Sarmiento desde Azorín..
Por Guillermo R. Gagliardi

Con la excepcionalidad de óptica que lo ha definido, el noventayochista hispánico Pío Baroja nos  ha retratado a un “Azorín” (José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, 1873-1967) distinto del apreciado por la generalidad de sus lectores: un ser apasionado, tenso y nada plácido, ni indiferente. Enérgico en sus odios y amores, “extremado y “sañudo”. Crítico creador con fama de “estudiante libelista  y punzante”. Exageradamente impresionable, hasta iracundo y violento. “Tiene fuego su palabra. Realista como  nuestros místicos.  Mira el ideal lejano pero afirma bien los pies en la tierra”. Así nos lo retrata el gran vasco en las páginas de su “La fuerza del amor” (1901) y en su “Fiesta de Aranjuez en honor de Azorín” (1915).

Esta recóndita y significativa personalidad Azoriniana posee una evidente consonancia con la del argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888).

En su “En torno a José Hernández” (1939) el español acota una breve referencia al sanjuanino: “escritor que escribe con la expresividad del siglo XVI”. Éste nos lo confirma en 1885: “mi castellano es un poco colonial”. Ya en 1844 reconoce que “la soberanía del pueblo tiene todo su valor y su predominio en el idioma”. Bien hubiéramos deseado que Azorín bosquejara un retrato del autor de “Argirópolis”, como uno de los esculturales medallones de sus “Clásicos redivivos” (1945). Acota: “la sensación  postrera y definitiva  del Martín Fierro” se resume en dos palabras. Esos dos vocablos pertenecen a Sarmiento –señala precisamente-, cuando  señala la nota  distintiva de  : la “Originalidad y carácter argentino”:  “resignación estoica”. Agudo sociólogo,  el creador del “Facundo o Civilización y Barbarie en la Pampas  Argentinas” había escrito en 1845  ( ob. cit. cap. 1) que  “la inseguridad de la vida es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino, cierta resignación estoica para la muerte violenta”. La soledad y aislamiento del desierto (que “la rodea por todas partes y se le insinúa en las entrañas”), el temor del habitante primitivo de estas llanuras a la soledad, a las alimañas y a los indios y sus tropelías. El alicantino se nos revela, pues, como un atento lector sarmientino.

En 1837 Azorín escribe en París su obra “Contingencia en América”. Conjunto de primorosas ficciones que reviven a algunos de los clásicos de las letras argentinas. Coincide con Sarmiento en considerar al autor de  de “La Cautiva”,  el ‘romántico’ Esteban Echeverría (1805-1851) como el poeta del dolor. Evoca una charla con el creador de “Mis Montañas”, el místico  literato y hombre público Joaquín V. González (1863-1923): “Cuando se lee una página de usted (...) o una página de Sarmiento ese formidable escritor, se advierte que esos prosistas tienen una base sólida, un subsuelo”.

“El idioma no les domina a ellos, sino ellos al idioma”. Y memora su ascendencia sarmientina en “El ramo de Guido y Spano (Parábola)”: “No soy argentino; pero mi abuela materna, Clotilde García Sarmiento era parienta del autor de ‘Facundo’”.

Periodista de visión original y certera en “Andalucía trágica” (1905). Observador agudo de la realidad. Censor de injusticias y radiógrafo de miserias. “Pueblos hambrientos”.,“Los obreros de Lebrija” y otras contundentes críticas, recuerdan la fuerza política y las preocupaciones humanitarias del maestro cuyano en sus cientos de artículos y discursos.

En 1917 y 1919 llega a desempeñarse como Subsecretario de Instrucción Pública ly cinco veces como Diputado. Denuncia, ‘more sarmientino’: “En esta España no hay escuelas. Los niños no pueden aprender a leer y escribir”. En “Andando y pensando (Notas de un transeúnte)” propugna el establecimiento de escuelas libres y una educación personalizada y popular.

Este temprano Azorín es decididamente sarmientesco en  sus gestos e ideas. En pregonar un Teatro social y liberal. En cantar loas a “La Libertad, progreso, independencia intelectual, lucha con el prejuicio, formas  innovadores del vivir”: “Aplaudiremos un teatro que se haga portavoz de la civilización de la nueva y progresiva manera de sentir, de la paz, de una moral amorosa comprensiva y bienhechora, de un sentido de la vida humana, libre y henchido de justicia”.

Semejante pasión redentora arde en el sanjuanino. Quien entendió “la necesidad de hacer concurrir la ciencia, el arte y la política al único fin de mejorar la suerte de los pueblos, de favorecer las tendencias liberales, de combatir las preocupaciones retrógradas, de rehabilitar al pueblo” (escritos polémicos en Chile en 1841-1842; en “Artículos críticos y literarios”, tomos 1 y 2 de sus Obras Completas).

Don Domingo representa, en su Genio proteico, lo que Azorín califica como el “anti renanismo”. Es decir, la lucha, la emoción, el compromiso temporal, la acción concreta.  En su “Renán  y la democracia superficial” (1950) entiende al “renanismo como sinónimo de escepticismo, actitud insensible y de duda e inacción. Entiende que el destino  de los “anti renanistas” es el   combate, la beligerancia y la labor ardorosas, netamente sarmientinos.

En su “Los valores literarios” (1941) el español escribe: “Un hombre de acción –para nosotros- es Goethe; lo es también Spinoza; lo es Voltaire... Todos han sido excitantes y levaduras poderosas de la marcha  humana”. A ellos hermanamos con nuestro político de “La escuela ultrapampeana”.

“No pierdas la confianza en la vida; no desesperes nunca.; sé generoso; da largamente tus energías creadoras y sé franco con la amistad” señala  en el prólogo de su “Visión de España” (1941). Todo el genio sarmientesco  se halla contenido en la densidad de este este consejo azoriniano. Todas las líneas morales del Caudillo del Bien, del Héroe del Alfabeto, se encuentran luminosamente establecidas en las páginas citadas..-

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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