El “Niño eterno” en la vida y obra de Sarmiento y Tagore |
1.-
SARMIENTO y TAGORE
santifican en su vida y obra excepcionales, a la Mujer, el Árbol,
el Libro, el Niño. Poseen el ojo, la mano y la palabra de un Dios. Entusiastas de la
Cultura del Espíritu. Santiniketán y Visva-Bharati, las Escuelas y
Bibliotecas Populares, testimonian su credo humanista. Su ternura
gigantesca, su auténtica
inclinación por el Bien de sus semejantes. Profesan un profundo, y práctico,
amor por los sufrientes de pan, de justicia y de alfabeto. Quieren educar
para la Libertad y la Sensibilidad ciudadanas. “Si queréis comenzar a educar a los hijos de los hombres, cultivad en vosotros el espíritu del niño eterno” (Tagore) Tagore
ejemplifica justamente esa continuidad en la línea estético-idealista de
los artistas hindúes neo-románticos. Un Humanismo con base en el artista
Ram Mohun Roy (1774-1833), racionalista moralizador. Vasanti, la niña de
“El asceta” encarna la altura de esos ideales. Pues, como se define en
“Tránsito”: “Sólo una parte de mi don está en este mundo; lo demás está en mis sueños”. “Debes
actuar pensando sólo en el bien del mundo” preceptúa la “Bhagavad
Gita” (cap. III, 20; trad. F. Tola). En su obra concretan “el Yoga de
la acción”. Educar en el concepto sarmientino adquiere identidad de
proceso ritual, de ceremonia y tarea sagrada, obediente a los principios
del “Veda”. Impartir el Alfabeto es un “Dharma”, un Deber, una
Bendición. Una tarea significativa de “sacri-ficio” según la prédica
de Krishna: “el origen del sacrificio está en la acción”, “la acción,
que tiene como fin el sacrificio” (“Bhagavad” loc. cit, estr. 14 y 9
resp.). La
altura del espíritu sarmientino, le permite captar la grandeza vital y la
sublimidad de los caracteres, el sagrado gesto de la nobleza humana. El
sufrimiento y el alivio del dolor, arrebatan su sentimiento más elevado,
alimentan su ética vitalista
y humanitaria, cualifican su estilo caliente. Por ello observa y siente
con gradual emoción en su
escrito “Acogida hecho a los emigrados” (10-10-1841, Obras completas,
tomo 6, ‘Política argentina, 1841-1851): “Grande es el poder de la sensibilidad cuando el corazón se encuentra en presencia de la desgracia; bello es el espectáculo que ofrecen sus actos cuando se dirigen a aliviar el infortunio; pero cuando éste se engrandece con un origen noble, con tendencias simpáticas y con gloriosos recuerdos, el interés que inspira entonces es sublime, la mano que lo socorre es sagrada, y el alma que sabe medirlo es tan magnánima como la que lo padece”. El
ideal ético de la filantropía del amor al semejante, de la piedad por el
desvalido, el socorro desinteresado en la desgracia, lo considera el
supremo valor, lo categoriza religiosamente. Esa es entonces, la
axiología sarmientina: absolutamente cordial y cimeramente
humanista-cristiana. Ejercitó ésta organizando el socorro a las víctimas
del accidente referido, en las nieves andinas. “Cristianismo real
y bien aplicado”. (v. artículos posteriores “Sucesos de la
cordillera, “Defensa de lo anterior,
2 y 7-11-1841). El joven del Carrascal parte para incorporarse a las
huestes de Gregorio Aráoz de Lamadrid, y se encuentra en la cordillera
con los vencidos de Rodeo del Medio (24-9-1841) y padeciendo un
terrible temporal. (A. Palcos valora como
ejemplar su actividad en Valparaíso y los Andes para ayudar a los
hermanos sufrientes, en su “Sarmiento” ed. 1962, cap 2, apartado 4, p.
57). Por su lirismo y belleza, el poema tagoriano “La luna nueva” recuerda “La vida de Dominguito” (1886). El gran hombre, el santón poeta, y el educador y político sañudo, se hacen niños, se afinan para expresar: “¡Ah!
Si yo encontrara sosiego
en un rincón del corazón de mi niño...”. Se
instalan felices en las estrellas cándidas y los risueños arcoiris del
cosmos infantil. Entonces, sus plumas militantes, consagradas a las
grandes causas humanas, “ofrendan cestas cargadas de brillantes y coloreados de juguetes” 2.-
Uno de esos símbolos infantiles significativos:
la Higuera, síntesis de las horas contemplativas del niño indio. La
higuera “vieja y desmelenada”, causa de maravillas en “La luna
nueva”. Y “aquella
descolorida y nudosa”, signo de un tiempo familiar, colonial y lugareño, de “Recuerdos de Provincia”. Las horas idas,
del hogar paterno sanjuanino. Animada y vivificada por la memoria. Lee en
sus corazones de niños, adquiere personalidad y abre las raíces verdaderas del sentimiento. La
Higuera: el destino histórico de Domingo. El todo para hacer, feroz desafío,
según la ve el Nobel mejicano Octavio Paz (1914-1998) en su “Libertad
bajo palabra”. Llamado a la acción, promesa de “destierro y
desierto”. Árbol santo para los hindúes, es el pipal, ficus religiosa
(“¿Águila o Sol?” 1949-50, poema
“La higuera religiosa”, de su “Ladera Este” 1962-68, ambas en tomo
11 de las Obras de Paz), contiene el alma toda, fuego e ideas, de S. y T. “Domingo, te quiero grande, te quiero fuerte” en el “Romance a la higuera de la patria”, (La Prensa, 11-09-1938) y en su “Bajo la higuera de Doña Paula”, (ídem, 19-09-1961, y en Cuad. Culturales de la Casa de S., a. 1, nª 1, San Juan, 1950) de su comprovinciano Antonio de la Torre. “La inmensa copa desbordante” responde a la imagen monumental de S., a su ingente tarea civilizadora. Ofrece correspondencia con su vida activa y benéfica para los destinos sudamericanos. Ese “vértigo” del poema de Paz, “y en él se erige y se mece y propaga” el evangelio sarmientino, “y lanza largas raíces” nos sugiere su teológica cruzada por educar al Soberano, la fortaleza radiante de su religión de la Escuela y el Libro, su culto al niño. La higuera soberbia, se prodiga luminosa como el pipal santo del budismo, “desata el nudo” de la Barbarie. Como el sacro árbol del Gautama, su obra se desgaja noble en “cien mil hojas susurrantes” y ha dejado su impronta como el Supremo Hacedor Criollo. 3.-
Tagore dibuja su apología
de la Alegría como Fuerza Primordial, como Creación y como Servicio.
Entona su Himno a la alegría de los Niños. Alaba y valora la “Vi que la vida (es) servicio. Serví y vi que el servicio era alegría”. “infinita luz de la alegría procedente del amplio amor que es todo el mundo”. Ansía
la comunión con todo lo Creado, en ello estriba la Felicidad. El
viejo sanjuanino, todo corazón, se derrama en este grito de Zonda, el más
suyo y más sentido, su Evangelio (Obras, tomo 48, “La escuela sin la
religión de mi mujer”): “Dejad que los niños se acerquen a mí. Reclamo mi propiedad! Era aquella frase y es el emblema de mi enseñanza. Cuarenta veces la repetí en cuarenta años de enseñar, y escribir enseñando!” Invoca
sus dioses penates: el grabado de Jenue, y el boceto de la Escuela de
Chivilcoy del “Sinite párvulos” bíblico: “No!
No me quiten a mi adoración, mi abogado a la hora de la muerte, mi
maestro(...). Cuando me afligen las punzadas terribles Veraz
y sincero hasta la temeridad: “No
cuento milagros, sino que viví siempre rodeado de pequeñuelos, por amor
a la Cultura del espíritu”. Declárase
uno de los Verdaderos Apóstoles, que ha hecho
resonar “en las alturas del mundo la voz de Jesús, a través de
la Inspiración o realización
de actividades cristianas: escuelas, catecismos, traducciones,
bibliotecas, leyes igualitarias ara todos los ciudadanos, discursos y
actos de promoción de actividades industriales para pobres y
desamparados, etc. Siempre persiguiendo, como admite, coincidente, el bengalí: “una
personalidad sanguínea, robusta y capaz”. “Las
vicisitudes de la educación”, “El problema de la educación”, “La
escuela del poeta”, “La universidad hindú”, “La unidad de la
instrucción”, son jalones de la obra pedagógica universalista, a la
vez fuertemente nacional del indio. Equivalentes en fuerza de concreción
y fervor, con “Educación Popular”, “Educar al Soberano”,
“Educación Común”, “Las escuelas base de la prosperidad y la república”,
del argentino. Ellos consideraban “Causa Santa” a estos afanes
trascendentes. Constituyeron un Martirologio para sus vidas tan ricas. “Veo
muy bien que
el error consiste
en juzgar a los escolares según criterios que se aplican a los adultos,
olvidando que un niño es vivo y móvil como el agua que corre”. Son
estos dorados conceptos de Tagore en su “Recuerdos de mi vida” (cap.
XII: “El Profesor”) que también suscribiría don Domingo,
seguramente. Pues ellos inculcaron un nuevo sentido a la Escuela: formación
de la sensibilidad y el carácter moral, preparación para el trabajo
productivo comunitario, conocimiento del medio y su armonización con la
vida individual y nacional, pedagogía experiencial y didáctica
personalizadora y socializadora. Los adorables crepúsculos bengalíes habíanle
sugerido al poeta, adosar otro principio a su
didáctica: la armonía e iluminación del silencio, su semántica
de lo numinoso: “Hay una enorme profundidad de sentimiento y amplitud de paz en una puesta de sol de Bengala...”, “silencio elocuente y divino se cierne sobre la tierra y las aguas”, “Luz melancólica y música solemne del silencio”. (Natore, 2 de diciembre de 1892). 4.-
Confiaba Sarmiento a Sarratea que “Tantos bienes he podido asegurar, que
los males quedarán en la sombra” (carta de 1874).
Dos años atrás habíase definido ante Terrero: “Creo ser la
suerte de los hombres que han trabajado largos años por el bien de
todos” . Definitivamente deseaba concretar, contra viento y marea, con
un esfuerzo de Titán e innúmeras incomprensiones,
el programa político-económico de la ideología Iluminista,
materializar en hechos palpables y duraderos el mito de la Felicidad
Universal. Ocupándose de temas candentes
y con perspectivas nuevas, modernizadoras, expresadas en su
“lenguaje brusco y de soldado” según advierte en “Las ciento y
una” (carta 5ª). Escribe a David Peña: “Llevo el último pasaporte
admisible porque está escrito en todas las lenguas: servir a la humanidad
(...); trato de reunir muchos egoísmos, muchos dialectos, en una sola
masa homogénea” (1888). Afianzar
el remo de la paz en el mundo fue su objetivo
esencial. Por ello
Sarmiento opina que “Los gobiernos son una familia humana que debe estar
en contacto, en relación diaria, si es posible”. “Nosotros tenemos
como Nación deberes para con las otras naciones y deberes para con
nosotros mismos” (Obras, tomo
20, 1876). Cultor
de la Civilización de Laksmi, diosa india de la Belleza y la Suerte.
Detractor encarnizado de la Barbarie de Sakti, la fuerza aniquiladora.
Tagore profesa un particular concepto de la Barbarie: “¡Mucho mejor
quisiera ser un Beduino Árabe!”, porque siente y quiere más “Una
hermosa, saludable, fuerte y libre barbarie” y abomina, según declara
ya en 1892, de una civilización falsa, que aherroja el alma y limita a la
persona humana. En su artículo
“La insurrección de la India” (Obras, tomo 26, 1857), el Polifemo
cuyano considera que “Fue la India el origen y el estímulo de las
civilizaciones, y por llegar a los países de las especias, el oro, los
diamantes y la seda, Alejandro, Vasco da Gama y Colón ensancharon los
dominios del mundo civilizado”. Asimismo
no menos honda fue la vocación tagoriana por la Hermandad universal. En
“Discurso presidencial” y en “La crisis de la civilización”. En
“Cerrilismo” y “El conflicto de las razas”. El indio combate la
Barbarie anárquica y el chauvinismo destructor con el mismo ardor
sarmientino. Y cree en su “jibandebata”, su “daimon socrático”,
el numen que determina los actos de su vida tan fértil y su memorable prédica
de reforma espiritual y de prestar frecuentemente el oído al llamado del
Destino y a la realización del Yo “que monta en mis espaldas”
enlazado con el Nosotros. De tal manera, piensa en “Gitanjali” halla
terreno de realización la Fe del Hombre: “la realidad es creación, y
(...) la realidad humana ha de ser sacada de su profunda oscuridad por la
fe del hombre, que es creativa”. Sus saberes, en S. y
en T., son siempre personales y emocionales, en la línea de un
fuerte personalismo universalista, de un vigoroso espiritualismo y un no
menos constructivo patriotismo pasionalista. Según
piensa magistralmente Tagore: “Los que traen algún especial mensaje de Dios son como aquel niño: siempre que obtengan amor y devoción será para un fin más alto que para su mero goce. No sólo el amor, sino también los golpes y los insultos, el abandono y el rechazo caen sobre ellos no para hacerlos polvo sino para encender sus vidas en una llamarada más refulgente”. (texto revelador como clave de la genialidad y la figura histórica de ambos grandes hombres, incluido en “Tagore en las barrancas de San Isidro”, 1961 de Victoria Ocampo). Ellos
nos han legado una riquísima herencia de “Bodhisatvas”, espíritus
luminosos, que debemos recoger, ahondar y honrar. Breve bibliografía ilustrativa:
O. SVANASCINI ( ‘Introducción’ a “Aves
errantes” de Tagore, Kraft, 1953, trad. H. L. Charles) M.A. Fernández (“El tema del hombre en Sarmiento”,
‘Humanidades’, Univ. Nac. La Plata, tomo 37 J. Ortega y Gasset (“Un poeta indo”, ‘El Sol’, 27-1, 3-2 y
31-3-1918, y en sus ‘Obras Completas’ J. V. González (“R.Tagore”, en sus Obras Completas, Univ. La
Plata, t. XX, 1936) L. del Greco (“Las aristas de Sarmiento ocultaban una ternura
material”, en su ‘Repiques de campana’ |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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