La memoria y la imaginación se miran tan profundamente que la una cae en brazos de la otra. Entonces emerge la “memoginación”, esa intrépida fusión entre lo que parece real con lo que se cree inventado. En esa zona, en ese territorio tan fascinante como escurridizo –donde la ficción puede ser más verdadera que la realidad–, habita Siri Hustvedt, una escritora que además explora la relación cuerpo-mente sin escisión, en un diálogo no exento de tensiones, porque sabe que los cuerpos están atravesados -aunque no quieran- por procesos y fenómenos como las sensaciones, las percepciones o razonamientos que atormentan. El fluir de la conciencia arrasa y mutila lo que toca y puede desembocar en la locura, como el personaje de Mia Fredricksen de El verano sin hombres. La escritora estadounidense ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019; es la octava mujer que recibirá este galardón que el año pasado lo obtuvo la francesa Fred Vargas y que en ediciones anteriores reconoció el trabajo de Carmen Martín Gaite, Doris Lessing, Fatima Mernissi, Susan Sontag, Nélida Piñon y Margaret Atwood. Desde el primer premiado, el poeta José Hierro en 1981, el patriarcado gana por una goleada infame: 34 escritores premiados contra 8 escritoras (en tres ocasiones hubo dos ganadores).
“Su obra es una de las más ambiciosas del panorama actual de las letras. Incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante, desde una perspectiva de raíz feminista. Y lo hace desde la ficción y el ensayo, como una intelectual preocupada por las cuestiones fundamentales de la ética contemporánea. Traducida a más de treinta idiomas, contribuye con su obra al diálogo interdisciplinar entre las humanidades y las ciencias”, argumentó el jurado de esta edición, presidido por Santiago Muñoz, presidente de la Real Academia Española (RAE) e integrado por escritores como Juan Villoro y Leonardo Padura, entre otros. “Me siento realmente feliz y honrada al recibir el Premio Princesa de Asturias. También siento sorpresa, asombro y gratitud”, declaró Hustvedt (Northfield, Minnesota, 1955). La hija de emigrantes de origen noruego se licenció en Historia con poco más de veinte años, dejó su Minnesota natal para vivir en Nueva York en los años 70 y combinó tempranamente lecturas existencialistas como las de Soren Kierkegaard y psicoanalíticas como la de Sigmund Freud y se apasionó por la neurociencia, el psicoanálisis y el arte. Ha publicado novelas, poemas y ensayos como Los ojos vendados, (1992), El hechizo de Lily Dahl (1996), Todo cuanto amé (2003), Elegía para un americano (2009), El verano sin hombres (2011), Un mundo deslumbrante (2014), Recuerdos del futuro (2019); los poemas-luz, en palabras de Eduardo Lago, de Leer para ti (2007), y los textos más ensayísticos: La mujer temblorosa o a la historia de mis nervios (2009) y La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres (2016).
A los 64 años la escritora estadounidense lucha contra dos formas de la “opresión”: ser encorsetada en el rótulo “esposa de Paul Auster” –escritor que ganó el mismo premio en 2006– y la confusión acaso deliberada entre los personajes y su autora. “Tengo la sensación de que si lo escribe una mujer la gente imagina que es algo que le ha sucedido, y si lo cuenta un hombre forma parte de su talento imaginativo como escritor –compara Hustvedt–. Los escritores trabajamos con material autobiográfico, y la magia de la ficción es que eso se presenta de un modo en que ya no importa qué es lo que proviene de la vida real y lo que no”. Hustvedt fue a la manifestación que se convocó al día siguiente de la victoria de Donald Trump con su hija, la actriz y cantante Sophie Auster. Está convencida de que el triunfo de Trump tuvo que ver con el miedo que los hombres tienen a las mujeres. Miedo a que el feminismo avance. “Estoy aterrorizada. Pero por suerte, la democracia es un sistema lento. Por primera vez, me siento afortunada por el hecho de que exista la burocracia. El sistema está diseñado para no ser eficiente, y eso puede ayudarnos a luchar contra Trump. Pero hay que salir a la calle y decir que no nos gusta –advierte la escritora–. Y organizar una resistencia. Yo formo parte de ella. Recaudamos dinero para montar todo tipo de actividades. Hay un completo incompetente al frente del país con el ejército más potente del mundo. Podría pasar cualquier cosa. Y no queremos que pase”.