Vitalismo y ética de D. F. Sarmiento y Albert
Schweitzer |
DOMINGO
FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), ALBERTO SCHWEITZER (1875- 1965).
Hermanos en su profunda Vocación (llamado, entrega) de Maestros de
la Humanidad. Intenso sentido del valor del Sacrificio, la Lucha y el
Esfuerzo. Ansias encendidas de concretar, de realizar el
Pensamiento. La
Mística de la entrega a la vida ajena, a promover, mantener e incrementar
las cualidad de la Vida. El ensayista-filósofo Francisco Romero
(1891-1962), el autor de “Teoría del Hombre” y “Filosofía
de la Persona”, llamó al pedagogo-político sanjuanino, con
justeza, “el Caudillo del Bien”, el de “Las más elevadas dignidades
humanas”. Buscaron, desearon, procuraron, primordialmente, solidificar
terrenalmente el Mensaje sublime de Cristo, de Amor al Próximo, del Bien
y la Caridad universal. El
maravilloso tesón, el combate sin tregua de Schweitzer por construir el
Hospital de Lambarené en África y de llevar adelante, promover y
coordinar las tareas médico-asistenciales que allí se llevaban a cabo,
ha sido una empresa titánica, comparable a la “Santa Causa”
sarmientina de la Instrucción Popular hispano-americana. Personalidades
vigorosas de excepcional vitalidad y fuerza espiritual. El médico-teólogo
recuerda a Sarmiento en su afán por enfocar todos los aspectos teóricos
y prácticos, hasta los mínimos detalles, de sus respectivas
“Misiones”, Nada
escapa a sus miradas aguileñas. Su trabajo fue ingente. Conscientes de la
necesidad y urgencia de su Labor, fueron los “Apóstoles”, los
“Misioneros”, ejemplos de una Humanidad Superior. Fuentes de la más
alta Sabiduría en todos los tiempos y para todas las Naciones. Profesaron
un hondísimo sentido del Deber y de la Responsabilidad y de materializar
en esta Tierra los preceptos de Jesús de Nazareth: sembrar el Bien,
venerar la Vida en todas sus formas, Mejorar las condiciones de existencia
de los humanos, afianzar la defensa de los intereses comunes entre los
seres, evitando la Barbarie de la Guerra y cualquiera otra forma de
destrucción y Salvajismo. “Para
mí, la religión significa ‘ser hombre’, puramente hombre, en el
sentido de Jesús” reflexiona el
músico. “Por
fin he llegado a la clara conclusión de que mi vida debía consistir, no
en el saber, no en el arte, sino en el ser sencillamente un ser humano, y
en hacer algo, por pequeño que fuera, de acuerdo con el espíritu de Jesús”. El
acero y miel de su de su
genio militante, fructífero, posee entidad de Agapístico, es el amoroso
del Evangelista y del Civilizador. Hacedores
superlativos del Mensaje Cristiano. Predicadores de una Moral práctica,
de los sagrados Derechos del Hombre a una vida cualificada, digna en lo ético
y en lo material, a la Educación, el Trabajo, a la Existencia en una
Sociedad organizada y justa. Léanse
“Educar al Soberano” o “Educación Popular”
en las “Obras Completas” de Sarmiento. O “Relaciones
entre la raza blanca y las razas de color” de Schweitzer, su
autobiografía “Mi vida y mi pensamiento”, etc. “Creo
haber servido a mi época ofreciéndole ideas que contribuyen a su salud
espiritual, y convirtiéndolas en realidad mediante la obra llevada a
acabo en Lambarene”. Pensamiento
y acción, ideas y trabajo, formaron
en ellos una indisoluble unidad. “Pocas
veces ha llegado un hombre como ha sabido hacerlo A. Schweitzer, a
convertir sus conocimientos en realidad a través de la acción. Su enseñanza
forma un todo único con su vida; de
su pensamiento surge la acción” (Max Tau). La
trascendencia de su lugar en la Historia consiste en una Lección
Imperecedera de Vitalismo y de Cristianismo activo, de afirmación de
los Valores del Espíritu
y del Obrar Humanos, de responsabilidad individual y social, de fuerte
Voluntad y claros ideales. “Creo
en el poder de la verdad y del espíritu”, “por más que me preocupara
el problema del sufrimiento en el mundo, no me perdí nunca en vanas
reflexiones, sino que me atuve a la idea de que a todos nosotros nos ha
sido concedido el poder de hacer cesar una parte de ese sufrimiento”.
(A. Schweitzer). El
autor de “Recuerdos de Provincia”, por su parte, encarna
la síntesis americana más extraordinaria de los mensajes de W. Goethe:
“sé tú mismo” y de Schweitzer: “sé un hombre de acción”. Fortaleza
impar en superar las dificultades y limitaciones de su época y
circunstancias, entereza y coraje en marcar la dirección de los
acontecimientos y las ideas, en hacer la Historia. “Que
en todo lo que nos sucede, en todo lo que hacemos, tratamos de dar
nosotros la dirección a los acontecimientos, en vez de dejarnos llevar
por la dirección natural de las
cosas” (Schweitzer, “Sermón de
la mañana del 4° Domingo de Adviento, 18-12-1904). Desde
1913 el Dr. de Lambarené ejerció su Apostolado de la Salud en dicho
Hospital, por él fundado con grandes esfuerzos (a través de numerosos
viajes, conciertos, conferencias...). En
su “Filosofía de la Civilización” (1923) bregó por
profundizar en una Sensibilidad abarcativa de todas las formas de la
existencia. Su Ideal Supremo: “Reverenciar la Vida”, Venerarla
siempre. Ése fue el Principio ético esencial de toda su obra humanista. Desde
el ideario singular de San
Francisco de Asís, Friedrich Nietzsche y Tolstoi, buscó
atesorar el Significado de la Humanidad: “la consideración por
la existencia y por la felicidad”, “vivir al servicio de la gente y de
cada criatura viva”. En
ello consistió la culminación de su “Cultura y Ética”
(1923). Por todo ello mereció el reconocimiento internacional, el Premio Nóbel
de la Paz 1952. Médico, escritor, teólogo y músico, encontró el alma
de Cristo en su acción por el Bien absoluto, en su difusión de la música
de Juan Sebastián Bach, el músico –poeta a quien consagró además
severos estudios. Así
también don Domingo, con la Energía proteica
que lo caracterizó, se consagró a “la Sagrada brega
por las escuelas y
bibliotecas”. Verdadero Cruzado de la Educación de las mayorías, en incesante pugna por
difundir el Alfabeto entre las gentes y afirmar la noción de República.
En esta labor hercúlea el Genio cuyano fundamentó su ética ciudadana, en difundir ideas “sanas, útiles y realizables”. Para dejar a miles de personas en mejores condiciones de vida, a gozar de la Nación Organizada y orgánicamente constituida, que él sólo disfrutó “a hurtadillas”. Pues “vida pública” y “vida privada” estuvieron en él formidablemente unidas (su “Martirologio”) por su amor a la Patria Americana. |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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