Pensar y sentir de Schiller y Sarmiento. |
1.- Introducción: En
una carta familiar de su vejez, DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888) se
autodefine metafóricamente, marcando las dos aristas de su genio: la poesía y la prosa. La Estética y la Ética: “Mucho doy a la
imaginación que es mi dueña de casa, pero algo ha de quedar para la
prosa de la vida, realizando
un poco de bien en torno y sembrando algunas flores para cubrir el
sepulcro”. La Belleza y la Acción, el Arte y la Doctrina del Estadista. “Nosotros seguimos el buen camino para todas las soluciones, que es: ¡adelante! ¡adelante!...” (discurso del 12-12-1883, “Las colonias”, en sus “Obras Completas”, edit. Luz del Día, tomo 22). Emil Ludwig (1881-1948), el ensayista y poeta, eximio biógrafo, en su “Goethe. Historia de un Hombre” (1928) ha señalado la condición, polémica y estética a su vez, de JOHANN CHRISTOPH FRIEDRICH SCHILLER (1759-1805), que también hallamos en el sanjuanino. Muestran un deseo de “luchar estrepitosamente contra el mundo”, un constante impulso a la batalla y un frenesí creador impar. Grandeza por el carácter y por las obras, por la calidad conductiva y pródiga, dativa, de la Personalidad. Gigantismo volitivo, (Ludwig, “Sobre la grandeza”, en rev. “Sur”, n° 329, febr. 1937). El autor de “Educación Popular” configura en su etopeya (“charakter-zeichung”) al Héroe prototipo del drama schilleriano. “Sturmer”, grito temperamental de una conciencia libre, así lo calificó en soberbio concepto Eduardo Wilde (1844-1913), uno de sus lúcidos contemporáneos, ingenioso escritor, político y médico de la Generación del 80. Recordamos al respecto, en su prosa mágica y encantadora erudición, al poeta exquisito José Antonio Ramos Sucre (1890-1930), en su texto “Sturm und Drang”, perteneciente a su “La Torre de Timón” (“Obra poética”, col. Archivos, 2001, p. 42), donde evoca ese ímpetu renovador de Schiller y Byron como “intrépidos heraldos, videntes irritados” en cuyas diestras “sostienen y vibran (...) un haz de rayos”. En sus “lenguajes de entonación imperativa y audaz”, como Sarmiento, que se le parece en su expansión del “ígneo espíritu civil que fragua las sociedades libres”. Sienten en profundidad la “Majestad de su misión” de Libertadores del Intelecto (autor y obra citada, “Lección Bíblica”, 1918, p. 38). Sus personalidades y sus obras magnas traslucen una siempreviva filosofía del Bien humano. A través de su pluma incansable y su mano benefactora, himnos a la acción y progreso social. Superan las clasificaciones rutinarias, escapan a los criterios adaptativos y vulgares. Han desarrollado una inmensa gesta iluminadora. Conmueven y fecundan aun hoy, el ensueño de miles de hombres a través de los tiempos. Así Schiller con su poesía y sus nobles reflexiones humanistas. Ilustran esta virtud que les es fundamental y que marca la línea medular de su genio. Su orientación eudemónica, su “utilitarismo social” según Alberto Palcos (“S.”, 4° ed., 1962, p. 285 y ss.). Prócer civil de gran fuerza, “misteriosa y sublime”. Trabaja “cada día para la eternidad”. Afirma José L. Romero (“S.”, 1945, en su “La experiencia argentina”, 1980) que: “Ni las lanzas, ni las espadas, ni los cañones poseyeron jamás su fuerza”. “Su llama es la más noble, la más pura, la más intensa y clara de las que alumbran el destino patrio”. Sarmiento cree firmemente : “en un orden de cosas para el Bien, tenemos la Religión del Bien Absoluto” confiesa en 1867. El círculo fecundo de su vida y obras epitomiza la específica “Vida Noble” que Ortega y Gasset (1883-1955) describe en su “La rebelión de las masas” (1930). Su tendencia, aristotélico-kantiana , a estudiar y concretar la felicidad de los hombres. Su mejoramiento material y moral. Juzga Sarmiento a esta dirección antropológica de su mirada, como una alegría admirativa, un sentimiento de contento positivo por el engrandecimiento de sus conciudadanos, “para que todos participen del festín de la vida, de que yo sólo gocé a hurtadillas”. En esta frase, sintetiza su fervorosa e inclaudicable ética sacrificial. Y medita más: “El haber nacido en cualquier extremo de esta tierra nos impone deberes y misión como herencia, que no nos es dado repudiar” (1883, “Alocución a los jóvenes”, en sus “Discursos Populares” II, Obras, t. 22, ed. cit., p. 192). El maestro cuyano revela la esencial corriente socrática de su personalidad y su idealismo moral, que impregnan sus actos de Estadista. “Me persuado –escribe a Bartolomé Mitre, después de Caseros, desde Chile, 1852- que no hay más camino que el recto, que el justo y honrado de llegar a todas las cosas”. Siempre es la vía más riesgosa, pero es la elegida por nuestro “Homo Viator” del Alfabeto. Y la Fe en la Libertad por sobre todo. Le
escribe a su amigo Posse (José) en 1855: “Verdad es que los ministros,
en cuanto ministros, se ríen de la palabra Libertad, que huele a
demagogia pura. Con tu perdón, pues, yo creo en la libertad”. II.- Teatro:
Precioso manantial
fermentativo constituye la significación de sus obras. Inspiración y estímulo
para las generaciones que los sucedieron.: privilegio de Proteos de la
Inteligencia. Para ellos el Arte es civilizador por antonomasia.
Integraliza y humaniza. Schiller mira y crea Teatro desde un concepto de
Institución Moral, “escuela de sabiduría práctica” y “guia de la
vida ciudadana” (1785). El argentino en su “El
teatro como elemento de cultura” y “La crítica teatral” (1841 y
1842, Obras, t. 1, artículos en ”El Mercurio” de Chile) enfatiza
el carácter ético-social de la representación escénica, su
influjo decisivo sobre la escenificación de la emoción y la belleza, que
mejoran las costumbres y las ideas políticas. “La
crítica de las costumbres tiene una alta misión: depurar el
lenguaje, corregir los abusos, perseguir los vicios, difundir las buenas
ideas, atacar las preocupaciones que las cierran el paso”. Coincidentes en el enfoque,
destaca el pensador de Marbach esta teleología
conductual, que se opone a las “fuerzas naturales”,
pasiones e instintos.. Piensan que “las exhibiciones teatrales no
sólo tienden al deleite de los sentidos, sino también a conmover el
corazón y aleccionar el espíritu de los concurrentes”. Ello determina
el infujo vital, educativo, catártico, del teatro en la vida de
los pueblos. Los gobiernos educadores de sus gobernados, han de fomentar
la creación de teatros, su funcionamiento intensivo, irreemplazables,
netamente civilizadores, “regeneradores de la sociedad”. Para el autor
de “Del arte trágico”, en el proscenio han de representarse los
sentimientos más subidos, los anhelos más cimeros del alma humana. En su precursora conferencia
sobre Darwin (1882, en O. Compl. t. 22, “Discursos Populares, II”)
admite: “porque necesito reposar sobre un principio armonioso y bello a
la vez”. El Ideal de la Belleza es la suprema síntesis de la Civilización:
“El mundo moderno salió de la barbarie con sólo imitar un altorrelieve
clásico, como modelo”. Grecia es el fruto de esa visión: “La
civilización más asombrosa sin excluir la de nuestros tiempos”. “La
belleza así sentida en la naturaleza, así
expresada en el arte, se infiltró en el alma, y se produjo en el
pensamiento”. El Bien, la Verdad, la Belleza, conforman
la inmortal herencia helénica: “el ideal de la grandeza humana,
y la libertad del pensamiento”. Su propia vida, la resume en
1886 (“Discurso en 75° cumpleaños”, Obras, tomo 22), desde su
idealismo militante y con la instrumentación combativa, “la experiencia
dura y larga”: “guiado por la luz de grandes y claros principios,
avanzábamos peleando duro y recio”. Ésa
es, a su juicio, la poesía épica, la gesta fundadora de la Nación,
de caras “ideas de honor, de libertad y de patria en que nos criamos allá,
en tiempos de entonces”. Periodiza nuestra Historia en
términos retóricos, de Teoría literaria. Luego vendrá la “prosa
moderna”, la historia contemporánea. Thomas Carlyle (1795-1881) en
su “Héroes, heroicidades y el heroísmo en la historia” (1849)
había destacado en Dante, Lutero y Cromwell, esta superior cualidad de
los hombres de acción y pensamiento, realizadores de obras cumbres.
Tiempos míticos, legendarios, homéricos (“los tiempos heroicos de
nuestra Patria, la toma de Ilion por los héroes griegos conjurados”),
que el mismo Sarmiento justifica haber vivido, misteriosos y poéticos,
como un Eneas criollo. Doble identificación schilleriana, pues el
ensayista escocés escribió una notable
“Vida de Schiller” (1824), y admiró en él la configuración
superlativa del conductor, que presentan sus dramas históricos. El vanguardista venezolano,
ya mencionado, J. A. Ramos Sucre, otro de los “raros” rubendarianos,
precisamente explica esta constante del pensamiento y literatura de estos
“Batalladores por la Civilización”, de estos “hombres altos,
inconformes con la realidad menguada”; “ninguna excelencia del espíritu
arrastra, como el heroísmo, séquito tan numeroso de virtudes (...). En
mi sentir ninguna superioridad conquista al hombre con mayor justicia que
el heroísmo”. Sabiamente siente que
esa virtud “asiste a los pueblos en momentos de prueba como un consejo
de virilidad, y los alumbra y los guía como estrella” (autor cit.,
“Plática profana”, 1912, primer texto de su
“Trizas de papel”, que compone “La Torre de Timón”,
hermosa prosa poética, de solemne significado y significante). Ambos parangonados oscilan
entre su pasión por personajes tempestuosos e innovadores, y por los clásicos,
racionales. “Biógrafo de bandidos” llamó J. B. Alberdi (1810-1884) a
su coetáneo. Quiroga, Peñaloza, Aldao, el Deán Funes, Vélez, Muñiz,
Lincoln, por su lado. Karl Moor (“Los bandidos”, “Die Rauber”),
Don Carlos o Verrina (el noble republicano de “La conspiración de
Fiesco”), Ferdinand (en “Intriga y amor”), por el otro. En la
primera obra dramática citada (1781) el autor retrata al caudillo tal
como lo representa don Domingo: bárbaro vengador, semi-divino, poderoso
dueño de una sociedad incivil (E.M. Estrada, “Radiografía de la
Pampa”, 1933, cap. “La época del cuero”). Facundo, ‘el Tigre de
los Llanos’, que fascina a Domingo, de quien cree llevar hasta su sangre
en las venas, lo diseña con una mixtura apasionada de criminalidad y
moralidad, debatiéndose en la tensión
dicotómica entre bajeza y
nobleza: “que aun en los caracteres históricos más negros, hay siempre
una chispa de virtud que alumbra”. Dibuja, entre schilleriano y
victorhuguesco, el melodrama aunado con tragicismo heroico y costumbrismo
a veces grotesco (ver “La idea de libertad
en la obra dramática de Schiller” de P. Steilings, Chile). A propósito de la última
pieza referida, nuestro Echeverría (1805-|1851) leyó en París “La
hija del músico”, según su carta a Federico Stapfer. Y el crítico y
poeta Juan María Gutiérrez (1809-1878) lo vio representado como “El
amor y la intriga” según anota en su biografía del amigo, editor de la
Obra Completa del autor de “El Matadero”. (Ver “Ecos de la cultura
alemana en las obras de Echeverría”, R. A. Arrieta,, en serie “Temas
y motivos argentinos”). Gutiérrez en 1837, en su lectura en el Salón
Literario, “Fisonomía del saber español”, había lamentado que la
juventud estudiosa y patriota rioplatense no había encontrado en su
literatura madre, obras como las del
escritor germano o los poemas byronianos, "que encierran en sí a la
vez, poesía, religión, filosofía, la historia del corazón, las
inquietudes o la paz del espíritu y el embate de las pasiones".
Obras éstas, de largo
influjo espiritual, enciclopedias de intensa pasionalidad, arte humanísimo,
que destilan “un bálsamo benéfico para nuestras enfermedades
morales” (“El Salón Literario”, ed. Félix Weinberg,
Hachette, 1958). III.- El bien y el Ideal:
“No temas: hay todavía
hermosos corazones que arden a favor de lo alto y lo noble”. Notable
creencia estampada en “La
doncella de Orleáns” por Schiller.
Sarmiento se enrola entre aquellas
“almas elevadas” que sirven y se inmolan “a la causa de los
principios salvadores de la sociedad”. Y que hallan sólo como
recompensa “el propio contentamiento de haber hecho el Bien a la especie
humana” (O. Comp., tomo 25). Y que “no se doblegaron ante ninguna de
las flaquezas de sus contemporáneos”. Tras él, señalan su camino,
“algún esfuerzo a favor de la América, algún bien intentado,
propuesto o realizado” (ídem, t. 49). También el alemán brilla en su
consejo: “Imprime al mundo en que trabajas la dirección hacia el
Bien”. Del escritor pasional de
“Facundo” pervive el
excepcional empuje creador de su escritura y de su cerebro portentoso,
“acometiendo todo lo que creí
bueno”. Subsiste su glorioso entusiasmo por el progreso de las mayorías
ciudadanas. Su honradez y sinceridad ilimitadas, legendarias. Su Fe y
Esperanza en la Civilización, que cimentaron sus ideas fértiles. Su vida
profética. “Tengo la convicción íntima de que puedo hacer el bien,
porque sé en qué
consiste”. “Sarmiento es fuego y
sed” aprecia Bernardo Krause, en su “Los dos S.” (1988). Persiste
con su empuje de vanguardia, en “dejar por herencia millares en mejores
condiciones intelectuales”, para constituir “la Democracia pura”, la
República vigorosa. Raigal
es en el sanjuanino el “sentimiento idealista”, que
también expone
Schiller en 1796, en “Poesía ingenua y poesía sentimental”. “He cometido muchos errores
en mi vida. Pero ellos han obedecido a mi afanosa precipitación por ver a
mi país ocupando el lugar que ya tenía en los anhelos de mi
pensamiento”. Ahí se contiene su desdicha, su desencanto de la época y
de muchos de sus contemporáneos. Consecuente con estas
valiosas meditaciones, reflexiona el escritor germano, y las ilumina de
sentido trascendente: “Como si fuera poco el estar muchas veces
desavenido con la dicha porque olvidó hacer del instante su amigo, entra
también en conflicto consigo mismo”. IV.- Almas grandes: El
educador argentino profesa la sacralidad de la función pública, al modo
de sus maestros de la Latinidad
Clásica: Catón, Cicerón, Plutarco.... “Quien cree en lo sagrado, está
próximo a ello” sentencia Schiller
en su poema “Tecla” (1802). El hombre público, gobernante,
periodista y parlamentario batallador, actúa con una fuerza de irradiación
muy potente. Sus días, pletóricos de hechos, y sus escritos: Fáustico
nuestro Faustino Valentín, ambicioso. Conforma un amplio río benefactor
para los hispanoamericanos. El perfil procérico de los
dos: Alma gigante e independiente, firme y altiva. Uno, realiza en
plenitud el arquetipo concebido por Schiller en su poema “Das Ideal und
das Leben” (”El Ideal y la Vida”). Como en dicha obra, aquél
trasciende en la Historia por su intensa brega modernizadora, por la
asunción santa de sus
deberes políticos. Siempre sobreponiéndose cual héroe de epopeya, a las
oposiciones encarnizadas de su tiempo trágico. Hércules deificado en la
lucha de Cíclope contra el Destino, es el “Aufklarer” positivista, el más completo y original en nuestro medio nacional, que
cree como pocos en el poder normativo de la racionalidad y la legalidad. Recordemos la evocación de
Schiller en su “Los artistas” (1791) en relación con este tema. Consta una breve y soberana
declaración de fe idealista del anciano don Domingo. Es su carta del
1-1-1888 al joven David Peña (1865-1930). Allí se define como un neto
develador del espíritu genuino del Pueblo y como un oficiante del
pensamiento superior del Bien y su concreción colectiva, combatiendo
fieramente al Dragón de la Barbarie
(“kampf mit dem Drachen”), “Había vendas espesas de ignorancia y de
barbarie en el pueblo y traté de arrancarlas”. Le advierte a Peña que
“guarde la pluma del orín del negocio”, de la corrupción en las
Ideas. Don Valentín sanjuanino, Le insta a que la empuñe firme y
resuelta como una espada, para que al
fin de la batalla lleve “el último pasaporte admisible, porque está
escrito en todas las lenguas: servir a la Humanidad”. Como Moisés en el
desierto, “en unos países le mostré caminos y mares que conducían a
otros más felices...”. El Marqués de Posa (de
“Don Carlos”, 1787, ed. definitiva en 1804), también
muestra una prefiguración de rasgos sarmientinos. Es el temprano
utopista, el maduro realizador de sus sueños, el maestro y reformador.
Diseña un proyecto de Sociedad Iluminista, coincidente con la cosmovisión
del cuyano, que creyó y trató de imponer, optimista, y a todo trance,
cartesianamente, con frecuentes contradicciones históricas. Observa
el autor de “Cartas
sobre ‘Don Carlos’” la frecuente diferencia entre las nobles
aspiraciones y la práctica, tal como se expande en los días de
Sarmiento. En esa obra tipica el genio sarmientino, de energía moral, idealismo vital y
sentido del Patriotismo. Los
Dioses de su altar. “No hay
orden o fraternidad alguna, que por más puros fines y nobles impulsos que
tuviere... se mantuviese siempre limpia de arbitrariedad en la aplicación”
(M. Schonfeld, “La influencia del Iluminismo en los dramas juveniles de
Schiller”, Bol. Est. Germánicos, UBA, 1955). Leemos en el drama citado:
“Grande es ¡vive Dios! la conciencia que tiene de su propio
valor” (acto 3, esc.3, cuadro 3, trad. de Lecluyse y Clemente,
Iberia). “No puedo resignarme a ser instrumento, cuando puedo ser
artista. Amo a la Humanidad” (acto I). El político visionario y
personalista, que arde en el fuego de sus grandes ideaciones,
se retrata: “El siglo actual no está maduro para mi Ideal. Soy
un ciudadano de los futuros siglos”. “Escribo para el Hombre que vendrá”
expresan, en clave, a coro,
ambos parangonados. Orador fogoso, el Marqués
habla al Rey en el tono de nuestro exaltado estadista: “Repartid a manos
llenas, como la Providencia, la felicidad entre los hombres. Dejad que
maduren los espíritus en vuestro universo”. “Una plumada de vuestra
mano, y regeneráis el mundo, lo creáis de nuevo. Dadnos la libertad de
conciencia”. “Haced que el ciudadano vuelva a ser lo que fue, es
decir, el fin a que se dirijan los esfuerzos de la corona, haced que no
tenga ésta más deberes que el respeto a los venerables derechos de sus
demás hermanos”. El autor germano dedica el
cap. 11 de sus “Cartas” de 1788 sobre el drama, al análisis de este
personaje, de neta fibra
sarmientina. La médula trágica y la riqueza humana , dieron fuente
relevante a la poderosa
concepción operística de G.
Verdi y G. Rossini (siglo 19). Por lo demás, éstos, apreciados vivamente
por el sanjuanino en sus agudas críticas de arte en Chile, donde juzga
positivamente su calidad musical e incidencia en la formación del carácter
juvenil (O. Com. t. 1 y 2). “La música ha llegado a apoderarse del
drama para mostrárnoslo a su
modo, y hacernos sentir nuevas bellezas ocultas en las palabras y puestas
de relieve por sus mágicos y apasionados acentos” (“El Mercurio”,
16-12-1841). “Lo que exige de sí es un
infinito, pero todo lo que hace es limitado”. Reconoce ello, en carta a
su hija Faustina Belin, (N. York, 10-9-1865): no se cree, “con derecho a
una felicidad en la tierra, que nos ha sido negada. ¿Por qué serás más
feliz que tu patria?... ¡Acabemos, pues, con las lágrimas!. Sé
mi hija en eso, en sufrir, en trabajar, en esperar para mañana o
para más allá el sepulcro, tú, en otra vida mejor que esperas, yo en la
justicia de la posteridad, que es el cielo de los hombres públicos” (J.Ottolenghi,
“Sarmiento a través de un epistolario”, 1939, p. 73; G. Moldenhauer:
“F. von Schiller y la generación romántica argentina”, Rosario,
1956: J. M. Corcuera, “Sarmiento y el romanticismo”, 1982). Figura tópica
del político romántico. Este romanticismo consiste en su teoría de la
perfectibilidad humana, su retrato de personajes históricos pasionales y
en su intensa conjunción de espiritualismo filosófico y realismo político,
de Razón y de Sentimiento. En sus “Recuerdos de
Provincia” (1850) y luego en sus “Memorias Miltares” (1884) evoca su
autor la época de sus aventuras de milicia (1828-1831), en las guerras
civiles, en sus arriesgadas y juveniles intervenciones en Pilar y Niquivil.
Constituyen su “flammentrieb”, su impulso ardoroso. Califica
estos años como “la realización de mis lecturas”, sus
“años de poesía”, permanente ejemplo de su “éxtasis del
entusiasmo”. Vive estas experiencias de “riesen kampf”, en leonina
lucha libertaria, en el espanto de la guerra y la alucinación.
Reflexiona: “era o hubiera sido un héroe, pronto siempre a
sacrificarme, a morir donde hubiera sido útil”: vivió tempranamente
una porción de la gloria, a la que siempre aspiró furiosamente
(R. Rojas: “El Profeta de la Pampa”, 1945, cap. 6). En el pensamiento de Schiller,
los hacedores, son los seres menos
precavidos, los que afrontan cidianamente
el riesgo y encaran la aventura al modo quijotesco. V.- Dignidad moral: Entienden como inherente a la
condición humana, la nobleza y dignidad de las intenciones y el rigorismo
moral del cumplimiento del deber, en lo público y en lo privado. En
cuanto a los Deberes “para con mi patria, mis pretensiones son muy
exageradas”, pues “en mí el patriotismo era una verdadera pasión"”(Sarmiento). Consuena con el juicio
schilleriano en sus “Cartas sobre la Educación estética del Hombre”
(carta IX, trad. V. R. García, Aguilar): “Mira adelante, hacia la
dignidad y la ley, y no vuelve la cabeza hacia la
felicidad y la necesidad”: perfila la constante normativa,
extremadamente seria y exigente. El don más alto del hombre, la palabra,
tiene como depositario al autor: “Esta condición se le presentaba (a
Schiller) como un privilegio y a la vez como un severísimo compromiso”
, reconoce Alfredo Cahn, en su “Goethe, Schiller y la época romántica”
(Nova, 1960, p. 67). Escribir significa para
ellos, una forma de combatir, de afirmar su militancia en la Libertad, de
realizar el Pensamiento. “Cambiad el rumbo a las
ideas, y en lugar de aspiraciones de partido, abridles un nuevo
teatro de acción y fomentad nuevas esperanzas” pontifica en Chile, en
“Argirópolis” (1850, cap.: “Del poder nacional”, O. Compl., t.
13). Es su prédica de Organización Nacional. Por su intención
revolucionaria, su aspiración a la Esperanza, su Romanticismo social. En su vehemente “Filípica
I” (otro cap. de la obra cit.) propone un cambio urgente en la historia.
Invoca una filosofía diferente de la sustentada por la tiranía rosista:
“Demos vuelta la medalla. Mostrémosles el costado noble, grandioso,
inteligente, alto, que estaba oculto bajo la planta del tirano”. Desea
inaugurar un “tiempo resplandeciente”, henchido de propuestas, como la
siembra en abundancia de una mies benéfica. “Del caos de crímenes, de
sangre y de barbarie, hagamos salir como el prestidigitador ante el público
espantado, una República embellecida por la desgracia, y sonriendo al
porvenir y a las grandes esperanzas”. Expone ese “pensamiento
grande”, de fe sostenida en el destino sudamericano. “Un pensamiento
patriótico, sublime” como lo calificó José María Paz (1782-1854). Los recursos de la Poesía,
la imagen y la metáfora, son utilizados por Sarmiento como medio
preferido para captar la grandeza y dramaticidad de la época terrorista
de Rosas (gobernó en dos períodos, 1829-1832 y 1835-1852). Concibe agónicamente
la Historia, como movimiento de lucha y liberación, al modo de las gestas
del mundo clásico. Por ejemplo, en una carta a Félix Frías (1816-1881),
su noble amigo, ponderado católico, literato y diplomático. El
26-1-1846, antes de partir a Río de Janeiro, Brasil, en viaje revelador,
comisionado por el ministro chileno Montt. Previene el fin del período
rosista por una derrota militar, con caracteres de horror, en el estilo de
la tragedia antigua: la adjetivación superlativa teñida de los luminosos
motivos que encienden las obras de Schiller. “Es verdaderamente
espantoso, ver cómo se degradan y prostituyen
los hombres en aquella atmósfera corrompida. Pero todo esto va a
cesar...El desenlace va a ser digno de drama tan terrible...Esto es
imponente. ¡Lucha tan terrible merecía desenlace tan grandioso!”. La
sintaxis asertiva del Profeta, el estadista,
impaciente, de elevadas miras: “el último resto español morirá de
muerte eterna entre nosotros”, “pero no sin haber conmovido la tierra
con su caída”. “Lo que va a seguirse después es un mundo nuevo, una
segunda revolución en América, el último resultado de la
independencia” (“Epistolario inédito Sarmiento-Frías”, ed. de A.
M. Barrenechea, UBA, 1997, p. 81-82). Su sólido ego trasunta la Fe en que
“tiene razón el que tiene la fuerza moral para triunfar”, la convicción
mesiánica y de encubrimiento político.
Este
hombre decisivo en los destinos patrios vivía sacramentalmente su misión
de Salvación, Liberación y Organización. “Mis viajes, mis trabajos a
favor del orden constitucional”, “mis esfuerzos constantes para hacer
prevalecer en América los intereses civilizados”. “La alta posición
que ocupo”, “mis escritos”, “han venido en estos últimos años a
hacerme el representante de las ideas que persigue con tanto
encarnizamiento Rosas, la esperanza de aquellos pueblos oprimidos”
(carta a Frías, 29-11-1849, ob. cit., p. 88). Magnifica su situación
personal, su oposición inclaudicable
y peligrosa “contra la política de aquel
monstruo”. “Yo soy en este momento el enemigo más
temible que se le presenta”. Se autodefine “un hombre bastante
conocido en sus miras, sus ideas y sus principios, para dar reposo a aquel
país, y echarlo de nuevo en la carrera de la civilización”. “El
porvenr de la República Argentina es grande” y él combate por
desarrollar la solución “noble, creadora, grande, duradera”. Traza su perfil estratégicamente,
del tipo del hombre público romano, estoico y patriota. Alienta, anima,
volcánicamente: “digno es sin duda de sufrir tanto por la Patria,
puesto que tanto sabe sentir sus dolores” (ob. cit., , 23-2-1845, p.
62). Se propone como el postulante modélico. "Sería para mí, la
gloria más pura, llegar un día a influir en los destinos de mi país,
sin otros medios que las buenas ideas, la sanidad de los propósitos y sin
otro auxilio que el de los hombres ilustrados”. Por esta misma época
recuerda con hondura contenida en una incidental, pero definitoria reflexión,
en carta desde Yungay a Modestino Pizarro (8-4-1851, en tomo 13 de sus
Obras). Siente con igual agitación visceral los temas simples y de más
delicadeza afectiva, así como los de historia política o de moral más
severos y públicos. (Alfredo Orgaz: “Tres ensayos sarmientinos”, Córdoba,
1967; G. M. Fernández: “Aficiones y ternuras del prócer”, Rosario,
1938). En prosa de grave tono
oratorio, ciceroniano, consciente de su figura y sentido misional, del
“puesto que puedo asumir en la historia de mi país y en la dirección
de sus destinos, tan grandes, tan solemnes”. Y con motivo de su
peregrinaje republicano, se pregunta: “¿Mi brusca sinceridad le ha
lastimado?. ¡Hallóme al
tocarme de cerca, más pequeñito...?”. Expone al destinatario de su epístola,
su vocación de caudillo alfabetizador: “que están esperando que se les
haga brotar, levantarse”, “en una lucha cuyo blanco es la elevación y
la grandeza” . Revela su vigorosa contextura mental: “la elasticidad
de mi espíritu no me deja permanecer encorvado,
bajo el peso de las contrariedades. Aguárdolas aún, y me preparo
para combatirlas”. La sublimidad de la poesía
épica y los amplios períodos de su
estilo, son captados por su sensibilidad, para retratar una etapa
que considera nefasta. La obra de zapa de la pluma doctrinal
unitaria, ha sido cumplida: “El trabajo lento y paciente del pensamiento
argentino se ha terminado al fin. Las grandes ideas de regeneración se
han completado, generalizado y desenvuelto”. Lo sigue “la hora de la
espada”: “Lo que eran deseos convirtióse ya en hechos”. La teoría
se pasó a realidad. En su wagneriano escrito “El desenlace se
aproxima” (publicado en “Sud América”, 9-7-1851, reproducido en el
tomo 6 de sus O. Completas, "“Política Argentina, 1841-1851”).
Los años del despotismo adquieren en su mente y estilo los caracteres de
espanto, de “grande y solemne catástrofe”. Y remonta las dotes
creativas de su prosa, acercándose a la poesía simbólica del
Romanticismo y al Idealismo Liberal.: “El sol que creería alumbrar un
cadáver en la República Argentina, encontrará un águila que osará
mirarlo de hito en hito, y remontar su vuelo a las regiones etéreas”. Explica, valora, casi se
disculpa el periodista recio, el brutal polemista: “Las
imágenes de la poesía son permitidas al hablar de un pueblo cuya
historia es una verdadera epopeya, un drama, como la fantasía no ha
sabido inventarlo". ”La poesía superior de la pasión libertadora
es completada, seguida, en el ritmo sinfónico de la estética sarmientina,
con las justificaciones de las cifras y los hechos relacionados con la
organización, “la oposición militar al gaucho de Los Cerrillos”. En relación con el
establecimiento de Correos entre Buenos Aires y las provincias, por
ejemplo, el sanjuanino anota, ya en 1855, su ideario de fraternidad
internacional: “Preciso es que los intereses se hallen de tal manera
unidos, que ellos más que la política obren la deseada reuníón”. En
el artículo del 5-8-1855 de “El Nacional de la semana”, reproducido
en el t. 24 de sus Obras, continúa: “Las relaciones se fomentan por
medios materiales, por la prensa, por la correspondencia, por el
transporte fácil de las personas”. En “Sobre la Gracia y la
Dignidad” (1794) Schiller considera que la mayor dignidad y valor moral
de la vida reside en “la moral de Fiesco”. Éste, en Génova, muere
conspirando contra el tirano y superando su propia ambición política, en
aras de obedecer a su libre y pura conciencia republicana. Opina que
“Hay una nobleza democrática que a nadie puede hacer sombra,
imperecedera, la del patriotismo y el talento”. A ella, en su acertado
concepto, pertenece el “condottiero” de Génova. En su “Ensayo sobre
Schiller” (publicado en el año de su muerte), Thomas Mann (1875-1955)
medita: sobre el humanitarismo universal que el autor de “Wilhelm Tell”
postula y que el Premio Nobel 1929 reasume en la época crítica de la
pos-guerra. Es el mensaje fraternal de su “Programa de las Horas”, de
plena vigencia hoy, contra el “demonio acosante” de la pugna política
que no permite la construcción sólida de un Estado que dignifica al
hombre. Coincide con el discurso
sarmientino por la Organización nacional
y el abandono de los intereses particulares, y del desgaste de la
polémica desintegradora de la conciencia cívica (en los gobiernos de
Roca y de Juárez Celman, p.ej.). La “Proclama” aludida
anticipa el programa de “El Censor”: “llevar a horizontes más
abiertos las cuestiones políticas de la época”, Contra el remedio de
la violencia y los levantamientos armados, el anciano maestro propone
(Obras, t. 52, 1885): “recordar a cada argentino sus deberes y su alta
misión en América”, que es enaltecer la condición vital del
ciudadano. “¡Con qué claridad he percibido que el
que supo dominar su enfermedad, podría ser el médico de nuestro
tiempo enfermo, si lo recordáramos como lo
debemos recordar!”, concluye el autor de “la Montaña Mágica”,
En su estudio sobre “Goethe y Tolstoi”, que forma parte de su obra
“Nobleza de espíritu”, señala también la médula del escritor alemán.
La encuentra en su “pathos” de la libertad radical y en su contribución
a la determinación del ser germano. En la bandera de una
“espiritualidad dictatorial”, para la que “toda humanidad, toda
distinción, toda nobleza humana” es vista desde la tensa perspectiva de
su emancipación. Acuñó míticamente el
teatro nacional con sus caracteres trágicos de tipología universal.
(también, T. Mann, “Exigencias de la actualidad”, cap. “¿Vive aún
el espíritu de Schiller en nosotros?”, Obras, ed. Plaza y Janés,
Barcelona, t. 3). VI.- La libertad, una
constante. En unan nota a su “Las
ciencias del espíritu y la escuela” (1922), el pedagogo Eduard Spranger
(1882-1963) señala el concepto de “ser de libertad” en Schiller, que
decisivamente, ha personificado Sarmiento en la historia sudamericana del
siglo 19. Naturaleza de combate que usó todo su ideario activo contra el
orden preexistente; la barbarie gaucha y luego la cosmopolita, el orden
colonial hispánico, el “sanchismo” del medio político en sus últimos
años. Los “rayos de luz y de victoria”, la potencia vitalmente
educadora del mensaje schilleriano construye una potencia álmica aún
hoy, inagotable, necesaria de desarrollar en los días actuales, según
advierte el maestro. En sus “Viajes” (1849),
en carta a su protector chileno, el mandatario, conservador y a su vez
progresista, Manuel Montt (1809-1880) desde Gotinga (5-6-1847) Sarmiento
enuncia su idea de Civilización y Democracia, y lo reconoce sólidamente
encarnado en Suiza: “La Suiza (...) me ha rehabilitado para el amor y el
respeto del pueblo”. La nación helvética ejemplifica la finalidad del gobierno republicano: “la elevación moral
del mayor número de individuos”. Representa en el alma sarmientina, a
Dios reflejado en la Naturaleza. Su visión teofántica, teológica,
trasunta un romanticismo espiritual. En “Viajes” compara esta nación
privilegiada con Italia, por su arte maravilloso: “La Suiza es en
bellezas naturales, lo que en las artísticas es la Italia; aquí Dios
directamente, allá el genio del hombre, arroban el espíritu, lo elevan y
sacuden con emociones a cada paso renovadas”. Aguza su estilo, para
describir dinámicamente, animizando
la naturaleza y transmitiéndonos su emoción religiosa, estética
y alacre, hedónica, adánica: “se experimenta una grata sensación de
vida, un placer íntimo que imprime al semblante un sonreír continuo”.
Y, finalmente, necesario en su genio poliédrico la perspectiva política
y social. Enaltece la
democracia aldeana de la Federación Suiza. También el dramaturgo del
Clasicismo de Weimar retrata en su célebre “G. Tell” (1804), la
eclosión del sentimiento popular de la libertad, la epopeya de la rebelión
del pueblo soberano contra la opresión, el derecho a la igualdad de los
ciudadanos. Oda exaltada, canta el Poeta a la Libertad y la Unión e
Independencia: “Abre paso. Cae la flor de la nobleza. Y la libertad
enarbola su estandarte!. ¡Que ninguna comarca se mantenga indiferente a
la libertad de otra comarca!”. Es la pintura del estado racional, en el
que imperan los postulados de la Revolución Francesa (1789) que anunciara
su “Oda a la Alegría”
(1785), Sarmiento, en
diversas ocasiones declaró explícitamente su culto a estos ideales, su
fe de Cruzado en ese mundo transparente y global del futuro (Vbgr. en su
“Alocución a los Jóvenes”, discurso popular del 21-7-1883, en Obras
Compl., t. 22). En el sentido metafísico
schilleriano: “Como debe desaparecer todo istmo que separe dos mares,
debe evitarse que ninguna creencia que a los hombres embarace la unión íntima
de pueblos, toda distancia
entre los hombres y las ideas debe suprimirse”. Su “maximum bonum”:
“conquistar la libertad de la raza, significa luchar por todos los
pueblos y vale por toda la eternidad”
(“La edad de Goethe y Schiller”, Ilse M. de Brugger, Capítulo
Universal, CEDAL, 1968; de la misma académica, “La idea de libertad en
Schiller”, en “Humanitas”, n° 36, 1960). El maestro sanjuanino,
aconseja como temprano Profeta macluhaniano, hacia la “global village”:
“Quiero daros un derrotero que guiará vuestros pasos en los tortuosos
senderos que encontraréis. El vapor, el cable, los códigos, las
instituciones libres, inclinan a todos los pueblos civilizados, y
arrastraron a todos los de la tierra, a confundir sus ideas, sus
creencias, sus usos y su industria”. La Libertad en la idea
es una conquista humana, de amplia y profunda entidad. Implica lo
político y social, pero esencialmente lo metafísico: es “more
kantiano”, autonomía moral, independencia espiritual, imperativo ético. Evidente se perfila la
ejemplaridad de la fuerza moral del Estadista argentino. Ilustra
meridianamente la máxima leibnitziana de que el mayor valor de un hombre
es su actuación personal. Su felicidad suprema
consiste en el despliegue positivo de su obra de Organizador y
Constructor, fundador de ciudades. “Vida activa y extraordinaria, grande
y admirable aún con todas sus fallas”. Nos ilumina la firmeza y el
valor del líder político que fue don Domingo, que lo aproximan al
schilleriano Albrecht von Wallenstein.
Participa aquél de los caracteres del aristotélico, el hombre
realista, impresionantemente dinámico y asimismo, platónico, que estudia
el autor de “Poesía ingenua...” (“Uber naive und
sentimentalische Dichtung”). Sus objetivos de Civilizador pragmático son altos. (N.Luján:
“Wallestein, enfermo de poder”, “Capítulo Médico”, ag, 1988, a.
2, n° 15). “Es más indicado para despertar en nosotros un gran
concepto de las posibilidades de la humanidad y para inspirarnos respeto
por su destino”. “Cierto que es magnánimo, pero es muchas veces
injusto, porque con la misma facilidad pasa por alto la personal en los
otros”, “tiene tan elevado concepto de la humanidad que corre peligro
de despreciar a los hombres” (obra cit., trad. de Juan Probst y Raimundo
Lida, 1954). El controvertido
peleador de “Las
ciento y una” y “La escuela ultrapampeana” luce ostensiblemente lo
que Schiller considera uno de los más grandes méritos humanos: la energía
jupiterina, la vehemencia y soberanía del carácter: “esta energía del
carácter, el resorte más eficaz de todo lo grande y excelente que hay en
el hombre” (“Cartas sobre la educ. estética...”, carta X), “cuya
ausencia no se puede suplir con ningún otro mérito por muy grande que
sea”. Condición absoluta de “lo permanente” de la persona, reitera
en la Carta XI. Se dirige a Mitre desde Río
de Janeiro (13-4-1852) y declara en consonancia con estos conceptos:
“Antes de todo, en todas las transacciones de la vida pública y privada
quiero ser siempre yo, tal como la naturaleza me ha hecho, y no
deformado por las presiones
exteriores”. Con esta afirmación personalista, Catecismo de “Don
Yo”, sobre su propia
idiosincrasia, ilustra y comenta los pensamientos de dichas “Cartas”.
Persona y Estado; en el ser finito, en su fenomenología, “el yo
permanente”. La persona “se revela en el yo eternamente persistente y
solo en él”. El “impulso moral”. Y en el devenir, en la sucesión
temporal (“impulso sensible”) y las variantes circunstancias, “las
presiones exteriores”. Existe en verdad, se manifiesta en la acción.
“Esta materia variable acompaña (al hombre) a su yo”, “permanece
continuamente él mismo en todo cambio”. Allí radica el principio de
la unidad del hombre y la divinidad e infinitud: “existe únicamente al
cambiarse, y sólo al permanecer invariable es él quien existe”,
“logra la extensión máxima del ser”. Es la clave de su Yo imperial:
máxima intensidad de la sensibilidad y de la voluntad (según la
“Doctrina de la Ciencia” de J. Fichte). Suprema tensión de la acción
moral, de elevación material y espiritual de la vida republicana. Concibe un estado ideal, al
modo schilleriano, armónico, justo, legal y ennoblecedor de las más
bellas dotes de lo Humano. Concepción sensorial y equilibradamente
racional, de lo que resulta una total libertad
(cartas 17 y 19 de la “Educación estética”. Es el Estado del
ciudadano libre, con la igualdad de derechos y deberes como norma
prevalente (carta 27), “la construcción de la auténtica libertad política
es la más completa de todas las obras de arte”. VII.- Los idealistas románticos: Paradigmas de Jerarquía del
Intelecto y la Voluntad. “Educadores del género humano”. Fructíferas
obras de política y literatura. Magna extensión y rica actualidad de sus
vidas. Integran la lista de “Los forjadores de ideales” que son
estudiados en “La moral de los idealistas”, capítulo de “El hombre
mediocre” (1913) de José Ingenieros, el notable escritor y científico,
1877-1925. Sarmiento comprende su propio
ser en términos dramáticos. Como un carácter trágico. Una pasión de
Vida y Acción. Profesa un concepto teatral y elitista de la Historia,
como drama de acción de los individuos sobresalientes. Huracán Hacedor.
“Deus Creator” andino. Lo afirma en reveladoras epístolas íntimas a
Mitre, fundamentalmente politico
y hombre de Letras: “La
serenidad de su espíritu no
le deja a usted comprender las pasiones y los caracteres trágicos; y
después de haberme dado un consejo blando, cree Ud. que el volcán no hará
erupciones” le escribe al Presidente-historiador (carta de oct. 1862, en
“Sarmiento-Mitre. Correspondencia”, 1911, p. 158). Prometeo bullente
de proyectos. “Mi ambición
es tener poder para crear, transformar, realizar” (loc. cit., p. 154). En su escrito “Idealismo
Personal”, Schiller bosqueja su cosmovisión “humanista” que se
refleja en el pragmatismo y voluntarismo sarmientinos. El mundo se
estructura “plásticamente”, en el sentido de que es según lo
hacemos. El mundo no existe sin nosotros, “es lo que se hace de él”.
En ese aserto se fundamental el Hacedor cuyano (véase “Pragmatismo”,
1907, de W, James, conferencia 7). Se reconoce como un hombre exigido,
entre dos mundos. El recinto
doméstico le oxigena la vida
pública y anhela antitéticamente, conflictivamente, los días hogareños,
el refugio de la vida del corazón. Por la misma fecha, le confiesa a Domingo de Oro: “A los
que están como Ud. en el
fondo de mi existencia, puedo decirles que me fastidio pasablemente
de ser gobernador, hombre público y demás, y no podré ser hombre
privado. Yo soy como los anfibios según una definición, que no pueden
vivir en tierra, y cuando entran en el agua se ahogan” (loc. cit., p.
159-160). Según
puntualiza en su “Diario de Gastos”, el 22-8-1846 el joven
viajero argentino compra en París (O. Compl. t. 5): “Oeuvres de
Schiller en allemand – ofr.”. Allí estudia “el rebelde idioma”.
El 23 declara empezar a estudiar “la lengua de Schiller y Goethe”.
Compra un gran “Dictionaire Allemand” (20-7-1846).
Anota además: “20- Juillet- Grammaire Allemande” (cito por
ed. Museo Hist. Sarmiento, 1950, reprod. facsimilar con estudio y
ordenamiento por A. P. Castro). Desde tiempo antes mantiene
correspondencia con Johann Eduard Wappaus, doctor en Geografía y Estadísticas,
de Gotinga, entusiasmado con el tema de la
“Emigración Alemana al Río de la Plata y a Chile” (1851,
“Notas” de Wappaus; refer. en “Sarmiento y Alemania” de Leo
Pollmann, ed. crítica de
“Viajes” por Javier Fernández, 1993, p. 829-852). En sus “Viajes”, en carta
a Carlos Tejedor, 1846, expone su concepción de la figura mítica y mística
de la “Pucelle” de Orleáns (1412-1431, canonizada en 1920 como Sta.
Juana de Arco). Se anticipa a
George Bernard Shaw (1856-1950) quien en su “Santa Juana”
(representada en 1923) la considera como modelo paradójico de mito y ser
humano, talento militar e ímpetu señero. El sanjuanino explica “este
raro hecho del origen de aquella sublime fascinación del espíritu de una
mujer”. Su ojo metafísico afirma que debemos “buscar su origen en los
poderes sobrenaturales que el entusiasmo da al alma humana cuando una
profunda idea la labora”. El crítico Mauricio
Rosenthal, en su “Sarmiento y el Teatro” ubica a este enfoque
religioso entre dos ilustres antecedentes de personificación dramática:
la racionalista de Voltaire (1694-1778) (“La doncella de Orleans”,
1775, poema cómico-heroico) y la romántica de Schiller (de 1801),
providencial y libertadora. A esta versión se acerca la anticipadora e
inteligente teoría sarmientesca,
en que el escritor realza el milagro y el conflicto entre el amor y las
exigencias de una misión divina.
El primer antecedente de una
interpretación religiosa de Juana, se produce en vida de ella, “Le
Dittie de Jeane d’Arc” de Cristine de Pizán, 1363-ca. 1431-1440. Es
evidente la tragicidad mayor de la “Jungfrau von Orleáns”
schilleriana: conflicto entre la sensibilidad amorosa y el deber de su
misión patriótica, restauradora de la libertad de su Nación. Símbolo
del idealismo germano: la mística guerrera, la gracia y fuerza femenina. También nuestro político,
en su semblanza de Doña Paula Jara (1851, Obras, t. 3), evoca a la
heroica francesa, “la huacita” que salva un país. Su amiga chilena es
reencarnación, en su juicio, de ese espíritu mujeril, de extrema
inteligencia y sensibilidad, excepcional clarividente. El análisis biográfico
les sirve para elevar sus
reflexiones al plano abstracto, en su expresión más perfecta, como
arquetipos universales al modo del
autor de “La República”. Es una constante del “espíritu
filosófico” del primero, como advirtió Alberto Palcos en su obra
principal dedicada al prócer (cito por 4° ed., 1962). Se refiere a su
tendencia predominante “a remontarse desde lo concreto a la zona de las
ideas generales” y en sentido contrario, “elevar a la categoría de
doctrina” sus actos políticos,
formular teorías explicativas de los hechos que observa o que
protagoniza” (loc. cit. , p. 280). En el discurso sarmientino
advertimos esa “mezcla singular de visión concreta y de dones
abstractos” que Goethe (1749-1832) asignó con agudeza en la poesía de
Schiller (carta, 6-10-1795): comunión de la observación más realista
con la elevación de la alusión más espiritual, de la cultura histórica
o religiosa. Don del simbolismo: “mi pensamiento se inclina más
naturalmente al símbolo”, se autoanaliza el autor de “Don Carlos”.
Junto con su cualidad de otorgar significación simbólica a sus
meditaciones, anota Schiller en su personalidad de artista y filósofo
“la tendencia espontánea de mi naturaleza”, “cuán pobre soy en lo
que se llama el saber adquirido” pero “más abundante en su aplicación”
“Cuánto más restringido
es mi pensamiento, me resulta más fácil recorrerlo en todo sentido,
frecuente y rápidamente, y es por esta misma razón que consigo hacer
fructificar mejor mi pequeño caudal, y crear por medio de la forma, la
multiplicidad variada que falta al contenido” (“Goethe.Schiller. La
amistad entre dos Genios. Su correspondencia”, 1946). Esta propiedad dinamizadora y
fertilizante del pensamiento civilizador es la que encontramos en el
animador cultural sanjuanino. Ideas-fuerza con gran variedad de
desenvolvimiento, “manteniendo un movimiento y agitación continuos y
perpetuos”, y gran impulso de propagación. Representa el meollo de
su campaña para derrotar la Barbarie, que aún hoy sigue vigente y
urge aplicarlo. “Los grandes pensadores y
los grandes guerreros son miembros de una sola familia; que reciben un
legado y son los testamentarios de las grandes ideas” (Sarmiento, Obras,
t. 3). En ello consiste su “ethos
romano”, su postulado sobre la existencia de una familia ideal, de los
espíritus cultores de las grandes causas. Su propio linaje, su genealogía
áurea. Teoría romántica que profesa también el autor germano (N. Rosa,
“El arte del olvido”, 1990, p. 99 y sig.). VIII.- La educación del
hombre: Juan B. Terán (1880-1838) en
su “Espiritualizar nuestra escuela” )1932) incluye su discurso como
presidente del Consejo Nacional de Educación: “Sarmiento”, 11-8-1931,
ob. cit., p. 163-169. Su lectura de un original pensamiento nos ha
sugerido vincular a Sarmiento y a Schiller, por su”alma de maestro”.
Por su intención primera de humanizar la escuela para espiritualizar al
hombre. Acendrado moralismo y
esencial trascendentalismo. “Era un espiritualista. Creía en Dios y
en la libertad moral”. Cumplió Sarmiento, a través del
torbellino de su caudalosa literatura apostólica, con las agudas
meditaciones schillerianas en su 9° carta sobre “La educación estética”:
“Da a tus contemporáneos no lo que ellos aplauden, sino lo que ellos
necesitan.”. Puntualiza
el método y la finalidad sarmientina. Incorporar al ciudadano común,
por la educación elemental, a la convivencia democrática, por la posesión
y ejercicio reflexivos de todos sus derechos y deberes. “La idea de la
educación popular como institución política”, “preparar las nuevas
generaciones en masa para el uso
de la inteligencia individual por el conocimiento aunque
rudimental de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón”.
Levanta su enérgica
propuesta: “Fundemos, pues, escuelas en cada barrio, en cada
departamento, y que en cinco años se levante una nueva generación para
la riqueza, para la moral porque es inteligencia, y habremos
centuplicado nuestras fuerzas”. Porque su ideario, contra tanta
mediocridad, envidia o injuria, ha sido y continúa vigente: “Lo que
constituye una nación. El hecho capital característico, es la comunidad
de sentimientos y de pensamientos, es la voluntad sin cesar renovada de
mantenerse unidos todos los individuos y prolongar la existencia de una
nación”. Cumpliendo el magisterio
schilleriano, Don Domingo obró según “la necesidad de hacer concurrir
la ciencia, el arte y la política al único fin de mejorar la suerte de
los pueblos, de rehabilitar al pueblo y a todos los que sufren” (1842).
El “cristianismo constitucional” que practica como gobernante, y su
optimismo pedagógico, se vinculan con el
propósito humanista y fervoroso idealismo de la perfección
humana, que profesa el
animador de “Los bandidos”. “A los niños debe enseñárseles
aquello que eleva el corazón, contiene las pasiones y los prepara a
entrar en sociedad”. Cultiva el concepto estético
de la Instrucción: “Era mi plan hacer pasar una generación de niñas
por sus aulas, recibirlas a la puerta, plantas tiernas formadas por la
mano de la naturaleza y devolverlas por el estudio y las ideas esculpido
en su alma el tipo de la matrona romana”. Labor artística, casi
artesanal, sagrada, del maestro. Tarea socrática de consagración
interior, de siembra trascendente y labrantío, así entiende el fundador
del Colegio de Pensionistas de Santa Rosa, la tarea educadora. Trabajo de
alumbramiento y enriquecimiento de la conciencia, mayéutica del hombre
libre. La erección de escuelas, que
equipara a la de templos, su brega educativa, la considera concreción de
“esa otra piedad ilustrada que nos hace admirar, como el más bello
homenaje a Dios, la cultura de la inteligencia y del corazón que deben
guiar las acciones de las criaturas sobre la tierra” (“Introducción”
a “Educación Popular”). Entiende la escuela como la
promoción de las mayorías a la “vida noble”, “por la facilidad de
obtener medios de subsistencia, por el aseo que eleva el sentimiento de la
dignidad personal y por la cultura del espíritu”. El objetivo: “elevar el
alma humana por el conocimiento de las verdades arrebatadas por la ciencia
al secreto en que las tenía la naturaleza”, “ser como Dios lo tenía
previsto, criaturas inteligentes y
creadoras por la ciencia y las bellas artes” (1849, Obras, t. 11). La educación ha de procurar
la creciente vitalidad, una mejora del género humano, una apertura a lo
bello y lo santo, virtud y racionalidad crecientes. “La religión, lo
bello, el amor, el patriotismo, sin dejar de ser afecciones sublimes, son
racionales” (Obras, t. 4). Ocuparse en la Instrucción Popular
constituye tarea religante. “La civilización moral y cultura
intelectual”, evidencian “que en efecto fue creado el hombre a imagen
y semejanza de Dios” (“Discurso a la Bandera”, 1873, Obras, t. 21). Terán
sorprendió la médula “pneumática” del mensaje sarmientino,.
“Artesanía de almas”, acercamiento paulatino al Bien, al sentido de
la conciencia personal y colectiva. El labrado cuidadoso de la Conducta.
La función Cultual del Magisterio. No el sarmientismo reduccionista ni el
antisarmientismo jibarizador...: “hice entonces mis dos años de filosofía
e historia”, “empecé a sentir que mi pensamiento propio empezaba a
moverse y a querer marchar”. En “Recuerdos de
Provincia” (Obras, t.3) explica con una comparación fluvial, el origen
de nuestras Ideas: “¿Cómo se forman las ideas?. Yo creo que en el espíritu
de los que estudian sucede como en las inundaciones de los rios, que las
aguas al pasar depositan poco a poco las partículas sólidas que traen en
disolución y fertilizan el terreno”. Memora su nutrición en la
biblioteca filosófica de Manuel Quiroga Rosas en 1838 (C. H. Guerrero,
“Tres románticos sanjuaninos y S.”). En “Recuerdos...” traza
su entrañable retrato histórico: “mi vida tan destituida, tan
contrariada, y, sin embargo, tan perseverante en la aspiración de un no sé
qué elevado y noble”. Y dibuja figurativamente el drama histórico-político
de su gesta capital del Espíritu
contra el Colonialismo y la Barbarie: “me parece ver retratarse esta
pobre América del Sur, haciendo esfuerzos supremos por desplegar las alas
y lacerándose a cada tentativa contra los hierros de las jaulas que la
retiene encadenada”. Ricardo
Rojas con su poema “Sarmiento” ha captado el carozo del
Prometeo de San Juan de la
Frontera, su arenga fertilizante de Cruzado del Alfabeto: “ante el
porvenir abiertos / su palabra, vibrante de virtudes, / quiso anegar de
luz las multitudes / en medio de las sombras del desierto...”. Actitud
de rebelión y esperanza, avanzada en el “hostil follaje”,
despliega “sus límpidos ideales”, “en abrir en el ramaje / surcos
de luz” (“Las Hachas”, de su “La victoria del Hombre”, 1903).
Sigue los conceptos vitalísimos del propio sanjuanino en su Discurso al
cumplir los 75 años de edad (1886, Obras, t. 22): el perfil del Liberal
criollo, el “pioneer” del Zonda, y del tiempo en que se jugaban la
vida por las viejas y eternas Ideas de Patria y Honor. Escribió Thomas Mann en sus
“Diarios”: “Santa fiebre de Schiller por el encendido de las ideas
espirituales y la preocupación por el Ascenso Humano integral. . Por la total entrega e
invocación a la Alegría (desde su inmortal
“Himno” de 1785 uno, la exaltada invocación a la armonía del
universo, o la santificación de la risa y el buen humor y la acción
constructiva, el otro). Poesía como Inspiración, entusiasmo y expansión
del ser. Por ello en su carta a Posse (del 3-7-1862) llama a esos valores
que lo inducen a concretar sus más profundas aspiraciones de hombre político
“la poesía de mi espíritu”. Tarea espinosa y desafiante, “poder
obrar en medio de las resistencias”, “hacer dar un paso adelante a los
pueblos”. Es la virtud por excelencia, la poesía del “Camino del
Lacio”. Su alma brava se levanta como un edificio sólido que sostiene
de Poesía. Tal lo imagina en otra carta al amigo tucumano (5-12-1862):
“mi espíritu se mantiene apuntalándose con ideas y proyectos de
mejora”. Su impronta está indeleble en sus respectivas naciones. IX.- Creación: En
su particular “Juicio
Universal” (1946-1955) Giovanni Papini nos presenta una enciclopedia
biográfica donde entre muchos ilustres,
incluye a Schiller, porque el sentido de la obligación, la libertad y la
responsabilidad fueron los pilares de su “razón práctica”
kantiana. “Toda la vida obedecí siempre el más alto deber,
aunque fuese duro”.
“Salud, buscar una posición
fuerte en la vida y morir en ella” manifestó Faustino. Su médula,
afirma Papini, radica en sus virtudes de poeta salutífero, pues alimenta
el sueño de que con su remontado arte mejorará la Humanidad. Nuevamente
Sarmiento nos recuerda que procuró siempre vibrar “entre los
sacudimientos violentos de las ideas, del entusiasmo o de la esperanza”.
Los escritos de ambos han sido “saetas de fuego”, “líneas
solares” contra la barbarie ética; “sólo el poeta –el poeta trágico-
podía sacudirlos y
despertarlos”. Representó caracteres
superiores, idealizados, con el santo propósito de divinizar
progresivamente al hombre. “¿Mi brusca sinceridad lo ha lastimado?. ¿Pero
y la patria, y la libertad y el mundo de cosas sublimes que están
esperando que se les haga brotar, levantarse, no son más altas que todas
esas pequeñeces?” (“Cartas y discursos políticos”, ed. de J. P.
Barreiro, ECA, 1963). “Aunque una sola criatura
se hiciera menos vil y desgraciada
en virtud de mis versos y tengo la certeza de que no fue una sola mi vida
no ha sido inútil para los hombres”. Así resume el alemán, desde
la pluma papiniana (ed,
Aguilar, t. 5, p. 632-633, cap. “Poetas”). En sus estudios sobre “La
ortiga del mar” (1883) el sabio Germán Burmeister (1807-1892) admirado
por el sanjuanino, a él dedicados, lo compara con
el ejemplarismo ético de Sócrates y ante los ataques frecuentes a
su vitalismo
desbordante y su intelecto dotado,
cita, aludiendo a su grandeza “inabarcable”, unos versos de Schiller,
célebres en su reflexión: “El mundo quiere manchar lo que brilla, y
deprimir lo sublime en el polvo”. Meditación apropiada que sintetiza
los ataques, viles, aún hoy, a la memoria sarmientina (cit. por Palcos en
su obra mencionada, 1962, p. 335). Sarmiento endiosa la labor
creadora del Gobernante. Concede supremacía a la comunión de ideas como
base de una política sólida. Con clara reminiscencia del Himno
musicalizado por Beethoven, proclama en 1851 en el diario “Sudamérica”
(Obras, t. 6): “Tiendan una vez por todas a echarse en nuevas vías.
La existencia les va en ello, el porvenir de allí depende; únanse
en un interés común, comuníquense sus ideas. Dejen penetrar y discutir
las ajenas, y entonces sentirán que la voluntad es un Dios creador cuando
se dirige a fines laudables”. Como el esotérico y seductor
Ramos Sucre enfoca a Shelley y a Schiller, vemos reflejado a Don Domingo
con el escritor germano. “Descontentos.. y oratorios. Intrépidos
heraldos, videntes irritados”. Plumas altivas, remontadas aspiraciones.
Similar temperamento pasional, “sostienen y vibran en la diestra un haz
de rayos”. Aparecen como
dioses potentes, en las Letras y la Historia, en sus mensajes renovadores
(autor citado , en su “Sturm und Drang”, artículo en “La Torre de
Timón”, 1925, de su “Obra poética”, col. Archivos, 2001, p. 42). “Luchar por todos los
pueblos, vale por toda la eternidad”, ha sido la máxima aspiración de
estas “Almas de Fuego”. Definitivamente, Sarmiento es
el hombre íntegro “der heidenschaft”, de la pasión y “der Kamph”.
Del Combate alfabetizador y republicano.
El poema de Schiller “Die Worte des Glaubens” contiene el
‘leit motiv’ de la obra sarmientina: palabras de Fe y de Paz, como
Demetrio, el personaje de su postrera tragedia.. El Poeta, el Filósofo,
la Mujer, tienen la misión de Educadores y de Armonizadores sociales (“Die
Kunstler”, 1789, “Los artistas-1ª. parte”,
sus cartas sobre Estética, “Wur der Fraguen”, poema “La
dignidad de las Mujeres”, “Das Lied von der Glocke”; “La canción
de la campana”, etc.). También rinde culto a la sátira y la crítica más beligerante y fogosa. Sobre todo en sus composiciones juveniles de su “Antología del año 1782” y después en sus epigramáticas “Xenias”. |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
Ir a índice de América |
Ir a índice de Gagliardi, Guillermo R. |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |