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Vargas Llosa, el neo-pinochetismo y Karl Popper |
El novelista peruano Mario Vargas Llosa viajó recientemente a Chile para intervenir en la vida política de nuestro país. Su objetivo no era la defensa de la democracia, pues al respecto el gobierno de Michelle Bachelet fue y será un ejemplo en América Latina, sino apoyar a Sebastián Piñera, candidato de los neo-pinochetistas y uno de los hombres más ricos del continente. Réplica chilena de Berlusconi, Piñera es propietario -entre otros bienes- de un canal TV, de un club de fútbol, de una compañía aérea (LAN) y de 115 000 hectáreas de tierras que pertenecen, en principio, a los indios huilliches. Mediante el gasto de inmensas cantidades de dinero y aprovechando la división de una concertación de centro-izquierda usada por veinte años de poder, Piñera ganó la elección pese a sus problemas judiciales en Chile (quiebra, bajo su dirección, del Banco de Talca y desaparición de 250 millones de dólares, delito de "iniciado" en la venta de sus acciones en la Bolsa, asociación ilícita de farmacias en las cuales él era accionista) y sus condenas en Estados Unidos (multa de 88 millones de dólares a LAN-Cargo por competición fraudulenta y ataque a la "libertad" de comercio en complicidad con El AL y ABSA), etc., etc.[1] He aquí un rápido perfil del político "affairiste" al cual Vargas Llosa dio su apoyo, tal vez a causa de las importantes inversiones de Piñera en Perú (LAN-Perú), pero también para alentar la creación de un eje Honduras- Colombia-Perú-Chile contra la república bolivariana de Venezuela dirigida por Hugo Chávez. Lejos quedó la época cuando "Varguitas" aconsejaba a los escritores latinoamericanos -en particular a los simpatizantes de la revolución cubana- que no se metieran en política y se consagraran únicamente a la literatura. Por su parte, él se lanzó de cabeza en la política llegando incluso, como es bien sabido, a postular a la presidencia del Perú. Su ruidosa participación en las manifestaciones de los limeños "chic" para defender la "libertad" de los bancos amenazados de nacionalización por la izquierda entonces en el poder, le ganó los aplausos de la burguesía y los de la City y de Wall Street, pero no los votos del pueblo peruano, que eligió a Alberto Fujimori. Tras esta derrota humillante, se consagró, más que nunca, a su papel de comisario cultural hispánico por cuenta de los banqueros y de los gobernantes ingleses y estadounidenses, entre ellos Ronald Reagan y Margaret Thatcher. "La Dama de Fierro" se transformó en su madrastra espiritual después de un banquete ofrecido a un grupo de intelectuales a quienes pidió, como agradecimientos por la suculenta comida (y algunos regalos, por supuesto), que hicieran el elogio de su persona y de su política. Este es el origen de los artículos de Vargas Llosa que aparecieron en los diarios españoles y latinoamericanos, loando la inteligencia, la cultura y la amabilidad de su madrastra. Los argentinos se acuerdan muy bien de su amabilidad. Durante la guerra neocolonial de las Malvinas, la Dama de Muerte dio la orden al submarino nuclear "Conqueror" de torpedear por sorpresa al "cadet training ship" de la flota argentina, el viejo crucero “General Belgrano”. El navío transportaba un millar de cadetes y grumetes y se encontraba fuera de la zona de combates propuesta y aceptada por la propia Royal Navy. Crimen de guerra, entonces, favorecido por el apoyo a la Royal Navy del general Pinochet (congratulado por Margaret Thatcher en cuanto "salvador de la democracia chilena"), quien traicionó sin escrúpulos la fraternidad histórica entre Chile y Argentina y aportó su ayuda logística a los almirantes ingleses.[2] Desde luego, Varguitas cerró los ojos ante el crimen de su madrastra y de los centenares de muchachos masacrados por los torpedos de Su Majestad. La historia de la Argentina juzgará al escritor felón en reemplazo de la burguesía de Buenos Aires, siempre encantada de aplaudirlo cuando pasa por el suntuoso Teatro Colón en su sus periplos político-culturales. "La burguesía carece esencialmente de inteligencia", decía Balzac. La burguesía carece también de sentimientos, podría agregarse. Pues bien, en una entrevista concedida al diario El Mercurio de Santiago, Varguitas afirma que fue la lectura de Sir Karl Popper -en especial su ensayo "La Sociedad Abierta y sus enemigos"- aquello que hizo de él un infatigable guerrillero anti socialista. Varguitas, que no tiene ninguna formación filosófica seria y ninguna formación científica (su cultura es esencialmente novelesca, es decir, ficticia), confiesa que la obra del epistemólogo austríaco (filósofo especialista de las ciencias, precisamente) le había sido recomendada por su madrastra intelectual, Margaret Thatcher, cuya incultura era el hazmerreír de sus propios ministros y de la prensa británica ("illiterate lady"). Karl Popper (Viena 1902 - Londres 1994) es conocido sobre todo por su tentativa de asesinato de Karl Marx. Su gesto fue saludado por la Casa Real de Inglaterra y ungido "noble" en 1965 por la reina Elizabeth II, fanática de las novelas de Agatha Christie y de los asesinatos "british style". "La Muerte de Marx", bonito título para una novela de Vargas Llosa, reconocido por la fealdad y la trivialidad de la mayoría de los títulos de sus libros, pero, sobre todo, qué alivio para la muy gentil y abierta sociedad burguesa, amenazada por horribles enemigos totalitarios. En realidad Karl Popper merecería discípulos un poco más creíbles, pues su obra -en particular aquélla que concierne la epistemología- es interesante, aunque no lo sea más que por su pretensión colosal. Pese a que mi propósito es combatir y no explicar el fenómeno popperiano[3], quisiera, en el corto espacio de este panfleto, dar una idea del método de Popper como pensador. Para eliminar a Marx era necesario que demoliera primero a Hegel y a su dialéctica, madre de la lógica marxista, pero antes de derribar a Hegel tenía que demoler a Platón y a Sócrates y, de paso, a Heráclito y, ¿porqué no aprovechar la ocasión?, también a Aristóteles. Este vasto proyecto de demolición llevado a cabo (Derrida y su empresa deconstructora era bastante más delicado), sólo quedaba esperar que Marx cayera por su propio peso del pedestal donde lo instalaron los perversos totalitarios del siglo 19. Varguitas, que cree con los ojos cerrados en la ficción como panacea contra toda fiebre revolucionaria, se tragó los argumentos popperianos y no percibió bajo la superficie aparentemente lisa y coherente de la escritura de Popper, el número incalculable de amalgamas, de remiendos, de deformaciones y de citaciones falsificadas que se diseminan a través de toda su obra. Incluso un estudiante de primer año de filosofía es capaz de descubrir las enormes fallas de la lógica popperiana, fallas más o menos disimuladas por afirmaciones provocadoras, sin fundamentos, al punto de que el lector atento podría preguntarse si Popper conocía a Descartes y su método. En cualquier caso su lógica le permite considerar a Platón como un filósofo de "mala fe", traidor a su maestro Sócrates, y La República como la matriz de todos los totalitarismos, mientras que Aristóteles no sería sino un "escritor mediocre", más erudito que inteligente. En cuanto a Hegel, se trataría de un "bufón" cuya "pseudo-filosofía nauseabunda" es una "impostura", una de "las peores estafas intelectuales de nuestra época"[4]. Esto no es todo. Popper, utilizando a Schopenhauer como escudo, afirma que el autor de "La Fenomenología del Espíritu" (una de las cimas incontestables de la filosofía occidental) es un "mafioso" cuyo pensamiento "patológico" sería la base del fascismo y, por supuesto, del estalinismo, etc. Hecho curioso, quien mejor se escapa de estas ráfagas de ametralladora propias de un auténtico terrorista intelectual es… Marx. En realidad Popper, marxista en su juventud, no consigue ocultar su fascinación por Karl Marx (parecida a la pasión casi erótica que siente Varguitas por Fidel Castro.)[5] El filósofo vienés cubre a Marx de elogios ("gran pensador profundamente honesto, gran humanista, sincero denunciador de la injusticia de la sociedad de clases", etc.), creyendo que tal vez así podría eliminarlo sin sentimientos de culpa. Pero Popper se siente de todos modos culpable, como culpable se sentía Dimitri Karamazov, el personaje de Dostoievski, aunque en realidad no asesinó a su padre. Efectivamente, contra sus deseos, Marx sigue vivo, como lo prueba la última crisis financiera que ha sacudido a la sociedad capitalista, crisis prevista -se lo quiera o no- por el materialismo histórico. Fue la conclusión del congreso que reunió en Londres, en marzo 2009, a grandes intelectuales europeos para analizar la sorprendente actualidad del marxismo, única teoría capaz -aún hoy día- de explicar con claridad el origen y el mecanismo del hold-up de dimensión planetaria perpetrado por la City y Wall Street. Karl Popper debe darse vueltas en su tumba, pero él no saldrá del cementerio. Su obra como filósofo-demoledor de los más grandes pensadores de la historia de la humanidad, obra que -si se toma en cuenta su pretensión- podría suponerse por lo menos de un valor comparable a las obras de Platón, Aristóteles, Hegel y Marx, se revela hueca y banal. Pero para el intelecto y la cultura de Varguitas, basta y sobra. Así como para los intelectuales neo-pinochetistas que vinieron a aplaudirlo en una de las manifestaciones políticas organizadas en Santiago para apoyar a Piñera.[6] Alguien ha dicho (pensando en el maravilloso Douanier Rousseau, sin duda) "García Márquez, escritor ingenuo para lectores ingenuos". Me permito agregar, acordándome de las revistas Life y Time Magazine y del dicho "Life para los que no leen, Time para los que no piensan" : "Mario Vargas Llosa, escritor mediocre para lectores mediocres".[7] Cierto, Roberto Bolaño, sicofante chileno de la revolución cubana ("película de gángsters filmada en el trópico", afirmaba con típica objetividad novelesca), hizo su elogio en El País.[8] Por desgracia Bolaño murió antes de la publicación de "Las travesuras de la niña mala", novela "porno soft" de Varguitas cuya prosa se asemeja a la prosa de las revistas femeninas Claudia, Paula o el antiguo Para Tí. Bolaño tampoco tuvo el tiempo de leer el libro de Vargas Llosa sobre Onetti y la ficción, donde el novelista peruano confunde desastrosamente ficción y conciencia y propone, grosso modo, con sus razonamientos estilo Selecciones del Reader's Digest, reemplazar la revolución socialista por la ficción, aconsejando de paso a los pueblos latinoamericanos hambrientos que compren novelas (en primer lugar, las suyas) para evadirse de su triste realidad.[9] Frente a tanta estulticia, de pseudo-cultura camuflada detrás de un muro de premios literarios y otras recompensas otorgadas por la burguesía a aquellos escritores (servant writers) que saben defender la sociedad capitalista de sus enemigos, creo que sería vergonzoso callarse y no responder a Vargas Llosa…[10] Notas: [1] Obligado por las circunstancias, Piñera ha tenido que ceder a sus socios y amigos algunos de sus negocios más vistosos, esperando tácitamente recuperarlos al fin de su mandato, tras cuatro años de gestión presidencial sana, neutra y, por supuesto, perfectamente honrada en lo que concierne sus intereses privados. [2] No fue ella la única que felicitó a Pinochet por haber salvado a Chile de los sanguinarios socialistas, a muchos de los cuales se les ofreció amablemente hacer un paseo gratuito en helicópteros "puertas abiertas", antes de ser lanzados al océano calzados con barras de fierro "dernier cri". Juan Pablo II -verdadero espíritu santo de la Trinidad Reagan-Thatcher-Wojtila- hizo lo mismo cuando viajó a Chile y bendijo las tropas pinochetistas delante de las lágrimas de felicidad del muy católico general, autor -según Varguitas- del "milagro" económico chileno, milagro debidamente autentificado por la City y Wall Street en vista de la beatificación del Santo Padre. [3] "Aunque mi propósito es combatir y no explicar el fenómeno hegeliano..." (K. Popper, Hegel y el neotribalismo,I) [4] "...Una de las peores estafas intelectuales de nuestro tiempo" (K.Popper, Hegel y el neotribalismo, VI ). Estas palabras, aceptables en un panfleto, pero impensables en un texto filosófico, podrían aplicarse a la obra de Vargas Llosa. [5] Su caso recuerda la apasionada calentura de Allen Ginsberg por el Che Guevara (so cute). La Historia no cuenta si el Che se rindió delante de los avances del poeta americano. Es poco probable. En cambio es seguro que a Fidel Castro nunca le ha gustado Varguitas (so clever), ni como hombre ni como novelista. [6] Entre esos intelectuales se encontraban los novelistas Roberto Ampuero y Jorge Edwards, quien fuera nombrado por Salvador Allende como el primer Encargado de Negocios chileno en La Habana, tras años de ruptura diplomática impuesta por la OEA y Washington. Edwards traicionó rápidamente su misión, lo que le permitió -entre otras cosas- escribir "Persona non grata en Cuba", panfleto anticastrista y punto de partida de su reconocimiento posterior por la Sociedad Abierta & Cía. Años más tarde, la Concertación democrática, confiando ingenuamente en su lealtad, le dio una nueva oportunidad profesional y lo nombró embajador en la Unesco. Pero lo que él quería era ser embajador en París, como lo fue Neruda. La oportunidad llegó con la aparición de Piñera. Edwards traicionó esta vez a la Concertación democrática de Michelle Bachelet y se pasó nuevamente al enemigo, quien en pago le adjudicó la histórica embajada. El problema radica en que Edwards está muy lejos de tener la envergadura moral y literaria de Neruda. Incluso los miembros franquistas del jurado que le otorgó el premio Cervantes en 1999, saben que es un escritor de “pluma gorda”, como lo reconocen también los mejores críticos literarios santiaguinos, desconcertados por su prosa de "cachalote". En cuanto a Ampuero, profesor de “creative writing” en la universidad de Iowa, donde enseña a los jóvenes escritores a ganar dinero escribiendo, como él, de ass-thrillers, se limita a escupir, desde su bien pagada cátedra en el Middle-West, sobre los socialistas totalitarios en general y sobre la revolución cubana en particular…esa misma revolución que lo acogió generosamente en 1973 tras el golpe de Estado, aportando ayuda y protección a toda su familia. Autor de novelillas como "La otra mujer", fue nombrado ministro de la cultura del gobierno neo-pinochetista al término del mandato de Piñera. [7]"Lo mediocre ajuntándose con lo mediocre, el arte novelesco de Varguitas no puede engendrar más que lo mediocre", podría decirse parafraseando a Platón (La República, Libro X). [8] El País, diario que siempre ha sido el glorificador incondicional de Vargas Llosa, sin duda porque pertenece al mismo grupo multinacional que sus editores. Cabe preguntarse qué piensan los 150 periodistas licenciados recientemente por la Dirección (por razones de crisis de la Sociedad Abierta), frente al innoble silencio de Varguitas, nominado Marqués por el rey de España…ex aequo con Vicente del Bosque, el entrenador del Real Madrid Football Club. [9] Tal vez exagero al presentar las cosas de este modo. En realidad Varguitas prefiere no ocuparse de la venta directa de sus novelas a los necesitados latinoamericanos (latinos untruly needy). El grupo multinacional Prisa & Santillana se ocupa de la tarea. Esto, en leal competencia con el "Señor Lara", inventor de los premios Planeta destinados a controlar el mercado literario hispánico. Alentado por Varguitas ("laureado" fraudulento en 1992, pues la recompensa de 50 millones de pesetas fue negociada previamente entre el novelista y el editor delante del silencio cómplice de la prensa española), Lara forjó una nueva corona -"Casa de América"- para neutralizar al premio "Casa de las Américas" concedido en Cuba. Hoy día el Señor Lara debe estar algo nervioso porque Varguitas acaba de crear, con su mejor humildad, el "Premio Mario Vargas Llosa de Novela" para neutralizar el "Rómulo Gallegos", atribuido actualmente en la Venezuela bolivariana. [10] Entre esas recompensas, el Irving Kristol Award ofrecido por el American Enterprise Institute, nido de los neoconservadores estadounidenses y vivero del think-tank de la extrema derecha del partido Republicano (y ahora también del Tea Party) que concibió las atrocidades del gobierno de Georges W. Bush. Esta corona trenzada con dólares y que fue ceñida sobre las sienes de Varguitas como remuneración por su apoyo a la invasión criminal de Irak ("To Mario Vargas Llosa, whose narrative art and political thought illumine the universal quest for freedom"), debería ser un deshonor y una vergüenza para cualquier demócrata honesto. Evidentemente, no es el caso de Mario Vargas Llosa, que no conoce ni la honestidad, ni la vergüenza. |
Roberto Gac
gac.roberto@gmail.com
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