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La labor del trabajador de la cultura
Julio Gálvez Barraza
galvezbarraza@hotmail.com

 
 

Es reconfortante participar en un encuentro de escritores y personas ligadas al mundo de la cultura, en donde no sólo se intercambian opiniones y se muestran las nuevas creaciones. Soy de los que creen firmemente que la labor del intelectual no es sólo la de sentarse frente a la temida hoja en blanco. Pienso que el escritor, más que otros oficios, está llamado a involucrarse en la solución de los problemas inherentes a la sociedad a la que pertenece, está llamado a ser un activo denunciante de las desigualdades y un divulgador de las carencias que afectan a los pueblos en los que está inmerso. En definitiva, creo que uno de los deberes del trabajador de la cultura es participar en la política que rige los destinos de su nación. Sin embargo, esta condición política a la que aludo merece una explicación; no hablo necesariamente de una “militancia” en un partido político determinado, allá cada uno si la tiene, me refiero al amplio espectro de la palabra política. Como seres humanos, como personas, nuestra trayectoria por la vida está normada desde que nacemos, y estas condiciones las ponen las leyes, dictadas o acordadas por dirigentes políticos o por ideologías políticas. Los planes de estudios, los contratos laborales, el contrato matrimonial, la responsabilidad legal con los hijos, etc., etc., todo está normado por leyes que se han dictado bajo un concepto político. Muchas veces, -y esto lo sabemos muy bien en nuestro continente-, las faltas de libertades (condición básica para la creación literaria) y la interrupción de los sistemas democráticos, están condicionadas por hechos políticos.

No es descabellado entonces pensar que el trabajador intelectual está llamado a ser un sujeto activo en el desarrollo de la sociedad. Tampoco, evidentemente, descubro nada nuevo, esta es una discusión que se ha dado desde hace largo tiempo y para graficarlo quisiera hablar sobre un poeta y una época en la que los intelectuales chilenos, en su inmensa mayoría, se involucraron activa y positivamente en el acontecer político.

Como sabemos, Pablo Neruda vivió en España desde mayo de 1934 hasta noviembre de 1936. Los sucesos políticos en la España de esa época señalaron al poeta su nuevo y definitivo destino, cambiaron su percepción del mundo y enriquecieron el contenido de su caudalosa poesía. A raíz de la guerra civil, el poeta sale de su ensimismamiento con una nueva sensibilidad, la de participar activamente en la realidad colectiva con un sentimiento de solidaridad humana. De esa conversión poética y política surge una poesía de aliento épico, ideológica, comprometida, aunque dignificada por su gran amor a España, a América y al hombre universal.

La experiencia española no se desvaneció en su mente ni en su corazón. Su lección, -aunque en su creación artística todo lo rescata-, aparece en gran parte de la obra nerudiana y determina las más intensas emociones en su creación poética. No sólo en el marco de la forma y el estilo, sino desde el de la profunda verdad de la experiencia vivida y asumida. Tengo que decir que, como lector, entiendo la creación literaria no sólo como un ejercicio de estilo, sino como comunicación de esa sustancia impalpable que hace vibrar íntimamente a quien lee, le abre el sugestivo camino, entre afirmaciones, contradicciones y aciertos, hacia la región más íntima del autor, le hace partícipe de una historia humana, recatada y revelada con pudor y en la que se concreta la condición del hombre en la tierra.

Creo que es una de las tantas formas de interpretar la poesía de Neruda. Sin embargo, me interesa tanto el poeta como su conducta y la coherencia con su poesía. Me interesa el hombre cívico, el intérprete de las angustias del semejante, de sus problemas, el que asume la defensa y comulga con un hombre que no es un héroe sino un ser común y corriente.

Las interpretaciones, los estudios y análisis de su poesía llenan miles de páginas y, por supuesto, con diferentes puntos de vista. Sus más importantes biógrafos nos han contado con detalles la gestación de sus versos, han interpretado y desmenuzado su poesía más compleja y la transformación de su obra a raíz de los sucesos de España. Pero sólo a grandes rasgos nos hablan de su participación dentro del entorno social. Su cronología escuetamente nos dice que: fundó la Alianza de Intelectuales de Chile; fue Director de la revista Aurora de Chile; realizó gestiones en favor de los refugiados españoles. Pero, ¿cuál fue la aportación de la Alianza de Intelectuales en Chile? ¿Por qué o por quién fue inspirada? ¿Conocen las nuevas generaciones el contenido de la revista Aurora de Chile? ¿Sabemos cómo se gestó esa maravillosa odisea del Winnipeg? Aún aceptando que la metamorfosis en la poesía de Neruda, después de la guerra civil española, fue a causa de una transformación en el concepto político y todos, o casi todos, sabemos en qué consistió ese cambio poético, ¿conocemos todos, o casi todos, cómo influyó ese nuevo concepto en su comportamiento personal? ¿Conocemos cómo se ejerció ese cambio? ¿Sabemos las consecuencias de esa toma de conciencia?

Sería muy difícil encontrar en la historia de Chile a un agitador más agitado, a un desorganizado más organizado o a un "observador solitario" más activo y acompañado que el Neruda que regresó de España en octubre de 1937. Si hurgáramos en la historia, posiblemente encontraríamos personajes análogos en cuanto a actividad se refiere, pero con seguridad no encontraremos ninguno con los brillantes resultados obtenidos por el poeta. Fueron, en efecto, diecisiete meses de frenética actividad. Desde su llegada a Chile, hasta marzo de 1939, fecha en que viajó de nuevo a Europa, esta vez a buscar caídos: organizó a los trabajadores de la cultura del país en la Alianza de Intelectuales de Chile, organización que en su sesión inaugural ya agrupaba a más de 150 intelectuales de primera línea; fundó la revista Aurora de Chile; estructuró la enorme campaña de solidaridad con el pueblo español; participó muy activamente en la campaña presidencial que llevaría a gobernar al candidato del Frente Popular; inició una dura campaña para desenmascarar a los activistas alemanes que en Chile hacían proselitismo por la emergente y belicosa causa nazi; dedicó tiempo, desde la Alianza de Intelectuales, a reanimar el recuerdo y la estimación de los valores intelectuales históricos del pasado; orientó no sólo los lazos fraternos con sus pares americanos, sino también la unidad de acción en la liberación de los pueblos y en la defensa de sus valores culturales. En pocas palabras, se dedicó por entero a la práctica de un principio aprendido en otras tierras: la fraternidad.

Esta titánica tarea no la desarrolló en un clima de aguas mansas y favorables, sino capeando otros enormes temporales; el ataque despiadado de la derecha criolla, la proverbial envidia de algunos enemigos literarios y el ataque de los nazis locales, quienes llegaron a difundir panfletos denostándolo. Uno de ellos, poco conocido, apareció publicado en el boletín Nº 2 del denominado Comité Nacional pro Defensa del Judaísmo. En el panfleto se puede leer el siguiente texto:

BOLETÍN INFORMATIVO Nº 2 ¿QUIEN ES PABLO NERUDA?

“Es un judío degenerado. El se dice chileno y poeta
NERUDA es judío, y por lo tanto no puede ser chileno, es un hombre pagado por el judaísmo internacional.
Dio pruebas de esto abusando de su cargo como Cónsul Chileno en Madrid, logrando con su sucia labor, atraer las mayores desgracias sobre España. A él le debe la Madre Patria la muerte y masacre de millares de españoles.
EL JUDÍO es enemigo de todos los pueblos y por naturaleza anarquista.
EL JUDÍO PABLO NERUDA, unido a la Alianza Israelita de Chile, se puso al servicio del Frente Popular para conseguir... qué? sólo el caos y el desorden, que es lo que trae consigo siempre, un gobierno de comunismo o bolchevismo, que es sinónimo de judaísmo.
¡ATENCIÓN CHILENO!
¡CONOCE A TUS ENEMIGOS A TIEMPO! ...LOS JUDÍOS...
Comité Nacional pro Defensa del Judaísmo”

El texto no merece más comentarios.

Es verdad que el legado más importante del vate es su obra escrita, su caudalosa poesía. Pero, por el hecho innegable de ser uno de los poetas más importantes de todos los tiempos, ¿debemos dejar de lado, en la memoria colectiva, su inmensa dimensión de hombre social, solidario o político? No se puede separar al ser humano en sus diversos aspectos, sean estos sociales, artísticos o de otra índole. No pretendo tampoco desconocer el marcado carácter lúdico del poeta, ni las tormentosas rupturas de dos de sus tres matrimonios. Pero estos rasgos, que le acompañarían toda su vida y que integran uno de sus mil rostros, no empañan ni desmerecen su condición poética ni la de líder social. Es más; estas facetas, estas rupturas amorosas, aparte de enriquecer su obra, lo integran al hombre común, al hombre con disposición de dar y de recibir, al ser con capacidad de soportar el sufrimiento y con necesidad de disfrutar de la alegría y del amor. Empero, me atrevería a afirmar que la integridad y la grandeza moral en el comportamiento político y social de Neruda, -esa que alguno de sus biógrafos, voluntaria o involuntariamente omiten-, está muy cerca de alcanzar el esplendor de su obra artística.

Del mismo modo que el poeta puso la poesía al servicio de sus semejantes; la amistad, el sufrimiento, las desdichas o la felicidad de sus semejantes, como ente singular o como conjunto social, inspiraron su sensibilidad para crear una parte importante de su poesía. En consecuencia, luego de “España en el corazón”, su obra de amor más profunda y desinteresada y posteriormente del “Canto General”, la poesía de Neruda comienza a llegar a la gente convertida en la expresión más sencilla y clara de las aspiraciones de millones de personas. Pero esta entrega a sus semejantes, como hemos visto-, no fue gratuita. Estas definiciones y compromisos no estuvieron exentas de costos personales. En cada acción en que el poeta se definió por alguna causa social, la reacción de sus adversarios también fue virulenta. Alguna vez fue la difamación por parte de sus pares en la poesía. Otra vez fue la destitución fulminante de su cargo consular por alinearse con los republicanos en España o la suspensión del mismo cargo en México. La tardanza en ser reconocido como merecedor del Premio Nóbel también es atribuible a su larga trayecto-ria como militante del Partido Comunista.

En muy pocas oportunidades los países del mal llamado Tercer Mundo han tomado la iniciativa en acciones que enorgullezcan a la humanidad. Sin embargo, una de esas pocas ocasiones, la solidaridad de Chile con el pueblo español en el año 1939, la lideró Neruda llevándola a la práctica de forma ejemplar.

Cuando ya ha transcurrido más de setenta años de exilio de los republicanos españoles en Chile, se estima en más de veinte mil personas, entre sobrevivientes y descendientes de esos refugiados, los que colaboraron y colaboran al desarrollo técnico e intelectual del país. Esa prodigiosa gesta fue posible gracias a la coherencia de un poeta, de espíritu abierto, implicado en los sucesos políticos de su tiempo, apto para contener los grandes fenómenos sociales y humanos de su época.

Julio Gálvez Barraza
galvezbarraza@hotmail.com
Publicado, originalmente, en:
Antología realizada en homenaje al XV Encuentro del Mundo de la Cultura
Autores: Jerónimo Castillo y Roselvira Soda

La Serena, Coquimbo, Chile
25 al 30 de octubre 2010
Sociedad de Escritores de Chile
Filial Gabriela Mistral

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