Poseedor de una mirada atenta que percibe a su alrededor, el Novick poeta hunde sus raíces en aquello que vulnera los ideales humanitarios, haciendo emerger poemas que claman por despertar dormidas conciencias.
Puede que sea precisamente el pensar, la reflexión que le es propia como intelectual, aquello que lo conduzca a esa emotividad con la que palpitan sus versos; puede, que a la inversa, sea su honda percepción sensible, aquello que reclame su pensar; de todos modos algo no puede dejar de soslayarse: su escritura conjuga a ambos y en ello yace una de sus riquezas.
Hombre no meramente culto, sino amante de la cultura, muy especialmente de la literatura clásica y la música, halla también en las vidas de sus autores y en sus obras, inspiración para sus versos.
Sin embargo, el talento de Novick no está dado simplemente por la trayectoria que ha añejado su pluma, hasta pulirla estilísticamente, tal como aquí se nos presenta: su madurez literaria se apoya sobre todo en poder exteriorizar una sabiduría, que en el presente libro se pone claramente de relieve.
Moshé Korin |