Dimensión Teresiana de Sarmiento |
Esta
época “es buen tiempo para que se reaviven devociones y erudiciones”
señaló oportunamente el escritor venezolano contemporáneo Arturo Uslar
Pietri, Por ello expresamos en
este estudio nuestra beneficiosa frecuentación de los inmortales textos
de la Santa, TERESA DE CEPEDA y AHUMADA
(1515-1582), y de DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811-1888), para arrimarlos
por el fuego de sus almas.
Ambos
se unen por su Amor de calidad mística: la de Ávila, en el cariño
por sus Hermanas de la Orden Carmelita y, de modo superior, en el
Amor al Divino Esposo. El otro, proyectando una excepcional “erótica
del Patriotismo” (así la denomina en meduloso ensayista Bernardo
Canal Feijóo). Un amor entero y sólido, una entrega total. “El
patriotismo del uno y el misticismo de la otra, fueron formas del genio y
del amor” sostiene Ricardo Rojas en su “Historia de la literatura
Argentina”, antecedente y acicate para las apreciaciones que siguen.
“Fémina
inquieta y andariega”, Teresa de Jesús no cejó en sus fructuosos
proyectos de reordenar a las devotas del Carmelo y en fundar y organizar
conventos. No
menos tenaz y práctico, el Hacedor de la Historia Sudamericana, se dedicó
tozudamente, a bregar por la Instrucción Popular, “La Santa
Causa de las Escuelas Primarias”. Héroe y Santo Laico, la lectura de
Benjamin Franklin (1706-1790) y su “visión de Damasco” de las hordas
bárbaras de Facundo Quiroga y del Chacho, lo decidieron a
“con-sagrar” su vida al Bien público, pasión y vocación en él
excluyentes. Llamado
interior que llevó con una maravillosa Conciencia de su Destino. Con
admirable convicción, reconoce el argentino, en su ancianidad, que como
maestro, desempeñó “una misión más que personal, siguiendo los
impulsos de una vocación”. Obedeció a un Alto Designo, a “cierta lógica
y consecuencia misteriosa”. Sarmiento
considera su “oficio” de Pedagogo social como una Gracia Divina: “La
obra de Dios es más grande, y es la inteligencia de sus obras que para
comprenderlas nos ha dado a quien toca, como a Juan el precursor,
allanarle los caminos” (Obras completas, edit. Luz del Día, tomo 38).
Para el
autor de “Educación Popular” la base del progreso Nacional reside en
la erección de Escuelas, a las que considera como Templos. Manifiesta:
“tanto honra a Dios el local donde se erigen preces, como aquel donde se
enseña a adorarlo de una manera digna de la suprema sabiduría” (Obras,
ed. cit., tomo 30). Califica a dicha labor como un “Martirologio” y un
“Apostolado”.
Planificó
su larga existencia en la intensa cristalización de su Vocación Patriótica
y Republicana. En
carta al astrónomo
norteamericano Benjamin A. Gould,
el maestro se refiere a su “Vocación de Santo”, obsesionado
por la “Santa Misión” de Profeta, de Guerrero y de Predicador que se
había impuesto (en R. Rojas: “El Profeta de la Pampa”
ed. 1962, Kraft; epístola
de 1882, luego incluida en su escrito “Las Carpas”). “Cuando
lo crea útil a la Patria y a la Libertad – confiesa a José Posse, su
amigo, hombre público tucumano- he de hacer lo que he hecho siempre:
inmolarme, sin prometerme otra recompensa que las injurias y el
menosprecio de aquellos por quien (es) me sacrifico”. Sus
trabajos, fundaciones culturales, son expresión
nítida de su Fe, de su Amor por su Nación. “Yo, por mis obras
te mostraré mi fe” según el Apóstol Santiago en su
carta dirigida a las
Doce Tribus de la Dispersión (2: 18). “Ved, pues, cómo por las obras y
no por la fe solamente se justifica el hombre”.
Enteramente
vitales y dinámicos, generosísimamente abiertos y entusiastas.
Concuerdan en el misticismo que ejemplariza, en su Religiosidad luchadora
y militar, Ignaciana. El amor
sarmientino por el adelanto nacional se constituyó en su honda
experiencia de lo Sagrado, en
manifestación afectiva y religante: configuró su “Vía Unitiva” tal
como la de Ávila la analiza en su “Morada Séptima”.
“Él
era todo para sus prójimos y para su individuo nada” lo definió su
hermana Bienvenida en su “Rasgos de la vida de D.F.S.” (1946). Para
gobernar una nación “es preciso haber ceñido la espada del guerrero y
conservar toda su vida el cilicio del monje” advierte don Domingo
(Obras, tomo 46). Sus
agitados días revelan una fe
de Místico Teresiano, que se derrama en fuegos de Redención y
Evangelización. “He
pasado por terribles pruebas como pocos hombres habrán experimentado”.
Esas “terribles pruebas” dramatizan los grados de su perfección y la
progresión de las “Moradas”.
El alma “lucha contra los Demonios” para
alcanzar la Gracia. El “Castillo interior” de la Santa está lleno de
pruebas, silencios y dificultades: he ahí contenido del simbolismo
militante de su acción y creencias. Una
concepción activa y caballeresca de la vida espiritual. Un sentido
Heroico del Deber y del Hacer. De semejante cepa proviene el Idealismo y el coraje probados en la ejecución de sus pensamientos, de la quijotesca (y sanchesca) alma sarmientina.. Idea y acción aunadas, ímpetu y honradez en la praxis. Sentido Providencial del Obrar. El
hacer moral del “Santo y rugiente sanjuanino” según lo califica la
fina poeta uruguaya Juana de Ibarbourou- El obrar profundamente religioso
de Sta.Teresa. “Sé mi hija en eso, en sufrir, en trabajar, en
esperar” aconseja S. a su hija Ana Faustina (1867), y nos recuerda a la
“Morada Segunda”. El batallar contra los innumerables “mosquitos”
y la necesidad de afirmar la Voluntad y la Conciencia Cristiana del Dolor
y de la Esperanza. Vivieron
en constante estado y acuciante ánimo de Donación. Pasión sarmientina
del Bien. Fuerza teresiana del Espíritu y la Acción.
“
Frente al remolino seco del desierto, las fundaciones. Y frente al bosque,
las fundaciones, cantando las fundaciones para el doblegamiento del tiempo
maligno” la evoca el rico escritor cubano José Lezama Lima en su
“Tratados de La Habana” (1958). Aun
en nuestros días, insisten “en dar consejas y avisos”, en “dar
soluciones”. “Hay naturalezas privilegiadas que sienten con más
vehemencia el Bien, que se lanzan a la realización de las ideas con mayor
anticipación” reflexiona el sanjuanino (1853, Discurso ante la tumba de
Nicolás Rodríguez Peña). En la hora final llevaría “el último
pasaporte admisible, porque está escrito en todas las lenguas: Servir a
la Humanidad". “He
visto trescientas leguas de país, plantado de maíz –le escribe a la
educadora y periodista Juana Manso en 1866-. ¡Qué glorioso espectáculo!.
¡Cuánta existencia asegurada!. ¡Cuánto himno de gratitud entonado a
Dios!” (Obras de S., tomo 29).
La Oración
por el Trabajo, la urgencia de la acción benefactora, honrar a Dios por
las obras, es el mensaje de ambos. “Pues como el cuerpo sin el espíritu
es muerto, así también es muerta la fe sin obras” sentencia Santiago
el Evangelista (2:26): Normas que gozan de preferencia en las abundantes
lecturas de la Santa. Su acción para el Bien trasunta su Amor y así lo
aconseja: “amar mucho, y ansío que os
dispertare a amar, eso haced” (“Las
Moradas o Castillo Interior”
1578).
Portentosos
en la imaginación y la percepción, convirtieron sañudamente sus ideas y
palabras en hechos. Aquél profesó una decidida
noción Cristiana de la Mujer, cuyo símbolo imperecedero es María,
la Madre de Cristo (en “El Mercurio”, artículo de 1841, Obras, tomo
12). “El cristianismo reverencia la casta y santa niña en cuyas entrañas
se había encarnado el Verbo, hizo de la mujer la protectora del cielo, la
protectora del hombre, el consuelo de los afligidos”. María
es la Mujer divinizada, “es el misterio
más grande del Cristianismo, porque en ella se encerraba el porvenir del
mundo”. Y nuestra Santa fue modelo de Mujer Cristiana según los
Proverbios (31, 10: 31)., de la mujer fuerte, misionera y personalista, en
quien sagradamente se depositó una inmensa pureza de corazón y una Fe
inmensamente piadosa.
En su
estructura personal el autor de “Mis Pajaritos” y “Poema del Agua
Dulce” y la no menos vigorosa escritora del “Libro de las
Fundaciones”, armonizaron los dos polos, de la Contemplación, el goce
estético-religioso, y la Actividad generosa, organizadoramente utilitaria
y bienhechora. En aquél, pintor de bellos crepúsculos (“El Camino del
Lacio”), ágil dibujante (“Diario de viaje de N. York a Buenos
Aires”) y entendido crítico de Arte, se descubre una valiosa veta contemplativa, de éxtasis y
espiritualización. Semejante a la de Ávila. La
“Doble Vía” que Dios brindó a ambos, para
la realización de su persona, a lo ancho del mundo terreno y en lo
hondo del Espíritu. El noviciado
sarmientino lo constituyeron las persecuciones políticas (la
Inquisición, para la Santa), los arduos trabajos y ardentísimas
meditaciones. Conjunción admirable de Marta la Laboriosa, y María, la
adoradora de Jesús (San Lucas, 10, 38-42), aconsejaba Teresa: “Tomad mi
consejo y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta
morir en la demanda”. “Las cárceles, los trabajos, las persecuciones,
los tormentos, las ignominias y afrentas por mi Cristo y por mi religión,
son regalos y mercedes para mí. ¡Cruz busquemos, cruz deseemos, trabajos
abracemos!”. En el alma de ambos caben todos los heroísmos y los sacrificios. Porque para ellos “toda fundación espiritual destinada a proyectarse hacia el porvenir tiene que ser realizada con pasión”. Las flaquezas que se le han reprochado al autor de “Educación Común”: la vanidad, la violencia, el autoritarismo, la ostentación, constituyen el reverso de sus cualidades, y le han sido perdonadas porque amó e hizo mucho,. Sintió, como la Santa, la acuciante necesidad de servir y obrar. “Amó a los que sufren; a los pobrecitos , a los ignorantes, a los niños, a los oprimidos. Su odio es misericordia y su ira es caridad” (Juan Pablo Echague, “Cartas de S.” 1950). Genios de acero y miel, también su estilo literario los define, aproximándolos. Ritmo vehemente. Lenguaje dinámico, colorido. La frase teresiana “¡qué desconcertado escribo!” traduce frecuentemente el desorden del escribir sarmientesco. Habla éste en tono de sermón u homilía, entre amonestador y profético, todo hierro caliente, con ardor, exhortativo e inspirado. Prosa
afectiva, llana, sustantiva, imperativa. Lenguaje en “función
performativa”. En compromiso con el destinatario de sus mensajes, de
energía reformista. Escriben como formidable manera de fundar, incitar al
pensamiento. Es el estilo de los místicos,
en perenne procura de trabajo iluminador y de potencia movilizadora. Sintaxis
descuidada e intrincada. “Un estilo de ermitaños”, “que vaya con
simplicidad y llaneza y religión”, pues “entre los pucheros anda el
Señor”. Unamuno recomienda en
1912lLa lectura de nuestro Domingo y nuestra Teresa, de “lengua
raigalmente española, recia, apasionada y viva”. Y declara su
admiración por la pluma militante y “desde adentro” de ambos
(“La ciudad de Henoc”).
La
consigna de sus genios hacedores se epitomiza en
el apotegma paulino: “Si no poseo Caridad de nada sirve todo”
(“Epístola a los Corintios” Pablo
de Tarso, XXX, 1-3). Creía el sanjuanino en el Fundamento Cristiano de la
Caridad Evangélica. Su ideario reconoce claras bases en el Humanitarismo
bíblico. Antes de que la
comodidad relativa del claustro y la celda, o del despacho de hombre público,
prefieren el Riesgo. Viven “con el pie en el estribo” y peregrinan
llevando un mensaje caliente de humanidad y una incitación modélica a la
acción constructora.
La
Santidad de la de Ávila reside en su Comunicación Divina. Y en su ímproba
obra de Organización de la Orden Carmelita. En la
profundidad de sus escritos y meditaciones.
La
santidad del maestro-político se enraíza en la visión de su Destino
superior, contra todas las hostilidades de su tiempo. En su lucha
Prometeica contra la incomprensión y el enanismo mental.
Fluye desde las
asociaciones útiles que sembró, en sus numerosas y vibrantes piezas
oratorias, populares o parlamentarias, en sus movilizadoras cartas y
misivas sobre la Instrucción Popular. Para él las Escuelas son como las
Iglesias, “una necesidad pública y son el más bello homenaje rendido a
Dios”.
Enseñar
adquiere en su diccionario categoría alta de acto religioso, una Bendición,
una Gracia. Considera que el siglo 19 es “eminentemente cristiano”,
por cuanto se esfuerza en hacer base en los principios del de Nazareth: la
Beneficencia pública (desaprueba la caridad estatal desalentadora de la responsabilidad
privada), el espíritu de igualdad y de libertad.
Lector
temprano de la Biblia, de la Literatura de los Padres de la Iglesia y la
Historia, Revela S. una destacable
erudición (así p. ej., “Bifurcación del Cristianismo. Hacia las dos
Américas”, incl. en su “Conflictos y armonías de la razas en América”
2° parte). Expone allí el concepto del Infierno y del Purgatorio en la
evolución de la Humanidad. Puntualiza
el poder en la eficiencia del Bien que significa el Catolicismo, la
Filantropía y la Caridad Universal.
Define de esta forma su “Cristianismo Constitucional” y lo
propaga firmemente.
Doctrinalmente
se apoya en Lucas el Apóstol-médico (10: 10-37) y concluye: “Entendido
y practicado así el cristianismo, todos los cristianos nos daríamos la
mano”. “Las constituciones modernas
y las libertades públicas reconocen esta doctrina de Jesucristo por
fundamento”. “No os dejéis engañar –advierte en 1883- por los que
os insinuarán que mis doctrinas sin irreligiosas, pues tienen su base en
el Evangelio mismo”. Por ello, opina, la Mujer, la Madre, es la Primera
Misionera, el Primer Deber Maternal es “transmitir en el seno de la
familia la antorcha del Cristianismo”.
Don
Domingo, convencido de ser un Iluminado, con el
celo de un Cruzado medieval en sus tareas educativas, llama al
escritor y futuro gobernante, su sucesor en el Ejecutivo, Nicolás
Avellaneda (1837-1885), el inteligente colaborador en su obra escolar
durante la Presidencia (1868.1874), “Juan, mi discípulo más
querido”.
Otro
Juan, San Juan de la Cruz (1542-1591), también pequeño y bueno, poeta
glorioso, será el discípulo más amado de Teresa y continuador de sus
Santas Empresas, de su labor cristiana de creación y afirmación de
valores.
Su
rico y abundante epistolario, los revela como escritores de gran visión
fundador y realista, símbolos del Alma Castellana Esencial.
“Nunca
vuelve atrás para releer lo que queda sobre el papel” advierte el
ilustre filólogo e historiador español Ramón Menéndez Pidal
(1869-1968) en su exquisito “El estilo de Santa Teresa”: “Escribía
sus libros a gran velocidad, sin reparar en las palabras, ni en las
repeticiones, ni en las licencias” (R.Sáenz Hayes, “España”). Desde
esta arista identificamos también la música del yunque de la prosa
sarmientesca, “el hervor de la sintaxis emocional”. “El ardor grande
que en aquel pecho santo vivía, salió como pegado en sus palabras, de
manera que levantan llama por dondequiera que pasan” señala Fray Luis
de León en su “Carta a las Carmelitas Descalzas”
1587.
Igual
irradiación en el sanjuanino.
Palabras valientes y franca fuerza. La afectuosidad
y la conquistadora inquietud de Castilla está moldeada por el alma
de Caballero Andante y Soldado a lo Divino de la Doctora de la Iglesia. La
altivez e ímpetu republicano soberbio del autor de
“Cuestiones americanas” se ha solidificado en el temperamento
nacional representativo, metido en la médula del Hombre de Sud América.
Calor
y Sangre. Pensamiento y Llama. El genio empírico
de Teresa, Fe en Cristo y su Eterna Bondad. “Mujer llena de espíritu
de libertad y santa independencia”.
Se hermana milagrosamente con Sarmiento, demiurgo teresiano. Sus vidas y obras, modélicas por su Intensidad y Vocación, en todas las horas “hablan para todos los tiempos”. |
Guillermo Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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