—La literatura de nuestra América es un ejemplo -agregamos nosotros-.
Obras como "La Vorágine" o el "Canto General"
de Neruda, están indicando
esa afirmación.
—Les diré más ... Desde el comienzo de la literatura americana, desde
los antiguos textos y la poesía oral de nuestros mayores, el hombre de
estas latitudes expresó poéticamente su deseo de liberación espiritual y
material. Toda nuestra herencia literaria (hablo, también, del cielo
prehispánico en América) es un canto a la libertad del hombre.
Nos habla entonces de esas historias, de las leyendas, de la herencia
épico poética americana, del impulso vital que un día reconocimos en sus
libros como una resonancia de un acervo no siempre traducido. Ello nos
incita a preguntarle a Asturias si esas creaciones, en América, nos
revelan la incorporación de una forma, de un estilo que nos corresponde.
-Ese es un resultado implícito en la búsqueda del artista que quiere
recrear la epopeya de los hombres de nuestros pueblos. No sé si nuestros
anónimos se plantearon esos problemas. Seguramente, no. Eso está
implícito en el trabajo literario.
-Pero esa inquietud por enaltecer el trabajo literario y llevarlo a una
máxima expresión ... ¿disiente en su aplicación y en su sentido del que
elaboraron las minorías europeístas en América Latina?
-Los juegos, las variaciones formales de esas minorías -define Asturias-
son el fruto de un pensamiento que se contrapone al gran arte de
América. La cultura de nuestro continente tuvo grandes creadores,
grandes maestros, que han conseguido trascender por la eminencia
preponderante de sus mensajes, pero también por lo excepcional de sus
estilos.
Sus últimas palabras nos dan pie para una pregunta que molesta, por un
instante, al escritor. Le preguntamos, simplemente, sobre sus
influencias europeas ...
-No las reconozco... Si las tuve, si las tengo, ellas no son
fundamentales.
-Sin embargo, creemos que podría hablarse de surrealismo frente a
algunas de sus páginas.
-Busquen mi surrealismo en el "Popol-Vuh" —nos indica Asturias.
Prometemos ir a buscar esa lejana influencia. Pero volvemos al ataque:
-¿Se niega a todo lo europeo?
-No, desde luego que no. Me niego a los que niegan nuestra América.
Estamos de acuerdo.
-¿Su próximo libro?
-"Week-end en Guatemala".
-Un título explícito- comentamos.
Entonces Asturias nos habla del dramático "fin de semana" de su pueblo.
Su rostro anguloso, fuerte, recibe un golpe de sombra; sus labios
musitan las palabras que condenan la invasión de su país:
-En mi patria -dice el poeta-
se está ensayando ahora una nueva forma de dictadura latinoamericana: la dictadura
impuesta desde afuera,
sostenida desde afuera con métodos policiales. Y todo para entregar un
país a los consorcios financieros. Esa es la verdad. ¿Podemos hablar
ahora de panamericanismo?
Pero agrega:
-Mi condena, no hace falta que lo explique, no es para el gran pueblo de
los Estados Unidos, sino para los truts y los hombres que no hacen honor
a la noble tradición de la patria de Lincoln y Walt Whitman.
Entonces la conversación deriva hacia el pueblo y la literatura
norteamericanos, hacia las posibilidades y frustraciones de una cultura
que hizo posible uno de los fenómenos más interesantes de nuestra época:
la novelística norteamericana. Después, naturalmente, surge la
comparación con las novelística de las otras dos Américas. Se habla de
sus hombres, de sus posibilidades. Asturias se muestra optimista,
esperanzado. Luego, cuando le señalamos que los grandes orientadores y
creadores de los países americanos adoptaron siempre una posición
popular en el arte, Asturias responde aclarando el concepto:
-El escritor de América no puedo serlo ampliamente si no entronca con
esa corriente emancipadora que dio vida y alientos a nuestras mejores
obras literarias. Entre ustedes, el caso de Sarmiento...
-Sarmiento fue el creador de un tipo, el denunciante de una forma
inapropiada y antipopular de gobierno bárbaro que hería los sentimientos
más caros de nuestro pueblo -decimos-. "Facundo" es, en cierto modo, su
"Señor Presidente", para los guatemaltecos.
Asturias acepta el paralelo. Sabe que él puede proyectarse en el plano
de la discusión, de la ardiente polémica de una literatura americana.
Ella, al fin, está determinada por la azarosa existencia de los pueblos
que expresaron y expresan -cuando pueden- su aspiración de libertad. Esa
literatura -de la que Asturias es un auténtico representante- es la que
hoy define una actitud dentro de la cultura y los problemas del tiempo
que nos toca vivir en este nuestro mundo, que Asturias habita con su fe
y su gran estatura de creador. |