La intensidad del extrañamiento prolifera en el mundo, como si el futuro fuera un soplo de introspección condensado en su obra. Clarice Lispector exploró la intimidad en carne viva, como quien desembarca en una ciudad desconocida con un leve aire de distracción y no le queda más remedio que extraviarse con las impresiones y los pensamientos, con ese torbellino de ambiguas experiencias que le estallan en las retinas. Los fogonazos de intuiciones, cierta dicha embriagadora del contacto con la “salvaje” naturaleza —”sólo quien teme su propia animalidad no gusta de los animales”, aseguraba esta mujer que adoraba a los gatos y le gustaba observar a las gallinas—, la emergencia de una modesta verdad que jaquea un puñado de certezas, expresan una especie de exceso de “modernidad” literaria para las décadas del 40 y del 50. “La hora de Clarice”, una jornada internacional multidisciplinaria de música, danza, performances, lecturas, instalaciones, teatro y talleres para niños, entre otras actividades, dedicada a la excepcional escritora brasileña, vuelve hoy por cuarto año consecutivo al Museo del Libro y de la Lengua, organizada por los mismos clariceanos de siempre, Carmen Güiraldes, Constanza Penacini y Gonzalo Aguilar, con el auspicio de la editorial Corregidor y la embajada de Brasil.
“La obra de Clarice conecta con una sensibilidad que no se da solo en nuestro país. En distintos países de Latinoamérica, también en Estados Unidos, donde se publicaron sus cuentos completos por primera vez el año pasado, y en Europa –no tanto en España, pero sí en Portugal donde se ha dado una especie de rescate– está ocurriendo un fenómeno similar. Su obra conecta con una sensibilidad de nuestro tiempo”, plantea Penacini a Páginað12. La jornada comenzará a las 16 con la proyección del film Agua viva de Luciana Foglio y lectura en vivo de Fernanda García Lao. Se podrá recorrer una muestra de la fotógrafa jujeña María Ester David. El colectivo in medias res, integrado por Florencia Walfisch y Pablo Bronzini, desplegará una instalación de piezas textiles, música y audio con textos de Clarice. Habrá una mesa crítica con Lucía de Leone, Nora Domínguez y Laura Cabezas; lecturas de Mariana Docampo, Hernán Ronsino, Martín Hain, Vanesa Guerra y la poeta y traductora Teresa Arijón. La danza llegará a través de los cuerpos de Patricia Fabian, Inés Saavedra y Andrea Servera, quienes interpretarán Un día en la vida de Teresa Quadros y sus amigas. Teresa Quadros es el seudónimo al que apeló la escritora brasileña para publicar los textos de la página femenina “Entre mujeres”, en los que daba consejos referidos a la moda, dieta, postura del cuerpo, economía doméstica, y hasta recetas de cocina como buñuelos de queso. Además se presentarán dos performances inspiradas en el universo de Lispector: Si yo fuera yo -tres mujeres de generaciones diferentes que se encuentran para celebrar lo inesperado y ensayar preguntas acerca del paso del tiempo- de Marina Quesada; y Las verseras, con Lorena Croceri y Kika Simone.
Clarice nació en una aldea de Ucrania llamada Tchechelnik, “que no figura en el mapa de tan pequeña e insignificante”, el 10 de diciembre de 1920. Su familia llegó en marzo de 1922 a Maceió, el nordeste de Brasil donde tenían parientes. En la década del 40 publicó su primera novela, Cerca del corazón salvaje. Después continuaría con Lazos de familia (cuentos), La pasión según G.H. (novela), La legión extranjera (cuentos y crónicas), Felicidad clandestina (cuentos) y La hora de la estrella (novela), entre otros títulos. “La obra de Clarice es profundamente actual. Se hizo preguntas y se lanzó a un tipo de experimentación formal que no fue bien leída en su contexto de producción. Por el contrario, las generaciones siguientes encontraron en Lispector un lenguaje, unas formas narrativas y una sensibilidad que respondía a su época. En este sentido podemos pensar la obra de Clarice en su carácter proyectivo, siempre lanzada hacia el futuro”, reflexiona Penacini.
No podía faltar la música en “La hora de Clarice”; estarán Gaby Comte y Sol Wenceslada; y los chicos tendrán talleres de lectura y de máscaras, como el que ofrecerán Fernanda y Paula Pampín a partir de El león ya no quiere rugir (Corregidor), libro de Paulo Valente, uno de los hijos de Clarice, ilustrado por Irene Singer. “Clarice propone una experiencia vital. Resulta muy sintomática la llegada que tiene a otros lenguajes artísticos y a otras disciplinas. Hay innumerables músicos, artistas plásticos, bailarines, actores que trabajan a partir de su obra. Que encuentran allí el germen de algo que late y que puede prosperar en sus propias experiencias artísticas –advierte Penacini—. Del mismo modo, en el ámbito de la filosofía, la antropología y el psicoanálisis aparece Lispector una y otra vez iluminando zonas que condensan buena parte de las reflexiones contemporáneas. Se trata de ideas que Lispector describe, explica y luego pone a funcionar en su propia escritura”.