El americanismo de D.F. Sarmiento y Alfonso Reyes |
América
piensa y escribe Todo
lo que escribió Alfonso Reyes
(1889-1959), “el mexicano universal”, trasunta gracia, encanto y
brillo. Ha sido una de las inteligencias más ecuménicas, múltiples y
vibrátiles de América. Paradigma de simpatía humana y entusiasmo
espiritual. Un escritor formidable. Era “un sindicato de escritores”
han dicho de él por la ingente y variada obra. Un excepcional ser humano
expresivo y receptivo: “escribir es como la respiración de mi alma, la
válvula de mi moral”. “El arte de la expresión no me apareció como
un oficio retórico, independiente de la conducta, sino como un medio para
realizar plenamente el sentido humano”. Enciclopédico, asombrosamente
erudito en artes, ciencias y técnicas, poseyò el sentido del equilibrio
y la armonía para tamizar tales conocimientos en un estilo chispeante, grácil
y atrayente. Aunó ética y estética, saber y fino ingenio, conocimiento
profundo y amor. En
su “Pasado inmediato” (1941) se refiere a
Domingo Faustino Sarmiento
(1811-1888), para quien escribir era una decisiva manera de actuar, de
predicar, de influir: “Bello, Sarmiento, Montalvo, Hostos, Martí, Rodó.
En ellos pensar y escribir fue una forma del bien social, y la belleza una
manera de educación para el pueblo”. El genial y discutido maestro sanjuanino,
periodista y gobernante, pertenece, según el justo concepto de Reyes, a
los grandes apóstoles y
pastores de pueblos, cuyo mensaje es una vía de mejoramiento
social, de anulación de la barbarie e instalación de una cultura
esencialmente nacional. Lo dice el mejicano en estilo admirable: “Claros
varones de acción y de pensamiento...Tales son los clásicos de América,
vates y pastores de gentes, apóstoles y educadores a un tiempo,
desbravadores de la selva y padres del Alfabeto. Avasalladores y serenos,
avanzan por los eriales de América como Nilos benéficos”. La vida del autor de “Conflicto y armonías
de las razas en América” es ejemplo de nobleza y entrega total a su
Patria amada, a sus caros ideales de Progreso Republicano. Visionario e
intuitivo del avance económico y político de los pueblos
hispanoamericanos. Continúa Reyes: “Gracias a ellos no nos han
reconquistado el desierto ni la maleza. No los distingue la fuerza de
singularidad sino en cuanto son excelsos. No se recluyen y ensimisman en
las irritables fascinaciones de lo individual o lo exclusivo. Antes se
fundan en lo general y se confunden con los anhelos de todos. Parecen
gritar con el segundo
Fausto: ‘Yo abro espacios a millones de hombres’. Su voz es la voz del
humano afecto. Pertenecen a todos. En su obra, como en las fuentes públicas
todos tienen señorío y regalo” (Obras Completas de A. R., ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1960, tomo XII, ‘Justo Sierra y la historia
patria’, p. 242). Recuerda el acento de Walt Whitman (1819-1892), cuando
evoca en sus versos oceánicos a los “pioneros”, los inauguradores de
la Cultural popular, los Fundadores egregios de la Civilización (“Pioneers!
Oh pioneers!”). “Yo hablo de un mundo nuevo” afirma el cuyano. El
empuje y energía sarmientinos, veníanle de su inspiración en altos
proyectos de mejoramiento ciudadano, y en haber podido concretar
frecuentemente en hechos positivos su grandiosa Voluntad de Bien. Como
expresa Reyes:
los ideales férreamente cumplidos “son el secreto de toda humana energía,
la causa de todo empuje, la razón de toda lucha”. El acicate de estas
vidas es el ideal fervoroso y el empeño puesto en las empresas audaces. “Oh, por mía, minúscula en ti misma,
pero inmensa en las direcciones cardinales que apuntas: tu fuiste un
crucero del destino” exclama el mejicano. Ambos fueron hombres del
destino americano. México y Argentina fueron preocupación constante,
meditación y práctica, ideas y obras. Probidad, integridad y grandeza de alma
signaron el espacio del autor de “Visión de Anahuac” en la historia
americana. Así también el nuestro, el argentino, encarnó al estadista e
intelectual sobresaliente de la medianía de su época: Fundador de la
Argentina moderna, el Profeta de la Pampa.
Combates
por la cultura y la educación Preocupación dominante de ambos fue la
reforma educativa en sus respectivos países: la escuel anti positivista y
el desarrollo del humanismo crítico en uno, y la instrucción pública
gratuita y obligatoria en el otro.
Bregan por superar el fatalismo geográfico y económico de su país
natal: Reyes en “La X en la frente” (1952), y antes en “Norte y
Sur” o “Tentativas y orientaciones” (1944), como miembro de la
Universidad Nacional, integrante de la Academia de la Lengua (desde 1918),
en sus fructíferos años de Diplomático, y desde muy joven como fundador
del Ateneo de la Juventud (1909) y de la Universidad Popular (1912). Por
su lado, conocemos la obra imperecedera de Don Domingo en “El Zonda”,
“El Nacional”, en los discursos populares y parlamentarios y a través
de miles de cartas encendidas, para mover voluntades en pro del avance de
nuestra nación: todos sus escritos son nuestra verdadera Constitución
Nacional. El sanjuanino desarrolla su labor libertaria
con mayor pasión combativa y desde funciones públicas de primer rango,
para desterrar la mentalidad colonial, el caudillismo abominable y el
desierto cultural. Para ambos “cultura
era idéntica a democracia activa”. Educar es mejorar individual
y socialmente al ciudadano, es cualificar la vida comunitaria, afianzar
los valores nacionales. Léase, p. ej., la “Alocución en el aniversario
de la Sociedad de alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria” de R.
“Pocos entienden que el verdadero amor a la patria
está en querer siempre mejorarla” (“Los tres tesoros”). Su
credo es la instrucción Popular como primerísima necesidad, debe ayudar
a la instalación de una cultura propia con la vigencia total de la
democracia, de las libertades públicas conscientemente admitidas y
responsablemente ejercidas (el genuino federalismo). Toda su obra es en definitiva “un programa
de cultura política: su sentido consiste en alentar el ascenso de la
voluntad del pueblo a un pleno ejercicio de la responsabilidad
ciudadana” y constituye “una carga de dinamita a largo plazo” por lo
proteico de su mensaje y la riqueza de su acción. Fueron visionarios que
sembraron “de señales para el futuro el terreno yermo del presente”
según conceptúa Carlos Fuentes (“Presencia de A.R.” vs. Autores,
1969, p. 25-28). En correspondencia a “El Zonda” desde N. York
(20-5-1866) aconsejaba Sarmiento: “Ciencia, mi querido doctor. Estas son
las grandes cuestiones para nuestros pueblos. Saber ver, he aquí la
ciencia moderna, práctica, útil... Enseñen a leer”. Su credo
progresista, su sueño de un país culto y productivo. Para el autor de “Argirópolis” no hay
mayor himno de gratitud entonado a Dios que un campo extensamente sembrado
o una ciudad construida según los últimos adelantos técnicos.
“Necesitamos formar la opinión pública; levantar la barrera
insuperable que nos mantiene en el atraso y la barbarie. Pasarla, o morir
de inanición”. En su “Palabras sobre la Nación
Argentina” (1929), incluida en “Norte y Sur” (O. compl., tomo IX,
1959) Don Alfonso afirma que la Argentina republicana
es producto de los grandes estadistas y maestros como Sarmiento:
“en verdad, la Argentina moderna parece la encarnación del verbo, y el
triunfo, voluntario y consciente de la generación romántica: Sarmiento,
Alberdi...” (loc. cit., p. 34). S. pareciera exclamar como Reyes:
“...y yo soy muy romántico, yo soy muy Satanás!” en carta a Eduardo
Mallea sobre el “Goethe” de Ortega y Gasset (1932, en O. comp.. tomo
XXVI, ed. Rev. de Occidente,
p. 439 y ss.). Por la garra y médula de combatiente y Civilizador.
Por la prosa insuperable. Por los férreos ideales. Estilo
y personalidad Reyes encarnó las virtudes
de la comprensión superior y la belleza en su estilo de vida, su
escritura y pensamiento. Clásico por la armonía y proporción.
Sarmiento, áspero, rudo y hercúleo. Significó el romántico pasional y
contradictorio. Místico de la Patria. Un Iluminado, que tipificó la
furia creativa y hasta caótica de los primeros civilizadores. . “Yo
desesperado de servir a mi país- dícele S. a su amigo José Posse en
carta de 1865- porque prefiere a los prestidigitadores que lo divierten,
sigo mi camino, consagrándome a preparar el remedio que otros aplicarán
más tarde, cuando se convenzan de la eficacia de la panacea. Educación,
educación, nada más que educación; pero no de a chorritos, como
quisieran, sino acometiendo la empresa de un golpe, y poniendo medios en
proporción del mal”. Ambos pensadores simbolizan la conciencia
desvelada de una América hondamente sentida y el imperativo moral de
servir a su Nación, leal e inteligentemente, con la pluma rica y
generosa, la palabra militante y la acción fecundísima.
“Más de una vez me vi en el trance de invocar la palabra que a
todos nos pusiera de acuerdo: América, cifra de nuestros comunes
desvelos. Buscando así, a bulto y a tanteos, en el arca de la conciencia,
América era la primer realidad que se me ofrecía, el tesoro de mayor
peso” (Reyes, en “El presagio de América”, O. comp.., tomo XI, p.
11). El Nuevo Mundo fue tierra fértil para la
siembra de los Padres Fundadores, reformistas y bravos, aventureros del
Bien y esperanzados en la Felicidad de las mayorías Ciudadanas. “Escriba, combata, resista. Agite las olas de ese mar muerto, cuya superficie tiende a endurecerse con la costra de impurezas que se escapan de su fondo, la colonia española, la tradición de Rosas, vacas, vacas, vacas. ¡Hombres, pueblo, nación, república, porvenir!” insta a Juana Manso en 1865 a combatir por el avance de la escuela pública, contra viento y mareas, con la tenacidad y la convicción de un Místico (S. Obras compl., edit. Luz del Día, tomo 29).
Símbolo
del Agua El Agua alegoriza
a la Vida, en su fuerza y en su delicadeza, en el río
caudaloso y productor de energía, y en el manantial sereno, fuente de paz
y de belleza. Sarmiento y Reyes se ocupan en sendos escritos sobre tema
coincidente. Motivo tradicional de la Literatura. Desde Homero y Virgilio,
quien evoca el murmullo del arroyo sobre las piedras que lo bordean, la música
del Agua en las églogas de Garcilaso y las ‘soledades’ gongorinas,
hasta el “Poema del Agua Dulce” concebido por don Domingo en Lago
Oscawana, 30-8-1866 (incluido en “Ambas Américas”, tomo 29 de sus
Obras, p. 149-153, ed. cit.) y la “Plegaria por el Agua” de Reyes,
aparecida en “El Nacional” el 8-4-1941 (recogida en su “Los trabajos
y los días, 1934-44”, Obras, ed. cit., tomo IX, p. 226-229). El agua es dadora de vida, nacimiento y
circulación. Significa transparencia, luz y también profundidad. La
fecundidad de la obra sarmientina encuentra en el Agua tempestuosa, el
signo de la torrencialidad y la tensión intelectual de su genio. Y en don
Alfonso, la medida armoniosa de su estilo y la finura y solar temperamento
de su persona. “El agua sobresale en hacer el bien” sentenció Lao Tsé. Cita el mejicano a Píndaro: “Nada hay
mejor, que el agua”, es “el bien máximo” y cita a los presocráticos
y la poesía popular. Es deidad múltiple y proteiforme: “Aplaca,
refresca, limpia, alivia, fortalece, ayuda. Sube, baja, descansa,
corre”. Unos versos de su querido poeta Manuel José Otón le sirven
para sintetizar su interpretación: “Llena el agua los surcos del
sembrado”. Visión heracliteana.El agua útil, que hace prosperar la
agricultura e ilumina nuestra vida. “Por fortuna el agua lleva en la
utilidad la belleza, de suerte que al par deleita y aprovecha”. “El
agua es la madre común de los mortales, de fieras y de
hombres”.. Y nos recuerda a Tales de Mileto (640-546 a.C.), para
quien es el Principio por excelencia, el fundamento de las cosas. Por su parte, Sarmiento evoca, primeramente,
a “Los trabajadores del mar” de Víctor Hugo, donde el océano
tumultuoso se encrespa en una visión terrible. Desestima esta visión y
como recordando a Esquilo, el Océano le sugiere a un soberano nobley magnánimo:
“es el poder eterno, insondable de Dios”. Lo inspira un
“recogimiento religioso”: “La vida del mar nos hace admirar el poder
de Dios, como la de un buque de guerra el poder del hombre” (“Artículos
críticos y literarios”, tomo 1 de sus Obras). Pero a todo esto, sus
preferencias están en “pintar las glorias de las aguas vivas, la
cascada, el rápido, el lago, el río”.
Para ambos escritores, el agua es belleza, movimiento y color, pero
también utilidad. Léanse, de S., sus “Viajes”, visita de 1845 a la
Isla de Juan Fernández (tomo 5 de sus Obras) y su “Diario de viaje de
N. York a Buenos Aires” de 1868 (Obras, tomo 49). Objeto de contemplación
estética y metafísica: “Aquí, Dios, el mar, el pensamiento”. (V. J.
L. Lanuza: “Al son del agua en las piedras”, La Prensa, 21-5-72; J.
Craviotto: “El mar y los ríos en la vida de S.”, en Humanidades, t.
37, v.2,1961). El agua dulce, como la Libertad, es algo
radicalmente humano: “El agua dulce pertenece al hombre; es de su
esencia y de su talla”. Visión de humanistas: el agua funda culturas y
es la cuna del progreso. La fertilidad, el riego de la tierra, el avance
de la navegación comercial e industrial y la fraternidad de los pueblos.
“”Porque es bueno, útil y aplicable a la mejora del hombre, a su
felicidad y engrandecimiento”. En su trascendental obra “Ùltima Thule”
A. Reyes incluyó unas
preciosas “Notas sobre la inteligencia americana” (Obras, ed.
cit., tomo 11, p. 82-90) donde definió la mentalidad del Maestro de América.
Es el director de pueblos en el que prima el llamado a la acción, el
trabajo ímprobo del “servicio público”, el
“deber civilizador”. Creyentes con firmeza en la realidad del
Nuevo Continente y sus posibilidades de avance integral; su brega
constante es el logro “de la república feliz”, es la felicidad de la
mayoría, es la siembra de fecundos ideales, de la Vida definitivamente. Negación del estilista puro de la torre de
marfil, el escritor arquetípico de América, “nace... como en la región
del fuego central”, el intelectual militante “en la carne viva de la
acción”, personalidad fuertemente “arraigada a nuestras tierras” y
de manera ponderable,”de vitalidad exacerbada” “naturalmente
internacionalista”. Sarmiento, el de los ojos que “dan guerra”, es
la imagen reyesiana aplicada a Sta. Teresa de Jesús, “Romances del Río
de Enero”. El Agua, en su divinidad y varia
hermosura
y bondad, encarna el espacio singular que ocupan Sarmiento y Reyes
en la historia humana. México
y Argentina, entrañables El
país azteca aparece en los escritos sarmientinos, p. ej., en una carta
del 21-5-1867 al ministro
plenipotenciario del Presidente Benito Juárez, Don Matías Romero. En esa
comunicación, don Domingo declara fervientemente que si es
derrotado en la lucha electoral adoptará a México como segunda patria:
“México y mi propio país se hallan en idéntica situación a la vista:
de terminar la guerra civil, y proceder por nuevas vías a extinguir sus
teas...”; “si somos vencidos en la República Argentina, mis miradas
se volverán a México en busca de una segunda patria” (“Cuestiones
americanas”, tomo 34 de sus Obras, “Asuntos de Méjico”, ed. cit.,
p. 258-262). Carta
densa de pensamiento constitucional, su motivación está
en el deseo sarmientino de saber si corresponde legalmente la prórroga
del mandato de Juárez. Influyó grandemente en la legislación mejicana
posterior (reforma de 1882). Revela a un Sarmiento precursor, y avezado
jurista. Quiere la via republicana y libre para Méjico, la paz social y
el adelanto cívico: “De desear sería que si los Estados Unidos de México
recuperan nuevamente su usurpado territorio, ajustasen su constitución
política a alguno de los autorizados y expertimentados modelos que
presenta el mundo” (ver nota de Javier Fernández, en revista “Sur”,
nº 341, p. 226-232). Esta admirable pieza americanista fue reproducida
también en “Correspondencia de la Delegación Mexicana en Washington
durante la intervención extranjera, 1860-1868” impr. del Gobierno, 1879
y en el tomo 33 de las obras de
S., “Pràctica constitucional, 3ª parte”, ed. cit., 1952, p. 7-13,
con nota preliminar de Augusto Belin Sarmiento. “Salvar primero la cosa constituida, la Patria, el Estado, la República, es lo que importa. Cada día trae su obra”. Más tarde, “por feliz desenlace de la guerra”, el sanjuanino manifiesta el deseo de actuar en el país de Reyes: “México ha conquistado recién su lugar entre las naciones, y tomado el que le corresponde en América. ¡Que lo conserve por siempre!. ¡Cuánto deseara poder consagrarme exclusivamente a sembrar en ese terreno tan profundamente surcado!” (Obras, tomo 34, ed. cit., p. 260). Su esperanza está basada en la descolonización de México y Argentina, para que marchen a la par de las grandes naciones del mundo: “nos tendremos de las manos en todas las cuestiones que afectan a los intereses americanos: los mismos en Méjico que en la República Argentina”. .”Con un ¡viva la Patria! Nuestro hosanna americano...”. |
Guillermo
Gagliardi
Gentileza del blog "Sarmientísimo"
http://blogcindario.miarroba.com/info/95993-sarmientisimo/
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