Di Provenza

poema de Luisa Futoransky

 

Amo las ciudades de los otros

partidas al medio por un río

cada orilla con sus particulares

ambiciones y desaliento

un segmento del Ródano

que aquí pronuncian ron
como la repetida onomatopeya de animales, diz que domésticos

extraviados de cariño y la bebida isleña del Caribe

una estampilla cliché fijada en mi remoto

y sediento imaginario de alguna vez, de ojalá

y cuándo.

 

Ciudad ésta, Arles, de comerciantes y burgueses de profesiones

llamadas liberales que de apertura, tan solo una estrecha,

irrespirable grieta en la sesera,
con algunos árabes para los trabajos que repugnan los nativos

y turistas sin sol ni mistral,

en suma, de menosprecio sin remedio

al extranjero.

 

Conozco, por arrastrarme en trechos crepusculares
algunas de sus varandas de pocos rostros,
uno, por ejemplo, asociado para siempre a dos gatos
de un viejo inmóvil con boina y cigarrillo
los gatos parecen dorados
como le gustaban a un amigo muerto
cerca de mi extraño río cuya ciudad
andá a saber por qué le vuelve el lomo
a sus quimeras.

 

Amo también detenerme a divagar
ante las heridas y transformaciones
de los muros expectantes
erosionados por pasiones graves
ya que las paredes huelen siempre a notarios
herederos y enemigos.
¿Clausurarán por eso tantas ventanas?
¿Querrán guardar todo el odio para sí?

 

El Hospital Dieu donde Van Gogh y yo dormimos

huele aún el aire de orines y de incontinencia de los locos

y los muertos;
nuestros vecinos se retuercen las manos de pesadillas

y la calle principal se ha cubierto
de saldos y servilletas agusanadas de todos los Mac Donald

del mundo, uníos.

 

El puente roto conservará una imagen de último abandono
porque ya nadie cortará jamás oreja y rabo en nuestro nombre,
tal vez, con cuidado en el espejo de las furias
un pelo, inoportuno recordatorio de naufragios y ternura
que tenaz persiste, aunque grisáceo
bajo las palmeras salvajes de aquella, única nariz.

 

El Ródano se deshace entre mis manos

y los olivares recortados

de esta contrada mediterránea

evocan lo mustio y perecedero

de todo afán.

 

Las semillas de girasoles
que adoran las cacatúas blancas
de las fábulas sangrientas
los girasoles,
bah

 

Arles, 9 de julio 92


poema de Luisa Futoransky
 

Originalmente en Diario de Poesía Año 9. Nº 32. Diciembre de 1994

Link: https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-32/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

Ver, además:

 

            Luisa Futoransky en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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