|
“Nunca se sabe por qué gusta
un libro”, afirma Enriquez.
(Imagen: Leandro Teysseire) |
|
–¿Cómo es trabajar el terror, los miedos, los fantasmas,
todo aquello que asedia de diversas maneras desde lo cotidiano? ¿Qué
desafíos implica ese tipo de escritura?
–Para mí, sinceramente, es muy natural. El terror es mi género
favorito; el terror y sus alrededores: el fantástico, el cuento
extraño, cierta ciencia ficción, los relatos folk. Combinar el
terror y el cotidiano es algo que hace, por ejemplo, Stephen King;
si uno piensa en Cementerio de animales, todo comienza con una
familia tipo que se muda y entierra a una de sus mascotas. Y luego
la novela es un libro sobre el miedo a la muerte y también una
crítica a la familia perfecta. Cuando decidí escribir terror quise
“traducirlo”, pensar cuáles eran los miedos de nuestras sociedades,
en nuestros cotidianos, en nuestro lenguaje. El desafío es encontrar
esa traducción y no hacer simplemente un cuento de género con los
arquetipos, los recursos y los trucos que se pueden aprender, sino
aplicarlo a nuestras fobias, nuestros traumas, personales y
colectivos. Cuando digo “nuestros”, hablo de nuestro país y de
alguna manera de América.
–Se podría decir que la realidad política se ha vuelto
terrorífica. ¿Incide lo que está pasando en el país en lo que está
escribiendo? ¿De qué modo aparece?
–Me interesa la política pero la relación no es tan directa, en
mi caso. Siempre incide lo que ocurre, en la actualidad y antes. En
mis cuentos, la Argentina está por todas partes: hay cuentos que
transcurren en el alfonsinismo, otros donde el horror está disparado
por personajes que “desaparecen” –y no ignoro ni esquivo el peso de
la palabra–, otros donde la desigualdad y la exclusión son la base
del terror que tiene elementos de género, pero también ocurre en los
cuerpos de mujeres, de niños abandonados, de chicas en riesgo.
|