Libros
sobre Borges Tres reseñas Carlos García (Hamburg) |
I
-
Marcos
Ricardo Barnatán: Borges. Biografía
total. Madrid: Temas de Hoy (Biografías), 1995, 519 pp. Dos
caminos básicos se ofrecen, a mi entender, al género biográfico: el que
consiste en recabar datos fehacientes sobre la realidad objetiva de la
persona biografiada, persiguiendo las huellas que dejó en la historia o
en otros, y el que consiste en reconstruir casi imaginariamente su
personalidad, sirviéndose para ello de su obra, y de mejor o peor aprendidas
nociones de psicología. Prefiero el primero, pero hay casos en que el
segundo, o una atinada mezcla de ambos, han dado buenos frutos. El
caso "Borges", por su parte, plantea dudas radicales acerca de
la pertinencia del género. Según su propia visión de lo literario, el
conocimiento de lo meramente biográfico nada agrega a la producción de
un autor. La realidad, díscola maestra de la teoría, ha desautorizado
esos compartibles pruritos. Nos agrade o no, se escriben, se publican y se
leen biografías de Borges, y no se ve llegar el día en que desaparezcan.
Aceptada,
pues, como ineludible realidad, queda el resignado estudio de la
literatura biográfica sobre Borges. Tres males la aquejan, a mi entender.
El
más difundido es el intento de imitar su prosa, tarea no siempre grata
para quien lee, y que seduce a quien la practica, por lo general, a ese
estilo que Borges atribuyera (algo injustamente) a parte de su obra
juvenil: "lo grandioso de tercera categoría". Otro
es la pobreza de los medios materiales e intelectuales invertidos en la
investigación. La mayoría de los autores copia con mayor o menor celo,
con mejor o peor vista, lo que otros ya han escrito, no sin esconder el
fruto de su laboriosa pereza bajo palabreros reordenamientos. El
tercer mal, quizás derivado del anterior, es la profusa utilización de
citas de Borges (en general, sin mención de la fuente). Personas cuyo
juicio respeto gozan de este método, o lo tienen en gran estima. Por mi
parte, nada opondría a él, si las citas fuesen contemporáneas de los
hechos a los cuales aluden o si, cuando menos, se sopesara debidamente su
respectiva validez. Inocentes de ese cuidado, la mayoría de los biógrafos
opta por repetir recuerdos de Borges separados por varios decenios de los
hechos que narran, y confunde eso con biografía. "Embelesados y erróneos",
no advierten que falsean así la historia, ya sea porque Borges tendió a
la mistificación, ya porque su memoria era prodigiosa, pero no infalible.
Los
biógrafos de Borges, por su parte, se dividen en dos bandos principales:
quienes lo conocieron personalmente, y quienes se interesaron por él sólo
a través de su literatura, o de las equívocas promesas de su fama.
El
primero grupo, a su vez, está conformado mayormente por
"viudas" y "huérfanos". Me permito llamar
"viudas" a las mujeres que compartieron, en alguna imprecisable
medida, etapas de la vida de Borges, y "huérfanos" a algunos
de los jóvenes admiradores que lo trataran con devoción (a veces
mayor que la frecuencia). Este grupo, por su parte, se escinde en
"pródigos" y "réprobos", siendo éstos los
"desheredados" por Borges mismo – o por alguna de sus
"viudas". Según
mi somera tipología, Barnatán perteneció largo tiempo a la última de
las sectas mencionadas: la de los "huérfanos réprobos".
Él mismo alude varias veces al acto traumático (cf., por ejemplo,
414); últimamente parece haber ascendido en el cambiante escalafón:
a comienzos de 1999 se le permitió organizar un acto sobre Borges en
Mallorca. No
me regodeo por malicia en ese detalle intrascendente,
sino porque muestra desde qué perspectiva escribe Barnatán su
ambiciosa Biografía total,
de la que me ocupo aquí paradigmáticamente, y no porque posea algún
valor intrínseco. Casi
todas las características negativas mencionadas hasta ahora descuellan,
en mayor o menor medida, en el infausto volumen confeccionado por
Barnatán, quien ya recibiera un inexplicable número de veces ocasión
de vapulear vida y obra de Borges. Inolvidable es, por ejemplo, su falaz
"edición crítica" de algunos relatos de Borges, que no se
avergüenza de repetir ingenuamente las mejores erratas de las
atribuladas Obras Completas. Barnatán
ha permanecido también aquí fiel a esa malhadada genealogía. El lector
es sobresaltado cada tanto por divertidos errores de imprenta, que no sabe
si imputar a los cajistas o al autor, así como por menos divertidos
errores de lenguaje: "la familia al completo" (86, 189) en
vez de "toda la familia" o "la familia entera";
"mención a" en vez de "mención de" (82),
"sectores de Juan Ramón" en vez de "parte de la obra de
Juan Ramón" (143), y otros que ahorro a mis lectores. No
me detendría en esas minucias si Barnatán hubiese cumplido con más
solvencia
el oficio que se arroga. De un argentino radicado en España cabía
esperar
un poco más de interés por su tema y alguna eficacia al tratarlo, sobre
todo teniendo en cuenta los medios de que para ello se dispone en
bibliotecas de Europa, menos accesibles desde Buenos Aires. Con terco
desdén, Barnatán prefirió renunciar a esa fácil ventaja. Que
Barnatán trabaja de segunda mano, y que ello puede ser funesto, se
comprueba,
por ejemplo, en las páginas 93 y 96. Habla allí, siguiendo puntualmente
a los descuidados tipógrafos de Edna Aizenberg, de un
inexistente "Johannes Behar", autor del no menos inexistente
"Aneuropa". Se trata,
en realidad, del poeta expresionista Johannes R. Becher, tan admirado
por el joven Borges, y de su obra An
Europa (1916), de la cual él tradujera un poema en 1920
("Lusitania"). La
fidelidad de Barnatán para con el trabajo de otros es, a menudo, digna
de mejor objeto de culto. La
misma página 93 contiene un error de traducción, que recojo, meramente,
como síntoma, ya que no es el único: La traducción correcta del verso
alemán citado en el epígrafe ("Musik, Musik kann Euch vom Tode lösen")
no es la ofrecida por Barnatán, sino la siguiente: "Música, música
puede libraros de la muerte." Las
"simpatías y diferencias" de Barnatán son difíciles de
catalogar.
Por un lado, parece tener cuentas pendientes con Emir Rodríguez
Monegal, a quien moteja varias veces, sin nombrarlo expresamente, de
"espeso crítico uruguayo" (386, 399, 414). Ello no le impide,
por otro lado, aprovechar su obra con frecuencia, en general sin
declarar el préstamo. Así ocurre, por ejemplo, con una imperdonable
especie
mentada por Monegal (Borges. Una
biografía literaria, 1987: 132), y puntualmente repetida por
Barnatán (95), según la cual Wilhelm Klemm, expresionista alemán de
quien Borges publicara varias traducciones en su juventud, se
habría convertido más tarde en simpatizante nazi. Por el contrario,
Klemm fue perseguido por el nazismo, que robó o destruyó sus empresas
editoriales y le mató dos hijos. Su última publicación de
la preguerra es, por lo demás, de 1922, con lo cual apenas pudo haber
apoyado al detestable régimen. Se ignora qué llevó a Monegal
a cometer su error, pero puede saberse quién ha malguiado a Barnatán. Tampoco
sus preferencias incitan a Barnatán a trabajar mejor. Parece profesar
alguna variante mística del judaísmo, lo cual es en sí respetable, pero
no excusa la aberrante explicación que balbucea sobre el poema
"El Golem" (359-360; en su descargo, puede agregarse que otros
comentaristas de lo "cabalístico" en Borges comparten ese
deplorable nivel). Es asimismo insuficiente, en especial bajo esa
perspectiva,
que deje al lector en ayunas acerca de Orígenes, la planeada "revista bimensual de estudios judíos"
para la cual Borges reseñara originalmente "Las luminarias de
Hanukah" (139), de Cansinos, o que apenas mencione de pasada a Carlos
M. Grünberg e ignore a muchos otros amigos judíos de Borges. Mención
destacada merece el aspecto biográfico de esta "biografía".
Resalto el punto, a riesgo de plagiar a Perogrullo, porque la biografía
de Borges es apenas uno de los temas que Barnatán trata. Su proyecto
debería haber llevado por título "Borges y yo", o más
precisamente,
"Yo y Borges". Pero dejo este aspecto de lado, porque ya lo
trató con su habitual solvencia Annick Louis (Variaciones
Borges 3, Aarhus, enero de 1997). Si
la biografía difiere de otros géneros, es porque quien la lee espera
encontrar
datos que le ayudarán a reconstruir la vida del biografiado. Barnatán
es más modesto que los lectores para quienes escribe. La vida de
Borges no le interesa, o sólo le interesa en la medida en que encuentra
material propuesto por otros, sea éste correcto o no. Borges
pasó una parte importante de su juventud en Europa (1914-1921,
1923-1924). Las biografías aparecidas hasta 1995 ignoran esa
importante etapa de formación, o se ocupan de ella como de un penoso
deber. También Barnatán desaprovecha la oportunidad de corregir
errores o de ensanchar nuestro conocimiento, aunque vive en España,
cerca de las fuentes básicas para este capítulo de la vida de Borges. Para
desengañar a quienes se dejen obnubilar por el compacto volumen,
listaré algunos de los errores que contiene. Me concentraré a propósito
en los primeros decenios de la vida de Borges, porque son, por un
lado, los menos conocidos, y por otro, los más maltratados
por Barnatán. (Ello no implica, por cierto, que el resto de la obra
carezca de fallos.) Con
encomiable esfuerzo, Barnatán se trasladó a Ginebra en 1983, para
localizar
la pensión en que vivieran los Borges, ubicada en la rue Malagnou, número
17. La calle ha cambiado entretanto de nombre, y se llama ahora
Ferdinand Hodler. Barnatán fotografía la casa que "ostenta el
número
17" (72), y aunque compara su foto con otra de la época, no advierte
que ha elegido la casa errónea. La pensión en que habitaron los
Borges se encuentra actualmente en la calle Ferdinand Hodler N° 9, y
no 17, porque la municipalidad cambió hace años la numeración. Barnatán
no ha sido el primero en cometer ese error; recelo que no será el
último.
En
página 77, Barnatán atribuye a Borges la publicación de varios artículos
en innominadas "revistas germanas" antes de haber cumplido los
20 años. Hasta prueba de lo contrario, aseguro que esos artículos
son engendro de su imaginación o, más probable, de su descuido de
copista.
Borges
y Cansinos no se conocieron, según pretende Barnatán, "en el Madrid
de finales de 1919" (129), época en que aquél se encontraba en
Sevilla, sino en el Madrid de mediados de marzo de 1920. Quizás hubo,
como quiere Barnatán, carta de presentación de Isaac del
Vando-Villar, pero quien introdujo a Borges en la tertulia de Cansinos
fue el poeta Pedro Garfias. Borges mismo refirió el episodio en una
carta de la época al poeta sevillano Adriano del Valle. (Esta
correspondencia fue dada a conocer por Rosa Pellicer, Zaragoza, en
1990. Es falaz, por lo tanto, la pretensión de Javier Herrera Navarro,
quien volvió a publicarlas como "inéditas" en 1991) Barnatán
sigue la opinión de autores europeos (Meneses, Pellicer, Bernés, y
otros a quienes no nombra en este contexto) cuando repite que Borges
participó
en la velada madrileña de "La Parisiana", a fines de Enero de
1921 (117). Si bien plausible, es más probable que Borges no haya
participado en ella, a pesar de que la reseña de la velada aparecida en
Ultra de Febrero lo mencione.
Por esa época estaba, según mis investigaciones, en Palma de Mallorca,
preparándose para una diatriba con un crítico de sobrenombre
"Pin". (La mención en Ultra
se explica porque Borges estaba invitado a la función; el cronista
copió la lista de invitados como si hubiese sido la de los
participantes.) En
página 127, Barnatán reproduce una cita de Borges: "Un poeta, de
cuyo nombre no quiero acordarme, le entregó un día [a Cansinos]
un libro que se titulaba Música en verso...". Barnatán no sólo no se toma el trabajo
de aclarar al lector que el título pertenece a una obra del poeta y crítico
musical argentino Mayorino Ferraría, radicado en esa época en
Madrid; de haber estudiado el asunto, habría comprobado que el libro
aludido apareció recién a comienzos de 1926, casi dos años después
del segundo regreso de Borges a Buenos Aires – a destiempo, pues,
para ser comentado por Cansinos delante suyo. La anécdota podrá
ser verídica, pero, en ese caso, toca a otro poeta o a otro libro,
confundido
por Borges en el recuerdo, o, cuando más, al manuscrito del libro
de Ferraría antes de su impresión. Barnatán pierde también ocasión
de mencionar que Borges y Ferraría estuvieron al mismo tiempo en
Madrid, hacia marzo de 1924 (donde el segundo permanecería más tiempo),
y que remitieron incluso una breve misiva conjunta a la redacción
de la revista Nosotros.
Ferraría acompañó a Borges en 1927 en la recepción brindada en el
puerto de Buenos Aires a Guillermo de Torre. Barnatán
tampoco elude repetir desaciertos ajenos en cuanto a la fecha de la
segunda
partida a Europa, que no ocurrió entre febrero y marzo de 1923 (186),
sino
en el último tercio de julio de ese año, inmediatamente después de
la publicación de Fervor de
Buenos Aires. También la fecha del segundo regreso a Buenos Aires
es equivocada (189, 438). Borges no abandonó Lisboa a fines de 1923
(en esa época estaba aún en Ginebra, y no había cruzado aún la
Península
por segunda vez), sino hacia fines de junio de 1924. Las
interesantes cartas de Borges a su "maestro" Rafael
Cansinos-Assens están fechadas con menos precisión de la posible y mal
ordenadas (el
orden cronológico correcto es: 1, 2, 4, 3, 5). Desdeño
proseguir la larga lista de errores. Si me he ensañado con algunos, no es
porque esos datos sean relevantes considerados por sí mismos, sino
porque su cantidad y calidad revelan una abrumadora falta de accuratezza
de parte del autor. Prefiero
cerrar este comentario resaltando los méritos del libro. Apenas uno
encuentro en él: la novedosa reproducción de un temprano prólogo
que Borges compusiera hacia 1915 para un cuadernillo de su hermana
Norah (si bien Barnatán no alcanza a esclarecer de quién es la
letra). Aparecida
a diez años de la muerte de Borges, la falaz Biografía
total presentada por Barnatán es indigna del gran hacedor.- II José
Luis Trenti Rocamora: Índice
general y estudio de la revista "Martín Fierro" (1924-1927).
Buenos Aires: Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos, 1996
(Serie Estudios, 1).
En 1995, el Fondo Nacional de
las Artes (Buenos Aires) tuvo la buena idea de publicar una edición
facsimilar del periódico Martín
Fierro, que diera su nombre a un ala de la joven vanguardia
literaria porteña. La Sociedad que preside el Sr. Trenti Rocamora
propone ahora su necesario Índice.
(Existe uno anterior, que Trenti parece desconocer, y que tampoco he
visto: Simon Maurice Berggrun: The
Journal Martín Fierro. A
critical Index. [Tesis] Univ. of Kentucky, 1968; cf. Dissertation
Abstracts International 30, 1969, 1552 A.) Tras un ensayo
introductorio,
que mezcla informaciones, anécdotas y alguna discutible hipótesis,
Trenti consigna el "Detalle de los números publicados", con
la respectiva fecha de aparición (59-60). Es de advertir, sin embargo,
que la lista reproduce las mismas fechas que el periódico adujo en
su momento, aunque alguna de ellas fue intencionadamente
falsa. Así, por ejemplo, la del último número, fechado el 15-XI-27,
que apareció, en realidad, a fines de diciembre de 1927. (La fecha
impresa puede haber sido un cifrado homenaje a Güiraldes, quien fue
enterrado ese día, con la asistencia de muchos colaboradores del
periódico, en San Antonio de Areco.)[1]
El trabajo propiamente dicho
se extiende entre las páginas 61 y 200, que contienen el "Índice
de registros", numerados en forma consecutiva y munidos de
comentarios. Desde el punto de vista de los lectores, hubiese sido
preferible disponer de la fecha de aparición de cada número al comienzo
del pasaje correspondiente, para no tener que volver las páginas.
Se echa de menos, igualmente, que los registros no refieran a la
paginación
del facsímil, del cual también Trenti se sirviera, ya que ello
facilitaría aún más el estudio. Desde un estricto punto de
vista bibliográfico o bibliotecológico, podría objetarse con
buenos argumentos que el libro no se atenga al sistema de Clasificación
Decimal Universal, adoptado usualmente para esta clase de
trabajos.[2]
Por mi parte, no lamento esa elección, que permite una lectura
cronológica de los títulos en cuestión. Un apéndice, codificado
según la C.D.U., podría adosarse a una eventual reedición. (También
la fecha de cada número podría ser agregada, sin necesidad de modificar
la plana.) El libro continúa con una práctica
serie de "Índices": de autores, de personas citadas, de
autores "como a la manera de" [sic], temático, de notas
bibliográficas, de autores por cantidad de colaboraciones, y de
anunciantes. También se considera a los ilustradores. La obra cierra con dos apéndices:
una reveladora carta de Evar Méndez a Oliverio Girondo, del 3-V-26
(perteneciente a la colección de Wáshington Luis Pereyra), y el
malhadado "Romancillo, cuasi romance del Romancero"
firmado "Mar-Bor-Vall-Men" (Marechal, Borges, Vallejo, Méndez), publicado en Martín
Fierro para escarnio de Lugones – y de sus jóvenes críticos. Tanto la introducción como
algunos de los asientos adolecen de algunos errores que empañan el
trabajo de Trenti; importa señalarlos, para evitar su propagación.[3]
A
continuación me ocuparé,
pues, de algunas propuestas de Trenti Rocamora acerca de ciertos
seudónimos utilizados en Martín
Fierro (que, entre paréntesis, era, según propia declaración, un
"periódico" y no una "revista" – error también
cometido por la edición facsimilar: adviértase el contrasentido en la
cubierta de esa edición). El más superfluo de los
errores de Trenti es el que atribuye a Leopoldo Marechal la autoría
de un texto satírico firmado "Ortelli y Gasset" (43). Trenti
basa su erróneo aserto en un giro de Marechal: "inventamos
alegremente ese personaje absurdo que se llama Ortelli y Gasset".
Pero Marechal no refiere ese "inventamos" a sí mismo,
sino, en sentido figurado, a "nosotros, los martinfierristas".
De hecho, el seudónimo perteneció a Borges y a Carlos
Mastronardi, según éste hiciera constar hace tres decenios en
sus Memorias de un provinciano
(1967: 197-198): conjuntamente
escribimos una respuesta humorística a una nota asaz española
[publicada bajo] el título de "Madrid, meridiano intelectual de
Hispano-América". Para subrayar diferencias, recurrimos
al más espeso y oscuro vocabulario lunfardo. La revista
Martín Fierro recogió esa
contestación burlesca. La firmaba el recién inventado Ortelli
y Gasset.[4] Otro desliz es el que
transforma a Xul Solar en el verdadero autor de textos firmados,
respectivamente, "Cristian [sic] Morgenstern" y "Herwarth
Walden". Trenti anota bajo el asiento
788, que registra "Algunos piensos cortos de Cristian Morgenstern"
(181; cf. también 49): "Satírico. Traducidos como por Xul Solar,
que evidentemente es el autor." Trenti parece ignorar
que el escritor alemán Christian Morgenstern existió realmente,
igual que su libro Stufen (Peldaños),
nombrado al pie de la contribución como fuente. El primer "pienso
corto" (o sea, "aforismo") de los traducidos por Xul al
"neo-criollo" reza en alemán (según Christian Morgenstern:
Werke und Briefe, V, Aphorismen.
Editor: Reinhardt Habel. Stuttgart: Urachhaus, 1987, 343): Man
empört sich gegen die Gottheit Christi – als liefe man selbst in Hose
und Rock nicht als ein Stück – Gottheit herum. Xul tradujo en su idiolecto, que tendía a reducir terminaciones (todo sic!): Uno
se rebela contra la divini de Cristo, como si uno mismo no fuera, con
pantalón
i saco, un trozo de divini tirao por ahí. En castellano (trad. CG): Uno
se rebela contra la divinidad de Cristo – como si uno no anduviera por
ahí, aun en pantalón y saco, como un trozo... de divinidad. Podría aducir los originales
de los demás aforismos (todos procedentes del libro Stufen. Eine Entwickelung in Aphorismen und Tagebuchnotizen.
München: Piper Verlag, 1918; se conserva en el "Pan-Klub",
Buenos Aires, el ejemplar utilizado por Xul), pero creo que basta con el
ejemplo adelantado. Algo similar ocurre con la única
contribución de Herwarth Walden a Martín
Fierro, que Trenti Rocamora declara invención de Xul. El bibliógrafo
anota bajo ítem 628 (p. 158): "Carta supuesta con retrato del
imaginario autor." Walden, sin embargo, existió
realmente. Su verdadero nombre era Georg Levin (1878-1941); su efímera
esposa, la poeta Else Lasker-Schüler (1869-1945), le otorgó el
seudónimo,
que pasaría a ser su nombre legal. Walden fue músico y un ágil
galerista. Dio a luz en Berlín, entre 1910 y 1932, la influyente revista
de arte y literatura Der Sturm,
muy leída por el joven Borges. Hay evidencia de que éste mantuvo
contacto epistolar con algunos redactores de la revista, Kurt Heynicke
entre ellos, y quizás con Walden mismo. En Proa
1 (agosto de 1924), Borges publicó una breve glosa sobre Walden, así
como su propia traducción de un texto de éste. No hay ningún
motivo estilístico o de contenido para suponer que el texto reproducido
en Martín Fierro no fuese de
Walden. Éste había enviado, por ejemplo, un texto a la redacción
de Nosotros ya en 1921, con lo
cual queda documentado que su ímpetu vanguardista se extendía
hasta Buenos Aires. Por lo demás, hacia 1923 Walden planeaba una
exposición
en Buenos Aires (cf. Julio de la Paz: "Los pintores expresionistas":
Atlántida 256, 1-III-23, 6 y
10, cuyo conocimiento debo a Patricia Artundo. Se sabe, también,
de otras relaciones de Walden, por esta época, con el ambiente
latinoamericano, por ejemplo con el peruano José Carlos Mariátegui.
Un anuncio de Der Sturm asegura en 1923, que la revista se vende en España,
Argentina,
Chile y Brasil). Tampoco es acertada la
afirmación de Trenti, según la cual un artículo sin firma, "La
reacción en su apogeo", procedería de la pluma de Xul Solar. Trenti
Rocamora llega a esta conclusión casi por descarte (49): " La
autoría surge del listado de autores que se anuncian como colaboradores
de este N° 37". Ello no es así. Del bien
leido "listado de autores" no surge que Xul se ocupara del
tema "reacción" o de algún otro, sino que su contribución
figura bajo la rúbrica "Los nuevos poetas juzgados por sus colegas".
En efecto, en la misma página donde apareció el artículo sin firma
que Trenti atribuye a Xul, se reproduce una carta de éste a Marechal,
en la que Xul habla de su aprecio por él, con la cual se cumple la
promesa hecha en el "listado de autores". La autoría del artículo
"La reacción en su apogeo" sigue siendo, pues, incógnita.
Si de hipótesis se trata, me inclinaría por Evar Méndez, aunque sin
atreverme a jugar en ello mi incipiente reputación. Otro desacierto es el que
atribuye a Borges un texto en honor de Silva Valdés firmado
"Victoria Precana" (p. 40 e ítem 409). No me ha sido posible
averiguar si se trata realmente de un seudónimo o, en su defecto, quién
fuese la persona que así firmara. Alcanza, sin embargo, con
leer atentamente el texto para advertir que no puede proceder de la
pluma de Borges, ya que ostenta recursos estilísticos jamás utilizados
por él. El único substrato real que podría aducirse en apoyo de la
hipótesis de Trenti Rocamora es que, por esta época, Borges mostró
cierto interés por la obra de Silva Valdés, a quien le dedicara
realmente
un poema en Proa y algunas reseñas
poco entusiastas, pero siempre bajo su propio nombre, y siempre sin
tutearlo.
La introducción de Trenti concluye con la siguiente nota (54): Este
prólogo fue redactado con la información que proporcionó la
minuciosa lectura de la propia revista y aportes personales. No
se tuvo en cuenta la abundante bibliografía existente sobre la
historia de Martín Fierro.
El solipsista método permitió
a Trenti Rocamora no sólo incurrir en los desaciertos arriba
consignados, sino, además, descubrir que un texto sin firma, "Homenaje
a Carriego" (ítem 695), "es indudablemente de Borges"
(40). Aunque ese texto contiene algún ripio, la autoría de Borges
es altamente probable (entre tanto, figura en los Textos
recobrados, 1919-1929). Por cierto, la crítica especializada había
notado esta novedad ya en 1957, a más tardar (cf. Ana María
Barrenechea: La expresión de la irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges).
Una última observación: el Índice
no es verdaderamente completo. En la Academia Argentina de Letras se
conservan los materiales para el número especial sobre Ricardo Güiraldes
anunciado en Martín Fierro 44-45, que no viera la luz. Entre ellos se encuentra
un artículo inédito de Borges ("Declaración"), acompañado
por una carta igualmente inédita, con matasellos del 20-XII-27,
donde Borges relata que compuso dos versiones de este texto,
una exaltada y otra más sobria. Se conserva, igualmente, la
transcripción mecanografiada que hiciera Evar Méndez del texto
de Borges a publicar. Trenti Rocamora parece no haber tenido acceso a
estos datos, que habrían redondeado su trabajo. Faltan, asimismo,
informaciones acerca de la resurrección de Martín
Fierro planeada por Méndez y otros a mediados de 1928 y a fines de
1929. A casi ochenta años de
fenecido el periódico Martín
Fierro, su verdadera historia está aún por hacer. Para ese
trabajo, el de Trenti Rocamora será, pese a lo aquí criticado, una
útil herramienta.- IIIIvonne Bordelois. Un
triángulo crucial. Borges, Güiraldes y Lugones. Buenos Aires:
Eudeba, 1999.
La Dra. Bordelois, cuya gama
de intereses incluye autores tan dispares como Ricardo Güiraldes y
Alejandra Pizarnik, propone ahora un interesante estudio de las
relaciones entre Borges, Güiraldes y Lugones.[5]
El tema del libro está bien elegido, ya que se cifra en ese triángulo
una trascendente época de la literatura argentina. Se notaba ya,
por lo demás, la falta de un estudio meduloso acerca de las cambiantes
relaciones entre Borges y Güiraldes, y la contradictoria actitud
de Borges ante Lugones no había llamado menos la atención. El trabajo, cuya materia fuese
objeto de un Seminario de Doctorado en la Universidad de Buenos
Aires, presenta una plausible y amena reconstrucción de época, escandida
en tres partes: la primera estudia la relación entre Güiraldes y
Borges; la segunda, la consagración de Güiraldes y el silenciamiento
de Borges por parte de Lugones; la última, la "canonización"
póstuma de Lugones por Borges y el giro de opinión que éste daría
en desmedro de Güiraldes. Simplifico aquí el
esquema
con que Bordelois reconstruye la complicada relación entre los tres
autores: Borges, quien apreciaba a la persona Güiraldes,
se alía con éste a fin de introducir sus respectivas obras en el
campo literario de la época, desplazando a Lugones. Los
ataques de Borges a Lugones, a su vez, habrían predispuesto a éste
contra Borges. Al aparecer, casi simultáneamente, en julio de
1926, Don Segundo Sombra y
El tamaño de mi esperanza,
Lugones, postula Bordelois, habría encontrado por fin la manera de
poner a Borges en su lugar: mediante una reseña elogiosa y en
sitio preponderante, da a Güiraldes el espaldarazo, y anonada con
su silencio el libro de ensayos publicado por el joven adversario.
Bordelois presenta sus
resultados en un estilo ameno y accesible; el estudio contiene varios
aciertos, pero también algunos errores de hecho o de interpretación.
Ninguno de ellos es grave por separado, pero la suma da una imagen
diferente
del asunto en cuestión, y suscita, lamentablemente, dudas acerca
de la documentación manejada. El error
menos trascendente:
según Bordelois (p. 35), "el 15 de julio [de 1924] se conocen
Güiraldes y Borges en la inauguración de Amigos del Arte, cuyo
presidente es Manuel Güiraldes" (padre del escritor). Sin embargo,
Borges arribó recién cuatro días más tarde a Buenos Aires,
procedente de Europa (El Diario
porteño del 19-VII-24 menciona a "J. Borges y familia"
entre los pasajeros del "Orania"; cf. A. Vaccaro:
Georgie. Buenos Aires: 1996,
241). También una nota de Güiraldes en su Diario, de comienzos de agosto de 1924, afirma que éste
había conocido a Borges pocos días antes, es decir, hacia fines
de julio. Por cierto, y aunque
Bordelois parece ignorarlo, Güiraldes y los padres de Borges estaban
ya en contacto, cuando menos, desde hacía tres años. Ello explica,
por un lado, que subsista entre el material póstumo de Borges una
edición del Cencerro de cristal (1915) con dedicatoria del autor,
fechada en 1921, así como la existencia de ejemplares de ambos números
de la revista mural Prisma
(1921-1922) con sendas dedicatorias de Borges a Güiraldes. La relación
entre los padres de Borges y Güiraldes debe haber influido, además,
para que aquél planeara incluir poemas de Güiraldes en
"La lírica argentina contemporánea" (1921; TR
132-141),[6]
plan que surge de su correspondencia inédita y que no se concretó,
imagino, por razones ajenas a Borges. Otros errores proceden de una
práctica difundida, que ha desbarrado muchos otros trabajos sobre la poesía
de Borges: citar obras suyas por ediciones tardías, sin considerar
que las primeras aducen numerosas variantes. En el caso de Luna
de enfrente, que interesa a Bordelois en relación con el
criollismo de Borges, la edición original hubiera sido más favorable
a su tesis que la elegida. Además, su afán por relacionar el
criollismo de Borges con Güiraldes, aunado al desconocimiento de las
ediciones princeps, hace decir
a Bordelois, por ejemplo: "[en Luna de enfrente] es la primera vez que Borges habla de
guitarras en su poesía" (p. 46). El aserto es erróneo: ya en Fervor
de Buenos Aires (1923), el término "guitarra(s)" aparece
5 veces, y un poema, suprimido recién a partir de 1966 (!), llevaba por
título "La guitarra". La relación entre Borges y
Lugones fue realmente complicada y hasta contradictoria;
ello es comprensible si se tiene en cuenta el enorme peso de la
figura pública de Lugones y la ansiedad del joven Borges por alcanzar
reconocimiento. Como representante de la generación anterior,
Lugones era un contrincante de Borges y sus amigos; por otro lado, era un
punto de referencia, un faro ineludible en el mundillo literario y
en el incipiente campo intelectual. Algunas citas lo certifican:
en una carta de 1922, Borges llama a Lugones "el mayor taita
literario
de aquí". En su respuesta a la encuesta de Nosotros acerca de la "nueva generación literaria",
Borges dice (TR 390):
"Mis entusiasmos son ortodoxos. Entre los santos de mi devoción
cuento a Capdevila, a Banchs y señaladamente a nuestro Quevedo,
Lugones." En carta inédita del 10-VIII-23, anota: "una página
de Cansinos Asséns o de Lugones equivale a la obra total de [Pedro]
Garfias...".[7]
Y en carta inédita de enero de 1924, relata: "En la maleta traigo
los Sueños de Villarroel y el Libro
de los Paisajes de Lugones", y agrega que "entrando a saco
en ellos" hallará tantas metáforas como para hacer "dos
poemarios creacionistas". Puede afirmarse, pues, que en
todos los testimonios del joven Borges, cuando menos hasta 1925, resuena
la admiración por Lugones, el acuñador de metáforas. No extraña,
por ello, que, a pesar de no compartir su poética, Borges lo visitara a
menudo para mostrarle sus obras: aparte del testimonio tardío de
Borges, hay dos coetáneos, de una visita en conjunto con Eduardo González
Lanuza, que tuvo lugar el 27-III-22. En esa ocasión, ambos ofrecieron a
Lugones ejemplares de su revista Prisma
(números 1 y 2), y se enredaron con Lugones en una discusión
acerca de la rima. El último trabajo de la década
del 20 de Borges sobre Lugones será la reseña del Romancero (Inicial 9,
enero de 1926; Tamaño 1926:
102-106). Borges no volverá a dedicarle un ensayo hasta su muerte en
1938 (aunque alude cifradamente a él, como cordobés, al final de su
respuesta
a la encuesta de Crítica sobre
el gaucho; cf. Carlos García, Variaciones
Borges 8, Aarhus, 1999, 186). Si bien es cierto que El
tamaño de mi esperanza no recibió comentarios de peso, el
silenciamiento de Borges por parte de Lugones no era nuevo; de hecho,
éste nunca escribió expresamente sobre aquél. Lo nuevo es el comentario
positivo y en lugar prominente que Lugones dedica a Güiraldes,
ayudando así, como bien ve Bordelois, al éxito de Don Segundo Sombra. Debe considerarse, sin embargo,
que la editorial regenteada por Evar Méndez había preparado
la aparición de la novela con un magno despliegue publicitario, que
incluyó anticipos en Martín
Fierro y una ingente tirada. Por lo demás, el Borges que
se repartiera con Güiraldes la pampa y el arrabal no es el prosista de Tamaño,
sino el poeta que publicara a fines de 1925 Luna
de enfrente y que planeaba ya, desde diciembre del mismo año, Cuaderno
San Martín (que vería la luz recién en 1929). El terreno que Borges
disputaba a Lugones, y sobre el cual versaba su desacuerdo, no era la
prosa, sino la poesía – fácil constatación que debilita, a mi
entender, el esquema propuesto por Bordelois (la autora misma lo llama
"libreto" en página 13).[8] Por mi parte, ubicaría el
cisma entre Borges y Lugones hacia abril de 1925. En una carta de lector
("De la dirección de Proa":
Nosotros 49, 191, abril
1925; TR 207), Borges refuta
imputaciones hechas a la revista que él co-dirigía con Güiraldes,
Brandán y Rojas Paz: Lo
que sí juzgo inexplicable en el arranque de Villoldo es su cuádruple
afirmación de que Proa
'suscribe con peregrina complacencia las temerarias divagaciones
políticas' que gesticula don Leopoldo Lugones. ¿Basta el
solo hecho de que Proa, revista puramente literaria, no haya atacado hasta
hoy la bravuconería del cordobés, para que la declaren cómplice
suya? ¿No es esto una injusticia? [...] Yo quiero agradecerle
a Lugones el habitual deleite que El
Solterón y la Quimera Lunar
y alguna estrofa suelta (El jardín
con sus íntimos retiros - dará a tu alado sueño fácil jaula)
siempre me regalaron; pero ni sufro sus rimas ni me acuerdo del
tétrico enlutado ni pretendo que sus imágenes, divagadoras siempre y nunca
ayudadoras del pensar, puedan equipararse a
las figuras orgánicas que muestran Gómez de la Serna y Rafael Cansinos Assens. La dirección de Proa, a su vez, se distanciará del reproche de ser un "ejército
fascista capitaneado por Lugones", en una carta publicada
poco después en sus propias páginas (TR 205). Es éste, sugiero, el
trasfondo ante el cual debe leerse el feroz ataque de Borges a Lugones en Inicial, con ocasión del Romancero:
la necesidad de apartarse de la nociva sombra del politizado Lugones. De
ahí, también, la mención desdeñosa en una entrevista de mayo de 1926 (TR
390-391): "En ese anteayer, no había atardeceres, había
crepúsculos;
[...] no había poetas, había Díaz Romero y Lugones." Tras el alucinado encuentro de
1960, en el que Borges cifra su reconciliación con la figura
imponente del admirado contrincante, y tras sus despistes políticos,
puede sorprender que adjudique a Borges motivos de esa índole para
distanciarse de Lugones a mediados del 20. Recuerdo, sin embargo, que es
su étapa más politizada, que lo llevará a apoyar activamente la
candidatura de Yrigoyen en 1928 – actividad paralela a la tarea
compartida con Lugones en la fundación y dirección de la Sociedad
Argentina de Escritores.[9] Por lo demás, aduzco esa hipótesis
menos por convicción que para mostrar que los documentos pueden ser
leidos de manera diferente a la propuesta por Bordelois, cuya versión
del cambiante vínculo entre Borges y Güiraldes es más matizada y
certera. Pero es aquí donde veo el
mayor mérito del libro: pone sobre el tapete, con buen material
y una hipótesis ingeniosa, una cuestión que merece ser discutida.-
NotaLos primeros dos trabajos
figuran en mi libro El joven Borges,
poeta (1919-1930). Buenos Aires: Corregidor, 2000, aunque proceden de
1996 y 1998 respectivamente. El tercero, de 1999, apareció por primera
vez en Variaciones Borges 9, Aarhus (Dinamarca), enero de 2000, 255-258.
Todos ellos son reproducidos aquí con correcciones, agregados o
actualizaciones. Las presentes son las únicas
reseñas que escribí. Luego de publicarlas, decidí abandonar el género,
ya que las tres me ocasionaron diversos disgustos. La mayor parte de
ellos tuvieron que ver con la pequeñez de miras de algunas personas; uno,
sin embargo, conmigo mismo. Tras la publicación de la crítica
del libro de Trenti Rocamora, conocí fugazmente al autor, un hombre
ya anciano, pero aún trabajador, de quien me llevé la mejor impresión
personal, de modo que lamenté haberla publicado. Como si fuera poco, y
aunque estoy seguro de que Trenti alcanzó a conocer mi texto, tuvo la
bonhomía de publicar, en el año 2002, un trabajo mío en la revista de
la cual era director, el Boletín de
la Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos. Si ahora vuelvo a
publicar
este trabajo, no es ya con el fin de criticar el suyo, sino de rendirle
homenaje: Trenti Rocamora falleció el 6 de septiembre de 2003, a los
75 años. Los libros de su archivo (unos 70.000 volúmenes) fueron donados
a la Academia Nacional de la Historia, a la Academia Argetina de Letras y
a la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares. Carlos GarcíaHamburg, julio de 2006Referencias: [1]
Un indicio es el texto de "La Dirección" del periódico, en
el último número. La prueba definitiva la proporciona Nosotros
LVIII 222-223, noviembre-diciembre de 1927 (salido tras el
20-XII-27, como muestra la reproducción de una carta de Arturo
Marasso allí contenida, p. 172), 358, donde se alude a Evar Méndez:
"Aviso a un enmascarado": "(...) el último número
[de Martín Fierro]
aparecido en estos mismos días en que publicamos estas líneas
de ahora, aunque fechado a 15 de noviembre...". Agrego
que la primera publicación de Méndez en Nosotros
(1907) se debió a un truco, ya que la redacción creyó que se
trataba del seudónimo de Atilio M. Chiapori (cf. p. 159 del
citado número). [2]
Así en la reseña por Martha J. Barbato: Letras
de Buenos Aires 34, julio de 1996, 112-115. Agrego, para los
interesados en la materia, que Barbato ha preparado un exhaustivo
índice comentado de la revista Inicial
(1923-1927), prologado por Nélida Salvador. [3]
Trenti Rocamora ha abundado en algunos de ellos en un desafiante
artículo titulado: "Textos desconocidos de Borges y Marechal:
Contribución para sus bibliografías": Boletín
de la Sociedad de Estudios Bibliográficos 1, abril de 1996,
29-34. [4]
Mastronardi dió, en su momento, menos informaciones al respecto en su
contestación a una encuesta desatada por el "asunto del
Meridiano": "La influencia italiana en nuestra
cultura": Nosotros LX
227, abril de 1928, 78: "Las réplicas de La
Gaceta Literaria me conceden razón. Ellas revelan un
desconocimiento afectuoso y traslucen una solemnidad nada
presentista. Aquella prosa inofensiva, atorranta y jovial de nuestro
Ortelli y Gasset, les movió a enojo." (Texto firmado el
30-XI-27.) [5]
Anticipos de las tesis básicas del trabajo aparecieron en Cuadernos
Hispanoamericanos 585 (Madrid, 1999) y en La Nación (25-IV-99). Otros trabajos de Ivonne Bordelois: Genio
y figura de Ricardo Güiraldes (1966, 21998),
El Alegre Apocalipsis (1995)
y Correspondencia Pizarnik
(1998). [6]
TR: Jorge Luis Borges. Textos
recobrados, 1919-1929. Buenos Aires: Emecé, 1997.
[7]
En el marco de la misma encuesta (Nosotros
169, junio de 1923, 282), Guillermo Juan [Borges], primo de
Jorge Luis, llama "Nulario sentimental" al Lunario
de Lugones, bufonería atribuida en general a Borges, quien
la utilizaría por escrito recién en 1926 (TR
207). [8]
Libreto melodramático parece la reconstrucción que figura en página
93. [9] Por lo demás, en el exiguo campo cultural del Buenos Aires de la época, las disensiones literarias poco tenían que ver con el trato personal. Así se explica, por ejemplo, que subsista un ejemplar de El imperio jesuítico, de Lugones, dedicado por éste a Borges hacia 1935: "A mi querido amigo y colega Jorge Luis Borges, con la invariable cordialidad de siempre. L. Lugones.". |
Ir a índice de América |
Ir a índice de García, Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |