Sarmiento y
Tagore. Dos acercamientos |
El “ciervo dorado” El célebre poeta indio RABINDRANATH TAGORE (1861-1941) advierte en su “El jardinero”: Amigo...podéis burlaros porque me veis en pos del ciervo dorado. Yo seguiré en pos de esa visión...”. “Vosotros podéis acudir al mercado y regresar agobiados por la carga a vuestros hogares. Yo estoy poseído por el hechizo de los vientos sin guarida. Todo cuanto poseía lo abandoné en la carrera” admite el poeta, sarmientinamente. DOMINGO
FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), el notable hombre público y escritor
argentino, por su parte, describe su política
del Bien
y del Progreso, verdadero
Martirologio personal: “Y sin
la fortuna que nunca codicié porque era bagaje pesado para la incesante
pugna...”. “Recojamos, al vuelo, las flores, no sea que se las lleve
el viento pasajero... Nuestra vida es insaciable avidez, nuestro deseo,
pujanza...” agrega el indio[1].
La utopía socio-política sarmientina, su República como una Escuela,
que proyectó, inspiró y logró edificar contra vientos y mareas, con
entusiasmo, visión y coraje modélicos, es su “Ciervo
Dorado”, su iluminado
“Camino del Lacio”. Coincidentemente así lo evoca Tagore.
Consiste en la idea trascendente a la que el genio sarmientino todo sacrificó y todo pospuso:
“no deseé mejor que
dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales,
tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías
férreas el territorio...”. Ésas
son las ramas áureas de su potente árbol de Ideas-Fuerza, condensadas en
su “Semblanza autobiográfica”, magistral y extraordinaria. Allí
sintetiza su credo trascendente del Hombre Público.
Que consiste en “Acometer
todo lo que creí bueno”.
Fundar, Organizar la
República “para que todos
participen del festín de la vida”.
Para que el ciudadano común goce en
plenitud de sus derechos y ejerza libremente sus deberes
de la Vida Constitucional, por lo tanto de la Civilización.
Adquiere este supremo ideal, ético y político, paralelo con lo
que Tagore denomina “la Religión del Poeta”: “mantener
en su vida una solemne fe en su propia función”.
Conciencia pura en su dignidad y humana convicción de sus obligaciones
para con sus compatriotas. “Comprender
que está especialmente destinado a colaborar con su Creador en el
acrecentamiento de la alegría de la existencia”. Es
el raigal credo Liberal del sanjuanino. Para él, como para el indio, el
hombre público es un iluminador, un sembrador y guía de los pueblos. Un
Campeador demócrata, un abridor de surcos nobles y duraderos de Paz y
Entendimiento. Inaugurar una Escuela o una Biblioteca Popular constituye
para ellos una obra sacra, un resultado de su prédica apostólica, una
obra de concordia y pacificación. En su notable discurso “Manifestación
liberal. Alocución aceptando la visita de los jóvenes estudiantes de la
Universidad y Colegios” (1883)[3],
sostiene S. que “debe
desaparecer todo istmo que separe dos mares, debe evitarse que ninguna
creencia que divida a los hombres embarace la unión íntima de los
pueblos; toda distancia entre los hombres y las ideas debe suprimirse”. Su
acción civilizadora, Libero y República, tendió superiormente a esos
objetivos esencialmente tagorianos. En
su “Entrevisiones de Bengala” el joven indio ya bosqueja su Idealismo Social, su
“Ciervo”, que es celeste, y oro como el sarmientino, renovador y
vital: “Siento
que quiero (...) abandonar las cosas antiguas que decaen y sentir la alegría de una vida libre y vigorosa; tener
–sean buenas o malas- ideas y aspiraciones amplias, sin
vacilaciones....” . Concorde con
este universalismo de T., S. en su “Proclama
al Ejército de regreso del Paraguay” advierte que “El
reinado de la justicia y de la paz universal todavía es una
esperanza, pero es mucho que esperanza sea siguiera...No es la espada la
que señalará en adelante el camino que habremos de seguir para ser
felices y grandes....El juez y el ingeniero, la vara de la justicia y el
teodolito, he aquí en adelante, el árbitro soberano y el instrumento de
la felicidad para cada individuo”. Conflictos
y armonías del tiempo El
tiempo sarmientino: centrífugo, de urgencia civilizadora y necesidad de
aniquilar velozmente todo rastro de Barbarie que atente contra la imposición
sólida y estable de la Democracia Republicana, la Sociedad Abierta Nomocrática.
Para lograrlo desarrolla una obra hercúlea
de renovación e inauguración. En ritmo “prestíssimo”, de
arquetípica ejecutividad y combates numerosos por el Progreso Ciudadano.
Aceleración y avance ininterrumpidos. Llamado a la acción frontal,
presente y perentoria, al hoy pragmático: “movéos,
el tiempo urge, mañana será tarde”.
Se interroga, impaciente y sanguíneo: “Dejarse
estar, dejar de hacer, dejar de obrar, ¿es remedio?”.[5] El
tiempo tagoriano: de constante centrípeta, círculo novedoso y
tradicional de exaltación vital y estética de la naturaleza y del
hombre, integrado armoniosamente en ella, y rindiendo culto a lo Divino.
Ritmo de “adagio contabile”, intuitivo.[6] Ambos
conceptos se enlazan en su fervoroso deseo de enaltecimiento del género
humano, a través del Arte y de la Política. Activo y desbordante, veraz
y ambicioso, temerario, el autor de “Argirópolis”, se aproxima en
diversas circunstancias de su biografía, a la temporalidad
(Intemporalidad) del poeta indio.
El reverso de la medalla, el reposo de la “contemplatio”. La visión
hondamente perceptiva y admirativa del cosmos, el verbo sensible y
religioso. El manantial emotivo de los discursos populares y cartas
familiares, la alacridad de la Fiesta, la santificación del paisaje. Pero
también advertimos la sarmientización del lírico de “Gitanjali”. Su
ensueño metafísico suele encolerizarse, y canta el himno realista y
exaltado del Progreso nacional y entona el apóstrofe acusador de la
mentira y el fanatismo. Y pronuncia la
oratoria imperativa que dignifica los valores de la razón ciudadana y del
activismo.- La
vida política y social significa en S. el despliegue de águila de su Yo.
Acumulador y radiador de energía, se fortalece en la lucha y el ejercicio
demiúrgico. “Y
no deseé mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones...
Hice la guerra a la barbarie y a los caudillos
en nombre de ideas sanas y realizables, y llamado a ejecutar mi
programa, si bien todas las promesas no fueron cumplidas, alcancé sobre
todo lo conocido hasta aquí en esta parte de América”.
Ésta representa su definición de la
singular Epopeya que cumplió en tierra americana. La vida concebida como
tarea afirmativa y programa benefactor, reverencia ética del deber de
Magistrado. Desde
el Himno Nacional Indio, “Jana-gana-mana”
, Julián Marías analizó el
tiempo de T., su autor, en “Imagen de la India”, 1961). Donde se
siente la vuelta y el ciclo revitalizador del tiempo indio. Ritmo cíclico,
contrapuesto al rectilíneo, occidental. Tiempo mágico, mirada
trascendentalista, complejidad circular, frente a la linealidad sucesiva,
cronológica, de dominio práctico y racionalista. Eterniza, no desplaza ni sustituye, todo pervive: ésa es el
alma de la India. Instalación antinómica: concepción dinamizadora y
esperanzada del tiempo “provechoso” frankliniano. Proyección
vectorial de un “repertorio
de posibilidades”, opuesta a una aceptación de la realidad “tal como
es”. “Tiene usted razón de creer
que tenemos como arcilla para modelar la estatua, un pueblo adelantado.
Este horrible trabajo de las revoluciones, ese barro
amasado y humedecido con sangre va, sin embargo, transformándose,
refinándose (...)”. Esto le
escribe S. en 1867 a Lucio V.
Mansilla. Corrobora nuestra afirmación del sesgo netamente dinamizador y
hacedor de la mente sarmientina. De
esta misma época data su
discurso de 1867 en que considera a las escuelas y a las innovaciones
agrarias en Chivilcoy (Prov. Bs. As.) “como
colosales colmenas en que se está creando al ciudadano”,
con el deber ineludible de “acelerar
ese movimiento”, “realizar el programa de la Providencia, responder al
llamado de la historia”.[7]
Este texto configura su encarnación
del “Faciemus” bíblico,
antropologización maravillosa
del “Deus Creator” en versión puramente criolla. Profesa
definitivamente la teoría del Tiempo Iluminista. El hombre, cual Prometeo
moderno, en la nueva era de la Emancipación humana, hace la Historia, en
dirección abierta a un horizonte expectable de Novedad y Evolución. El
intento de S. ha consistido en anular
“el espacio de experiencia histórica acumulada” al que se
refiere Paul Ricoeur, en su “Educación y política” (1984, cap. III)
y reemplazar la Colonia-Barbarie, cerrada y negativa, por una figura
abierta, moviente, futurista y vital. Tiempo cinético, que privilegia el
impulso constructivo. Tiempo republicano, guerrero. Del “Homo Viator”
cuyano, del Peregrino por la cruzada del adelanto material y espiritual.
Paul Groussac llamó a nuestro Maestro, “Pedro el Ermitaño de la
educación argentina”. Aludió a la inflamada arenga constante, al
impulso incitativo del monje para llevar a las gentes a emprender la gran
Cruzada al Oriente en el siglo XI.[8]
Este hallazgo analógico del autor de “El viaje intelectual”, contiene
en su intensa totalidad, la cualificación de la obra del autor de
“Facundo”. Misional y enteramente conquistadora, por la “Santa Causa
de las Escuelas para el
Pueblo”. Semejante
Fe y amplitud de Acción integran el credo tagoriano. Pues entiende que “La
realidad es creación, y (...) la realidad humana ha de ser sacada de su
profunda oscuridad por la fe del hombre, que es creativa”..
Su obra patriótica de político recio y humanista, sus fundaciones
escolares de gran importancia, su fama de Maestro de la Espiritualidad y a
su vez de vigoroso y activo pensador nacionalista, lo aproximan a nuestro
Don Domingo. Referencias: [1].TAGORE, R., “El Jardinero”, LXVIII, trad. R. D. Alfaro, 1944. [2]
Carta de Tagore a Gandhi, 26-08-37. Transcripta en “Homenaje
a Gandhi” revista “SUR”, nº 336/337, 1975, p. 214.- [3]
SARMIENTO, D.F., 1883, en su s “Discursos
Populares”, Obras Completas, tomo XXII. Siempre cito por
2º edición, Luz del Día, Bs. As., 1948-1953, 53 volúmenes.- [4]
SARMIENTO, D.F., “Obras Completas”, tomo XXI. [5]
SARMIENTO, D.F., “Revolución
Francesa de 1848”, en su “Obras completas”,
ed. cit., tomo IX: “Instituciones Sudamericanas”. [6]
ORTEGA Y GASSET, José, “Un poeta indo”, 1918, en sus “Obras
Completas”, tomo 3,
ed. Alianza-Revista de Occidente. [7]
SARMIENTO, D.F., “Cartas y discursos políticos” , ECA, 1963, pp.
128-133. [8] LOLAS STEPKE, F., “La idea de cruzada”, en su “Notas al margen”, 1985.- |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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