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La labor del trabajador de la cultura |
Es reconfortante participar en un encuentro de escritores y personas ligadas al mundo de la cultura, en donde no sólo se intercambian opiniones y se muestran las nuevas creaciones. Soy de los que creen firmemente que la labor del intelectual no es sólo la de sentarse frente a la temida hoja en blanco. Pienso que el escritor, más que otros oficios, está llamado a involucrarse en la solución de los problemas inherentes a la sociedad a la que pertenece, está llamado a ser un activo denunciante de las desigualdades y un divulgador de las carencias que afectan a los pueblos en los que está inmerso. En definitiva, creo que uno de los deberes del trabajador de la cultura es participar en la política que rige los destinos de su nación. Sin embargo, esta condición política a la que aludo merece una explicación; no hablo necesariamente de una “militancia” en un partido político determinado, allá cada uno si la tiene, me refiero al amplio espectro de la palabra política. Como seres humanos, como personas, nuestra trayectoria por la vida está normada desde que nacemos, y estas condiciones las ponen las leyes, dictadas o acordadas por dirigentes políticos o por ideologías políticas. Los planes de estudios, los contratos laborales, el contrato matrimonial, la responsabilidad legal con los hijos, etc., etc., todo está normado por leyes que se han dictado bajo un concepto político. Muchas veces, -y esto lo sabemos muy bien en nuestro continente-, las faltas de libertades (condición básica para la creación literaria) y la interrupción de los sistemas democráticos, están condicionadas por hechos políticos.
No es descabellado entonces pensar que el trabajador intelectual está
llamado a ser un sujeto activo en el desarrollo de la sociedad. Tampoco,
evidentemente, descubro nada nuevo, esta es una discusión que se ha
dado desde hace largo tiempo y para graficarlo quisiera hablar sobre un
poeta y una época en la que los intelectuales chilenos, en su inmensa
mayoría, se involucraron activa y positivamente en el acontecer
político. La experiencia española no se desvaneció en su mente ni en su corazón. Su lección, -aunque en su creación artística todo lo rescata-, aparece en gran parte de la obra nerudiana y determina las más intensas emociones en su creación poética. No sólo en el marco de la forma y el estilo, sino desde el de la profunda verdad de la experiencia vivida y asumida. Tengo que decir que, como lector, entiendo la creación literaria no sólo como un ejercicio de estilo, sino como comunicación de esa sustancia impalpable que hace vibrar íntimamente a quien lee, le abre el sugestivo camino, entre afirmaciones, contradicciones y aciertos, hacia la región más íntima del autor, le hace partícipe de una historia humana, recatada y revelada con pudor y en la que se concreta la condición del hombre en la tierra. Creo que es una de las tantas formas de interpretar la poesía de Neruda. Sin embargo, me interesa tanto el poeta como su conducta y la coherencia con su poesía. Me interesa el hombre cívico, el intérprete de las angustias del semejante, de sus problemas, el que asume la defensa y comulga con un hombre que no es un héroe sino un ser común y corriente.
Las interpretaciones, los estudios y
análisis de su poesía llenan miles de páginas y, por supuesto, con
diferentes puntos de vista. Sus más importantes biógrafos nos han contado con detalles la gestación de sus
versos, han interpretado y desmenuzado su poesía más compleja y la
transformación de su obra a raíz de los sucesos de España. Pero sólo a
grandes rasgos nos hablan de su participación dentro del entorno social.
Su cronología escuetamente nos dice que: fundó la Alianza de
Intelectuales de Chile; fue Director de la revista Aurora de Chile;
realizó gestiones en favor de los refugiados españoles. Pero, ¿cuál fue
la aportación de la Alianza de Intelectuales en Chile? ¿Por qué o por
quién fue inspirada? ¿Conocen las nuevas generaciones el contenido de la
revista Aurora de Chile? ¿Sabemos cómo se gestó esa maravillosa odisea
del Winnipeg? Aún aceptando que la metamorfosis en la poesía de Neruda,
después de la guerra civil española, fue a causa de una transformación
en el concepto político y todos, o casi todos, sabemos en qué consistió
ese cambio poético, ¿conocemos todos, o casi todos, cómo influyó ese
nuevo concepto en su comportamiento personal? ¿Conocemos cómo se ejerció
ese cambio? ¿Sabemos las consecuencias de esa toma de conciencia? Esta titánica tarea no la desarrolló en un clima de aguas mansas y favorables, sino capeando otros enormes temporales; el ataque despiadado de la derecha criolla, la proverbial envidia de algunos enemigos literarios y el ataque de los nazis locales, quienes llegaron a difundir panfletos denostándolo. Uno de ellos, poco conocido, apareció publicado en el boletín Nº 2 del denominado Comité Nacional pro Defensa del Judaísmo. En el panfleto se puede leer el siguiente texto: BOLETÍN INFORMATIVO Nº 2 ¿QUIEN ES PABLO NERUDA?
“Es un judío degenerado. El se dice chileno y poeta El texto no merece más comentarios. Es verdad que el legado más importante del vate es su obra escrita, su caudalosa poesía. Pero, por el hecho innegable de ser uno de los poetas más importantes de todos los tiempos, ¿debemos dejar de lado, en la memoria colectiva, su inmensa dimensión de hombre social, solidario o político? No se puede separar al ser humano en sus diversos aspectos, sean estos sociales, artísticos o de otra índole. No pretendo tampoco desconocer el marcado carácter lúdico del poeta, ni las tormentosas rupturas de dos de sus tres matrimonios. Pero estos rasgos, que le acompañarían toda su vida y que integran uno de sus mil rostros, no empañan ni desmerecen su condición poética ni la de líder social. Es más; estas facetas, estas rupturas amorosas, aparte de enriquecer su obra, lo integran al hombre común, al hombre con disposición de dar y de recibir, al ser con capacidad de soportar el sufrimiento y con necesidad de disfrutar de la alegría y del amor. Empero, me atrevería a afirmar que la integridad y la grandeza moral en el comportamiento político y social de Neruda, -esa que alguno de sus biógrafos, voluntaria o involuntariamente omiten-, está muy cerca de alcanzar el esplendor de su obra artística. Del mismo modo que el poeta puso la poesía al servicio de sus semejantes; la amistad, el sufrimiento, las desdichas o la felicidad de sus semejantes, como ente singular o como conjunto social, inspiraron su sensibilidad para crear una parte importante de su poesía. En consecuencia, luego de “España en el corazón”, su obra de amor más profunda y desinteresada y posteriormente del “Canto General”, la poesía de Neruda comienza a llegar a la gente convertida en la expresión más sencilla y clara de las aspiraciones de millones de personas. Pero esta entrega a sus semejantes, como hemos visto-, no fue gratuita. Estas definiciones y compromisos no estuvieron exentas de costos personales. En cada acción en que el poeta se definió por alguna causa social, la reacción de sus adversarios también fue virulenta. Alguna vez fue la difamación por parte de sus pares en la poesía. Otra vez fue la destitución fulminante de su cargo consular por alinearse con los republicanos en España o la suspensión del mismo cargo en México. La tardanza en ser reconocido como merecedor del Premio Nóbel también es atribuible a su larga trayecto-ria como militante del Partido Comunista. En muy pocas oportunidades los países del mal llamado Tercer Mundo han tomado la iniciativa en acciones que enorgullezcan a la humanidad. Sin embargo, una de esas pocas ocasiones, la solidaridad de Chile con el pueblo español en el año 1939, la lideró Neruda llevándola a la práctica de forma ejemplar. Cuando ya ha transcurrido más de setenta años de exilio de los republicanos españoles en Chile, se estima en más de veinte mil personas, entre sobrevivientes y descendientes de esos refugiados, los que colaboraron y colaboran al desarrollo técnico e intelectual del país. Esa prodigiosa gesta fue posible gracias a la coherencia de un poeta, de espíritu abierto, implicado en los sucesos políticos de su tiempo, apto para contener los grandes fenómenos sociales y humanos de su época. |
Julio Gálvez Barraza
galvezbarraza@hotmail.com
Publicado, originalmente, en:
Antología realizada en homenaje al XV Encuentro del Mundo
de la Cultura
Autores: Jerónimo Castillo y Roselvira Soda
La Serena, Coquimbo, Chile
25 al 30 de octubre 2010
Sociedad de Escritores de Chile
Filial Gabriela Mistral
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