María Consuelo Álvarez, la madre de Mirko, fue docente de lengua y literatura y una lectora compulsiva. “Una vez vinieron a hacer unos trabajos de reparación en casa, recomendados por un familiar, y dijeron que mi mamá tenía un problema porque se la pasaba leyendo y no levantaba la vista de los libros. Para mucha gente la lectura es algo raro”, aclara el escritor y precisa que su madre los fines de semana leía primero Página/12 y cuando lo terminaba pasaba la vista de las páginas del diario a las páginas de un libro. “A los 11 años me dio para leer la antología de poesía surrealista de Aldo Pellegrini y yo escuchaba The Doors con Jim Morrison y me parecía que eran mundos que estaban conectados. Entonces empecé a escribir poesía, a jugar con las palabras”, recuerda el escritor.
“Mirko está en cualquiera”, se quejaban en su familia de ese adolescente que, a fines de los años 90, quería tocar la guitarra todo el día, como la letra de una canción de Los Auténticos Decadentes. “Tenés que hacer algo con tu vida”, le pedía su tío, el escritor Eduardo Álvarez Tuñón. El joven, acorralado por la presión familiar, fue hasta la Universidad de Buenos Aires y empezó a tachar todas las carreras que tenían matemática. Finalmente, por descarte, optó por anotarse en Derecho. No se arrepiente de esa elección, pero confiesa que se siente un poco ajeno a eso que suele llamarse “ambiente literario”, a falta de mejor expresión.“Traducir la realidad en palabras, en metáforas, era lo que mi vieja me decía que había que hacer para escribir: ‘decilo con una metáfora’. Me acuerdo que me ponía de ejemplo una canción de Fito Páez, ‘Pétalo de sal’. Ella me decía que me fijara que cuando dice 'furioso pétalo de sal' está hablando de una lágrima; se trata de cómo decir lágrima sin decirlo”.
El destino de Mirko es la literatura. Su extraordinaria primera novela no hace más que ratificar el interés por una obra que asoma con una potencia inusitada. “El húngaro tiene fascinación por los libros, me parece que es un tipo culto venido a menos, un tipo culto que tomó malas decisiones en su vida, como podría haber sido el cauce de mi propia vida también -admite el escritor-. Las malas decisiones están muy a mano, como las malas compañías. Todo puede llegar a salir mal, más allá de la familia donde uno haya nacido”.