonios. Y como casi todo buen relato tiene un final, he aquí algunas fórmulas de cierre conocidas y otras no tanto: "...y colorín colorado este cuento se ha terminado"; "y vivieron felices y comieron perdices"; "... y si no han muerto, todavía estarán vivos"; "... y aquel que no lo crea, le doy con la correa". Termino con uno de la tradición esmeraldeña: "...Colorín colorao, mis cuentos se han acabao, periquito sargento, el que no escupe se lo lleva el viento."

 

 

El camino del héroe 

 

 

Todos los seres nacen iluminados,

pero se necesita un vida entera para descubrirlo.

Buda

 

 

Empecemos entonces este cuento en torno a los cuentos de hadas por un niñito llamado Moisés (o Mose = sacado de las aguas), que fue lanzado al Nilo en una canasta calafateada de brea… solo que lo de la cesta en el río es una imitación, préstamo o, si se quiere, una “traslación” cultural, pues mucho tiempo antes de que empezara a circular la conocida historia del Antiguo Testamento, el hijo prohibido de una vestal fue lanzado al río Tigris en una cesta. El destino quiso que fuera rescatado por un siervo llamado Akki y más tarde se convirtiera en Sargón, fundador y rey de Babilonia[1]. 

 

El relato de Moisés, por otro lado, es consustancial a otros casos de niños que, en su momento, fueron mandados matar o que se enfrentaron a la muerte tan pronto vinieron al mundo, y más tarde devinieron en héroes. Veamos algunos ejemplos: Edipo, abandonado en un río, salvado por la esposa del rey de Corinto, y más tarde rey de Tebas; Paris, abandonado en una montaña, salvado por el esclavo Angelao, y más tarde héroe de Troya; Ión, abandonado en un cesto, salvado por la sacerdotisa de Delfos, y más tarde héroe jonio; Horus, escondido por su madre Isis para librarlo de ser asesinado por su tío Set, y luego honrado como el dios del cielo de los egipcios; Perseo, arrojado al mar, salvado por el pescador Dictis, y luego convertido en rey de Argos; Gilgamesh, arrojado al vacío, salvado por un águila, y luego rey de Babilonia; Télefo, abandonado en un monte, salvado por el marino Naupilos, y más tarde Rey de Misia; Zal, abandonado en un monte, salvado por el ave Somurgh, y años después, rey de Sistán; Ciro, abandonado en una montaña, salvado por el pastor Mitrada, y luego fundador del imperio medo-persa; Rómulo, abandonado en un cesto en un río, salvado por una loba, y más tarde fundador de Roma; el iraní Fereydun, perseguido por el tirano Zahhak, salvado por su madre mientras huía a la cumbre del monte Elburz, y años después exterminador del reinado del tirano; Heracles, abandonado en el campo, atacado por dos serpientes, salvado por la diosa Atenea, y más tarde convertido en el héroe griego por antonomasia; Krishna, abandonado en una montaña, salvado por la esposa de un pastor, y años después fundador del hinduismo; Zoroastro, salvado de varios atentados por diversos personajes, y luego fundador del zoroastrismo; Shaka, el héroe zulú, confundido con un parásito intestinal y salvado de perecer por “la dulce” Nandi, su madre; Sigfredo, lanzado al río, salvado por una cierva, y más tarde rey de Escandinavia. Dionisos es un caso especial: sobrevive a la incineración de su madre, por causa del resplandor de su padre Zeus, es devuelto a la vida luego de ser asesinado por los Titanes, lo disfrazan de niña para evitar la ira asesina de Hera, se transforma en macho cabrío para no terminar muerto y, más tarde, se convierte en el dios de la fecundidad y la fertilidad de los griegos. No podemos olvidar tampoco al mismísimo Zeus pues su padre Cronos no pudo devorarlo, como le sucedió al resto de sus hermanos, porque su madre lo escondió dentro de una de sus piernas.

 

En un contexto histórico-religioso un poco más conocido, recordemos que el recién nacido Abraham fue perseguido por el rey Nimrod, lo escondieron en una cueva y, años más tarde, se convirtió en patriarca del pueblo hebreo; que el pequeño Josué fue vendido como esclavo, redimido por el rey Nabucodonosor, y luego devino en salvador y profeta del pueblo hebreo; o que el mismo Jesús (más tarde El Cristo) fue perseguido por el rey Herodes, salvado por el aviso oportuno de un ángel y, años más tarde, convertido por sus discípulos en fundador del cristianismo.
 
Siglos más tarde, los creadores de Tarzán, Superman, Batman, Robin, La Mujer Maravilla, El Hombre Araña, Peter Pan* y otros aún más modernos como Eragon, Harry Potter, Skywalker (La guerra de las galaxias), Naruto Uzumaki (manga del mismo nombre), Frodo (El señor de los anillos), Gokú y Vegeta (Dragon Ball), Monkey D. Luffy (manga One Piece), Samus Aran (videojuego), Neo (The Matrix), Caspian (Crónicas de Narnia)... utilizaron de forma consciente estos “moldes”: todos son huérfanos, perseguidos o marginados, adoptados o solitarios y poseen o desarrollan poderes especiales, al igual que le sucede a los personajes de muchos cuentos de hadas, como veremos más tarde.

 

*El caso de Peter pan es singular puesto que no es abandonado por sus padres sino que es él quien los abandona después de enterarse de las cosas que tendrá que hacer cuando sea adulto, es decir que es un huérfano voluntario.
 
Además de dichos "moldes" clásicos, he aquí diez de las características generales del camino del héroe o heroína:

 

1.    La ruptura: La existencia "normal" que lleva el héroe o heroína tiene un súbito giro que le obliga a cambiar de escenario o de forma de vida, muy diferente a su mundo anterior, lo que marca el comienzo de la aventura.

2.    La evasión: Sucede muchas veces que el héroe o heroína rechaza el desafío desconociéndolo, minimizándolo o huyendo de él, hasta que éste se vuelve tan insistente o el peligro resulta tan inminente que no le queda otra opción que enfrentarlo.

3.    La ayuda: Al aceptar el desafío, la ayuda vendrá en forma de un maestro, un sabio, un rey, un ser de la naturaleza o de origen celestial, un objeto mágico, una voz, un indicio clave.

4.    El primer umbral: El héroe o heroína entra en un mundo especial, diferente, singular,  por lo general custodiado por un guardián que tratará de impedir su entrada.

5.    Pruebas: Cada vez que el héroe o heroína enfrenta las pruebas y desafíos que le salen al paso, incluso cuando en algún momento puede llegar a sentirse derrotado/a, en el proceso se hace más y más fuerte con la ayuda de sus aliados.

6.    Lo inminente: El héroe o heroína por fin se acerca al centro de poder de su enemigo, lo que aumenta dramáticamente la tensión y la confrontación se vuelve inminente, sin importar la aparente inferioridad de poderes respecto del enemigo.

7.    La confrontación: El héroe o heroína se enfrenta finalmente a su enemigo, enfrentamiento que no es preciso que sea físico sino que puede ser espiritual, energético, o en el que sus valores entran en contradicción  con los de sus enemigo.

8.    El triunfo: El héroe o heroína triunfa y obtiene por ello una recompensa que no necesariamente es física y que puede ser el reconocimiento de quién en verdad es, lo que le servirá para el resto de su misión. A partir de este momento, su sola presencia en el mundo causará admiración y reconocimiento, lo que más adelante le hará ganar otro enemigo aun más poderoso que el que acaba de vencer.

9.    El retorno: El héroe o heroína emprende el regreso a su hogar, su reino o su tiempo original, a veces a su interior, llevando consigo el aprendizaje del desafío sobre el que ha triunfado, y no es extraño que algunas fuerzas restantes de su enemigo derrotado le salgan al paso para detenerlo, lo que pondrá en acción todo lo aprendido.

10.   Lo no ordinario: El héroe o heroína descubrirá que lo ordinario anterior a la aventura no existe más, que no solo él o ella ha cambiado sino también su entorno, o que su cambio interior hace que vea distinto el mundo anterior.

 

Vida, muerte, resurrección...

 

El sol, al no tener otra alternativa, salió esta mañana.”

Samuel Beckett

 

La sucesión de desgracias es casi un requisito ineludible que tiene que enfrentar todo aquel que está destinado a héroe, independientemente del tiempo y de las particularidades culturales de cada pueblo, y parece decirnos lo siguiente: quien va a triunfar en el mundo, primero deberá probarse en el enfrentamiento temprano con el fracaso; quien viene a traer la luz, tendrá que atestiguar las dimensiones de la sombra; quien será vida, no tendrá otra opción que sentir el acecho de la muerte y, tras luchar contra ella, vencerla. Es un fenómeno cíclico: como el sol, los héroes se levantan desde la oscuridad, se hunden más tarde en ella, y renacen a un nuevo día, en un ciclo interminable.

 

El sol, que es símbolo de la vida, el calor y la luz, ha tenido, además, una dimensión espiritual ligada a la supraconciencia, a la resurrección y a la inmortalidad. Así como el Cristo nace durante el solsticio de invierno, Juan El Bautista lo hace durante el solsticio de verano, esto es, durante el decrecimiento de la luz: “Es preciso que él crezca y que yo decrezca.” (Juan, 3, 30); con lo cual se cumple una especie de relevo espiritual. Los héroes son pues, en principio, símbolos solares[2]: luminosos, portadores de una nueva alborada, anunciadores o fundadores de un nuevo reino o visión del mundo; expanden, transforman, legan, reparten, encienden, levantan, propagan, conquistan, provocan cismas y, como el sol, con frecuencia se ocultan para volver a salir en la era siguiente, acaso con otro nombre o bajo otra circunstancia.

 

En diversos relatos míticos, la resurrección es un tema recurrente. Así como el ave Fénix de los griegos se levanta de entre las cenizas, unos cuantos logran volver a la vida, como Tylos, según un mito lidio; u Osiris que, luego de ser desmembrado, resucita gracias a la magia divina de Isis; o Quetzalcoatl, que moría en cada otoño y volvía a la vida en la primavera; o Jonás, que fue tragado por la ballena –cuyo oscuro vientre simboliza a la muerte- y más tarde  devuelto, luego de tres días y tres noches, a tierra firme; o Lázaro, “despertado” por el Verbo imperativo de El Cristo; y el mismo Jesús, que resucitó al tercer día, de entre los muertos. Otros, como el José bíblico, mueren simbólicamente y vuelven a la vida en otro reino, en el que se enseñorean. Algunos más regresan, pero mediante la reencarnación no kármica, no obligatoria, como sucede con ciertos lamas tibetanos. Otros fracasan, como Orfeo que viola el acuerdo para rescatar del Hades a su amada Eurídice; o el héroe polinesio Maui que muere asfixiado entre las piernas de la muerte, mientras trataba precisamente de acabar con ella; o el héroe sirio Gilgamesh, que no logra resucitar a su “hermano” Enkidu, ni puede retener el secreto de la inmortalidad.

 

Más tarde, todo este mundo de ricos símbolos –que nos habla del ciclo interminable de la vida y la muerte, de las muchas muertes que sufrimos a lo largo de la vida y de las sucesivas resurrecciones que nos transforman en seres más fuertes o sensibles, y de cómo el espíritu del héroe invencible existe en cada uno de nosotros a la espera de que le demos vida- se convirtió en un puñado de mitos y leyendas, esto es, en relatos mágicos en apariencia simples y al mismo tiempo atractivos por su poder para exaltar, conmover, glorificar y, lo más importante, enseñar verdades profundas, relaciones complejas, conexiones invisibles, raíces milenarias, es decir la cosmogénesis y la cosmovisión de cada pueblo.

 

Los mitos, pero sobre todo las leyendas -que podrían ser vistas como derivaciones de éstos y que presentan no solo elementos trascendentes sino también ordinarios- estaban destinadas a todos, pero en particular a quienes, en algún momento, serían su relevo en el camino; eran contadas por verdaderos artistas de la palabra, la mímica y la expresión corporal, es decir por personas -a veces un chamán, un contador, un “hablador”, un decimero bien entrenado o el más anciano de la comunidad- capaces de transmitir de manera dinámica y colorida, una y otra vez, los símbolos ancestrales de su historia.

 

Ya en la intimidad, las madres se encargarían de reforzar estos conocimientos convertidos en palabras, mediante la repetición de esas mismas historias fantásticas pero, sobre todo, en los quehaceres cotidianos que era donde  se manifestaba el orden establecido por los dioses.

 

 

De patitos feroces y lobos feos

 

“Esto fue, ocurrió, llegó a ser y sobrevino, oh mi Bien Amada.”

Ruyard Kipling, Precisamente así

 

 

Los que más tarde serían conocidos como “cuentos infantiles”, gracias a la labor recopiladora –en el mundo occidental- de Basile, D’Aulnoy, Perrault, los hermanos Grimm, Bechstein, Brentano o Tolstoi, son en realidad traslaciones más o menos simplificadas de antiguos mitos y leyendas. Es probable que “Eros y Psique” (siglo I) de Apuleyo, sea el primer “cuento de hadas”, posiblemente seguido de “Pachatandra” (siglo IV), colección de cuentos provenientes de la India. La lista es larga y atraviesa el tiempo con joyas como “Las mil y una noches” (siglo XVI) hasta llegar a “Las Brujas” de Rohal Dhal y la saga de “Harry Potter” de J. K. Rowling, que son un par de las obras más conocidas en nuestros días.

 

En muchos pueblos, la separación entre mito, leyenda y cuento de hadas resulta absurda: todos ellos forman parte de su realidad cotidiana. Pero para el pensamiento occidental, separarlo todo en compartimentos estancos, perfectamente lógicos, secuenciales y significativos ha sido una forma de “entender” lo que en principio es un solo flujo de imaginación y sabiduría al servicio de la educación de las nuevas generaciones.

 

Por eso si, como buenos occidentales, le echamos una mirada superficial a este “fenómeno”, constataremos que los mitos están llenos de dioses y héroes todopoderosos, que en los cuentos de hadas abundan los seres mágicos y sobrenaturales, y que las leyendas mezclan historia –es decir lugares y épocas concretas- con hechos fantásticos. Eliade dice que no se trataría de una desacralización del mito sino más bien de una “degradación de lo sagrado”: los dioses todopoderosos e inmortales han sido reemplazados por ogros[2], gigantes[3], genios, hadas, dragones, enanos, pócimas mágicas, pero aclara que, más allá de lo que puede parecer, los llamados cuentos de hadas siguen siendo un escenario extremadamente serio que nos introduce en algo fundamental: la iniciación del héroe.

 

 

En efecto, la lucha contra seres sobrenaturales, el desciframiento de enigmas, la realización de tareas imposibles para otros humanos, la lucha contra la oscuridad representada por seres monstruosos, la muerte o su simulacro, la resurrección o su símbolo, la victoria final, el casamiento, la restauración-superación de la cotidianidad... son, qué duda cabe, parte de la estructura del rito según el cual un personaje común se convierte en héroe o heroína, una vez que vence los obstáculos que se le oponen.

 

En los cuentos maravillosos están presentes y ocultos a un tiempo -“para los que tengan ojos para mirar y oídos para escuchar”- diversos elementos mitológicos: descubrimos, por ejemplo, la importancia de los números que no son obra del azar pues  “...pudieran provenir de remotas doctrinas pitagóricas, infiltradas de precedentes derivados de corrientes iniciáticas y de los misterios orientales y egipcios.” Así, los 7 enanitos, los 7 cuervos, los 7 cabritos, los 12 cazadores, las 12 hadas en la Bella Durmiente, los 3 chanchitos, los 6 sirvientes, los 3 cabellos de oro del diablo... como en ciertas mitologías los 3 deseos, los 4 soles,  los 12 establos, los 12 caballeros de la Mesa Redonda, las 3 cabezas, los 7 sellos, los 3 reyes... son “números mágicos” que siempre han servido como referencia a la humanidad (ver: Arquitectura sagrada) a la hora de concebir y relacionarse con el universo.

 

Los diversos cuentos de hadas en los que el héroe es salvado por un animal agradecido porque éste, a su vez, fue salvado por el héroe, nos remiten al antiquísimo Mahabarata, donde Manu –antepasado del hombre- es salvado de la inundación por un pez al que éste perdonó la vida. En el regreso de Hansel y Gretel a su hogar, un recurso evoca aquel que le permitió al héroe griego Teseo salir del laberinto gracias al hilo de Ariadna (=araña). En el cuento de La Bella Durmiente, se encuentra de alguna manera presente la historia de Brunilda, despertada por un beso del héroe germano Sigfrido (que más tarde Wagner, basado en poemas y sagas antiguas, pondría en escena en la ópera el “Anillo de los Nibelungos”), pero también –entre otros- cuando Paris fue obligado a escoger a la Ninfa más bella y dejó a Discordia de lado, lo que desencadenó, en uno y otro caso, la tragedia. El cuento de Blancanieves guarda, en algún aspecto, similitud con un mito griego en el que Pélope es asesinada por Tántalo, su padre, con el objeto de engañar a los dioses y hacer que éstos cenen la carne del muchacho, en tanto la madrastra del cuento ordena –sin lograrlo- que maten a Blancanieves para comérsela: en ambos casos los protagonistas son “despertados”. Cuentos como El sastrecillo listo en que la clave del triunfo consiste en descifrar un enigma,  se conecta con diversos relatos míticos en los que el héroe hace lo mismo para obtener la entrada a un lugar secreto o hacerse de un reino, como sucede con Edipo. El cuento de El Genio en la Botella proviene –entre otras fuentes- de “antiguas leyendas judeopersas, en las que el Rey Salomón solía encerrar a los espíritus rebeldes en cofres de hierro, botellas de cobre o en botas de vino, que luego arrojaba al mar” (Bettlelheim); y si bien la historia del héroe mítico ruso, Ilia de Murom -que vivió paralítico hasta los treinta y tres años, y luego de una sanación milagrosa se convirtió en un guerrero invencible- no es la única, es una de las que puede ilustrar, en alguna medida, cómo El Patito Feo relegado y despreciado por los que pensaba eran sus pares, tras sufrir un momento límite marcado por el frío y la noche más densa, descubre su propia dimensión de cisne luminoso.[4]

 

Por otro lado, se dice que algunos cuentos de Perrault tienen su origen en milenarios ritos de iniciación indostánicos, como es el caso de Pulgarcito y La Bella Durmiente. A la historia de Pulgarcito se la compara con el mito de Krishna (menor de 7 hermanos, único con poderes), pero es indudable que se “conecta” con otros como la historia bíblica de José, el menor de sus hermanos que, pese a ser golpeado y vendido por éstos, logra convertirse en un hombre poderoso en Egipto gracias a un don que le permite descifrar los sueños. Por su parte, La Bella Durmiente sería en realidad una versión humanizada del mito de la Tierra “dormida” durante el invierno y más tarde “despertada” por el “beso” de los rayos del Sol de la primavera. Un interesante estudio de Susana Certudi[5] nos dice que también La Cenicienta provendría  “de un mito indoeuropeo según el cual el Sol se desposa con la Primavera, luego de comprobar que ella es la auténtica predestinada.”

 

Claudio Naranjo cree que muchos de estos cuentos “tradicionales” son de origen sufí y, en esa medida, son relatos iniciáticos para “despertar” a los oyentes a los misterios ocultos, pero que luego se extendieron por toda Europa en forma de cuentos en apariencia anodinos. Aún si fuera cierto lo expresado por Naranjo, el cuento de La Cenicienta, por citar solo un ejemplo, no parece extenderse en una sola dirección puesto que se multiplica en varios lugares del mundo sin aparente contacto entre sí*: los indios algonquinos norteamericanos, por ejemplo, tienen una versión anterior a la llegada de los conquistadores Europeos, en la cual la heroína Carita Áspera sufre parecidas humillaciones que La Cenicienta y, al final, zapato de piel incluido, logra parecida reinvindicación; en una versión proveniente de la India, la huérfana de madre sufre los abusos de su madrastra y obtiene la ayuda de una vaca sagrada a la que devuelve a la vida recogiendo sus partes, por lo que ésta le regala vestidos espléndidos y zapatos de oro: el príncipe se enamora al verla pasar por el sendero real y al huir la huérfana pierde un zapato, que es clave en el final del relato; los chinos cuentan, desde el siglo IX antes de Cristo, la historia de una niña llamada Yeh-hsien, hija de una de las dos esposas de su padre, la misma que al quedar huérfana de madre, es maltratada con crueldad por la otra esposa, por lo que la dulce Yeh-hsien es ayudada por un pez mágico, el mismo que ella ha cuidado con esmero y la ayuda a asistir al Gran Festival de la Cueva: temerosa de ser descubierta, regresa corriendo a casa y se le cae un zapato por el camino... el resto, como en todas las otras versiones, es similar a lo que le sucede a la Cenicienta que todos conocemos.

 

*En 1893, Marian R. Cox publica “Cinderella: Three Hundred and Forty-Five Variants” (La Cenicienta: Trescientas cuarenta y cinco variaciones). Como es obvio, en algunas versiones hay que hacer verdaderos malabares para sostener el nexo con la versión que todos conocemos, pero es interesante que haya perdurado durante siglos la historia de una persona que, luego de sufrir  degradación y humillación por parte de sus congéneres, se sobrepone a la adversidad, y se levanta de “las cenizas” (como el Ave Fénix, el Patito Feo o el pequeño José) y se convierte en aquel que siempre estuvo destinado a ser, nos habla de su riqueza intrínseca captada, por lo general, de manera subconsciente: el héroe debe sobreponerse a todo y seguir adelante con valentía y confianza en su destino.

 

Con algunas variaciones, en Italia se llama Zucchettina, en Inglaterra Andrajosa (Tattercoats), en Dinamarca Zapato de Oro (Guidskoen), en Portugal, La Gata del Hogar... todas son mujeres, solo en Transilvania es un niño. Salvo por este caso, la princesa envenenada, la muchacha humillada por su madrastra y sus hermanas, encuentra su dimensión de predestinada; de víctimas momentáneas se vuelven magas capaces de tener a su servicio animales, fuerzas naturales y ayudas sobrenaturales hasta lograr su cometido. En el encuentro con el príncipe, unos han creído ver una alegoría del despertar de la sexualidad en las adolescentes y otros la integración de lo femenino con lo masculino en el proceso humano de integración del ser, pero de seguro el símbolo habla mucho más alto de lo que alcanzamos a escuchar con nuestra atrofiada razón.

 

Es muy posible, por otro lado, que exista una conexión subterránea entre el cuento de Caperucita y el “Ocaso de los dioses” de la mitología nórdica: como se sabe, luego de un largo reinado, Odín es devorado por el lobo Fenris; más tarde el hijo de Odín mata a Fenris, y del árbol Yggdrasil surge una nueva raza de hombres y mujeres que pueblan la tierra. Esta imagen del lobo (o el chacal) devorando al héroe, se repite en la mitología de muchos pueblos y, sin duda recorrió un largo camino hasta llegar a la versión de Perrault, y más tarde a la de los hermanos Grimm, versión ésta última en la que una niña es devorada por un lobo y luego rescatada por un leñador.

 

Pero de hecho éste no el único posible rastro en torno a Caperucita. Recordemos que Zeus, Varuna y Odín, entre otros dioses, eran famosos por su capacidad para transformarse en cuanto animal quisieran, y que este mismo poder se le ha atribuido a los chamanes de diversos ámbitos: “los chamanes lapones –dice Wart Rutherford- pueden transformarse en lobos, osos, renos o peces; los esquimales en lobos; los de Seman, Sakai y Kelatan, en tigres...”. También don Juan Matus hablaba de que su maestro era un “diablero”, es decir, un brujo capaz de transformarse en el animal que quisiera. No se trata de una invención más de Castaneda: en las tradiciones de muchos pueblos de los cuatro continentes el "hombre lobo" forma parte de un sustrato mítico que tiene también una constatación histórica. Los berkerser de la tradición germánica, por ejemplo, eran hombres que tras tomar ciertas plantas alucinógenas como parte de rituales mágicos y, una vez poseídos por "el espíritu totémico del animal", se transformaban en las batallas en "lobos" invencibles con una fuerza sobrehumana que espantaba a los enemigos, mas cuando las batallas terminaban, éstos se retiraban a lo más profundo de los bosques porque ya no podían convivir más entre los otros seres humanos, debido a su gusto irrefrenable por la carne humana. Estos hombres que solían habitar desnudos en los bosques, cubiertos apenas con pieles de lobos, eran conocidos -y temidos- por las poblaciones nórdicas, por lo que, desde esta perspectiva, un encuentro en medio del bosque de una muchacha con un "hombre lobo" que ha devorado a su abuela, bien podría ser una versión sobreviviente de los muchos encuentros fatales que tuvieron seres humanos de ese tiempo y esa región con dichas bestias humanas.

 

Pero no todos estos son personajes son "malos". En los cuentos de hadas, herederos de estas tradiciones, muchos aliados “buenos” y “malos” son animales, aunque también suele tratarse de la forma que adopta el poseedor de poderes mágicos para engañar, espiar o salvar a la víctima. De entre todos los animales que pueblan los cuentos de hadas,  "el gato con botas" es uno de los más seductores: astuto en extremo, puede trasladarse de un lugar a otro con una velocidad asombrosa. Fulcanelli nos indica que durante La Edad Media, había un ritual llamado “La flagelación del aleluya[6] durante el cual los niños arrojaba de las iglesias, a latigazo limpio, a un trompo con perfil de cruz llamado sabot, y agrega: “En cábala (sabot) equivale a cabot o chabot, el chat botté (gato con botas) de los cuentos de La Madre Oca...” Si escrutamos más allá de lo evidente, descubriremos que en lenguaje hermético, cuando se dice Ma Mére l’Oye (Mi madre la Oca), se habla en realidad del vaso de los alquimistas, por lo que este gato singular resulta un personaje en extremo importante dentro de la simbología hermética.

 

Se puede también asociar al gato con botas con el dios Hermes, representado en la iconografía clásica con sandalias aladas (que le permiten ir de un lugar a otro a gran velocidad), sombrero de ala ancha (característico luego del gato con botas) y un bastón mágico. Hermes, en extremo astuto y audaz, se convirtió en el dios de los ladrones, pues según la mitología griega, desde la misma noche en que nació, robó el ganado de su hermano Apolo: pese a que quiso negar su delito, Zeus lo conminó a devolver el ganado a su hermano, pero éste muy hábilmente se puso a tocar el arpa para desviar la atención. Fascinado Apolo con su sonido, cambió el ganado por el instrumento musical y, desde entonces, el arpa fue uno de sus atributos. Volviendo al cuento clásico, en él queda en evidencia que, al igual que Hermes, la astucia del gato para engañar, apropiarse de lo ajeno y trastocar los hechos es extraordinaria, por lo que logra todo lo que se propone.

 

Hermes salvó a su padre Zeus del gigante Argos, decapitando al monstruo, y este pasaje de la mitología griega nos recuerda aquel en que el gato se enfrenta al ogro que tiene la facultad de metamorfosearse en lo que desea y, apelando a su vanidad, lo reta a transformarse en ratón, luego de lo cual, éste lo devora de un bocado. Hay un dato adicional: el nombre que el gato con botas escoge para el muchacho al que ayuda, tiene una resonancia decididamente mágica: Carabás. Descubrimos el porqué: según el estudioso Emmanuel d’Hoohvorst, en arameo “ca rabá” quiere decir “gran maestro”, un término usado en secreto por los grupos herméticos.

 

 

El elemento chamánico

 

 

“Aquel que enseñe a volar a los hombres del futuro, habrá desplazado

todos los límites; para él, los mismos límites volarán por los aires.

 

Así hablaba Zaratustra, Nietszche

 

 

Muchos cuentos “infantiles” que nos ha legado la tradición de muchos pueblos, contienen toda un simbología chamánica, como ya hemos visto anteriormente, pero hay más: veamos por ejemplo el caso de la “cueva” donde se introduce Alí Babá para encontrar el “tesoro” o la "cueva" donde Aladino es enviado en busca de una "lámpara maravillosa", o el súbito crecimiento de la habichuela mágica que le permite al héroe llegar a un misterioso castillo en las alturas. Según la tradición de muchos pueblos, el “abajo” corresponde al mundo de los enanos, o de los "elementales", o de los demonios, en tanto que el “arriba” es el hogar de los gigantes, los apu, o los dioses. “Arriba” quiere decir, por ejemplo, el castillo donde habita la enorme Bestia a la que rescatará una decidida y hermosa muchacha (de la misma manera en que en otro cuento una princesa logra convertir a un sapo nuevamente en príncipe). “Arriba” es también la cima de una montaña sagrada o el reino que está más allá de las nubes, el territorio de lo insondable, de lo no humano, ya sea éste lugar físico o simbólico como Asgard, Olimpo, Meru, Shangri-La, Uluru o el Empíreo. 

 

En este contexto, las habichuelas que empiezan a crecer hasta la morada del gigantesco “ogro” al que finalmente le roba el “tesoro”, nos estaría hablando del ascenso del chamán al “mundo de los espíritus”, de donde trae de vuelta a seres “aliados”, objetos de poder o secretos curativos que le permiten lograr su cometido[7]. En la tradición de los Toba, los pionak (chamanes) suben por un árbol negro que está en medio de una laguna entonando cantos mágicos para ahuyentar a los malos espíritus y más tarde absorber el haloik (poder) de los espíritus que van dejando atrás a medida que suben a otros niveles. También en la tradición de los Taulipang, el chamán debe subir por un bejuco hasta el mundo de los espíritus, de la misma forma en que un día la Luna llegó al cielo trepando por un bejuco. Lo mismo hacen los chamanes de Norteamérica al trepar por el tronco de un árbol sagrado para –tras un período de ayuno y aislamiento- conseguir respuestas del “más allá” y, lo que conocemos inocentemente como “palo encebado” (al que hay que trepar con mucha dificultad para obtener premios o tesoros)* no es otra cosa que un remanente de este tipo de rituales que son parte de la tradición chamánica en muchos lugares del mundo. Más aún, el "vuelo mágico" de los Piaroa empieza con la preparación del "yopo", sustancia alucinógena que se logra triturando las habas negras del árbol del mismo nombre.

 

*Como nos lo recuerda Ralph Metzner: "En lugar de dar frutos convencionales, de los árboles alquimistas colgaban muchas joyas y metales preciosos. Estos simbolizaban las gemas del conocimiento y la penetración..."

 

Cabe agregar que en la versión de La Cenicienta de los hermanos Grimm, el padre de Cenicienta le pregunta a su hija qué le puede traer de regalo al regreso de su viaje y, al revés de los fastuosos requerimientos de sus hermanastras, ella solo le pide la primera rama que encuentre en el camino. A su regreso, el padre le trae a Cenicienta la rama de una zarza que la muchacha siembra en el sepulcro de su madre y que gracias a sus continuas lágrimas, la zarza crece en poco tiempo. Dicha zarza (que tiene un antecedente interesante en pasajes bíblicos como Jueces, Éxodo y Corintios en los que queda en claro su naturaleza solar) es la que le proporciona a la Cenicienta los vestidos principescos cuando ella recita un ensalmo mágico: "arbolito pequeño, dame un vestido que sea de oro y plata muy bien tejido". Como se verá, aunque Cenicienta no trepa al árbol, de éste obtiene un tesoro que viene de "lo alto". No hay que olvidar que en esta versión -en la que no hay un hada madrina como en la versión de Perrault- dos palomas blancas (seres de "la altura" y cuya simbología de pureza es muy clara) le ayudan en todo momento a superar pruebas, a establecer su verdadera identidad ante el príncipe y a vengarse de sus hermanas malvadas.

 

Como se recordará, en sus viajes, Gulliver fue alternativamente diminuto y gigantesco: a Alicia le sucedió lo mismo en el País de las Maravillas y también al inolvidable Nils Holgerson, de Selma Lagerlöff, cuando se convirtió en gnomo para navegar sobre el lomo de un pato salvaje. Pero esa súbita pequeñez o desmesura de los personajes implica en realidad una conexión con la antigua tradición del reino de los gigantes y de los enanos, esto es con el “arriba” y el “abajo”, el urin y el anan de la visión chamánica, como habíamos visto con anterioridad.  

 

Por ello, tal vez no sea una coincidencia que la historia del Gato con Botas se parezca tanto a la forma en que muchos pueblos han concebido el papel de los zancos: los que son capaces de montar sobre ellos, según una antigua tradición china, podrán cruzar a gran velocidad de un lado a otro la tierra, sin ser detenidos por ríos ni montañas. La alfombra mágica de Aladino –cuyo nombre proviene de Alláh (Dios) y Djinn (mensajero o demonio)- también nos hablaría de cómo el chamán es capaz de llegar a lugares distantes en un resuello, con el solo poder de su “conexión cósmica”.

 

De esta manera, un mundo poblado de seres maravillosos (hadas, gnomos, hechiceros, brujas, árboles que hablan, espadas invencibles…) tienen la virtud de sumergirnos en el misterioso universo del chamán donde los animales son portadores de sabiduría, los objetos inanimados hablan, los seres invisibles se manifiestan y los objetos mágicos actúan de forma decisiva.

 

Estos elementos simbólicos, arraigados en el inconsciente colectivo, han permitido que persistan en el tiempo un puñado de personajes de historieta que guardan un parecido no casual con las características de los héroes míticos, o que despierten gran interés aquellos filmes que nos recuerdan los pasos iniciáticos a través de los cuales el héroe despierta a una visión diferente del mundo, más allá de la “ilusión” de lo que llamamos “realidad”, como sucedió en La Guerra de las Galaxias o en The Matrix, para citar dos ejemplos cercanos.

 

Por último, para nadie es un secreto que J. K. Rowling escribió la saga de Harry Potter usando, a conciencia, todos aquellos elementos que son parte de las antiguas historias mágicas: tras la representación de la milenaria lucha entre el bien y el mal, se mueven hipnóticamente objetos de poder, aliados sobrenaturales y destinos claramente marcados por una mano misteriosa. Aunque ya sabemos quién ganará cada partida, la autora echa mano del suspenso –clave en todo cuento maravilloso- a través del cual nos invita a seguir cada incidencia con la respiración contenida. Así, Harry Potter, como tantos héroes, es un huérfano, un patito feo que descubre su dimensión de cisne luminoso, un bello durmiente que despierta ante su propio poder interior que le permite ser el mago de los magos, tal y como estuvo predestinado desde que naciera.

 

La tierra sin mal

 

 

Los cuentos de hadas son exploraciones espirituales y por lo tanto, lo más parecido a

la vida real puesto que revelan la vida humana vista o sentida desde el interior.

Lewis Carroll

 

 

Si bien resulta en extremo interesante esta red de elementos míticos, mágicos y simbólicos presentes en los cuentos de hadas, debemos siempre recordar -con Fromm, Jung y otros- que en el fondo “los sueños y los mitos son mensajes que nos enviamos a nosotros mismos”. Edouard Brasey y Jean-Pascal Debailleul (“Vivir la magia de los cuentos de hadas”), endosan esta verdad a los cuentos de hadas y agregan: “Lo que (los cuentos) ponen en escena son los aspectos esenciales y profundos de nuestro ser profundo. Nos invitan a conocernos mejor a fin de descubrir los aspectos ocultos que duermen en nuestro corazón.” En otras palabras, tras muchos cuentos en apariencia anodinos, se esconde la metáfora de un saber iniciático destinado a despertar la conciencia sobre el inmenso potencial interior de cada uno.

 

Desde esta perspectiva, el cuento pone en escena tres funciones básicas: el Rey (que guarda el orden y la vigencia de los procesos respectivos), el Héroe (que se encarga de restaurar, con fuerza y valentía, el orden interrumpido) y el Hada (fuente de magia y fecundidad infinita que facilita al héroe el logro de su objetivo desde un nivel diferente al “normal”). No se trata entonces de volver a la “normalidad” alterada sino de descubrir, junto al Héroe y el Hada, la inspiración, la creatividad, la plenitud de los estados de gracia, la percepción que trasciende lo evidente, el gozo del verdadero poder y la libertad interior, las dimensiones mágicas de la vida donde todo es posible más allá de los límites de la razón y, junto al Rey, hallar las preguntas esenciales que nos alejarán de una vida superficial, mediocre, anquilosada, llena de sucedáneos y verdades a medias.

 

Cuento tras cuento de los hermanos Grimm, los autores redescubren los mensajes ocultos y los desafíos que el lector deberá asumir una vez iluminados los principios esenciales de la vida plena. Pero hay variaciones interesantes sobre esta perspectiva en obras como: “Cuentos de hadas: Alegorías de mundos internos”, de J.C. Cooper, Sirio. “Mujeres que corren con lobos”, de Clarisa Pinkola Estés, Ediciones B. “Los cuentos de hadas para adultos: Una lectura simbólica de los cuentos de hadas”, de Gabriela Wasserziehr; Endymion. “La sabiduría de los cuentos de hadas”, de Rudolf Steiner; Editorial Escuela Española. “Más allá del héroe: Historias clásicas de hombres en búsqueda del alma”, de Allan B. Chinen; Kairós.

 

De todos los que han incursionado en el significado oculto de estas historias, Bruno Bettelheim (“Psicoanálisis de los cuentos de hadas”) ha sido el más difundido. Este psiquiatra y psicólogo, desde una interesante perspectiva psicoanalítica nos dice, por ejemplo, que el descenso del héroe a una cueva vendría a ser una metáfora de nuestro “viaje” no siempre plácido al inconsciente, fuente de poderes tan temibles como creativos, o que el contacto del héroe con un animal, sería la representación del encuentro con nuestra propia naturaleza salvaje e instintiva. Más aun, la liana erecta por la que asciende el Jack de la Habichuelas Mágicas se transforma en símbolo fálico, expresión de la llegada de la pubertad del personaje; el zapatito de La Cenicienta se vuelve una metáfora de la vagina; en tanto, la silla “demasiado dura” y la sopa “demasiado caliente” de papá oso y mamá osa, en el cuento Ricitos de Oro sería, en el fondo, una representación de la búsqueda de toda niña de un lugar en el mundo de los adultos y, al mismo tiempo, la constatación de que resulta demasiado temprano para satisfacer sus anhelos edípicos, por lo que no le queda otra opción que acostarse en la cama del osito, asumiendo su rol de niña aún.

 

En la mente infantil, el Rey malvado o insensible del cuento podría ser el papá que se “opone” al amor que el niño siente por su madre, la princesa simbólica. La resolución de un enigma durante la historia, conectaría al niño/a con su deseo de descifrar el misterio de la sexualidad, tema que a la vez le preocupa y le fascina. La Cenicienta pondría en escena su relación muchas veces conflictiva con sus hermanos, en medio de la pugna no siempre diáfana por ganarse el amor de sus padres. Al mismo tiempo, el ogro o la bruja, el leñador o el hada, en el fondo no serían otra cosa que la imagen sombría (cruel, autoritaria) o luminosa (tierna, protectora) de los padres hábilmente disfrazados en la historia.

 

Los cuentos serían, en esa medida, según esta perspectiva, una especie de terapia psicológica mediante la cual los niños y niñas que escuchan la historia, pueden más tarde representar y representarse, en el plano de la fantasía, lo que les sucede a nivel interno. Por otro lado, si bien ingresan a un mundo oscuro, lleno de seres terroríficos y malvados, una vez que se sienten identificados con el héroe o la heroína, se ven a sí mismos ayudados en el camino por seres benefactores en los que se puede confiar, superan todo tipo de obstáculos y peligros, forman parte de quienes luchan por el “bien” y “la justicia”, aprenden a creer en la recompensa que pueden tener aquellos que siguen principios fundamentales, así como en la fuerza del amor, lo que los conduce al otro lado, al de la luz, la paz, la felicidad restaurada.

 

Puesto que en los cuentos de hadas, los héroes se defienden o luchan contra personajes que, en algún momento, detentan un poder mayor y, luego de un enfrentamiento desigual y de una serie de duros reveses y acechanzas, tras las que la esperanza parece esfumarse, logran desarmar a sus adversarios haciendo uso de sagacidad, paciencia, tenacidad, audacia o humildad, en sincronía, muchas veces, con ayudas benéficas sobrenaturales, los niños adquieren la convicción de que también ellos, con valentía, paciencia, tenacidad y un poco de suerte, pueden lograr lo que, en algún momento parece imposible, esto es, que a pesar de su edad, su indefensión o su falta de poder en su medio familiar y social, lograrían privilegios, atención, cuidado, aceptación y, sobre todo, amor de los que más quieren, al tiempo que “vencen” o convencen a los que se oponen en su camino: el padre, la madre, el hermano mayor, la profesora, el gamberro de la escuela... representados en los cuentos en la figura del ogro, el gigante, el dragón, la bruja, el genio, el rey, el lobo...

 

De esta manera, no solo que los niños lograrían superar -en la seguridad de la ficción narrativa- y a manera de prueba de carácter iniciático, circunstancias difíciles que los prepararía para el momento en que enfrenten desafíos semejantes en el “mundo real” sino que, de hecho, proyectarían en su propia vida esa seguridad, según el testimonio de muchos adultos que cuando niños encontraron una ayuda invalorable en los cuentos de hadas para  vencer miedos, enfrentar situaciones familiares difíciles, descubrir sus dimensiones ocultas e integrarlas, lo que supone un significativo crecimiento emocional y psicológico, pues el reino conquistado es, a fin de cuentas, su propia vida.

 

Contrariamente a lo que se podría creer, tanto la visión anterior (mítico-simbólica-chamánica) como la psicoanalítica y la transpersonal son, más allá de lo aparente, complementarias: en la primera, los cuentos de hadas son un referente fundamental de nuestras raíces míticas, esto es, de aquellos mundos de seres sobrenaturales y hechos extraordinarios protagonizados por hombres y mujeres singulares, que nos invitan con su ejemplo a imitarlos. En la segunda, los cuentos de hadas ponen en escena, como en un teatrino de sombras, nuestros conflictos interiores y nos ayudan, aun sin que lo percibamos conscientemente, a integrar nuestras dimensiones oscuras dentro de un necesario proceso de maduración y crecimiento emocional que, en algún momento, deja planteada la posibilidad de un salto hacia una visión trans-personal en el que el espíritu se encuentra a sí mismo en el seno mismo del símbolo.

 

El mismo cuento de Aladino sería el ejemplo perfecto que dejaría en claro esta evolución del personaje puesto que este muchacho mediocre, perezoso y travieso, que se negaba a prender un oficio provechoso como quería su padre, al pulir la lámpara lo primero que ve es su propio rostro, es decir que en esa imagen metafórica Aladino reconoce su Sí Mismo y, a continuación, como producto de ese reconocimiento, emerge el poder escondido en la forma de un "genio", que no es otro que su propio espíritu. También en un principio Aladino solo se preocupa de comer lo suficiente, más tarde anhela conseguir riquezas y, finalmente, hacerse de un amor verdadero. 

 

En ambas percepciones, sin embargo, los cuentos de hadas se convierten en abrevaderos cuyas aguas, una vez saboreadas, nos dicen que todos somos héroes y heroínas en potencia, hombres y mujeres magníficos que podemos vencer cuanto obstáculo encontremos en el camino para no solo de obtener logros materiales o reconocimientos mundanos, sino y sobre todo, realización personal una vez que tomamos contacto con nuestra sabiduría, nuestra magia interior y esa dimensión milagrosa de la vida en la cual todo es posible.

 

¿Te ha gustado hasta aquí el cuento? Pues no es cuento, y colorín colorado, el camino no ha terminado.

 

Edgar Allan García 

 

Fuentes:

 

* Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Bruno Bettelheim, Grijalvo.

*Vivir la magia de los cuentos. Edouard Brasey y Jean-Pascal Debailleul, Edaf.

*El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. Joseph Campbell, FCE.

*Estética del mito. Gillo Dorfles, Tiempo Nuevo.

*La diosa y el héroe. Jean Houston, Planeta.

*Grandes metáforas de la tradición sagrada. Ralph Metzner, Kairós.

*Mito y realidad. Mircea Eliade, Kairós.

 *Los cuentos de hadas. Historia mágica del hombre, Rodolfo Gil, Salvat.

*El mito del nacimiento del héroe. Otto Rank, Paidos.

*Chamanismo, los fundamentos de la magia, Ward Ruderford.

 

Notas: 

[1] De hecho, los hebreos pasaron largo tiempo en Babilonia, de donde seguramente tomaron éste y otros mitos, como el de Utnapishtim, que en un barco –cuyas medidas precisas se las dictó Dios- se salvó del Diluvio Universal, relato muy anterior al del Noé bíblico. Cabe decir, además, que 5000 años antes de nuestra era, los persas contaban la historia según la cual Arimán (el dios del mal) envió una serpiente con frutas a la primera pareja de humanos, los mismos que comieron de ellas, luego de lo cual se les esfumó la felicidad; en castigo, Ormuz (el dios del bien) los expulsó del huerto donde habitaban. 

[2] ”Alá es llamado luz del Cielo y la Tierra; Cristo Luz del mundo; y Gautama Buda, Luz de Asia.” (1001 Símbolos, Jack Tressider, Grijalvo) 

[2] Los Orcos romanos eran seres temibles, una especie de dioses de la muerte y del averno: de ahí se deriva el término ogro que luego aparecerá en los cuentos de hadas.  

[3] los gigantes de la mitología irlandesa, germana y griega, entre muchas otras, pelean a muerte contra los dioses a quienes consideran sus eternos rivales: de seres inmortales con similar o, incluso, mayor poderío que los dioses, agentes del caos en unos casos o símbolo del sol en otros, los encontramos en el poema de Gilgamesh, la Odisea (Polifemo) o en el Antiguo Testamento (Goliat) ya sin su aura de inmortales, y luego en los cuentos de hadas, casi siempre asimilados a la figura de un ogro.

[4] Los cisnes, hay que recordarlo, son una aves sagradas de la Antigüedad: ”(Los cisnes) giraron siete veces alrededor de Delos... y no habían cantado por octava vez cuando Apolo nació...”, escribió Calímaco.

[5] Citado por Abdón Ubidia en la obra “Cuento popular ecuatoriano”, Libresa.

[6] Una de tres: o el juego del cushpi que se juega en los andes ecuatorianos y que consiste en arriar a golpe de acial un trompo alargado y sin punta de acero, es de origen chachi, como indican los esposos Costales, o es una imitación, con variaciones, de este “juego” medieval al que hace referencia Fulcanelli, o es otra más de las coincidencias peculiares que encontramos en este ámbito.

[7] Este tema nos lleva de regreso al cuento de El Genio en la Botella que al igual que el Gran Pez Azul del cuento El pescador y su esposa, no es otra cosa que un espíritu al servicio de un humano, siempre planteada como una relación peligrosa e inestable en el que la astucia del humano juega un papel fundamental ante el poder del espíritu.


*  EdgarAllan Garcia   Ecuatoriano. Autor de veinticinco obras para adultos, niños y jóvenes. Ha ganado los más importantes premios nacionales del Ecuador en todos los géneros literarios y s e ha hecho acreedor de varios galardones internacionales.

Edgar Allan García
yosoyelquesohoy@gmail.com

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