Paz y civilización en el ideario de Sarmiento y Tagore
Guillermo Ricardo Gagliardi

El ideario de Rabindranath  TAGORE  (1861-1941) se encuentra, por ejemplo, en su “Ciclo de Primavera”: se resume en el sentido de salir al mundo y reformarlo. Esa es asimismo la dirección fundamental del pensamiento y acción de Domingo Faustino

 SARMIENTO (1811-1888).

Es la vida como Dación. El mundo concebido heraclitianamente. Como cambio y movimiento. La alegría de la acción creadora. La entrega pasional a los grandes ideales realizables. La suprema valoración de la Belleza de los seres y las cosas..

“Por lo que a mí respecta, vuelvo a mis antiguos amores carapachayos, atraídos por la eterna primavera de la vegetación, y por ese húmedo olor a creación  que exhala el terreno bañado por las aguas (...). Quiero vivir, y me establezco donde más se vive, en las Deltas que se están formando....”

(Sarmiento, Obras Completas, tomo 42: “Arquitectura y paisajes isleños”, 25-02-1885).

Si Tagore  hubiera leído las páginas sarmientinas sobre la belleza de las islas del Delta, habría reconocido un antecedente ilustre de su sensibilidad profunda, de su comunión con la naturaleza agreste, de su religiosidad pánica.

“...moverse, sentirse vivir, reír, volver a su casa después de haber sido divinamente bruto”  expresa el sanjuanino al regreso de sus felices estadías delteñas, para volver a “las musarañas de la vida civilizada”.

“todas las flores se abren en mi cuerpo; la juventud entera de la tierra y de la mar humea  en mi corazón como un incienso. Y el aliento de todas las cosas hace cantar, como flautas, mis pensamientos”  escribe consonantemente el indio.

Se entregan en estado de alabanza al “espíritu de la tierra”. En ese viaje glorioso a su isla Prócida, el maestro cuyano se yergue “en la soledad desbordada, donde todas las cosas son vistas como por su creador”.  Son sus “horas doradas”.

Frecuentemente furibundo y desmedido, cuando no, ególatra exacerbado, el genio proteico de Sarmiento presenta este diamantino aspecto, estético y espiritualista, coincidente con el poeta de la India. Cuando se revela excepcional sentidor de lo sublime en su apología del mar (“Diario del Merrimac”), el afectuoso celebrante de “Mis pajaritos”  (Obras, tomo 46). Anteo criollo, su yo tagoriano, esencial y el más ignorado por la crítica, se enlaza en complicidad amorosa con lo que contempla. Adquiere entonces luminosa entidad,  el “ethos oriental” (fiesta-goce-carnalidad) de su temperamento.

En la bahía de Río de Janeiro, escribe  el argentino, el bello e interesante Prólogo a su “Campaña en el Ejército Grande” (1852). Luego de la horrenda noche de la tiranía rosista, describe  con imágenes oníricas, la maravilla del paisaje brasileño

. En un primer momento de su lento despertar, aún aletargado, se asombra del cuadro de la naturaleza tropical, como perteneciente a la patria de Tagore:

“Este sol, esta vegetación, este lujo..”, “sólo puede verse en la India, en Madras o en Calcuta”. /Pintura/ “desenfrenada, bella y ebria como una Bacante antigua”. 

Le acerca reminiscencias de los relatos de Lucio V. Mansilla (1831-1913) sobre la India. Joven, descendiente de Rosas, éste visitó Calcuta, Lahore, Chandernagor y Benarés en 1849. Recoge estas experiencias en su “De Adán a Suez” (1855), que Sarmiento leyó con gusto como confirmación de sus propios viajes.. Allí describe el bosque “secular” y el follaje “de sempiterno color”, a la vez “riente y pavoroso”, “la fantástica  arquitectura de  las  casas” y la “soberbia alameda”. Mágico escenario de la India, que sume en el ensueño a Domingo. Y que luego Mansilla evocará en su “Entre nos. Causeries del Jueves” (1889-1890), que posiblemente el sanjuanino haya leído placenteramente en su publicación original, en los artículos del diario “Sudamérica”: “En Chandernagor”, “El hombre de Ch.”, “La noche de Ch.” y “Los canis anthus de Ch.” (Véase A. Prieto: “La literatura autobiográfica argentina” CEDAL, 1982, p. 127-57, E. Opolizio: “Vida de L.V.Mansilla” 2ª ed., Pomaire, 1985, y D. Viñas: “El viaje consumidor”, de su “Literatura argentina y realidad política” CEDAL, 1982, p. 44-49).

El minucioso poder descriptivo del estilo sarmientino, la fineza sennsitiva que trasunta, nos asombra:

“El sol, bien avanzado ya en su carrera, derramaba torrentes de luz blanca sobre montañas agudas y cubiertas de vegetación tupida, azulada y vaporosa a lo lejos, verde esmeralda, brillante y abrumada de parásitas en declives más cercanos”.    

Sorprende al lector  su ojo artísticamente dotado:

“Desde sus bases se extendía una inmensa tasa de agua, tersa, dividida sólo por el reguero de fuego que describía el sol en la línea de la visual, y agitada en partes por barquillas de dos velas latinas”.

La perspectiva e imágenes que traza primorosamente al modo indio:

“Hacia el lago de la ventana, y hasta tocar la orilla del lago, extendíase un jardín artísticamente decorado de hileras de plátanos y de bambúes en sus costados y al centro terraplenes de flores extrañas a los climas templados, y de plantas teñidas de amarillo o de encarnados...”.

Dibuja con pincel seguro, sugiriendo una línea barroca de tipo oriental:

“Alcanzaba la vista a dominar en los segundos planos alquerías y casillas de campo de un gusto esmerado, con techumbres pintadas, tejas brillantes y fachadas en que el granito y estucos blancos sobre fondo azul celeste prestaban armonioso contraste a los grupos de árboles florescentes, extraños gigantescos, que las sombreaban, derramando sobre ellas enredaderas y lianas, o sombras espesas que, formando masas de claro-obscuro, daban realce deslumbrador a la luz fúlgida que bañaba los edificios”.

La pluma sarmientina se engalana con los colores originales y el esplendor de la luz de la patria de Tagore. Es el lujo de un paisaje asiático entrevisto en  los sueños de un gran escritor. Gusta del exotismo en sus retratos y descripciones, como tempranamente  demostró en su “Facundo”, en modo romántico: el  medio  y los hombres de India y de , Arabia, como fenómeno regresivo, paralelismos  estéticos e ideológicos de  la  Barbarie, según señaló  R. Orta Nadal en su “Presencia de Oriente en ‘Facundo’” (1961). De tal modo, al viaje predominantemente fáustico, utilitario, sarmientino, le sucede el contemplativo, hedónico, lúdico, de Mansilla (D.Viñas, obra citada, 1ª ed., 1964).

En su  exquisita “Entrevisiones  de Bengala”, selecciona Tagore, cartas literarias  que corresponden a un decenio de su “juventud exuberante” (1885-1895). Se corresponden con la visión onírica sarmientina. Así en “Shelidan,, 1888”. La extensión de los bosques de la aldea se le presenta “todo como un sueño transparente a la suave luz del atardecer”. O la generosa vegetación, en “Tiran-7 de setiembre de 1891”:

Palmeras de coco, mangos y otros árboles de sombra bordean sus riberas que, alfombradas de suave yerba verse van en lento declive hasta el agua y están salpicadas de plantas sensitivas en flor”. 

O la “escena totalmente exuberante “ de “Shelidan-octubre de 1891”:

“Rumorosas ondas pasan sobre los arrozales... Los juncos, en el arenal, están a punto de florecer”.

Su sentido cósmico y su anonadamiento, se afinan aún más;

“este cielo de otoño, este extraño mundo vegetal”, “el temblor universal que nos responde en el árbol, en el arbusto y en las ondillas del río...”.

En su “Diario de Viaje” para Aurelia Vélez (1868, Obras, tomo 49, “Memorias”) goza su autor la orgía de la naturaleza del Trópico, en su estadía en Pará (Brasil). El sensual  de la bacanal amazónica, que desea “tomar su parte en la universal orgía”, que oye el crujir de los troncos, “el reír de la brisa de las flores”, también anhela, nietzscheanamente, conquistar el Amazonas, organizar una civilización: “Hace años que le tengo codicias al Amazonas. Afirmativo, como un Moisés latinoamericano, grita.

“Yo me ofrezco desde ahora, colono voluntario, cronista y director del pueblo escogido (...) para tomar posesión de esta tierra de promisión”.

Y conjunta con esta declarada voluntad de poderío, nos destaca su ojo avizor, una atendible profecía:

“Toda la presente humanidad cabe holgada a orillas de estos canales y aquí se juzgará el último drama del mundo”.

Para Sarmiento y Tagore, la Civilización es una mística y  una práctica inseparable del “Shree”, de la Gracia y de la Belleza. Implica equilibrio en las relaciones humanas, mejora de la Educación y de la situación de vida de las mayorías ciudadanas.

“Dios se realiza en el universo a través de la actividad humana. La evolución del universo es una aventura cooperativa en que el hombre no es sólo un recibidor sino un dador” (Tagore). 

“Tenemos que continuar la obra de la creación cubriendo de árboles y de toda simiente ese pedazo de tierra que quedó a medio hacer” (Sarmiento).

Es preciso  que el gobernante esté  inspirado por el principio evangélico de la Caridad, “Un árbol frondoso” que el argentino denomina “Cristianismo Constitucional”. Porque ambos hacedores, difundieron a manos llenas los sentimientos de Justicia y Promoción del ser humano. Fueron, son, “Mahatmas” según la caracterización tagoriana. Portadores en su gran espíritu benéfico, como ríos caudalosos y fertilizantes, de “la Causa  benemérita de la elevación de la Humanidad”.

Don Domingo,  militante de la Unión Nacional y la Comprensión Internacional. Brega por el orden institucional y el predominio de la racionalidad ciudadana. Así en su escrito  de “El Nacional”, 21-01-1879 (Obras completas, tomo 40):

“Es preciso que acabe el hábito adquirido de las batallas electorales. Si las autoridades no deben traicionar su mandato, los electores no deben provocarlas con sus desmanes. No somos una sociedad de lobos, y muchos creen que en materia de elecciones, lo somos de tramposos y de cuchilleros”.

En su correspondencia “Al ‘Censor’” (parte II, 16-06-1886, Obras, tomo 42) desde Córdoba, describe el paisaje artístico y humano de la ciudad colonial. Se “devana los sesos” por encontrar el origen de la constante en la construcción de los templos de esa provincia. Al contemplar la Iglesia de los Jesuitas de Jesús María intuye maravillado, sorprende ese “orden arquitectural”. En los alrededores de esa Iglesia recuerda la existencia de un bosque cubierto de “canna índica, de colores varios”. Agudo y profundo en su visión comparativa de arte y civilización, de naturaleza e historia. . “Es nuestra achira, tan común, pero es achira de la India”. “Achira” es voz quichua, de origen asiático, crece en terrenos húmedos. Flor empenachada, roja o dorada, de hojas grandes y alargadas y de tallo nudoso de dos metros de altura. Aclara Sarmiento: “Los jesuitas, pues, la habían traído directamente de la India a sus Posesiones de Córdoba”. La edificación particular de esas pagodas y monumentos  es trasplantada a estas tierras. A través de sus ricos “recuerdos de viaje” y su poderosa memoria y sentido artístico, deduce esa particular filiación, estética y religiosa. Benarés, ciudad en el margen izquierdo del Ganges,  se traslada a la Córdoba argentina:

“Los que recuerdan los edificios de Benarés y demás centros religiosos que  las Ilustraciones cuando se sublevaron los cipayos, hicieron vulgar en Europa y América, recordarán haber visto en la India los templos hermanos y parientes de la catedral cordobesa, con su superfetación de torrecillas, pináculos y bóvedas que asumen todas las formas”

Se trasplanta a nuestra patria la esplendidez y altura de la arquitectura india. Don Domingo, parte de la mirada concreta y apunta hacia la política, el paisaje, desde la deducción ideológica y la analogía con el arte sacro y la geografía india. La lente del estadista y educador es la que predomina:

“La fracción prominente que presenta Córdoba, desde el ferrocarril. Es un oasis de arquitectura religiosa en medios de varios desiertos: desierto de árboles, desierto de vegetación verde, desierto de casas y de civilización europea”.

Nos evoca este texto el tema de la “desnuda desolación sin nombre”, el paisaje significativamente yermo.  que el joven Rabindranath pinta en su visita de 1888 a Shelidah (“Entrevisiones de Bengala”):

“Ni una aldea, ni un ser humano, ni un árbol, ni una brizna de yerba”, “El cielo vacío, la tierra vacía también la vaciedad de abajo dura y estéril, la de arriba arqueada y etérea...”.

Es evidente el pacifismo humanista del Profeta Huarpe y del Profeta Indio. Apologistas recios de la Civilización de Lakshmi, diosa de la belleza y la suerte. Detractores absolutos del Desierto cultural, de la Barbarie, de Sakti, la fuerza fanática y aniquiladora.

“¡Haz que mi cabeza se yerga, con el valor y el orgullo de servirte!”. “Tenme siempre a tu puerta, esperando tu deseo, déjame ir a tu reino, atento a tu llamada...”.  

Canta Tagore al Bien. Halla “El Supremo Bien” en servirlo con energía y entrega. “Llevo el último pasaporte admisible porque está escrito en todas las lenguas: servir a la humanidad, trato de reunir muchos egoísmos, muchos dialectos, en una sola masa homogénea”. Es el canto sarmientino al Bien, en carta de 1888 a David Peña.

Ya en 1873, en su brillante Discurso en la Inauguración de la Estatua a Manuel Belgrano (Obras, “Discursos populares”) elevó su himno a la Paz y la Civilización:

“La especie humana se perpetúa hace cien siglos, dejando tras sí, entre el humo de las generaciones que se disipan en el espacio, una corriente de chispas que brillan un momento, y pueden, según su intensidad y duración, convertirse en luminares, en llama viva, en rayos perpetuos de luz, que pasen de una a otra generación, y se irradien de un pueblo a otro pueblo, de un siglo a otro siglo, hasta asociarse a todos los progresos futuros de la sociedad y ser parte del alma humana”.

Sarmiento en su artículo sobre “La Insurrección de la India” (1857, Obras, tomo 26) considera que

“fue la India el origen y el estímulo de las civilización, y por llegar a los países de las especias, el oro, los diamantes y la seda, Alejandro, Vasco da Gama y Colón ensancharon los dominios del mundo civilizado”.

Otro escrito sarmientino, sobre los misiones ingleses, comentado por su nieto Augusto Belin, le sirve exactamente para retratar nuestro constitucionalismo teórico y  nuestro anticonstitucionalismo fáctico. Los misioneros británicos

“educan en la India a los hijos de rajaes, brahmines o hindúes, en todas las ideas europeas, inclusas las doctrinas teológicas de las sectas. Interrogado un hindú en los exámenes, responde como un teólogo en puntos de creencia. Si se le pregunta en seguida: ¿Es Ud. cristiano? –No- ¿Quisiera serlo? –No. Este es el estado de nuestras gentes, duchas en la discurión, rebeldes en la práctica” (“Sarmiento anecdótico”, 2ª ed., 1929).

Alude así, con  este ejemplo de la historia cultural de la India, a las prédicas sonadas y profesión de fe de los gobernantes latinoamericanos y a su ausencia del espíritu y letra de la Ley Fundamental en actos y hechos políticos.

Sarmiento, embelesado lector del “Robinson Crusoe” (1719) de Daniel Defoe (1660-1731). Su robinsonismo que lo entusiasma al viajar a la isla Más Afuera. En carta a su amigo Demetrio Peña (“Viajes”, 1ª epístola, Montevideo, diciembre 14 de 1845) testimonia esa admiración y deseo de quedarse a residir en este ambiente paradisíaco, que también refresca sus lecturas russonianas (“Emilio”), y aguijonea fundamental y simultáneamente, su sobresaliente inquietud de Civilizador Universal.

“Lo único que sonríe a mi alma –confiesa Domingo a los vecinos de Chivilcoy en 1856, Obras, tomo 52- un rincón de tierra, plantado de árboles, adonde volver un día a ser lo que nací, y no debí nunca dejar de ser pobre cultivador”.

El Anteo sanjuanino nos cuenta estas “predilecciones de su espíritu”:

“Desde mi llegada a Buenos Aires he buscado en las islas del Paraná un pedazo de tierra adonde retirarme un día a vivir, como me he criado en mi pobre provincia, a la sombra de los árboles, cultivando plantas, y aspirando el ambiente embalsamado de la vegetación y de las flores...”

El maestro sentencia:

“Eduquemos la tierra y los niños”. La Patria es la tierra y los afectos: “Una patria, en lo que la constituye para los seres dotados de inteligencia: las afecciones de los que lo rodean los intereses recíprocos, la tierra y la libertad”.

La tierra cultivada forma la República:

“la tierra inculta es la que ha inspirado e inspira todavía horribles pensamientos y alimenta odiosas pasiones”.

Como en el poeta de “Gitanjali”, el hombre público siempre se manifiesta unido al sentidor de la intimidad, al arte  más personal, constante más cara en su accionar político y social. Así advertimos igual intenso amor por lo rural, por la naturaleza agreste y el rico humanismo de la cultura alejada de la ciudad. No rehuye la actividad responsable, literaria y socio-política, de los grandes centros de la Civilización. Pero prefiere “el flujo de la vida” en la aldea de Shelidah. El ocio y el trabajo, el placer y los padecimientos en ese ámbito le “parecen estar afinados a una música que es tranquila, soñadora (...), algo inmenso...”. Así lo siente, con grandeza y contención armonizadas, este hijo indio de Gea, en sus “Entrevisiones de Bengala”. Es la etapa más fecunda en humanidad y estilo, en su creación narrativa.

Sarmiento, raigal pacifista a pesar de todo: “No estoy por la guerra, ni convendré jamás con la propaganda de Mahoma- detesto el sable como argumento” (1866, Obras, tomo 17). En la plasmación de su filosofía cívica han tenido principal gravitación la vida y obras de Benjamín Franklin (1706-1790) y Marco Tulio Cicerón (106-43). Sentimiento de lo útil, lo grande y lo justo. Y en Tagore, es decisiva la fuerza rectora de su padre, Debendranaz y de Rammohan Roy (1774-1833), el apóstol y reformador. Ambos creen en un demonio secreto que los ilumina. Es el “daimon socrático” del sanjuanino. Es el “jibandebata” tagoriano. El numen que determina los actos de su vida y su prédica inmortal de reformadores, pacíficos y humanizadores.

Fueron decisivos y relevantes los influjos familiares en la niñez y juventud de Tagore: su padre, el filósofo Dwijindranath y los pintores Abanindranath y Gouendranath. En uno de los artículos sarmientinos en “El Nacional” (15-12-1855, en tomo 24 de sus Obras, “Organización-Estado de Buenos Aires”), a propósito de la deseable importación de hielo para nuestro país, hace referencia a un familiar del poeta bengalí. Expone la acción de  un progresista norteamericano, que desde principios del siglo XIX, inició  la generalización en el mundo del utilísimo “uso del hielo, haciendo del agua congelada una valiosa producción”. “Emprendiólo desde 1805 Federico Tudor de Boston, conduciéndolo a la India Oriental”. Aplaude Sarmiento: “Buenos Aires entra este año a figurar entre los mercados conquistados por el hielo norteamericano....”. Y concluye su escrito, siempre entusiasta ante todo progreso y adelanto humano, citando extensamente un discurso del orador y político yanqui Everet en la residencia de Tudor. En el fragmento que trascribe, se solaza por la belleza de ésa, “para mostrar que es materia digna de nuestra humilde pluma el helado, asunto a que tan grande estadista no desdeñó prestar las galas de su lenguaje”. Y Mr. Everet narra allí su interesante encuentro en el palacio real de Londres, “con un extranjero, que por entonces metía mucha bulla en Londres, el Babu Dawardana Tagore”. Suponemos un pariente de Rabindranath. Esta familia era sumamente distinguida en Calcuta, principal centro político inglés de India, por su nobleza inteligente, por su religiosidad, su tradicionalismo y  a su vez su mentalidad innovadora en lo social y educativo. Continúa el texto transcripto por Sarmiento: “Este personaje que aún vive, era un hindú de grande riqueza, liberalidad e influencia”. Su vestimenta fastuosa, “y su porte y maneras correspondían a la fama de su importancia e inteligencia”, “él mismo había contribuido abundantemente en beneficio de la educación”.

Hugo Beccacece en su trabajo “Un refugio para el amor y la poesía. Mirabío” sobre el encuentro de Victoria Ocampo con Tagore en San Isidro (Revista “La Nación”, 01-04-1990) anota la trascendencia de un abuelo de éste, Dwarakanath, por su obra, adelantos económicos y de caridad pública, que se asemeja por la importancia de su figura a la antes citada. Humayun Kabir, en su “Hacia el hombre universal” (en rev. SUR, nª 270, mayo-junio 1961) destaca la posición aristocrática del clan Tagore, pero en un sentido innovador. Sobre todo debido a su entusiasmo señalado por la educación de Occidente y sus principios liberales, armonizados con los típicos de Oriente.. Por ello en “Sobre la escuela del poeta”, Tagore   anota que “el código convencional de vida de nuestra familia era una convergencia de tres culturas, la hindú, la mahometana y la británica”.  “El abuelo de Tagore partió para Inglaterra desafiando las convenciones de sus contemporáneos”. “nació en una familia donde la atmósfera estaba cargada de un profundo sentido religioso y sin embargo no se sometía a ningún formalismo y a ningún ritual”, “...el background de su familia contribuía a aguzar su sensibilidad para toda nueva corriente del mundo moderno”. 

Conciben racionalmente la Paz internacional: Así lo enuncia Sarmiento, idólatra de la Libertad de Pensamiento y de Creencias:

“La libertad de pensar, que permite tocar todas las cuestiones políticas,    económicas, comunitarias y religiosas”. “La libertad de creer, que hace de todos los hombres una sola familia, y de cada fragmento de la tierra, la patria de todos” (“Educación Popular”, Obras, tomo 9).

Y según Tagore, en meditación concordante:  

“La civilización debe ser juzgada y realizada no por el monto del poder que ha desarrollado, sino por cuanto ha evolucionado y dado expresión, mediante sus Leyes e Instituciones, al amor de la Humanidad”.

Al respecto, el escritor y pensador gandhiano, Joseph Jean Lanza del Vasto (1901-1981) en su “La Peregrinación a las Fuentes” (cap. ‘Wardha o tres meses en casa de Gandhi’, inciso 40, ed. Sur, 1954) nos anoticia respecto de la hondura sabia y sutileza emotiva de los cuerpos normativos en el país de Tagore.

Atestiguan un profundo saber, una dignidad contenida y soberana y a veces una frescura poética y una delicadeza de sentimiento”.

Superan esos textos toda rigidez jurídica y privilegian, como Tagore observa. Prevalecen la ponderación y un esencial humanismo. Cito algunos dísticos que las ilustran:

“Que el hombre acreciente su justicia, su Dharma /virtud, destino que cada uno se forja en las sucesivas reencarnaciones/ como las hormigas blancas su hormiguero – evitan conturbar a ningún ser viviente- pues así evitará entrar solo en el otro mundo- para que escoltado por su justicia franquearía- el paso infranqueable de las tinieblas...”.

La Ley de Manú enseña al brahmán “ la oblación de toda su persona a la justicia y al saber”, y al gobierno de los demás hombres a través del ejemplo, de la verdad y de la Libertad. Manú-Swayanibhuva fue el primerode los grandes progenitores  del género humano, según  su mitología. El fundador de la dinastía sacerdotal de los Manú y autor del famoso Código, con más de 5.000 versos en 12 Libros (ca. Siglo XV A.C.), que rigió  durante siglos  la vida ética, pública y privada de la nación india.

En su discurso al inaugurarse la Escuela Sarmiento en San Juan (1865, en Obras, tomo 21), Don Domingo compara el estado embrionario de las Repúblicas Sudamericanas en la etapa  independentista con los textos de los “Vedas” de la literatura y filosofía hindú. Allí se alude al “espíritu de Brahma”, “que era un huevo luminoso flotando sobre las oscuras aguas del caos, y del cual salió la creación entera”. Brahma es el dios Supremo Creador en la religión hinduista  y por antonomasia, el Principio y el Retorno en el Cosmos. Vincula la concepción sarmientina, originalmente, la tradición cultural y la visión cósmica india  con la historia social y política de los pueblos de la América Hispana. “Veda” (La Ciencia) comprende el desarrollo de las letras indoeuroeas más antiguas, se extiende del 2500-500 A.C.. Abarca cuatro Libros sacros: “Rig Veda” (Himnos) “Atharva Veda” (supersticiones), “Sama Veda” (manual litúrgico) y “Yavur Veda” (fórmulas y plegarias). Continúa Sarmiento, expone su curiosa versación en estos trascendentales temas orientalistas: “Sabéis que los Brahmanes de la India recitan con fervor los  himnos religiosos de sus libros sagrados. Están éstos en una especie de latín, idioma muerto de aquellas tierras, y no siempre los buenos padres entienden la desusada y sólo escrita lengua. Así han estado haciendo que se quemasen vivas las mujeres en la hoguera que consume el cadáver del marido, por estar prescripto en las leyes de Manú”.

En la era moderna, al descifrar lo investigadores ingleses dicho idioma, “se descubrió que Manú no prescribía tal barbaridad”. Este ejemplo de la historia hindú es propuesto por nuestro político a la juventud que asiste a ese acto, para reflexionar, desde esa alusión y analogías, perspectiva tan lejana en tiempo y espacio, sobre su actualidad y  aplicación en nuestro medio criollo y según nuestros intereses y dramas nacionales. El maestro enseña: “Pero es que hablo ante una juventud instruida, preparada de antemano por el estudio, a examinar y cotejar doctrinas, que no son por cierto las que corren por las calles, y repiten tanto político de segunda y tercera mano...”. Trae a su afirmativa oratoria, sumamente informada,  la contribución de las grandes enseñanzas de la historia universal, y analógicamente, las vincula a nuestros asuntos de la política contemporánea. Concluye: “Lo mismo nos va a suceder, lo espero, cuando a la luz de los principios examinemos los hechos que presenciamos y las falsas doctrinas  y prácticas prevalentes”.

En 1880 recuerda también las características culturales indias, a propósito de su alocución al grupo de jóvenes “Unión Nacional” (en el Coliseo, 30-03-1880, en tomo 22 de sus Obras, “Discursos Populares” tomo II, “Un Programa Electoral”). Donde incita a la  práctica convencida y necesaria de un “protestantismo político), en defensa del libre examen de las doctrinas de gobierno y condena el fanatismo y la masificación ideológica. El 27-05-1882 en su  grandiosa y precursora conferencia sobre Charles Darwin (1809-1882) Sarmiento aludió con más detalle al idioma sánscrito que considera otro factor ilustrativo de la teoría evolucionista (en su “Discursos Populares” II). La lengua es un elemento más de la historia y la cultura humana: “sucedió lo mismo con las lenguas que con la astronomía, con la historia natural y con la historia humana”. “Las lenguas se han desenvuelto, pues, de la misma manera que las estrellas, el hombre y la civilización”. “Conquistada la India por los ingleses, un día quiso alguno entender la lengua muerta en que están escritos los libros sagrados de los brahmanes”. Se descubre entonces la riqueza y mayor antigüedad del sánscrito en relación con el latín y el griego,  con los que forma una semejanza de familia. Alaba el educador cuyano y se admira de la sutileza y la elevada conceptuación de dicho lenguaje. El “transformismo” demuestra, según su criterio zahorí,  la evolución  “de lo simple a lo compuesto, de lo embrionario a lo complejo, de la forma informe a la belleza acabada” de los “diversos departamentos del saber humano”. Afirma de este modo su historicismo y su racionalismo: “y yo, Señores, adhiero a la doctrina de la evolución así generalizada, como procedimiento del espíritu, porque necesito reposar sobre un principio armonioso y bello a la vez, a fin de acallar la duda, que es el tormento del alma”. Confírmase  así nuestro “montonero intelectual” como un decidido idealista  platónico y un fundamental cartesiano. En valiosa carta a Bartolomé Mitre (Yungay, julio de 1852, “Correspondencia Sarmiento-Mitre”,  1911, pág. 17) dibuja claramente su dualismo temperamental, las dos facetas de su genio, el activo y el contemplativo, el hacedor pragmático y el sentidor tagoriano.

“Creo en la vida cuando es progresiva, y en el progreso sólo cuando está en armonía con la vida”. Ausencia de simpatía humana e Ignorancia son los componentes básicos de la Barbarie. Para Sarmiento y Tagore, el olimpo de la Persona es el “Sadhana” o sentido de la Vida, que reside en el desarrollo máximo de la Energía y del Sacrificio. “Mi vida entera es un largo combate”, “a fuerza de constancia, de valor, de estudios y de sufrimiento”, “para que todos participen del festín de la vida, de que yo gocé solo a hurtadillas”. Ese es el camino del “karmayoga”, de la Santidad Republicana del autor de “Facundo”.. “Ay, qué orgullo de hierro!” pareciera siempre exhalar nuestro héroe cultural, como la reina Sudarshana reflexiona en el poema dramático “El Rey del salón oscuro”. La vida de don Domingo, ha sido en esencia “un torrente de voluntad” (según escribe el poeta en “El Rey y la Reina”). Parece a menudo, en la contienda política, al rey Vikram de dicha obra: “La guerra es ya para mí como un cuadro para un pintor. Tengo que trazar líneas más valientes, poner colores más violentos....” (obra cit., acto 2ª).

Poesía encarnada considera Sarmiento a Santiago Arcos (1822-1874). Humor, sensibilidad fresca y dúctil, constituyen  en su teoría literaria, la definición de Poesía. Así lo refleja en su escrito “Las reacciones morales” (en ‘El Nacional’ 6-6-1878, Obras, tomo 52) al memorar la figura tagoriana y acción de Arcos como ayudante militar del Gral. Bartolomé Mitre. “Joven de espíritu travieso y dotado de un chiste y alegría que hacía de su trato como si oyera la algazara de las aves que saludaban el alba”. Sentimiento humano y paisaje auroral, gratuidad esencial y aventura, anuncian su definición helénica del género. “Había ido a la campaña por  amor del arte como poeta y viajero...”. En 1874, en “La Tribuna” había trazado una preciosa semblanza de este original patriota chileno (31-10-1874). Culto y ocurrente. Reproduce una carta suya fechada en Paris, el 10 de setiembre de ese año (Obras, tomo 45). Había compartido con él parte de su primer viaje a los Estados Unidos (“Viajes”, Obras, tomo 5). Se habían encontrado en N. York y habían formado un capital común para financiar el periplo yanqui. Chispeante amigo, liberal y transfresor, histrión encantador. Lo acompaña con su jovialidad y sentido de lo maravilloso, desde Cincinati a N. Orleans, por el Mississipi y luego a Cuba. Espíritu de diversión e ingenio, Arcos murió trágicamente, suicidándose en París (1874). Plenitud del goce vital, risa bailarina, como los más ricos personajes de los dramas poéticos de Tagore, magia de una personalidad regocijante,  integraban sus personales características . Epítome de Poesía en el acertado juicio sarmientino. Poesía “sentimental” subjetiva postulada anteriormente, con solidez conceptual y arte de estilo por Friedrich Schiller (1759-1805), el preclaro hijo de Marbach. (vid. E. Santovenia: ‘Riqueza y barbarie’ cap. 1 de  ‘Sarmiento y su americanismo’ 1949, p. 26-29). Gabriel Sanhueza en su biografía de 1956 sobre el chileno lo titula: “Comunista, millonario y calavera”. Expatriado, byroniano. Preso en su país por intento de subversión popular. Minero en Cuyo. Escribe en París un estudio sobre historia argentina. Lucio Mansilla, gran escritor y pintoresco ciudadano, lo recuerda en su primera carta, y sobre la cuestión indígena,  de “Una excursión a los indios ranqueles” (1870), como una persona inquieta y disconforme (“Capítulo 1, “Dedicatoria- Por qué se pelea un padre  con un hijo”). En “Sin rumbo y sin propósitos” le contesta a éste en cartas, relatando su andanzas en España (vid. B.G. Arrili, ‘Aventuras de un chileno amigo de Sarmiento’ La Prensa, 24-2-1957). También Sarmiento se refiere a este original y bohemio  personaje en su carta a  Bienvenida, su hermana, datada en 30-9-1848: “...don Santiago Arcos, joven de inestimables prendas, hijo de un banquero español, mi compañero de viaje desde N. York y  mi amigo íntimo... es un joven amabilísimo, y cuya amistad para conmigo es la más sincera” (en “Páginas confidencias” de S., ed. A. Palcos, 1944, p. 49) 

 

S. y T. entienden la evolución de la especie humana como una marcha ascendente de la Inteligencia. Como un adelanto creciente en la producción y goce material y espiritual de los bienes de la Civilización por el mayor número. Se sienten preparadores de las rutas de extensión de la Felicidad y la Paz en este mundo. Evangelizadores de pueblos:

“Permite, Padre, que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme el alma, y se lleva erguida la cabeza, donde el saber es libre, donde no está roto el mundo en pedazos por las paredes caseras, donde la palabra surte de las honduras de la verdad, donde el luchar infatigable tiene sus brazos a la perfección, donde la clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la yerta costumbre, donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales ascendentes”

En este preciso fragmento de “Gitanjali”, su autor define el misticismo patriótico que animó a ambos escritores parangonados,  en sus empresas humanistas.

Como expresa Chitra, la bella hija del Rey de Manipur en el drama del Centinela de la India, don Domingo también eligió el camino más difícil, del “Homo Conditor”. Fundador y consolidador de Naciones. El del riesgo, del “peligro y la bravura”. Vividos con absoluta religiosidad, en sentido trascendente, con un titánico significado en Responsabilidad y Acción Benéfica.

Ambos genios de acción y pensamientos memorables, vivieron desde la superioridad de lo sobrenatural . Seres nutricios, creadores del Bien. Nos trajeron un mensaje especial de la Divinidad para todos: herencia de Amor Ciudadano y de Belleza, que debemos honrar y continuar.

Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/ 

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