Lem –que publicó Edén (1959),
Memorias encontradas en una bañera (1961), Solaris (1961),
Ciberíada (1967) y La Voz del Amo (1968), entre otros
títulos- estaba asombrado por el impacto que tuvo uno de sus libros.
“Resulta que las Fábulas de robots, la parte más conocida de
Ciberíada, les gustan a personas a las que no les cae bien el resto
de mi obra (…), eso me sorprendió mucho. Uno está totalmente inerme e
impotente frente a la suerte que encuentran ‘los frutos de su
creación’”. La historia del descubrimiento de un mensaje cósmico es otro
punto fuerte de su obra. En La Voz del Amo, narrada por el
escéptico matemático Peter Hogarth, alter ego de Lem, el gobierno
estadounidense intenta decodificar ese enigmático mensaje a través de un
equipo multidisciplinar. “Si hay algo que podemos afirmar con total
seguridad respecto de nuestra propia civilización es que, cuando los
primeros emisarios de la Tierra deambulen por la superficie de otros
planetas, habrá hijos de nuestro globo terráqueo que estarán soñando no
con este tipo de expediciones, sino con un trozo de pan”, plantea el
narrador poniendo el foco en un tema acuciante: las desigualdades
sociales.
A mediados de la década del setenta,
llegó la pelea con Philip K.Dick. Los dos compartían cierto estilo
filosófico y utilizaban el género de la ciencia ficción, o mejor la
literatura especulativa, para trastrocar las convenciones y hablar, al
fin y al cabo, de la condición humana. Aunque el escritor polaco
admiraba al estadounidense y hasta había traducido Ubik al
polaco, el problema empezó cuando Lem publicó un ensayo en la revista
Science Fiction Studies, titulado “Un visionario entre charlatanes”,
cuyo número desplegaba un homenaje a la obra de Dick. El escritor
estadounidense le envió una carta al FBI en la que afirmaba que esa
publicación era un intento de atraerlo al “bando comunista”. La
situación empeoró porque Dick creía que el dinero recaudado en Polonia
por Ubik se lo estaba escamoteando Lem, cuando en rigor las
trabas respondían a las restricciones que había en el intercambio de
divisas durante la Guerra Fría. Lem fue miembro de la SFWA, la
asociación de escritores norteamericanos de ciencia ficción y fantasía,
pero en 1976 fue expulsado después de declarar que la ciencia ficción
estadounidense era de baja calidad y estaba orientada más al aspecto
comercial que a desarrollar nuevas ideas o formas literarias.
No le gustaba la derecha, criticaba a
la izquierda y tampoco se encontraba a gusto en el centro político.
Lem, sencillamente, no encajaba en un mundo bipolar y tan
estructurado. Él no quería que lo redujeran a estar en un casillero.
En 1995, unos periodistas alemanes le preguntaron si le tenía miedo a la
antimateria. Lem respondió que más miedo le tenía a Internet y, sin
desearlo, consiguió que los titulares sensacionalistas, tanto de la
prensa polaca como alemana, titularan: “¡Lem considera que Internet es
más peligrosa que la antimateria!”. En medio de un optimismo tecnológico
ciego, las advertencias del escritor polaco, no entraban en la
consideración pública-mediática. Él decía que la red tecnológica
desarrollaría una nueva delincuencia frente a la cual la policía y el
derecho serían impotentes; aumentarían los ataques y agresiones
informáticas entre países y en la marea de información absurda sería
cada vez más difícil separar la paja del trigo. El “tiempo” jugó a favor
de Lem, que murió en Cracovia, el 27 de marzo de 2006. Las preguntas que
brotan de su obra son los mejores aguijones para repensar al ser humano
del siglo XXI. |
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