Domingo, 2 de octubre de 2016
Literatura › Poesía completa de Miguel Hernández
Cantando espero a la muerte, que hay ruiseñores que cantan
A partir del próximo miércoles, en fascículos coleccionables ilustrados por el pintor Gustavo López Armentía, Página/12 ofrecerá a sus lectores la obra completa del extraordinario poeta español, que les cantó a la vida, el amor, la muerte y al viento incandescente del pueblo. por Silvina Friera La poesía de Miguel Hernández (1910-1942) es como un rayo que no cesa. No es un poeta “malogrado”, adjetivación que carga las tintas más en la tuberculosis –la enfermedad que le produjo la muerte, a los 31 años, en la cárcel de la Alicante– que en la dictadura de Francisco Franco. La intensidad y diversidad de su obra, desde su primer poemario Perito en lunas (1933) hasta el póstumo El hombre acecha (1981) –edición que se había terminado de imprimir en 1939 en Valencia, pero que como faltaba concluir la encuadernación, la censura franquista aprovechó para destruirla, excepto un facsimilar que sobrevivió y permitió la posterior publicación–, ha pasado la cruel prueba del tiempo para convertirse en un clásico de la lírica el lengua hispánica. La experiencia del encarcelamiento no le arrebató las palabras, como si escribir fuera la trinchera desde la cual apostar verso a verso por la vida, en medio de tanto fusilamientos y muertes. “Sigo en la sombra, lleno de luz; ¿existe el día?/ ¿Esto es mi tumba o es mi bóveda materna?/ Pasa el latido contra mi piel como una fría/ losa que germinara caliente, roja, tierna./ Es posible que no haya nacido todavía,/ o que haya muerto siempre. La sombra me gobierna./ Si esto es vivir, morir no sé yo que sería,/ ni sé lo que persigo con ansia tan eterna./ Encadenado a un traje, parece que persigo/ desnudarme, librarme de aquello que no puede/ ser yo y hace turbia y ausente la mirada./ Pero la tela negra, distante, va conmigo/ sombra con sombra, contra la sombra hasta que ruede a la desnuda vida creciente de la nada”, se lee en uno de los poemas que integran la Poesía Completa de Hernández, obra que Página/12 lanzará el próximo miércoles en fascículos coleccionables, ilustrados por el pintor y escultor Gustavo López Armentía. |
|
De familia campesina, Hernández cursó a duras penas la escuela primaria.
Aunque comenzó la secundaria en un colegio jesuita, tuvo que abandonar
los estudios para repartir leche y cuidar ovejas en los campos y sierras
de su Orihuela natal. Mientras cuidaba el rebaño, el joven leía –alta
fue la conmoción que le generaron San Juan de la Cruz, Virgilio, Paul
Verlaine– y garabateaba sus primeros versos. La paleta de sus lecturas
se fue prolongando hacia los maestros del Siglo de Oro como Miguel de
Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora; y luego, con el “canibalismo”
feroz del autodidacta que devora sin ningún orden todo lo que llega a
sus manos-ojos, llegará a Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón
Jiménez y Gabriel Miró. Aunque podría haber formado parte de la
maravillosa “generación del 27”, como el último joven de ese grupo, el
propio poeta no se consideraba integrante de esa generación. Dámaso
Alonso lo calificó como “el genial epílogo del Grupo”. En los años 30,
el poeta se instaló en Madrid y se vinculó con Pablo Neruda –entonces
cónsul de Chile en Madrid–, Rafael Alberti y Luis Cernuda, entre otros.
El clima anticlerical de la intelectualidad madrileña y la influencia de
Neruda preludian el eclipse de la fe religiosa de Hernández, quien se
afiliaría al Partido Comunista Español. Durante la Guerra Civil
(1936-1939) apoyó de forma activa y constante la causa republicana desde
el mismo frente; participó del Congreso Internacional de Intelectuales
Antifascistas de 1937 en Valencia y se incorporó al ejército
republicano. Al tríptico hernandiano de las tres heridas: la vida, el
amor y la muerte, habría que añadir un tópico más: el de la pena en un
sentido muy amplio. Cuando terminó la guerra, el poeta intentó escapar a
Portugal. Pero la “peste” de las dictaduras lo perseguía con una saña
que estremece. La policía de la dictadura de Salazar lo entregó a la
Guardia Civil. Estuvo encarcelado en Huelva, Sevilla y Madrid. Gracias a
las persistentes gestiones de Neruda, Hernández fue liberado en
septiembre de 1939. Pero el sistema de terror y delaciones logró que
fuera nuevamente detenido. Juzgado y condenado a muerte, por la
intercesión de José María de Cossío y otros amigos la pena fue conmutada
a treinta años de cárcel. |
Boca que arrastra mi boca: Canción que vuelve las alas Beso que rueda en la sombra: Astro que tiene tu boca Beso que va a un porvenir de muchachas y muchachos, Beso en tu boca por ellos, Hundo en tu boca mi vida, He de volverte a besar, Boca que desenterraste |
Las Tres Heridas de Miguel Hernández |
|
UNED - Las
tres heridas de Miguel Hernández |
Documental sobre Miguel Hernández from Fundación Pablo Iglesias on Vimeo. |
por Silvina Friera
Diario Página12 (Argentina)
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-40173-2016-10-02.html
Domingo, 2 de octubre de 2016
Autorizado por la autora
Ver:
Miguel Hernández en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
Facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a índice de periodismo |
Ir a índice de Friera, Silvina |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |