Educación, Ciencia y Nación en Sarmiento y
Houssay |
1.-
Humanismo Para
el Médico Humanista argentino (1887-1971), Premio Nobel de Fisiología y
Medicina 1947, Dr. BERNARDO
ALBERTO HOUSSAY, “La
Ciencia es bienhechora, acorta las distancias, facilita la distribución
de la riqueza, ahorra trabajo muscular y permite suprimir esclavitudes,
asegura una vida más sana, más larga y más bella. El
cultivo de las Ciencias en su expresión más elevada, es aun más necesario para el adelanto moral de una Nación, que
para su prosperidad material”. Houssay:
férrea voluntad de aprender y enseñar, acendrado sentimiento de la
Argentinidad, fueron sus premisas esenciales. “Señores:
siempre tuve la más amplia fe en el progreso de mi país y muchos de mis
sueños se han realizado” (1927). “Poned
vuestros ideales muy altos, tened fe en vuestro país y en vosotros
mismos, no desmayéis ante los obstáculos pasajeros. Vuestra
familia, vuestra conciencia, vuestra escuela, vuestra patria, la humanidad
toda, esperan de vosotros. Tened
entusiasmo, perseverancia y disciplina y el éxito será vuestro”. Entre
los principios basamentales de la profesión hipocrática, nuestro Nobel
distingue: “mantener
un nivel cultural humanista; para cultivar el idealismo tener las ideas
generales y ordenar los
pensamientos, es necesaria una cultura científica, filosófica y
literaria” y “muy especialmente, tener bondad, altruismo, paciencia,
que al auscultar los corazones no
se escuchen sólo las pulsaciones, sino que se procure ganar sus simpatías
y despertar su confianza” (1931) La
Medicina es santa por su origen y objeto y fundamento de las sociedades
humanas, “por su culto a la vida y a su conservación es fuente de paz y
de bondad”. Es menester de hombres cultos y libres, cultores de la
verdad y activos trabajadores sociales. Nos
recuerda el Magisterio vital, entusiasta e imperecedero de DOMINGO
FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888). Doctrinarios
del optimismo, apologistas de la creatividad y la Responsabilidad, que
fueron valores claves de su Humanismo. En
el Dr. Houssay, Arquetipo de
la Nacionalidad y convencido Americanista, es de validez permanente su
concepto sarmientino de que los Hombres de
Ciencia, “tienen patria” y “deben luchar por su adelanto”: “Tengo
deberes con la Ciencia, pero los tengo con mi país”. “Debemos
cooperar para el adelanto científico de los países de la América
Latina, como si fuera el propio”, pues “el adelanto de uno
de ellos beneficia a los otros y repercute favorablemente”
(1958). El
liberalismo republicano houssayano recuerda el fervoroso culto
sarmientesco por las Virtudes Públicas y por la Educación del Ciudadano. Ambos, el médico-maestro
y el maestro-político, reviven la lección cívica superior de
Cicerón: “Ha
llegado la hora de restaurar la pureza de las Instituciones” (1941). “Es
imperioso abandonar las tendencias a la vida fácil y el lujo”. “Es
preciso inculcar a los argentinos la noción del Deber del servicio público”.
“Hay
que comprender que hay deberes y no sólo derechos y que no puede ser
firme ningún régimen político si no se fundamenta en el Patriotismo
abnegado, la austeridad y la rigidez en la moral pública, y en una
voluntaria y sólida disciplina”. 2.-
La Nación en sus Idearios y Acción. Como
Sarmiento durante toda su esforzada
vida, Houssay privilegia el valor del Trabajo y del Deber Cívico, el
sentido e la Argentinidad y de la propiedad de la tierra para las mayorías.
Porque como aquel confiesa a su amigo José Posse: “me como por decir
cosas necesarias y útiles” (1879). La
Instrucción Popular y la socialización de la Cultura son objeto de sus
reflexiones más hondas. “Debe
cuidarse especialmente a la Enseñanza, base de toda Democracia legítima.
No debe hacer analfabetos y hay que enseñar todos los oficios útiles y
las artes agrícolas y ganaderas
aplicadas”. Prédica
activa y constructiva y progresista al modo sarmiento. “No hay República
sin Escuelas”. Ambos
han representado al Argentino Fundamental, cuya vida, obra y fecundísimas
Ideas han sido guiadas por los axiomas
inspiradores de la Revolución de 1810 y de la Constitución de
1853. “Sigamos las orientaciones de la tradición histórica tan pura de
nuestra patria” normatizó Houssay en su imprescindible texto: “La
tradición histórica argentina y el deber actual” (1941). Profesaron
la Religión del Bien a la Humanidad y la Pasión por servir a la
Colectividad Americana. Auténticos ejemplares del “Homo Conditor”,
Fundador, Organizador, Creador, de Palabra y Acción fertilizantes. Ellos
trabajaron “para el Espíritu”
y como escribió Arturo Capdevila en su “Sarmiento, tierra viviente”:
“el Camino del Lacio es una Bandera, es un Ideal, es una Consigna”,
“que conduce a las granes cosas”. (1965). La
sola mención de sus nombres es una “varita
mágica” según apreció Mary P. Mann sobre el sanjuanino; “una
palabra encantada”, un acicate para el adelanto nacional y un símbolo
moral. Temperamentos
fuertes, expositores positivos, realizadores estrictos. Modelos de
excelencia humana, de vidas exigidas y rigurosas en objetivos y
resultados. Encarnan,
siguiendo a Ortega y Gasset en su “España invertebrada” (1921) y
“La rebelión de las masas” (1930), la presencia nutricia
de los Mejores., los Faros más luminosos y más altos . Adoptaron
los principios eternos de Democracia, Ciencia e Industrialismo, el
esfuerzo por la difusión del Saber y el acceso al Conocimientos en todos
sus niveles. Léase
“El deber de la nueva generación argentina” de Ortega (“La
Nación”, 6-4-1924; y en su “Obras Completas”, tomo 3) ó
“Deberes y Derechos de la Inteligencia argentina” (Anales del
Instituto Popular de Conferencias, tomo IV, 1931). Sarmiento
estima, y es regla para nosotros, que “la conservación de las máximas
de los grandes maestros” permite elevar la moral de los pueblos,
introduciéndose “una partícula del espíritu de Jesucristo”, “en
cada uno (...), para mejorar la naturaleza moral”. El
Amor a la Ciencia no impide
el Amor a la Nación. “Lo
patriótico es crear un buen ambiente científico local, serio, donde se
estudien los problemas objetivos que son de todos los Continentes y con
mucha atención los propios de nuestro país” (H., 1923, discurso con
motivo del homenaje al recibir el Premio Nacional de Ciencias). ·”en
todo gran sabio encontraréis un gran patriota”. “No
es con discursos patrioteros, sino con obra real, creando centros científicos
en plena vida y consiguiendo el respeto mundial para su país, como se
hace verdadera obra patriótica” (“El porvenir de las ciencias en
Argentina”, “El futuro de la Ciencia en Iberoamérica”). 3.-
Ciencia y Técnica. Ambos
entendieron con pasión que el Saber es Poder, que el incremento de la
Ciencia aumenta el progreso, es factor preponderante de crecimiento de la
Nación. Por ello el autor de “Viajes” admira en Alemania el cultivo
intenso de la Ciencia, a lo que él llama “sacerdocio científico” y
el desarrollo de la escolaridad popular. El
progreso -técnico es condición indispensable para la supervivencia de un
país. Así lo entiende el fisiólogo:
“O bien se opta por seguir con las declamaciones, las luchas políticas
y gremiales personalizadas, enconadas y estériles, o bien se emprende una
obra real de fortalecimiento científico y técnico del país” (1960,
conferencia en el CONICET; en su “Escritos”, EUDEBA, p. 360). “El
papel de la ciencia sobre la sociedad
se ejerce en los planos intelectual, técnico, cultural y moral.
Aumenta y difunde incesantemente los conocimientos, adiestra la mente,
ennoblece el espíritu, acrecienta la producción y los bienes, facilita
el transporte y distribución de mercaderías y también los productos y
obras de la inteligencia y el arte” (cit.). (Ver
Natalio R. Botana: “Cambiar la sociedad y formar el ciudadano”
rev. “Criterio”, 1978). Patriotismo
heroico, integrado a varias y elevadas inquietudes. Patriotismo pedagógico.
Obras grandes en Fe y Entrega. El eminente médico profesa un firme
concepto sarmientino de la Ciencia y de la Investigación: “la
investigación es un deber social, una de las mejores maneras de hacer
adelantar el país y la humanidad entera”. “Todo instituto de
investigación es una expresión de fe y de esperanza en el futuro de la
civilización” (1934). Ideas y acción perdurables, de hombres con gran
fe en sí mismos y de voluntad soberana. Preocupación
principal sarmientina fue la escuela elemental y la instrucción extra
escolar, en sus tres dimensiones: sistemática, perisistemática
(arquitectura y servicios) y parasistemática, la creación de ámbitos o
agentes no específicamente escolares (bibliotecas, exposiciones y otras
actividades promotoras de la civilización). Para
Houssay, es objeto de sus desvelos mayores la Enseñanza Universitaria,
incontables dificultades, intereses e incomprensiones jalonaron sus
meditaciones y Por
el alto nivel teórico en el tratamiento del metasistema (filosofía y
legislación), la prédica y obra docente de H. fue evidentemente
sarmientina por el espíritu nacional y por la constante lucha. Afirma
Oscar A. Vaccarezza: “Fue H., sin duda, entre nosotros, uno de los
primeros, si no el primero, en planificar una política educacional y
científica seria y constructiva, en el ámbito universitario”. Obra
“de lucha brava con las circunstancias adversas, el misoneísmo, la
burocracia, los celos personales y la acción artera de alguien incapaz
munido de poder” (en su “El santo del bisturí, 1982). Advierte
H. en 1943: “La
formación de investigadores es un deber para los gobiernos y dirigentes,
para llenar la imprescindible necesidad de cuidar la salud de los
habitantes, mejorar la agricultura, la ganadería y la técnica, y también
para asegurar los activadores de la formación” (art. de 1852, Obras
Completas, tomo 4). Su
ideal de mayor trascendencia es el Logos democrático como lo fundamentara
Tales, de Mileto (h. 639 ó 624 a.C.- h. 547/6 a. C.): “la
obra más grande que los hombres puedan ejecutar” es que “el humilde
maestro de escuela de una aldea pone toda la ciencia de nuestra época al
alcance del hijo del labrador”; es una obra de magnitud épica en la
Historia. La
obra sarmientina de impulso sin precedentes a la Ciencia en Argentina la
emprendió en una gesta verdaderamente heroica y como cumplimiento de la
sentencia del Génesis, I, I:28: “creced y multiplicaos, henchid la
tierra y enseñoreaos de
ella”. Por
su parte, nuestro Nobel simboliza el Maestro integral y el Científico de
todas las horas, según el enfoque de G. Marañón en su “Vocación y ética”
(1935): “el hombre de ciencia no lo es por entero si no es un maestro
integral; y digo integral, cuando no sólo enseña lo que sabe, por el
hecho de decirlo o escribirlo, sino cuando se impone, se crea a sí mismo,
el deber de la directa, de la
humilde pedagogía diaria” (en sus Obras, Espasa-Calpe, tomo 9). La
Educación existe para ambos como fenómeno
en interacción con la sociedad, como exigencia de la comunidad
patria y como necesidad de la misma para su continuidad y cualificación
progresiva.. Cada uno, en su particular ámbito y época y manera, se
consagraron a agitar y preparar, a formar el “aire público” para la
Educación y la Ciencia. Justamente
Ortega en su “Misión de la Universidad” (1930) se refiere a este
principio básico de la educación y fundamental
para todo Estadista, y que él advierte en Alemania: “el aire
libre que crea el alma alemana está cargado de incitación y de dotes
para la ciencia”. 4.-
La Universidad. En
su estadía en Boston, “la ciudadela de la libertad, la academia del
pensamiento”, Sarmiento queda admirado por el nivel científico y pedagógico
de sus escuelas, universidades y bibliotecas: “¡qué atmósfera para
los trabajos de la Inteligencia!”. Y ansía trasladar esos adelantos a
“este mundo por hacer”, “que se extiende desde Magallanes hasta el
polo ártico”. Escribe
a su amada Aurelia Vélez (en 1865): “Cuánto
provecho sacaré, verá Ud., luego”, “voy a renovar mi campaña con
nuevo brío. Si no consigo todo lo que deseo para vencer la inercia y la
ignorancia orgullosa de nuestra raza
española...Tengo que pasar más tarde un informe a mi gobierno sobre
universidades; y de lo poco que he visto en las de Yale y Harvard, estoy
tentado a reducirlo a esto solo: cierren las de Buenos Aires y Córdoba,
por respeto a la ciencia...” (Obras Completas, tomo XXIX). Su
admiración por las universidades yanquis y su fervor por aclimatar esas
semillas de inteligencia en Argentina constituyen lo que
Houssay reveló en su trabajo “Características que permiten
reconocer que una Universidad es de primer orden” (1945). Con
superior pasión expone S. en el Senado en 1857 a propósito de
“Edificios y fondos de Escuelas” su concepto negativo de la enseñanza universitaria colonial,
excluyéndola como base de la Civilización: “nada
más arriba de la Educación Primaria, porque la educación más arriba la
desprecio como medio de civilización, no es un medio, es la educación
primaria la que civiliza y desenvuelva la moral de los pueblos. Los
pueblos de todo el mundo han tenido siempre ingenios y doctores, y de que
haya grandes doctores, nada se deduce”. Enfatiza
en repetidas ocasiones que “por el interés público hay que tratar de
moderar, de contener el desarrollo de las universidades, por más que
parezca la palabra escandalosa” pues entiende que la cantidad de
profesionales depende de la necesidad pública; es la sociedad la que los
perfila, según su progreso. Como
Houssay, acentúa el valor de la calidad, la supremacía de la excelencia
en la preparación universitaria, opuesta a la instrucción primaria, que
necesita de su difusión y vulgarización: “Todas
estas consideraciones hace mucho tiempo que me preocupan”. “Digo
pues, que no debe exagerarse;
todo esto se irá colocando en la sociedad poco a poco y entrando en su
camino, pero me parece excesivo que desenvolvamos más esto” (Discurso
Parlamentario de 1878, en sus Obras Completas, tomo XX). Advierte,
adelantándose al
investigador, que el objetivo prevalente de los estudiantes es aprobar exámenes
y obtener el título, con detrimento de la formación intelectual y moral:
“Siendo
el objeto supremo el título, no se estudia, se trampea todo lo posible
para dar el examen, eso es todo lo que quieren”. “Habría
más humildad y más estudio si no hubiera todas estas ilusiones de
universidades y de cosas, con que se engaña al público y se engañan a sí
mismos, para ahorrarse la molestia de trabajar y estudiar toda la vida,
que es lo que se necesita para saber algo.”. Houssay,
por su parte y coincidentemente, sostiene que el trabajo intenso y
constante “es la manera de corresponder a las esperanzas y los
sacrificios que han hecho toda la colectividad”. El aprendzaje es un
proceso continuo, es una motivación permanente y vital, y preven,
sinfronizando con las ideas orteguianas, el avance de la Barbarie y
la especialización y la deshumanización de las profesiones liberales,
que “vicia la razón”,
nubla el entendimiento de las cuestiones generales de la vida material y
espiritual. El
médico argentino desarrollará el mismo planteo sarmientino en sus
trabajos “La limitación y selección de alumnos” (1926), “Patología
de nuestra Universidad” (1940) y “Bases para el adelanto de nuestras
universidades” (1945): “la selección y la limitación del número de
alumnos es la base de toda enseñanza seria”. Del mismo: “La función
de la Universidad” (1922) y “Seguir sirviendo a la Universidad y al país”
(1945). El
lenguaje sarmientesco aparece
más admonitorio y revulsivo:
para “nuestro corazón” hispánico “es
repulsivo too lo que no sean estos ramos: abogados, médicos o ingenieros,
y va a llegar un momento, señor, en que estos ramos van a ser una plaga
para el país” (discurso parlamentario, 22-7 y 16-9-1876, en sus O.
compl.., t. XX). “Las
universidades no interesan a la Nación; son para unas cuantas docenas de
jóvenes, puesto que toda la Nación no ha de componerse de abogados y médicos;
son profesiones rentadas, medios de ganar la vida, que la Nación no debe
encargarse jamás de auxiliar; mientras que la educación del pueblo es la
base de la Constitución” (8-10-1875, ìd.). Iguales
argumentos sostiene al apoyar la instalación de Escuelas de Agronomía y
Mineralogía, carreras prácticas y de utilidad inmediata para nuestro país
(A. Palcos: “S. y la universidad”, en su “S.”, 4ª ed., 1962, y J.
V. González, “S. y la univ. moderna”, Obras Completas, tomo 15). Alberto
C. Taquini (h.) destaca entre los postulados houysssayanos sobre política
universitaria, sostenidos durante muchos y en altas tribunas y con gran
convicción: la calidad, la verdad y el pluralismo ideológico como
“base del progreso y libertad”. Como condición de la existencia
universitaria establece el desarrollo
de la investigación cientìfica, que “requiere de la libertad
sin la cual no existe creación, para realizarla resulta necesario un
habitat en que impere orden y respeto” (“Algunas ideas sobre la
Universidad”, Rev. del Inst. de Investig. Educativas,
Bs. As., nº 42). Taquini
sigue el pensamiento del Humanista médico y su concepción experimental,
descubridora y generadora de progreso cultural. Califícalo de
“líder de la política universitaria argentina y su ciencia”.
Así como pedimos y necesitamos con urgencia un nuevo político-pedagogo a
lo Sarmiento para promover la instrucción primaria escolar y extra
escolar- afirma- “se debe retornar al camino propiciado por S. y la acción del Estado en la promoción científica debe tener su teatro
en las universidades”. Houssay
es figura fundacional en la historia de la
Ciencia y la Educación argentina Moderna: la creación del CONICET,
la implantación de la dedicación exclusiva de los profesores, la
jerarquización de la investigación: sus grandes sueños concretados. Definitivamente
y situado en su época, el autor de “Educación Popular” se opone
ideológicamente a la Universidad
escolástica, medieval, sometida a rígidos criterios de Autoridad,
y adhiere a la Modernidad, a la Universidad que firme y sistemáticamente
fundamentó Houssay: abierta a los progresos humanos, activa en su
metodología de enseñanza aprendizaje, secular en sus miras, libre y
tolerante, crítica y no dogmática, enraizada en las tradiciones
nacionales, en nuestras peculiares necesidades, y factor importantísimo
en la elevación del nivel de vida de los ciudadanos y en la inserción
del país en el concierto internacional. El
sanjuanino soñaba con crear una universidad en su provincia según
declara a Mary Mann en carta del 23-1-1865, adaptada a las necesidades de
dicha región. Santo Laico de la Educación Primaria Popular, se opone al
dogmatismo, al verbalismo y el seudo eruditismo universitario. En
1845 en su “Facundo” definió a la enseñanza monástica como
formadora de “cabezas disciplinadas por el peripato, para hacer frente a
toda idea nueva”, “inteligencias que tenían una idea inmóvil en el
centro, rodeada de un lago de aguas muertas, que estorbaba penetrar hasta
ellas” (ob. cit., cap. VII “Sociabilidad. Córdoba- Buenos Aires”). Por
eso construye la apología del Deán Gregorio Funes (1749-1829) en su
“Recuerdos de Provincia” (1850), historiador y maestro regenerador de
la Universidad de espíritu americano y progresista. En su discurso como
Senador en 1878 (tomo XX de sus Obras) define a la misma como “el
supremo saber del país reunido, para dar mayor latitud a los
acontecimientos humanos”. Pues está convencido que sólo con el conocimiento concreto de
los males del país y sus causas y terapéutica adecuada se puede llegar a
levantarlo y elevarlo a la categorìa de las naciones civilizadas de la
tierra. Había
iniciado sus campañas de optimista de la Educación rindiendo culto a la
concepción Iluminista de Educar al Soberano y difundir el Alfabeto. Pero
en sus años finales advierte la necesidad de adoptar una concepción
nacionalista, concientizadora del elector, ante el avance desmesurado de
lo que llama “la era cartaginesa” (economicismo, militarismo,
personalismo político, inmigración indiscriminada, desconocimiento de
los deberes cívicos). “Es imposible mi rol en el mundo financiero que
nos domina” (1883). Desilusionado por el materialismo imperante y la pérdida
del sentido de Nación al que
èl rendía culto, con la Fe de un Romano según sus modelos: Cicerón,
los Catón... 5.-
La
enseñanza y la nacionalidad. En
su estilo expositivo-demostrativo, directo, para convencer y persuadir, se
nos revela el primer argentino que considera
con meridiana seguridad que la Cultura es rentable, que la educación
es una inversión, que el conocimiento equivale a poder. es ostensible su
formidable capacidad por convertir en práctica el discurso. Muestra
una obstinada firmeza en sus proyectos y claro rigor en las
normativas para su ejecución, implacable cartesiano en la aplicación . “Es
para salvar a nuestros hijos, a las generaciones que vienen, que debemos
echar estos cimientos de buen gobierno y tener el coraje de sostenerlos.
Lo que necesitamos es fundar una Repùblica” (sesión parlamentaria de
1857, Obras compl.., tomo XVIII). “Se
jugó con la fe del positivista” (Luis J. Jalfen) en la propagación y
creación de Instituciones de investigación, academias y museos,
fomentando la venida y trabajos
de sabios extranjeros (Berg, Burmeister, Gould, etc.), protegiendo a los
nacionales, manteniendo fecunda amistad y apoyo a Holmberg, Ameghino, el
Perito Moreno, Ramos Mejía y otros, “testimonio de la vocación
sarmientina por el forjador de un hombre nuevo” (Jalfen, “S. y la
heterodoxia”, ‘La Prensa’, 9-10-1994; J. Babini, “Historia de la
Ciencia en Argentina”, ed. 1986). Es
preciso que la enseñanza adquiera las notas que define Houssay en
diversos discursos y escritos: “La enseñanza de la Medicina” (1934),
“La investigación científica” (1942, 1952, 1960), “Carta a un
joven investigador que emigra” (1943), “La ciencia necesita un
ambiente de libertad” (1946), “La libertad académica” (1954). “La
enseñanza debe ser activa, práctica, individual y objetiva,
desarrollando en el estudiante la capacidad de observar, analizar,
razonar, aprender por sí mismo, tener juicio propio, curiosidad científica,
espíritu crítico, iniciativa y responsabilidad”. En
el pensamiento pedagógico
houssayano se equilibran los valores educativos epistémicos o absolutos:
verdad/falsedad, fertilidad/esterilidad de las teorías, eficacia o no; y
los relativos, según los configura la nación y la época. El
poder de cambio de la Ciencia se nutre de ambos.. “Además
de la técnica, el estudiante debe adquirir: 1) enseñanza ética,
veracidad, tolerancia, respeto e interés creciente por los seres humanos:
2) hábitos de libertad y dignidad individual; 3) conciencia de la
solidaridad social”. “Nosotros
vamos a matar, no a morir. A matar egoísmo, ignorancia científica y política
española colonial”. “Ha de ceder al fin la roca...” escribe con
entusiasmo apostólico a Juana Manso desde N. York en 1867 (Obras comp.,
t. XXIX). Según
confesaba tenía “el diablo en el cuerpo para llevar adelante una idea,
sostenerla, luchar con las dificultades y vencerlas” (Carta a la
Sociedad Rural), pues “ese
martirologio de grandes penalidades costó y cuesta siempre hacer un poco
de bien” (“Tribulaciones de un Apostolado”, Lima, 10-4-1865). Luego
también Houssay perfilará los rasgos sacros de esta pasión en varios de
sus escritos: “Obstáculos y estímulos a la investigación científica”
y en su relevamiento estricto de las “Causas del desarrollo científico
insuficiente: Ignorancia, Vanidad, defectos técnicos, defectos
intelectuales, defectos morales, faltas de carácter y
de personalidad” (1954).. Sarmiento
fue el Gobernante que Houssay caracterizaba
en sus exposiciones sobre la Ciencia
en Argentina. Así S. Presidente (1868-1874) fue protector y promotor
encendido contra vientos y mareas, de las actividades técnicas,
industriales y científicas. Siempre
recomendando “un propósito útil y hacedero” y “acelerando
el movimiento” para la incorporación de nuestros pueblos a la
Civilización: “Es
preciso para obtener resultados rápidos, emprender un trabajo sobre la
opinión pública, ilustrándola, comunicándole las nociones que le
faltan, y los datos que suministra el movimiento de otras naciones, con el
espectáculo animador de sus consecuencias prácticas, el estudio de
legislaciones y sentimientos que las mantienen, alimentan o producen”
(1864, Obras, t. XXX). 6.-
Valoración final.- La
magna gesta sarmientina se configura como un combate contra el Demonio del
Desierto, la soledad, el silencio, los prejuicios de la Colonia. No reduce
tan tajantemente su esquema Civilización opuesta a Barbarie como lo
enfocan muchos de sus estudiosos. Sino que su estética y su ética,
originales e inaugurales en nuestra Historia, consagran
tanto una como otra, pues todo lo que su ojo de Ciclope ve lo
trasforma en oro puro. Incorpora
la belleza de la barbarie, sacraliza las tradiciones americanas más
genuinas en su literatura. Su prosa se convierte en oda consagratoria.
Inicia la Teología Argentina con su apología bíblica
del Baqueano, del Caudillo y del Poeta Popular, las fiestas autóctonas,
la arqueología pampeana, la arquitectura doméstica y la medicina
primitiva. Inmortaliza
artísticamente nuestra flora y fauna, las artesanías indígenas, la
mineralogía y la sociabilidad argentinas. El
científico célebre hace profesión de fe discipular, del idealismo ético
y el heroico pragmatismo del Titán sanjuanino: “Tened
ideales elevados y pensad en alcanzar grandes cosas...Debéis tener una
creencia absoluta en el progreso, ser tenaces y laboriosos. En
los países jóvenes es importante ser hombre de acción y trabajar
intensa y rápidamente”. El
motivo sarmientino de “escriba, combata, resista...” (consejo a Juana
Manso) vuelva a articularse
en nuestra Historia con la urgencia de acción y la firmeza de objetivos
houssayana: “No
sólo no hay que dejar para mañana lo que puede hacerse hoy, hay que
hacer hoy lo que tocaría hacer pasado mañana...; nuestra hora es la de ser pioneers y de abrir caminos...”. El
fisiólogo-maestro avanza tambièn, sobre
todo lo conocido en América, en relación con la promoción y adelanto
científico-tècnico:
“Preconizo lo que es actual y urgente”.
“A la larga los idealistas en acción son los que triunfan...”.
( en 1967, pronunciado en su 80º aniversario). El
Ing. Otto
Krause (1859-1920) en un imperdible
Discurso, de 1909, elevó una Plegaria para que “Dios
diese otro Sarmiento, que, con el mismo talento y empuje,
combatiese el Analfabetismo Científico...” (ver. Rev. “Medicina”,
Bs. As., v. 67, nº 4, 2007; discurso pronunciado como Decano de nuestra
Facultad de Ciencias Exactas, el 31-7-1909, véase Anales de la Sociedad
Científica Argentina, v. 68, p. 5-19). Este
sabio educador y científico nació en “el pueblo de Sarmiento”, en
Chivilcoy y se constituyò en un destacado impulsor de la evolución
tecnológica nacional, con un claro
perfil sarmientino. Fundó la primera Escuela
Técnica en 1899, que hoy lleva su nombre.
Su padre, el pastor
protestante Carlos Augusto Krause llamò
a sus mellizos con los nombres de Domingo y de Faustino en honor de
su amigo y protector (v. G. Lutge: “A. K., un amigo de S.”, “Freie
Presse”, 26-3-1954). También
Houssay luchó contra
la Barbarie, a brazo partido; la incivilización política y cientifica de
la década del ’40 en Argentina. Registra un linaje
netamente Sarmientino en su genialidad como Investigador, Promotor
y Enseñante Lo
afirmó, entre muchos, E. T. Segura, en su “La escuela argentina de
Fisiología”, (1997): “De hecho Houssay es una suerte de S. de la
promoción científica” ( en www.naya.org.ar).
Entre los discípulos
houssayanos que continuaron y mejoraron
esa ilustre herencia, sobresale el Dr. Alberto C. Taquíni
(1905-1908) con su Instituto de Investigaciones Cardiológicas y sus
trabajos sobre “Sociedad actual y educación”, “La Universidad
argentina: nuestro testimonio”, “La educación médica continua” y
“Nuevas universidades para un nuevo país”, estas ùltimas en
colaboración, (ver su Necrología en rev. “Medicina”, v. 58, nº 2,
1998). Postulamos
la arquetipia sarmientina y houssayana, su áurea proceridad, el influjo
intelectual y moral que necesitan las nuevas Generaciones. Y
también, como observó el Dr. A. C. Taquín, reclamamos su Humanización,
su consideración histórica desde la realidad de su tiempo y la
singularidad de su yo concreto. Deseamos
que quede “viviente su
Personalidad”, con sus grandezas y sus debilidades.. Que no queda en la
memoria del mundo sólo como “una figura de bronce; un nombre de plaza;
una cita en el diccionario. Tampoco un prócer argentino más. Quisiéramos
que se le recordara siempre como fue...” (en su “B. A. H. cómo lo
conocí y cómo lo recuerdo”, Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas
y Naturales, Bs. As., 1981, p. 175). Concluimos con el ajustado concepto del Dr. Alberto Maiztegui en su artículo “La política científica de S.” (“La Nación”, 2-10-1994): “No vacilo al afirmar que S. y H. son los mayores transformadores de la Ciencia Argentina”... |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
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