Cultura y Espectáculos
Lunes, 5 de mayo de 2014
La chilena Diamela Eltit, una de las grandes
escritoras latinoamericanas
“A mí me
interesa cuando estalla la literatura”
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–¿Qué le falta? –Hay una insuficiencia; cada libro me deja un vacío, en el sentido de que mi deseo era mucho más intenso, más reflexivo, más estético, más social, y que no lo logré. Tal vez por eso sigo escribiendo. Si pensara que se cruzaron todos los hilos posibles en un libro, quizá no escribiría más. Siempre arrastro una cuota de fracaso, un fracaso interno con la escritura, con la ficción, con ese límite que tiene lo literario. –En la novela se reflexiona mucho en torno del lenguaje y las palabras. ¿De qué modo cree que funciona el lenguaje de la militancia en Jamás el fuego nunca? –Trabajé al militante como categoría política que tuvo una estructura en cierto modo rígida, aunque no es rígida en relación con sí misma sino en relación a todas las posibilidades. Ese sujeto militante tenía límites. La militancia se podría pensar también como una caja de uso; una zona donde esa caja se discute de manera real o imaginaria, no importa, porque es para probar, en último término, la densidad de la militancia. Yo usé algunas partes de El manifiesto comunista de Marx entrecomilladas en la novela. Me pareció adecuado. A lo mejor es un disparate, pero ya está hecho (risas). –Hay una imagen muy elaborada en la novela: la idea de la copista que transcribe frases, de una mujer que trata de entender primero y de copiar después, una tarea que queda inconclusa. Esta escritura, además, aparece tensionada por la imposibilidad de llevar al hijo al hospital. –Estas ambigüedades me permitían explorar las posibilidades de una derrota que viene de distintas partes. ¿Nació o no nació el hijo? ¿Son todos desaparecidos y nunca estuvieron vivos? Esta novela es un Pedro Páramo sureño que algunos de nosotros conocemos bien. Se trata de múltiples verdades posibles sin que ninguna antagonice con otra. Fue interesante cuando descubrí esto. Yo escribo sobre la hoja y nunca sé que va a pasar. A lo mejor es costoso, pero uno hace las cosas como puede, ¿no? Son voces que no se pueden completar. Eltit (Santiago de Chile, 1949), autora de las novelas Lumpérica (1983), El cuarto mundo (1988), Vaca sagrada (1991), Los trabajadores de la muerte (1998) e Impuesto a la carne (2010), entre otros títulos, se queda absorta en pensamientos que chispean en su mirada con la gracia de una bailarina que anda en puntas de pie. “A mi favor y en contra, tengo el hecho de no haber sido militante política de un partido. Tengo una afiliación política muy clara y sostenida hasta hoy, eso no está en discusión, pero por algún motivo no milité. Esto me dio cierta libertad en la novela. Conocí a muchísima gente militante, veía sus formas de relacionarse y de hablar que me parecían radicales. Pude traer a la memoria los límites que el tiempo tenía en términos de sobre qué proyectos se paraban y cómo los defendían, los internalizaban y radicalizaban.” |
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–Pero militó en un espacio artístico como CADA (Colectivo de Acciones de Arte), un ámbito de resistencia cultural a la dictadura de Pinochet. –Sí, sigo esa militancia con la literatura también. Yo tuve una posición y la tengo de manera muy intensa. No he renunciado a eso. Si tú quieres, nunca maduré ni me conformé. Tengo claro mi recorrido, mis luchas personales. Pero creo que fue interesante no haber militado en un partido político para escribir esta novela, porque saqué toda la militancia que tenía en la cabeza, las imágenes, las conversaciones, el énfasis en el discurso. Siempre fui inmadura y no pensé en crecer y asentarme. No lo logré y ya no lo consigo (risas). –¿Estos son tiempos políticos y literarios menos intensos o con una intensidad distinta? –Todos los tiempos tienen intensidad, no pienso en un tiempo sin intensidad. Ahora esa intensidad puede estar en otros espacios, en comunidades más singulares, en trabajos donde se rompe lo previsible frente a lo cotidiano y lo rutinario. En relación con el tiempo en que fui bien joven –siempre me sentí muy vieja y muy joven a la vez–, en ese momento la figura más completa para mí era el militante que se comprometía. Yo trataba, pero no podía militar. Entonces iba como adosada a los tiempos en un lugar medio extraño, indefinido. Estaba ahí, pero no era militante. Este tiempo también es apasionante por la máquina consumista, una máquina poderosa casi sin antecedentes históricos, una máquina de mercancías múltiples y discontinuadas. Vivimos un momento muy interesante donde objeto y sujeto no están muy diferenciados y eso me parece radical. Es un momento intenso para vivirlo, pensarlo y ficcionalizarlo. Y para ver dónde podemos encontrar algunas resistencias. –¿En dónde encuentra resistencias? –Este es un tiempo más ligado a la producción de riqueza para muy poca gente, desgraciadamente. Pero también es interesante la resistencia de los cuerpos, de categorías sociales que son insuficientes: masculino y femenino ya no logran cubrir los cuerpos. Hay cuerpos intermedios que aparecen y fluyen, y los Estados tienen que hacerse cargo siempre tardíamente de su propio déficit. Hay algo en estos cuerpos que hay que observarlo en relación con el consumo; ver cómo las máquinas piensan y dan espacios para nuevos consumos. Hay una pugna y una tensión interesantes. –¿Cómo interviene la ficción, la literatura, sobre estas tensiones? –Todas las funciones están dentro de la literatura y la revuelta que tendría que pasar dentro de lo literario: remover el aparato literario y sacar sus capas más anquilosadas o los consensos, que son problemáticos para mí. Cuando se produce un consenso, hay que hacerse una pregunta. La literatura tiene esa cualidad que hace estallar los consensos para que pueda ingresar todo aquello reprimido por la propia literatura. La literatura también tiene sus bordes por donde estallan las represiones que la misma literatura impone como moda, como lo que tiene que ser, lo que se tiene que leer y escribir. Me interesa cuando estalla la literatura. Si todo calza, si todo es perfecto, sería latoso. Definitivamente, no he madurado, ¿no? (risas). |
por Silvina Friera
Diario Página12 (Argentina)
Link de la nota: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/2-32125-2014-05-5.html
Lunes, 5 de mayo de 2014
Autorizado por la autora
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