Sarmiento y Croce: nuevas lecturas |
“Italia,
madre afortunada de tan altas concepciones
humanas”. Sarmiento (“Viajes”, carta a M. Montt, Gotinga, 1847). |
1.-
Historia y Providencia. BENEDETTO
CROCE (1866-1952)
y DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) sintieron desde jóvenes
lo que aquél denominó “la Majestad del Ideal”, en su obra de
1915 “Contribución a la crítica de mí mismo”. Y se entregaron a los
estallidos de la impaciencia Hacedora y la vivacidad felina de la Polémica. Sarmiento profesó un concepto Providencialista, optimista, de naturaleza hegeliana y cristiana, de la Historia. Dios, como principio orientador de la marcha de los Pueblos en la tendencia creciente al desenvolvimiento del Espíritu del Progreso. Se sintió llamado a “preparar la tierra, para morada de presentes y futuras generaciones, bajo las leyes que emanan de los derechos del hombre” (1883). Es clara la presencia de J. B. Vico (1668-1744) y su “Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las Naciones”(1725, 1730 y 1744), tanto en S. como en V. F. López, en M. Sastre y en Pedro de Angelis.
“También
Croce contempla la libertad como cosa divina, que los hombres, niños
eternos, suelen enajenar”
subraya Jorge Max Rohde en su “S. en Roma” (Boletín, Academia
Arg. de Letras, n° 129-130, 1968). Creyó
y admitió “la triste lentitud de la historia que marcha guiada por la
Providencia cayendo y levantando por entre los obstáculos, escollos y
resistencias; pero que va, avanza y llegará a su destino, que es amansar
a los pueblos, regularizar la marcha de los gobiernos, contener los
apetitos de los fuertes y dominar el sofisma y el error, que extravían a
los débiles”. Noción
redentorista, progresista y esperanzada de la Historia (en un brillante
escrito de 1878, en el tomo 46
sus “Obras Completas”): “las
felices fatalidades de los tiempos, que llevan a la humanidad a los Campos
Elíseos de la libertad y del progreso”. Evidente
que, según señala César H. Guerrero en su “S., historiador y biógrafo”
(1950) y “S., el pensador” (1979), el
escritor cuyano se adelanta medio siglo a las especulaciones
de Croce. S.
admite: “La
libertad moderna es, pues, un capital. Legar la libertad a sus hijos, es
la mejor y más productiva herencia que una generación puede dejar a
otra”, “esta bendición que es el origen de todas las otras”, (Obras, tomo 8). Bellamente,
buenamente, justicieramente, sostiene: “La
libertad se funda en un principio eterno de moral”, “siempre se aspira
a la libertad y se trabaja por ella (...) y ella vive en todo pensamiento
y en toda acción que tenga carácter de verdad, de poesía y de bondad”
(ob. cit.,). Como
el argentino, el filósofo
en su
“Carácter de la filosofía moderna” (1941),
hace un llamado inquietante al deber que tiene todo hombre de
sacrificar comodidades e intereses personales para dedicarse a la condición
esencial de su vida, que es la exigencia y la aspiración a la libertad,
“finalidad moral insuprimible”. Porque como
S. le preguntaba a su hija
en 1867, por qué has de ser más feliz que tu Patria... Para el sanjuanino, la evolución de la especie humana es una marcha ascendente de la inteligencia, y es un adelanto creciente en la producción y goce de los Bienes de la Civilización por el mayor número (“Espíritu y condiciones de la historia en América”, 1858, tomo 21 de sus “Obras”).
“La
Independencia de la América del Sud es un
hecho histórico, es una generalización de las leyes de la
naturaleza
y de la economía de la Providencia”, “porque lo mismo que Dios
ha creado igualmente a los hombres, la Providencia de Dios propende a que
su humanidad marche llevando rumbo igual (...), propagando los
progresos” (“Nueve
de Julio 1883”, en “Páginas literarias”, Obras, t. 46). La
marcha ascendente natural de la Historia implica un Incremento de la Luz
en el Mundo. Una expansión de mejores condiciones de la vida de las masas
(“la
grande corriente de los desheredados”).
Un abandono de las tinieblas de la Ignorancia y el inicio del camino de
nuevas auroras. El
autor de “Facundo” se siente un Moisés, un Profeta de la Tierra
Prometida. Un Preparador de esas Rutas de extensión de la Felicidad del
Nuevo Orbe y un Evangelizador de la República. Un hombre de Fe en el
trabajo y en la Esperanza, un ser de supremas virtudes. Un
teólogo de la Nación Organizada, que brinda en alabanza por “ese
sol que brilla en nuestra bandera, para todos, como lo dispuso el Creador
del Universo”, por el suelo bendito de nuestra Patria, " de
este suelo que Dios preparó para solaz y morada de sus hijos, hasta la
consumación de los siglos”. El hispanista alemán Karl Vossler (1872-1949) lo imagina como “un Santo Tomás que se hubiera puesto de buen humor” por la iluminación de sus ideas y el ardor polémico de sus asertos. Por su prosa vibrante como un Himno sacro. La Patria y sus símbolos en el pensamiento cultual sarmientino, reviste un carácter litúrgico, eterno e indestructible como los misterios Divinos.
El
erudito autor de “Lope de Vega y su tiempo” y “Filosofía del
Lenguaje”, entre otros,
en carta desde Munich,
al pensador de “Filosofía de la Práctica”, del 21-11-1932,
trasunta su interés en traducir el “Facundo” por su representatividad
genuina de la Pampa y considerando que la magna obra “muestra la auténtica
barbarie”, que se estaba iniciando, macabra y desoladora, en la Europa
de la época (en “Epistolario Croce-Vossler”, introd. de G. Marone,
trad. E. Manassero, Kraft, 1956). El período juvenil en que S. estudia en la rica biblioteca de Manuel José Quiroga Rosas (1804-1843) le fue esencial para su formación intelectual y específicamente para su vocación histórico-filosófica: “Hice entonces, y con buenos maestros a fe, mis dos años de filosofía e historia, y concluido aquel curso, empecé a sentir que mi pensamiento propio, empezaba a moverse y a querer marchar. Todas mis ideas se fijaron clara y distintamente” (en “Mi Defensa”, 1843, y en su artículo “Estudios históricos”, en “El Progreso”, 20-5-1844, tomos 3 y 28, resp. de sus Obras).
Ésta es la “cultura histórica” según la explica Croce, la escuela que preparará al Estadista y Civilizador singular, y que “tiene por fin conservar viva la conciencia que la sociedad humana tiene del propio pasado, es decir, de su presente, de sí misma; de suministrarle lo que necesite para el camino que ha de escoger; de tener dispuesto cuanto, por otra parte, pueda servirle en el porvenir”.
Ahí reside el meollo de la formación moral y política sarmientina, desde sus primeras y aprovechadas lecturas de Lerminier, Courier, Villemain, Jouffroy, Diderot, Guizot, Tocqueville, entendiendo el Pasado como vida concreta, como fuerza actual y fundamento conductor. La historia es progreso en la conciencia de la libertad, insiste Croce, desde G. F. W. Hegel (1770-1831); su motor son los opuestos, el juego de las antinomias, tal como el mismo S. postula. Civilización / Barbarie = Libertad / Necesidad, es decir, acción creadora del hombre opuesta a las determinaciones naturales y culturales, paisaje-tradición, como “conflicto”.
Concepción
heraclítea, también racionalista e iluminista,
de la vida histórica: colonia-campaña como lo fijo, ciudad-república,
como lo dinámico y cambiante (E.Mz. Estrada, “Los invariantes históricos
en el ‘Facundo’”, 1947; J. P. Feinmann: “Racionalidad e
irracionalidad en ‘Facundo’”, en su “Filosofía y Nación”, 1°
ed.-, 1982). Como Croce, sostiene
una visión dialógica, de estados opuestos, decadencia-adelanto,
destrucción-cultura, progreso-regreso, son eternos constitutivos siempre
de todo momento histórico (“La Storia ridotta sotto il concetto
generale dell’Arte” 1893, “Filosofía de la Práctica”, 1915,
“Teoria e storia della storiografia”, 1917). Busca
la verdad eterna a través del estudio de lo particular e individual. Su
sistema filosófico lo caracteriza Croce en carta a Karl Vossler de 1913
(“Epistolario...”, cit., p. 142). Como
“un
sistema de juicios sobre la vida: sistema viviente y transformable con la
vida misma, pero constante en su mutación”, opuesto
a todo tipo de misticismo inmovilista. El opus croceano, como el
sarmientino,
posee, como señaló el crítico y lingüista germano,
plenitud de gracia y vida, de inquietud y movimiento.(“Estampas
del mundo románico”, Espasa/col. Austral, 1947). Se ve “todo tu buen
corazón y toda la coherencia y seriedad de tu vida” (Vossler, carta de
1929); “admiro ciertos estallidos de impaciencia y cierta vivacidad polémica”
(carta de 1941). S. y C. han sido “hombres operantes”, tenaces y también
inspirados y realizadores, habiendo dejado “la huella profunda que, en
su tiempo, marcaron en su país, el puesto céntrico y como de mando que
ocuparon”. En
su “Juvenilia” (1883-1887) editado en el inicio de la Primera Gran
Guerra, en “Storie e leggende napoletane” (1948), en “Poesia
popolare e poesia d’arte” Benedetto cultiva
su graciosa vena nostálgica y costumbrista, como Domingo en
sus “Artículos” chilenos y en “Recuerdos...”, evocadores
privilegiados de su niñez y
juventud, de su pueblo y leyendas. 1841
es su gran año iniciático. Se estrena como escritor de fuste, con su artículo
de reivindicación de la gloria de San Martín, y su hazaña libertaria en
Chacabuco: “12 de febrero de 1817” (en tomo 1 de sus obras). Descubre
su esencial vocación de historiador, de biógrafo y filósofo de la
historia, desempeñando
desde
ese momento
su extraordinario magisterio moral en América (véase
de Croce: “Cultura y vida moral” y “Aspectos morales de la
vida política”). En S. con palabras del italiano, “la
moralidad misma, para realizarse prácticamente, se hace pasión, voluntad
y utilidad”, “no es más que la lucha contra el mal” (“La
historia como hazaña de la Libertad”). Sarmiento no escribe “crónicas”, no es un recopilador de “documentos” pretéritos, es un intérprete, un meditador pasional y un crítico de la Historia. En 1882 al componer “Conflictos ...” (vol. 1, Obras, t. 37) declara: “yo que todavía ofrezco mis humildes servicios de historiógrafo”. Desde la óptica croceana, hace renacer y morir constantemente los acontecimientos y personajes, según la evoque o valorice motivado por sus intereses presentes.
Evolutivo y dinámico, busca interpretar para superar, inaugurando el Porvenir, desde una visión “futurista”, docente y práctica (S. A. Tri: “Las ideas hist. en S.”, en “Humanidades”, Univ. Nac. La Plata, 1961, y. 38, vol. 3).
Aspira
a encontrar la “tendencia general de los hechos”: “La
historia empieza a ser revisada”, “para restablecer los hechos al
color de la realidad que no admite aliño”. “Es nuestro ánimo
descender a las profundidades de la composición social de nuestras
poblaciones”. Esgrime
instrumentos y dotes excepcionales de Etnólogo y Antropólogo. Se
encamina a los orígenes, acopia testimonios de la Arqueología, acude a
los fundamentos de la Mitología. Aporta, cita textualmente, a manera de
inventario de datos. Revela cuantiosas y atentísimas lecturas,
esquematiza etapas históricas , cita actas, epístolas, bandos,
proclamas.
Propone, siempre innovador y original, una nueva periodización: “Se
ha creado una edad de Piedra y una edad de Bronce que marcaría el paso de
la vida salvaje a la bárbara, debiéndose al hierro el comienzo de la
civilización. Ha debido haber una edad del Caballo; y luego la del
Ferrocarril y el Telégrafo”. Busca
la “Ley”, el principio rector de los movimientos históricos, deduce
de los datos empíricos y circunstanciales,
la teoría abstracta. Dialogo con el lector, siéntese su presencia
concreta mutuamente. Interroga, alude, sorprende con una metáfora, brilla
su espíritu helénico, dialéctico, álacre, a veces colérico. Por ej.,
Torquemada: “es una pobre idea, de vieja solterona”. El Renacimiento:
con este movimiento aceleratorio, “se ensancharon los límites del
cielo, de la tierra y de la inteligencia”. El
pensamiento, “función vital” y la acción, representan en la teoría
croceana, como en las páginas sarmientinas,
dos momentos del Espíritu, que no se enfrentan sino que se
complementan. Socráticos en sumo grado, ambos expresan esa unidad de teoría
y conducta, de ideas y práctica del sabio griego. Como asienta Unamuno en
1912 en el Prólogo a la “Estética”, sus pensares chocan con las enseñanzas
rutinarias y tradicionales, desgarrando los hábitos de nuestros
meditaciones. 2.
Panegírico de la
Libertad. El
Genio sarmientino aparece configurado por Croce en su “Ética y Política”
(cito por ed. Imán, 1952), “La concepción liberal como concepción de
la vida”. Noción de espíritus originales y creadores, urgidos por el
progreso de la Humanidad, valerosos, dialógicos, pujantes y generosos: “la
concepción liberal no es cosa de tímidos, perezosos y quietistas” (loc.
cit., p. 251). Liberalismo
es Modernismo, “hábito del buen Gobierno”, disposición “siempre
viva y útil” como Goethe (1749-1832) asemeja Clasicismo y Romanticismo
a las categorías de Salud y Enfermedad, así también el filósofo
italiano se refiere al vigor y salud que significa el liberalismo, las
reacciones en política “son siempre crisis y enfermedades” (loc.
cit.,
p. 248). La
tendencia Liberal está “estructurada
en torno de la idea de la dialéctica o sea del desarrollo, que merced a
la diversidad y oposición de las fuerzas espirituales enriquece y
ennoblece sin cesar la vida”.
En
1865 escribe don Domingo desde New York, a Nicolás Avellaneda (1835-1887)
y manifiesta en proteica y personalísima correspondencia su vocación
clara de Historiador, de investigador incansable e intérprete de nuestro
pasado y presente: “Tengo
en borradores la ‘Historia de la educación en Sud América, en relación
a las instituciones republicanas’. Principiaré luego la ‘Historia de
la Constitución de las Provincias Unidas del Río de la Plata’”. Y
se expresa, según su gusto peculiar, en tono metafórico, poético, y
definiendo su obra de Radiógrafo y Demiurgo de la Nación: “Viajo
como los horneros de su país, a cada rato para recoger un poco de lodo a
fin de continuar la obra; escribo mucho; veo y examino mucho más” (en
su “Obras Completas”, tomo 31, p. 57). S.
y C. son
dignos ejemplos de la Fe y Religión de la Libertad. “Fe que es voluntad
de Bien”. Impulso profundo hacia el crecimiento, “voluntad de
dominio”, acrecentamiento de poderío, “movimiento cósmico de
superación” (E. A. Imbert: “El historicismo de S.”, ver
“Testimonios sobre el
Hacedor. Bibliografía sarmientina” por G. R. Gagliardi, blog
“Sarmientísimo” y “BibliotecaSarmiento.org”; “B. Croce.
Conmemoración. Ensayos-Testimonios-Bibliografía” Univ. Bs. As., 1954,
ests. de G. Marone, C. Alberini, A. J. Battistessa, R. Mondolfo, et alia.).
El
sanjuanino entiende la historia en el sentido croceano: los hechos pretéritos
se interpretan desde el presente vivo y concreto y dicha comprensión debe
ser vivida, es decir, tiene prospección moral. Aprehende el pasado desde
la perspectiva de las necesidades del presente, continuándolo, mejorándolo,
reformándolo. Cumple
la superior Hazaña de Hacer la Historia, de Sembrar Libertad.
Siempre, como C. Alberini afirma del
pensador itálico, “ha sido para nosotros un soberano
educador”, un formidable organizador de empresas culturales, consciente
de su alta
Función de “iluminar a los demás”, desde los apasionados artículos
de principios de la década del ’40 en
“El Mercurio” chileno uno, y el otro desde la revista “La crítica”
de 1903. Croce interpreta desde su “La Storia come pensiero...” de 1938, cap. “Historicismo y Humanismo” que aquél es “creación de la acción propia, del propio pensamiento, de la propia poesía, a partir de la conciencia presente de lo pasado”.
Radical
libertad, absoluta expresión
Personal. Y agrega también que “cultura
histórica es el hábito o virtud conquistada de pensar y obrar así;
educación histórica (es) la formación de este hábito”. (Léase
“El historicismo y el liberalismo de C.” Nerio Rojas, en su “Biología
de la Libertad”, 1958;
“Tres temas de filosofía argentina en las entrañas del
‘Facundo’” Luis J. Guerrero, Univ. Nac. La Plata, 1945;
“C. y el renacimiento idealista” Raúl A. Orgaz, Obras Compl.,
t. 3, 1960). Sistema
Histórico y sistema
Liberal conjúganse perfectamente, “son indivisibles” en el
juego de la Civilización. Impera, contrariamente, el Fanatismo en la
Barbarie:
“¡Cómo
resuenan ásperas y fuertes las cuerdas de la prepotencia, de la befa, del
sarcasmo, del necio y sombrío fanatismo!”
exclama Croce indignado, contundente, presintiendo las Guerras Mundiales y
su amoralismo de la violencia, la deshumanización y el pisoteo de la
Democracia: “¡Cómo
se oye con frecuencia el ensalzamiento de la barbarie!. Se falsea el
sentimiento histórico, pues se debilita el sentimiento liberal..”. Espíritu
afín al sarmientino, intrépidos, en la valentía para defender sus
creencias, en la pugna denodada por su civismo ejemplar, en la pasión de
su amor Humanista
y su cólera modélicos. A. Waismann: “será difícil hallar en toda la
historia de la filosofía acentos más apasionados que los que por ella ha
sacado de su pecho y de su mente el amor y la cólera de Croce” (en su
“El historicismo contemporáneo”, Nova, 1960, cap. “B.C. o la épica
del historicismo”). Sarmiento
en su cosmovisión
romántica evolucionó desde su concepción Personalista, “la solución
reformista, del Titán”, enfrentando cartesiana, violentamente la
Civilización, Ideal, y la Barbarie, la Realidad práctica que
hay que modificar necesariamente. Desde esa
Teoría, hacia una concepción Legocrática, clásica pero
nacionalizadora. ( A. W. Bunkley, “S. sin paralelo”, Boletín
del Instituto S., nro. 1, 1953, p. 65-75). Nuestro pedagogo elige croceanamente “hacerse digno de la libertad”: toda su vida y obra simboliza ese difícil camino, esa “vía dolorosa”, “el martirologio del hombre público”: “La libertad es una cosa divina, pero los dioses, de pronto, se la arrebatan a los hombres”, “no se la restituyen hasta que de ella se hacen dignos”. Toda su brega periodística desde “El Zonda” hasta “El Censor”, y sus combates políticos y educacionales, representan esa ansia de Libertad responsable, para sí y sus connacionales. Piensa con toda su sangre, “hombre moral” y genio pragmático, que “La libertad es la acción, y no un sueño, ni un prototipo imaginario” (Discurso popular de 1881, “Educación Común”, en tomo 22 de sus Obras).
Pues
se suscribe al credo croceano
de que “La
realidad, la única realidad, que comprende en sí al hombre y a la
naturaleza, sólo empíricamente y en abstracto,
separables, es
toda ella desarrollo y vida”. “Los
hombres que piensan, son fundamentalmente revolucionarios”, “los únicos
capaces de mover el mundo”, pues
el Pensamiento “es
siempre pensamiento de hecho y de experiencia”. Por
ello Croce enfoca a Giuseppe Mazzini (1805-1872) como un Hombre de ideas
firmes, “sublime
en la constancia”
según sus conceptos, y que podríamos trasladar al alma grande de
Sarmiento. Mazzini
y el autor de “Educación Popular” son los
constructores
de un país libre, y son ellos “los
Profetas educadores y creadores”, idealistas
y heroicos. “Cualquier
análisis filosófico u observación histórica recalca la primacía del
pensamiento y del genio artístico o práctico” enuncia
S. en
sus escritos “Los italianos en el Plata” y “Las Colonias” (en sus
“Discursos Populares”, tomo 22 de Obras Compl.). Bibliografía
Complementaria: M. L. Borda: “C. y el Derecho”, en “Nosotros”, XXI, 215, 1927; íd.: “Conversaciones con B. C.”, ib., XXIII, 246, 1919; R. Treves: “B. C. en la vida política”. id., 1943, 2° época. VIII-88; D. López Cuesta: “C. y la Libertad”, “Universidad”, 31, Sta. Fe, 1955,; D. Ridruejo: “El otro C.”; C. Sprigge: “B. C.”, Sur; H. E. Biagini: “La ideología liberal”, en “Escritos filosóficos”, n° 2, Acad. Nac. de Ciencias, Bs. As., a. 1, 1978; M. A. González: “B.C.”, La Plata, 1945; J. B. Terán: “La vida como fin de la Historia”, en su “La salud de la América Española”, Cabaut, 1926; “B.C.” G. Papini, en su “Obras”, Aguilar, t. 3; E. Barboza: “La filosofía de B. C.”, “Cuadernos Americanos”, 3, 1967; R. Cardiel Reyes: “B.C.: historicismo y filosofía política”, íd., 2; L. Dujovne: “El pensamiento hist. de B. C.”, Rueda, 1968; R. Sáenz Hayes: “B. C. o el político ‘malgré-soi’”, en su “Cada día con su afán”, Kraft, 1952; G. Marone: “L’ispanismo di B. C. e l’influsso del suo pensiero su la cultura argentina”, en “B. C.” a cura di F. Flora, Univ. Bocconi, Milano, Malfasi, 1953; R. O. Abdala: “Filósofos y filosofías. C. O. y Gasset...”, “La Prensa”, 26-4-1970; íd.: “Lo válido y lo inválido de las filosofías de la historia”, ib., 15-1-1978; íb.: “B. C.: una cosmovisión liberal”, íd., 20-11-1977; A. Korn: “C.”, en su “De San Agustín a Bergson”, Nova, 1959; J. L. Muñoz Azpiri: “C.”, en su “Capricho italiano”. Edic. Culturales Arg., 1961). |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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