Sarmiento y Croce: nuevas lecturas  
Por Guillermo R. Gagliardi

“Italia, madre afortunada de tan altas concepciones humanas”.

Sarmiento (“Viajes”, carta a M. Montt, Gotinga, 1847).

1.- Historia y Providencia.

 

BENEDETTO CROCE (1866-1952)  y DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) sintieron desde jóvenes  lo que aquél denominó “la Majestad del Ideal”, en su obra de 1915 “Contribución a la crítica de mí mismo”. Y se entregaron a los estallidos de la impaciencia Hacedora y la vivacidad felina de la Polémica.

 

Sarmiento profesó un concepto  Providencialista, optimista, de naturaleza hegeliana y cristiana, de la Historia. Dios, como principio orientador de la marcha de los Pueblos en la tendencia creciente al desenvolvimiento del Espíritu del Progreso. Se sintió llamado a “preparar la tierra, para morada de presentes y futuras generaciones, bajo las leyes que emanan de los derechos del hombre” (1883). Es clara la presencia de J. B. Vico (1668-1744) y su “Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las Naciones”(1725, 1730 y 1744), tanto en  S. como en V. F. López, en M. Sastre y en Pedro de Angelis. 

 

“También Croce contempla la libertad como cosa divina, que los hombres, niños eternos, suelen enajenar”  subraya Jorge Max Rohde en su “S. en Roma” (Boletín, Academia Arg. de Letras, n° 129-130, 1968).

 

Creyó y admitió “la triste lentitud de la historia que marcha guiada por la Providencia cayendo y levantando por entre los obstáculos, escollos y resistencias; pero que va, avanza y llegará a su destino, que es amansar a los pueblos, regularizar la marcha de los gobiernos, contener los apetitos de los fuertes y dominar el sofisma y el error, que extravían a los débiles”.

 

Noción redentorista, progresista y esperanzada de la Historia (en un brillante escrito de 1878, en el tomo 46  sus “Obras Completas”): “las felices fatalidades de los tiempos, que llevan a la humanidad a los Campos Elíseos de la libertad y del progreso”. Evidente que, según señala César H. Guerrero en su “S., historiador y biógrafo” (1950) y “S., el pensador” (1979), el  escritor cuyano se adelanta medio siglo a las especulaciones  de Croce.

S. admite: “La libertad moderna es, pues, un capital. Legar la libertad a sus hijos, es la mejor y más productiva herencia que una generación puede dejar a otra”, “esta bendición que es el origen de todas las otras”, (Obras, tomo 8).

 

Bellamente, buenamente, justicieramente, sostiene: “La libertad se funda en un principio eterno de moral”, “siempre se aspira a la libertad y se trabaja por ella (...) y ella vive en todo pensamiento y en toda acción que tenga carácter de verdad, de poesía y de bondad” (ob. cit.,).

 

Como el argentino, el filósofo  en su  “Carácter de la filosofía moderna” (1941),  hace un llamado inquietante al deber que tiene todo hombre de sacrificar comodidades e intereses personales para dedicarse a la condición esencial de su vida, que es la exigencia y la aspiración a la libertad, “finalidad moral insuprimible”. Porque como  S. le preguntaba a su hija  en 1867, por qué has de ser más feliz que tu Patria...

 

Para el sanjuanino, la evolución de la especie humana es una marcha ascendente de la inteligencia, y es un adelanto creciente en la producción y goce de los Bienes de la Civilización por el mayor número (“Espíritu y condiciones de la historia en América”, 1858, tomo 21 de sus “Obras”). 

 

“La Independencia de la América del Sud es un  hecho histórico, es una generalización de las leyes de la naturaleza  y de la economía de la Providencia”, “porque lo mismo que Dios ha creado igualmente a los hombres, la Providencia de Dios propende a que su humanidad marche llevando rumbo igual (...), propagando los progresos” (“Nueve de Julio 1883”, en “Páginas literarias”, Obras, t. 46).

 

La marcha ascendente natural de la Historia implica un Incremento de la Luz en el Mundo. Una expansión de mejores condiciones de la vida de las masas (“la grande corriente de los desheredados”). Un abandono de las tinieblas de la Ignorancia y el inicio del camino de nuevas auroras.

 

El autor de “Facundo” se siente un Moisés, un Profeta de la Tierra Prometida. Un Preparador de esas Rutas de extensión de la Felicidad del Nuevo Orbe y un Evangelizador de la República. Un hombre de Fe en el trabajo y en la Esperanza, un ser de supremas virtudes.

 

Un teólogo de la Nación Organizada, que brinda en alabanza por “ese sol que brilla en nuestra bandera, para todos, como lo dispuso el Creador del Universo”, por el suelo bendito de nuestra Patria, " de este suelo que Dios preparó para solaz y morada de sus hijos, hasta la consumación de los siglos”.

 

El hispanista alemán Karl Vossler (1872-1949)  lo imagina  como “un Santo Tomás que se hubiera puesto de buen humor” por la iluminación de sus ideas y el ardor polémico de sus asertos.  Por su prosa vibrante como un Himno sacro. La Patria y sus símbolos en el pensamiento cultual sarmientino, reviste un carácter litúrgico, eterno e indestructible como los misterios Divinos. 

 

El erudito autor de “Lope de Vega y su tiempo” y “Filosofía del Lenguaje”, entre otros,  en carta desde Munich,  al pensador de “Filosofía de la Práctica”, del 21-11-1932, trasunta su interés en traducir el “Facundo” por su representatividad genuina de la Pampa y considerando que la magna obra “muestra la auténtica barbarie”, que se estaba iniciando, macabra y desoladora, en la Europa de la época (en “Epistolario Croce-Vossler”, introd. de G. Marone, trad. E. Manassero, Kraft, 1956).

 

El período juvenil en que S. estudia en la rica biblioteca de Manuel José Quiroga Rosas (1804-1843) le fue esencial para su formación intelectual y específicamente para su vocación histórico-filosófica: “Hice entonces, y con buenos maestros a fe, mis dos años de filosofía e historia, y concluido aquel curso, empecé a sentir que mi pensamiento propio, empezaba a moverse y a querer marchar. Todas mis ideas se fijaron clara y distintamente” (en “Mi Defensa”, 1843, y en su artículo “Estudios históricos”, en “El Progreso”, 20-5-1844, tomos 3 y 28, resp. de sus Obras). 

 

Ésta es la “cultura histórica” según la explica Croce, la escuela que preparará al Estadista y Civilizador singular, y que “tiene por fin conservar viva la conciencia que la sociedad humana tiene del propio pasado, es decir, de su presente, de sí misma; de suministrarle lo que necesite para el camino que ha de escoger; de tener dispuesto cuanto, por otra parte, pueda servirle en el porvenir”. 

 

Ahí reside el meollo de la formación moral y política sarmientina, desde sus primeras y aprovechadas lecturas de Lerminier, Courier, Villemain, Jouffroy, Diderot, Guizot, Tocqueville, entendiendo el Pasado como vida concreta, como fuerza actual y fundamento conductor. La historia es progreso en la conciencia de la libertad, insiste Croce, desde G. F. W. Hegel (1770-1831); su motor son los opuestos, el juego de las antinomias, tal como el mismo S. postula. Civilización / Barbarie = Libertad / Necesidad, es decir, acción creadora del hombre opuesta a las determinaciones naturales y culturales, paisaje-tradición, como “conflicto”. 

 

Concepción heraclítea, también racionalista e iluminista,  de la vida histórica: colonia-campaña como lo fijo, ciudad-república, como lo dinámico y cambiante (E.Mz. Estrada, “Los invariantes históricos en el ‘Facundo’”, 1947; J. P. Feinmann: “Racionalidad e irracionalidad en ‘Facundo’”, en su “Filosofía y Nación”, 1° ed.-, 1982). Como Croce, sostiene  una visión dialógica, de estados opuestos, decadencia-adelanto, destrucción-cultura, progreso-regreso, son eternos constitutivos siempre de todo momento histórico (“La Storia ridotta sotto il concetto generale dell’Arte” 1893, “Filosofía de la Práctica”, 1915, “Teoria e storia della storiografia”, 1917).

 

Busca la verdad eterna a través del estudio de lo particular e individual.

 

Su sistema filosófico lo caracteriza Croce en carta a Karl Vossler de 1913 (“Epistolario...”, cit., p. 142). Como  “un sistema de juicios sobre la vida: sistema viviente y transformable con la vida misma, pero constante en su mutación”, opuesto a todo tipo de misticismo inmovilista. El opus croceano, como el sarmientino,  posee, como señaló el crítico y lingüista germano,  plenitud de gracia y vida, de inquietud y movimiento.(“Estampas del mundo románico”, Espasa/col. Austral, 1947). Se ve “todo tu buen corazón y toda la coherencia y seriedad de tu vida” (Vossler, carta de 1929); “admiro ciertos estallidos de impaciencia y cierta vivacidad polémica” (carta de 1941). S. y C. han sido “hombres operantes”, tenaces y también inspirados y realizadores, habiendo dejado “la huella profunda que, en su tiempo, marcaron en su país, el puesto céntrico y como de mando que ocuparon”. 

 

En su “Juvenilia” (1883-1887) editado en el inicio de la Primera Gran Guerra, en “Storie e leggende napoletane” (1948), en “Poesia popolare e poesia d’arte” Benedetto cultiva  su graciosa vena nostálgica y costumbrista, como Domingo en  sus “Artículos” chilenos y en “Recuerdos...”, evocadores privilegiados de su niñez y  juventud, de su pueblo y leyendas.

 

1841 es su gran año iniciático. Se estrena como escritor de fuste, con su artículo de reivindicación de la gloria de San Martín, y su hazaña libertaria en Chacabuco: “12 de febrero de 1817” (en tomo 1 de sus obras). Descubre su esencial vocación de historiador, de biógrafo y filósofo de la historia, desempeñando  desde  ese momento  su extraordinario magisterio moral en América (véase  de Croce: “Cultura y vida moral” y “Aspectos morales de la vida política”). En S. con palabras del italiano, “la moralidad misma, para realizarse prácticamente, se hace pasión, voluntad y utilidad”, “no es más que la lucha contra el mal” (“La historia como hazaña de la Libertad”).

 

Sarmiento no escribe “crónicas”, no es un recopilador de “documentos” pretéritos, es un intérprete, un meditador pasional y un crítico de la Historia. En 1882 al componer “Conflictos ...” (vol. 1, Obras, t. 37) declara: “yo que todavía ofrezco mis humildes servicios de historiógrafo”. Desde la óptica croceana,  hace renacer y morir constantemente los acontecimientos y personajes, según la evoque o valorice motivado por sus intereses presentes. 

 

Evolutivo y dinámico, busca interpretar para superar, inaugurando el Porvenir, desde una visión “futurista”, docente y práctica (S. A. Tri: “Las ideas hist. en S.”, en “Humanidades”, Univ. Nac. La Plata, 1961, y. 38, vol. 3). 

 

Aspira a encontrar la “tendencia general de los hechos”: “La historia empieza a ser revisada”, “para restablecer los hechos al color de la realidad que no admite aliño”. “Es nuestro ánimo descender a las profundidades de la composición social de nuestras poblaciones”.

 

Esgrime instrumentos y dotes excepcionales de Etnólogo y Antropólogo. Se encamina a los orígenes, acopia testimonios de la Arqueología, acude a los fundamentos de la Mitología. Aporta, cita textualmente, a manera de inventario de datos. Revela cuantiosas y atentísimas lecturas, esquematiza etapas históricas , cita actas, epístolas, bandos, proclamas.  Propone, siempre innovador y original, una nueva periodización: “Se ha creado una edad de Piedra y una edad de Bronce que marcaría el paso de la vida salvaje a la bárbara, debiéndose al hierro el comienzo de la civilización. Ha debido haber una edad del Caballo; y luego la del Ferrocarril y el Telégrafo”.

 

Busca la “Ley”, el principio rector de los movimientos históricos, deduce de los datos empíricos y circunstanciales,  la teoría abstracta. Dialogo con el lector, siéntese su presencia concreta mutuamente. Interroga, alude, sorprende con una metáfora, brilla su espíritu helénico, dialéctico, álacre, a veces colérico. Por ej., Torquemada: “es una pobre idea, de vieja solterona”. El Renacimiento: con este movimiento aceleratorio, “se ensancharon los límites del cielo, de la tierra y de la inteligencia”.

 

El pensamiento, “función vital” y la acción, representan en la teoría croceana, como en las páginas sarmientinas,  dos momentos del Espíritu, que no se enfrentan sino que se complementan. Socráticos en sumo grado, ambos expresan esa unidad de teoría y conducta, de ideas y práctica del sabio griego. Como asienta Unamuno en 1912 en el Prólogo a la “Estética”, sus pensares chocan con las enseñanzas rutinarias y tradicionales, desgarrando los hábitos de nuestros meditaciones. 

 

2. Panegírico de la  Libertad.

 

El Genio sarmientino aparece configurado por Croce en su “Ética y Política” (cito por ed. Imán, 1952), “La concepción liberal como concepción de la vida”. Noción de espíritus originales y creadores, urgidos por el progreso de la Humanidad, valerosos, dialógicos, pujantes y generosos: “la concepción liberal no es cosa de tímidos, perezosos y quietistas” (loc. cit., p. 251).

 

Liberalismo es Modernismo, “hábito del buen Gobierno”, disposición “siempre viva y útil” como Goethe (1749-1832) asemeja Clasicismo y Romanticismo a las categorías de Salud y Enfermedad, así también el filósofo italiano se refiere al vigor y salud que significa el liberalismo, las reacciones en política “son siempre crisis y enfermedades” (loc.  cit.,  p. 248).

 

La tendencia Liberal está “estructurada en torno de la idea de la dialéctica o sea del desarrollo, que merced a la diversidad y oposición de las fuerzas espirituales enriquece y ennoblece sin cesar la vida”.

 

En 1865 escribe don Domingo desde New York, a Nicolás Avellaneda (1835-1887) y manifiesta en proteica y personalísima correspondencia su vocación clara de Historiador, de investigador incansable e intérprete de nuestro pasado y presente: “Tengo en borradores la ‘Historia de la educación en Sud América, en relación a las instituciones republicanas’. Principiaré luego la ‘Historia de la Constitución de las Provincias Unidas del Río de la Plata’”.

 

Y se expresa, según su gusto peculiar, en tono metafórico, poético, y definiendo su obra de Radiógrafo y Demiurgo de la Nación: “Viajo como los horneros de su país, a cada rato para recoger un poco de lodo a fin de continuar la obra; escribo mucho; veo y examino mucho más”  (en su “Obras Completas”, tomo 31, p. 57).

 

S. y C.  son dignos ejemplos de la Fe y Religión de la Libertad. “Fe que es voluntad de Bien”. Impulso profundo hacia el crecimiento, “voluntad de dominio”, acrecentamiento de poderío, “movimiento cósmico de superación” (E. A. Imbert: “El historicismo de S.”, ver “Testimonios sobre el  Hacedor. Bibliografía sarmientina” por G. R. Gagliardi, blog “Sarmientísimo” y “BibliotecaSarmiento.org”; “B. Croce. Conmemoración. Ensayos-Testimonios-Bibliografía” Univ. Bs. As., 1954, ests. de G. Marone, C. Alberini, A. J. Battistessa, R. Mondolfo, et alia.).

 

El sanjuanino entiende la historia en el sentido croceano: los hechos pretéritos se interpretan desde el presente vivo y concreto y dicha comprensión debe ser vivida, es decir, tiene prospección moral. Aprehende el pasado desde la perspectiva de las necesidades del presente, continuándolo, mejorándolo, reformándolo.

 

Cumple la superior Hazaña de Hacer la Historia, de Sembrar Libertad.  Siempre, como C. Alberini afirma del  pensador itálico, “ha sido para nosotros un soberano educador”, un formidable organizador de empresas culturales, consciente de su alta  Función de “iluminar a los demás”, desde los apasionados artículos de principios de la década del ’40 en  “El Mercurio” chileno uno, y el otro desde la revista “La crítica” de 1903.

 

Croce interpreta desde su “La Storia come pensiero...” de 1938, cap. “Historicismo y Humanismo” que aquél  es “creación de la acción propia, del propio pensamiento, de la propia poesía, a partir de la conciencia presente de lo pasado”. 

 

Radical libertad, absoluta expresión  Personal. Y agrega también que “cultura histórica es el hábito o virtud conquistada de pensar y obrar así; educación histórica (es) la formación de este hábito”.

 

(Léase “El historicismo y el liberalismo de C.” Nerio Rojas, en su “Biología de la Libertad”, 1958;  “Tres temas de filosofía argentina en las entrañas del ‘Facundo’” Luis J. Guerrero, Univ. Nac. La Plata, 1945;  “C. y el renacimiento idealista” Raúl A. Orgaz, Obras Compl., t. 3, 1960).

 

Sistema Histórico y sistema  Liberal conjúganse perfectamente, “son indivisibles” en el juego de la Civilización. Impera, contrariamente, el Fanatismo en la Barbarie:  “¡Cómo resuenan ásperas y fuertes las cuerdas de la prepotencia, de la befa, del sarcasmo, del necio y sombrío fanatismo!” exclama Croce indignado, contundente, presintiendo las Guerras Mundiales y su amoralismo de la violencia, la deshumanización y el pisoteo de la Democracia: “¡Cómo se oye con frecuencia el ensalzamiento de la barbarie!. Se falsea el sentimiento histórico, pues se debilita el sentimiento liberal..”.

 

Espíritu afín al sarmientino, intrépidos, en la valentía para defender sus creencias, en la pugna denodada por su civismo ejemplar, en la pasión de su amor Humanista y su cólera modélicos. A. Waismann: “será difícil hallar en toda la historia de la filosofía acentos más apasionados que los que por ella ha sacado de su pecho y de su mente el amor y la cólera de Croce” (en su “El historicismo contemporáneo”, Nova, 1960, cap. “B.C. o la épica del historicismo”).

 

Sarmiento en su  cosmovisión romántica evolucionó desde su concepción Personalista, “la solución reformista, del Titán”, enfrentando cartesiana, violentamente la Civilización, Ideal, y la Barbarie, la Realidad práctica que  hay que modificar necesariamente. Desde esa  Teoría, hacia una concepción Legocrática, clásica pero nacionalizadora. ( A. W. Bunkley, “S. sin paralelo”, Boletín  del Instituto S., nro. 1, 1953, p. 65-75).

 

Nuestro pedagogo elige croceanamente “hacerse digno de la libertad”: toda su vida y obra simboliza ese difícil camino, esa “vía dolorosa”, “el martirologio del hombre público”: “La libertad es una cosa divina, pero los dioses, de pronto, se la arrebatan a los hombres”,  “no se la restituyen hasta que de ella se hacen dignos”. Toda su brega periodística desde “El Zonda” hasta “El Censor”, y sus combates políticos y educacionales, representan esa ansia de Libertad responsable, para sí y sus connacionales. Piensa con toda su sangre, “hombre moral” y genio pragmático,  que “La libertad es la acción, y no un sueño, ni un prototipo imaginario” (Discurso popular de 1881, “Educación Común”, en tomo 22 de sus Obras). 

 

Pues se suscribe al credo croceano  de que “La realidad, la única realidad, que comprende en sí al hombre y a la naturaleza, sólo empíricamente y en abstracto,  separables, es  toda ella desarrollo y vida”.

 

“Los hombres que piensan, son fundamentalmente revolucionarios”, “los únicos capaces de mover el mundo”, pues el Pensamiento  “es siempre pensamiento de hecho y de experiencia”.  Por ello Croce enfoca a Giuseppe Mazzini (1805-1872) como un Hombre de ideas firmes, “sublime en la constancia” según sus conceptos, y que podríamos trasladar al alma grande de Sarmiento. Mazzini   y el autor de “Educación Popular” son los  constructores  de un país libre, y son ellos “los Profetas educadores y creadores”, idealistas y heroicos.

“Cualquier análisis filosófico u observación histórica recalca la primacía del pensamiento y del genio artístico o práctico”  enuncia S.  en sus escritos “Los italianos en el Plata” y “Las Colonias” (en sus “Discursos Populares”, tomo 22 de Obras Compl.).

 

Bibliografía Complementaria:

M. L. Borda: “C. y el Derecho”, en “Nosotros”, XXI, 215, 1927; íd.: “Conversaciones con B. C.”, ib., XXIII, 246, 1919;  R. Treves: “B. C. en la vida política”. id., 1943, 2° época. VIII-88; D. López Cuesta: “C. y la Libertad”, “Universidad”, 31, Sta. Fe, 1955,; D. Ridruejo: “El otro C.”; C. Sprigge: “B. C.”, Sur; H. E. Biagini: “La ideología liberal”, en “Escritos filosóficos”, n° 2, Acad. Nac. de Ciencias, Bs. As., a. 1, 1978; M. A. González: “B.C.”, La Plata, 1945; J. B. Terán: “La vida como fin de la Historia”, en su “La salud de la América Española”, Cabaut, 1926; “B.C.” G. Papini, en su “Obras”, Aguilar, t. 3; E. Barboza: “La filosofía de B. C.”, “Cuadernos Americanos”, 3, 1967; R. Cardiel Reyes: “B.C.: historicismo y filosofía política”, íd., 2; L. Dujovne: “El pensamiento hist. de B. C.”, Rueda, 1968; R. Sáenz Hayes: “B. C. o el político ‘malgré-soi’”, en su “Cada día con su afán”, Kraft, 1952; G. Marone: “L’ispanismo di B. C. e l’influsso del suo pensiero su la cultura argentina”, en “B. C.” a cura di F. Flora, Univ. Bocconi, Milano, Malfasi, 1953; R. O. Abdala: “Filósofos y  filosofías. C.  O. y Gasset...”, “La Prensa”, 26-4-1970; íd.: “Lo válido y lo inválido de las filosofías de la historia”, ib., 15-1-1978; íb.: “B. C.: una cosmovisión liberal”, íd., 20-11-1977; A. Korn: “C.”, en su “De  San Agustín a Bergson”, Nova, 1959; J. L. Muñoz Azpiri: “C.”, en su “Capricho italiano”. Edic. Culturales Arg., 1961).

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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