El gran golpe es escribir como si se empezara de nuevo. La narrativa del siglo XX estuvo marcada por el modo en que Ernest Hemingway (1899-1961), con los restos del lenguaje, construyó una prosa conceptual de frases cortas; un estilo de escritura experimental, conectada con las vanguardias de su época, que ha sido emulada hasta la saturación. De las copias adulteradas pretéritas y más recientes no es responsable el escritor estadounidense. Más de medio siglo después de su muerte, se un publica un relato inédito de Hemingway sobre la Segunda Guerra Mundial, “A Room on the Garden Side”, en la revista literaria trimestral The Strand Magazine, que ha difundido en sus páginas obras pocos conocidas de Raymond Chandler y John Steinbeck, entre otros. El escenario principal de este cuento escrito en 1956 es el Hotel Ritz de París, de cuyo bar al autor de El viejo y el mar le gustaba alardear por haberlo “liberado”. El narrador Robert y su séquito de soldados, que deben abandonar la ciudad al día siguiente, beben vino, citan a Marcel Proust, Victor Hugo y Charles Baudelaire y debaten sobre “el sucio oficio de la guerra”.
Que el cuento hasta ahora inédito transcurra en el Hotel Ritz de París podría interpretarse como una “contraseña” identitaria de Hemingway. El escritor desembarcó en París en los años 20 gracias a las cartas de recomendación que Sherwood Anderson le había escrito para Gertrude Stein, Ezra Pound y Sylvia Beach. Estaba en el lugar indicado, donde se escribiría una parte medular de la literatura estadounidense. Por los cafés de Montparnasse y las buhardillas a la orilla del Sena, circulaban también James Joyce, Henry Miller, John Steinbeck, Francis Scott Fitzgerald. París era la meca para los que anhelaban escribir o simplemente beber y realizar un ajuste de cuentas con la vida. En ese período parisino publicó Fiesta (1926), cuyo título en inglés es The Sun Also Rises, donde también aparece el Hotel Ritz, y Adiós a las armas (1929), donde consiguió, gracias a la distancia que tanto ponderaba, plasmar sus experiencias en el frente de batalla durante la Primera Guerra Mundial. En 1944, cuando las fuerzas de ocupación alemanas huyeron de París, Hemingway, que trabajaba como corresponsal de guerra, anunció al personal del Hotel Ritz que estaba allí para liberarlos, pero se le informó que los dignatarios alemanes que habían estado ocupando el edificio ya se habían ido. El escritor luego requisó el bar y pidió champán para todos.
“A Room on the Garden Side” “contiene todos los elementos característicos que los lectores adoran de Hemingway”, asegura Kirk Curnutt, miembro de la junta directa de The Hemingway Society. “Cargada de conversaciones sobre Marcel Proust, Victor Hugo y Alexandre Dumas, y con un largo pasaje en francés de Les Fleurs du Mal, de Charles Baudelaire, la historia pregunta implícitamente si la herencia de la cultura parisina puede recuperarse de la oscura mancha del fascismo”, plantea Curnutt en el epílogo del relato. “El profundo amor de Hemingway por su ciudad favorita cuando apenas está emergiendo de la ocupación nazi se exhibe a cabalidad, al igual que los sellos distintivos de su prosa”, escribió Andrew F. Gulli, el editor de la revista The Strand Magazine. La guerra fue uno de los tópicos literarios de Hemingway. Cuando estalló la Guerra Civil Española (1936-1939), el escritor se comprometió con los republicanos españoles. En Por quién doblan las campanas (1940), Robert Jordan, el protagonista, es un dinamitero de las Brigadas Internacionales que comprenderá tempranamente que su intervención será inútil porque la guerra como tragedia colectiva seguirá su curso inexorable. “La guerra es el mejor tema: ofrece el máximo material en combinación con el máximo de acción. Todo se acelera allí y el escritor que ha participado unos días en combate obtiene una masa de experiencia que no conseguirá en toda una vida”, aseguró Hemingway en una carta dirigida a Fitzgerald.
Cuando se suicidó en la madrugda del 2 de julio de 1961, quedaron numerosos relatos sin publicar. Precisamente en el sótano del Hotel Ritz el escritor estadounidense encontró unos baúles viejos con manuscritos mohosos: sus propios cuadernos de notas. El hallazgo animó al Premio Nobel de Literatura (1954) a pasar en limpio lo que después se publicaría póstumamente, en 1964, como París era una fiesta, texto en el que evocó sus inicios literarios en los cafés del Barrio Latino y sus contactos con los miembros de la Lost Generation. Entre los libros publicados después de su muerte se destacan también las novelas Islas a la deriva (1970) y El jardín del Edén (1986). “Lo hice para salvar las vidas de personas que no habían ofrecido sus servicios para luchar. Era eso y el hecho de que había aprendido a conocer y querer una división de infantería y deseaba servirle de cualquier manera útil posible”, explica Robert en un fragmento del relato “A Room on the Garden Side”. “También amaba a Francia y España casi como a mi propio país –dice Robert sobre París–. (...) Amaba a otros países también, pero la deuda fue pagada y pensé que la cuenta estaba cerrada, sin saber que las cuentas nunca se cierran”. La cuenta de Hemingway con el mundo literario tampoco se cerró.