Sarmiento y Tagore. Dos acercamientos
Guillermo Ricardo Gagliardi

El “ciervo dorado”

El célebre poeta indio RABINDRANATH  TAGORE (1861-1941) advierte en  su “El jardinero”:  Amigo...podéis burlaros porque me veis en pos del  ciervo dorado. Yo seguiré en pos de esa visión...”. “Vosotros podéis acudir al mercado y regresar agobiados por la carga a vuestros hogares. Yo estoy poseído por el hechizo de los vientos sin guarida. Todo cuanto poseía lo abandoné en la carrera”  admite el poeta, sarmientinamente.

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), el notable hombre público y escritor argentino, por su parte, describe su política del  Bien y del Progreso, verdadero Martirologio  personal: “Y sin la fortuna que nunca codicié porque era bagaje pesado para la incesante pugna...”. “Recojamos, al vuelo, las flores, no sea que se las lleve el viento pasajero... Nuestra vida es insaciable avidez, nuestro deseo, pujanza...” agrega el indio[1]. La utopía socio-política sarmientina, su República como una Escuela, que proyectó, inspiró y logró edificar contra vientos y mareas, con entusiasmo, visión y coraje modélicos, es su “Ciervo Dorado”, su iluminado  “Camino del Lacio”. Coincidentemente así lo evoca Tagore. Consiste en la idea trascendente a la que el genio sarmientino  todo sacrificó y todo pospuso:  “no deseé mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradas las instituciones y surcado de vías férreas el territorio...”. Ésas son las ramas áureas de su potente árbol de Ideas-Fuerza, condensadas en su “Semblanza autobiográfica”, magistral y extraordinaria. Allí sintetiza su credo trascendente del Hombre Público.  Que consiste en “Acometer todo lo que creí bueno”.  Fundar, Organizar  la República “para que todos participen del festín de la vida”. Para que el ciudadano común goce  en plenitud de sus derechos y ejerza libremente sus deberes  de la Vida Constitucional, por lo tanto de la Civilización.  Adquiere este supremo ideal, ético y político, paralelo con lo que Tagore denomina “la Religión del Poeta”: “mantener en su vida una solemne fe en su propia función”. Conciencia pura en su dignidad y humana convicción de sus obligaciones para con sus compatriotas.  “Comprender que está especialmente destinado a colaborar con su Creador en el acrecentamiento de la alegría de la existencia”.[2]

Es el raigal credo Liberal del sanjuanino. Para él, como para el indio, el hombre público es un iluminador, un sembrador y guía de los pueblos. Un Campeador demócrata, un abridor de surcos nobles y duraderos de Paz y Entendimiento. Inaugurar una Escuela o una Biblioteca Popular constituye para ellos una obra sacra, un resultado de su prédica apostólica, una obra de concordia y pacificación. En su notable discurso “Manifestación liberal. Alocución aceptando la visita de los jóvenes estudiantes de la Universidad y Colegios” (1883)[3], sostiene S. que “debe desaparecer todo istmo que separe dos mares, debe evitarse que ninguna creencia que divida a los hombres embarace la unión íntima de los pueblos; toda distancia entre los hombres y las ideas debe suprimirse”.  Su acción civilizadora, Libero y República, tendió superiormente a esos objetivos esencialmente tagorianos.

En su “Entrevisiones de  Bengala”  el joven indio ya bosqueja su Idealismo Social, su “Ciervo”, que es celeste, y oro como el sarmientino, renovador y vital: “Siento que quiero (...) abandonar las cosas antiguas que decaen y  sentir la alegría de una vida libre y vigorosa; tener –sean buenas o malas- ideas y aspiraciones amplias, sin vacilaciones....” . Concorde con este universalismo de T., S. en su  “Proclama al Ejército de regreso del Paraguay” advierte que “El  reinado de la justicia y de la paz universal todavía es una esperanza, pero es mucho que esperanza sea siguiera...No es la espada la que señalará en adelante el camino que habremos de seguir para ser felices y grandes....El juez y el ingeniero, la vara de la justicia y el teodolito, he aquí en adelante, el árbitro soberano y el instrumento de la felicidad para cada individuo”.[4]   

Conflictos y armonías del tiempo

El tiempo sarmientino: centrífugo, de urgencia civilizadora y necesidad de aniquilar velozmente todo rastro de Barbarie que atente contra la imposición sólida y estable de la Democracia Republicana, la Sociedad Abierta Nomocrática. Para lograrlo desarrolla una obra hercúlea  de renovación e inauguración. En ritmo “prestíssimo”, de arquetípica ejecutividad y combates numerosos por el Progreso Ciudadano. Aceleración y avance ininterrumpidos. Llamado a la acción frontal, presente y perentoria, al hoy pragmático:  “movéos, el tiempo urge, mañana será tarde”. Se interroga, impaciente y sanguíneo:  “Dejarse estar, dejar de hacer, dejar de obrar, ¿es remedio?”.[5]

El tiempo tagoriano: de constante centrípeta, círculo novedoso y tradicional de exaltación vital y estética de la naturaleza y del hombre, integrado armoniosamente en ella, y rindiendo culto a lo Divino. Ritmo de “adagio contabile”, intuitivo.[6]

Ambos conceptos se enlazan en su fervoroso deseo de enaltecimiento del género humano, a través del Arte y de la Política. Activo y desbordante, veraz y ambicioso, temerario, el autor de “Argirópolis”, se aproxima en diversas circunstancias de su biografía, a la temporalidad (Intemporalidad) del poeta  indio. El reverso de la medalla, el reposo de la “contemplatio”. La visión hondamente perceptiva y admirativa del cosmos, el verbo sensible y religioso. El manantial emotivo de los discursos populares y cartas familiares, la alacridad de la Fiesta, la santificación del paisaje. Pero también advertimos la sarmientización del lírico de “Gitanjali”. Su ensueño metafísico suele encolerizarse, y canta el himno realista y exaltado del Progreso nacional y entona el apóstrofe acusador de la mentira y el fanatismo. Y pronuncia  la oratoria imperativa que dignifica los valores de la razón ciudadana y del activismo.-

La vida política y social significa en S. el despliegue de águila de su Yo. Acumulador y radiador de energía, se fortalece en la lucha y el ejercicio demiúrgico.  “Y no deseé mejor que dejar por herencia millares en mejores condiciones... Hice la guerra a la barbarie y a los caudillos  en nombre de ideas sanas y realizables, y llamado a ejecutar mi programa, si bien todas las promesas no fueron cumplidas, alcancé sobre todo lo conocido hasta aquí en esta parte de América”.  Ésta representa su definición de la  singular Epopeya  que cumplió en tierra americana. La vida concebida como tarea afirmativa y programa benefactor, reverencia ética del deber de Magistrado.

Desde el Himno Nacional Indio,  “Jana-gana-mana” , Julián Marías analizó el tiempo de T., su autor, en “Imagen de la India”, 1961). Donde se siente la vuelta y el ciclo revitalizador del tiempo indio. Ritmo cíclico, contrapuesto al rectilíneo, occidental. Tiempo mágico, mirada trascendentalista, complejidad circular, frente a la linealidad sucesiva, cronológica, de dominio práctico y racionalista.  Eterniza, no desplaza ni sustituye, todo pervive: ésa es el alma de la India. Instalación antinómica: concepción dinamizadora y esperanzada del tiempo “provechoso” frankliniano. Proyección vectorial  de un “repertorio de posibilidades”, opuesta a una aceptación de la realidad “tal como es”.

“Tiene usted razón de creer que tenemos como arcilla para modelar la estatua, un pueblo adelantado. Este horrible trabajo de las revoluciones, ese barro  amasado y humedecido con sangre va, sin embargo, transformándose, refinándose (...)”. Esto le escribe S. en 1867 a  Lucio V. Mansilla. Corrobora nuestra afirmación del sesgo netamente dinamizador y hacedor de la mente sarmientina.  De esta misma época  data su discurso de 1867 en que considera a las escuelas y a las innovaciones agrarias en Chivilcoy (Prov. Bs. As.) “como colosales colmenas en que se está creando al ciudadano”, con el deber ineludible de “acelerar ese movimiento”, “realizar el programa de la Providencia, responder al llamado de la historia”.[7] Este texto configura su encarnación  del  “Faciemus” bíblico, antropologización  maravillosa  del “Deus Creator” en versión puramente criolla. Profesa definitivamente la teoría del Tiempo Iluminista. El hombre, cual Prometeo moderno, en la nueva era de la Emancipación humana, hace la Historia, en dirección abierta a un horizonte expectable de Novedad y Evolución. El intento de S. ha consistido en anular  “el espacio de experiencia histórica acumulada” al que se refiere Paul Ricoeur, en su “Educación y política” (1984, cap. III) y reemplazar la Colonia-Barbarie, cerrada y negativa, por una figura abierta, moviente, futurista y vital. Tiempo cinético, que privilegia el impulso constructivo. Tiempo republicano, guerrero. Del “Homo Viator” cuyano, del Peregrino por la cruzada del adelanto material y espiritual. Paul Groussac llamó a nuestro Maestro, “Pedro el Ermitaño de la educación argentina”. Aludió a la inflamada arenga constante, al impulso incitativo del monje para llevar a las gentes a emprender la gran Cruzada al Oriente en el siglo XI.[8] Este hallazgo analógico del autor de “El viaje intelectual”, contiene en su intensa totalidad, la cualificación de la obra del autor de “Facundo”. Misional y enteramente conquistadora, por la “Santa Causa de las Escuelas  para el Pueblo”.

Semejante Fe y amplitud de Acción integran el credo tagoriano. Pues entiende que  “La realidad es creación, y (...) la realidad humana ha de ser sacada de su profunda oscuridad por la fe del hombre, que es creativa”.. Su obra patriótica de político recio y humanista, sus fundaciones escolares de gran importancia, su fama de Maestro de la Espiritualidad y a su vez de vigoroso y activo pensador nacionalista, lo aproximan a nuestro Don Domingo.

Referencias:

[1].TAGORE, R., “El Jardinero”, LXVIII, trad. R. D. Alfaro, 1944.

[2] Carta de Tagore a Gandhi, 26-08-37. Transcripta en  “Homenaje a Gandhi” revista “SUR”, nº 336/337, 1975, p. 214.-

[3] SARMIENTO, D.F., 1883, en su s  “Discursos Populares”, Obras Completas,  tomo XXII. Siempre cito por  2º edición, Luz del Día, Bs. As., 1948-1953, 53 volúmenes.-

[4] SARMIENTO, D.F., “Obras Completas”, tomo XXI.  

[5] SARMIENTO, D.F.,  “Revolución Francesa de 1848”, en su “Obras completas”,  ed. cit., tomo IX: “Instituciones Sudamericanas”.

[6] ORTEGA Y GASSET, José, “Un poeta indo”, 1918, en sus  “Obras Completas”,  tomo 3,  ed. Alianza-Revista de Occidente.

[7] SARMIENTO, D.F., “Cartas y discursos políticos” , ECA, 1963, pp. 128-133.

[8] LOLAS STEPKE, F., “La idea de cruzada”, en  su “Notas al margen”, 1985.-

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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