El Rumor |
Era un rumor lejano. Casi un susurro distante. Creí que había llegado el momento de clarificar mis ideas, pero para eso debía ir hasta el sonido. Se detuvo el mundo cuando busqué la distancia con mi oído. Se calló el viento y todo dejó de moverse. Fue el instante mío. El diamante que parió luz y pude encontrar al final de la nada, esas olas lejanas que venían del bosque. El mundo siguió su rutina y yo comencé mi búsqueda. Caminé por el único sendero que unía mi granja con el enjambre de verdes. A punto de entrar, me detuve. Conocía la historia de aquellos que intentaron encontrar el llamado y jamás volvieron. Las escuchaba desde chico. En la puerta de esa madeja de follaje inexplorado se me congelaron las articulaciones. Quise escapar y no pude. Mis pies avanzaron, no fui yo. De pronto me encontré del lado de las sombras, abrazado por el húmedo vegetal, o peor, casi castigado por él. Desde mi granja hasta la entrada del bosque, hay un kilómetro, sin embargo desde el lugar donde yo me encontraba, el lejano rumor seguía siendo igual de lejano ¿Cuánto debería internarme para llegar a él? El miedo me mantenía en alerta. Anduve por más de tres horas. Estaba cansado. Me detuve y me senté en un tronco, me dejé estar y no me di cuenta de que una hiedra se me subía por el cuerpo con la rapidez de la anguila. Quise soltarme y no pude. Me esforcé por desatarme hasta que, totalmente cansado, desistí. Estaba atrapado para siempre. Sólo quedaban libres mis oídos, con ellos escuché un rumor lejano. Casi un susurro distante. Venía desde mi granja. |
Daniel Gaitán
1° Premio categoría cuento 2005
Centro de Escritores de Avellaneda - Santa Fe
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