Prologado por el pastor (E) Aldo Etchegoyen,
Augusto Conte: Padre de la Plaza rinde tributo a uno de los fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (cels), padre de un hijo detenido-desaparecido por la última dictadura militar, e infatigable luchador por los derechos humanos. El autor de este libro a mitad de camino entre la biografía y el sentido homenaje, Néstor Vicente, fue compañero de ruta de Augusto Conte en la militancia política durante las décadas del '70 y del '80. Integrantes activos de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos desde sus inicios, sus voces fueron de las primeras en denunciar los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Proceso.
A través de los recuerdos del autor y los testimonios de personas allegadas a Augusto Conte, Padre de la Plaza reconstruye una parte de la trágica historia de nuestro país, cuando el disenso o la militancia podían llevar al exterminio clandestino, así como también narra los años de la reinstauración democrática, con su esperanza, sus promesas y sus desencantos. Augusto Conte fue durante esos años diputado nacional y luchó por el esclarecimiento de los delitos cometidos por la dictadura y por la construcción de un proyecto político de emancipación nacional. Tan lúcido como atormentado, Conte, cercado por la depresión y el persistente recuerdo del hijo, desencantado por los indultos de diciembre de 1990 y por el giro ideológico de Menem, se suicidó en 1992. Su recuerdo, al que este libro contribuye, sigue oficiando al día de hoy como ejemplo de integridad y respeto por la vida, la dignidad humana y la justicia.
Néstor Vicente cuenta con una dilatada trayectoria como militante político. En sus inicios fue candidato a consejero estudiantil universitario y ocupó la vicepresidencia de la Acción Católica porteña. En 1961 se sumó a la Democracia Cristiana y en 1973, como parte del Frente Justicialista de Liberación (frejuli), resultó electo concejal de la ciudad de Buenos Aires. El golpe militar del 24 de marzo de 1976 lo encontró en ejercicio de ese mandato y como secretario general del Partido Popular Cristiano. Meses después se incorporó a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Junto con Augusto Conte, Enrique de Vedia y Carlos Auyero fue uno de los fundadores de la corriente Humanismo y Liberación de la Democracia Cristiana, que hizo punta en la lucha a favor de los derechos humanos y en el enfrentamiento a la dictadura militar.
Durante la reinstauración democrática de 1983 pugnó junto con Conte por que los derechos humanos llegaran al Parlamento. Viajaron juntos a Cuba y Nicaragua en 1984, invitados por el régimen sandinista. A pocos meses del regreso de esa importante experiencia dejó las filas de la Democracia Cristiana para incorporarse al Partido Intransigente.
Luego de fundar con Eduardo Luis Duhalde y el coronel Luis César Perlinger la Izquierda Democrática Popular (idepo), integró la alianza Izquierda Unida, de la que fue candidato a presidente de la Nación en 1989, luego de haber protagonizado la primera interna abierta que tuvo lugar en el país.
El 1 de mayo de 1990 fue junto con Luis Zamora orador principal en la denominada Plaza del No, en abierta oposición al proyecto menemista que comenzaba a desarrollarse.
Compartió con Oscar Alende, José Maria Rosa y Conrado Storani la autoría del libro El ocaso del Proceso, publicado en diciembre de 1981. Los reportajes que le realizaron Mona Moncalvillo (1985) y Juan José Salinas (1989) fueron publicados como libros.
Fue diputado de la Ciudad en 1999, y nunca dejó de expresar su predilección por el tango y su afición a la poesía. La pasión que puso en la actividad política también fue un signo singular de su quehacer como dirigente deportivo. Fue presidente de Huracán y escribió dos libros sobre la historia del club y otro sobre política deportiva, Puntapié inicial (2000), publicado por la editorial Galerna.
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