El
futuro, dimensión del presente
-¿Encontraste el final de la novela
al darte cuenta de esta comprensión
de Cosette hacia su padre?
-No
racionalizo cuando escribo, yo
escribo desde las tripas lo que la
novela me va pidiendo a cada
momento, escucho a la novela, aunque
pueda sonar muy místico. Escribir
una novela es crear un juego cuyas
reglas el escritor descubre a medida
que escribe y el lector a medida que
lee. Esas reglas te llevan por
determinado sitio, si son sólidas y
fuertes. Por eso para mí lo más
fácil de la novela es el final:
Cosette sólo podía ser policía
porque ha entendido por qué su padre
era policía, lo ha entendido a
través de una experiencia brutal,
pero lo ha entendido. Lo que hay en
Cosette es adoración, rebelión y
reconciliación, un camino
bastante común hacia los padres: te
rebelas contra ellos y al final los
entiendes.
-¿El ciclo “Terra Alta” está cerrado
o ahora va a seguir con Cosette como
personaje?
-Esa
es una pregunta malvada (risas). Yo
concebí cuatro novelas, cada una de
las cuales se pueden leer
independientemente. Me consta que
hay gente que ha leído esta novela
sin haber leído las dos anteriores.
No pasa nada, pero es verdad que
forma parte de un ciclo mayor. Yo
creí que esto se cerraba con un
final abierto, pero ahora mismo no
sé (risas). Esa es la verdad.
-Las novelas de Terra Alta se
proyectan cada vez más hacia el
futuro: “El castillo de Barbazul”
transcurre en 2035, dato que se
explicita cuando se recuerda que uno
de los personajes, Carrasco, nació
en 1978 y cumplió 57 años. ¿Por qué
te interesa trabajar con el futuro?
-Es
un detalle muy escondido. Esta es
una singularidad no buscada de estas
novelas. Las novelas transcurren en
un futuro inmediato, pero sin ovnis
ni seres verdes con antenas. El
futuro inmediato de las novelas es
muy semejante al presente. Tendemos
a pensar que el futuro tiene que ser
muy diferente, ¿por qué lo va a ser?
Trece años no es nada. Los seres
humanos somos los mismos desde
Homero hasta hoy. Si cambian,
cambian las cosas superficiales,
anecdóticas. Y tampoco cambian
tanto. En las novelas anteriores a
este ciclo el pasado era una
dimensión del presente sin la cual
el presente estaba mutilado. El
pasado tenía mucho peso. El futuro
también es una dimensión del
presente sin la cual el presente
también está mutilado. Lo que
imaginamos del futuro dice mucho
también de cómo vivimos el presente.
Lo peculiar de estas novelas que
transcurren en el futuro no fue
buscado, sino que fue obligado por
un hecho histórico del cual no me
podía apartar: Melchor Marín llega a
la Terra Alta porque es el policía
anónimo que abatió a cuatro
terroristas en el atentado yihadista
de Cambrils en 2017. En un momento
determinado me di cuenta de que era
el policía que había abatido a los
terroristas porque los escritores
trabajamos con la oscuridad y con la
basura, con lo que la gente no sabe
y no quiere. Esto me fue obligando a
situar las novelas cada vez más en
el futuro. No fue algo pensado de
antemano. No soy muy racional
escribiendo porque acepto lo que
viene de las tripas.
Un
acto de coraje
-Cosette
le comunica al padre que lo va a
denunciar a Mattson y es un acto de
coraje porque no todas las mujeres
se animan a denunciar a un
empresario poderoso. Cuando
comprende a su padre y sabe quién es
ella, hacer la denuncia es el primer
paso para acabar con la impunidad,
¿no?
-No
hay ninguna duda de que es un acto
de coraje. No solo las violaciones
grupales sino las agresiones
sexuales no son denunciadas. Para
escribir esta novela tuve que
documentarme y hablé con gente que
se dedica a tratar a las mujeres que
son víctimas de violaciones. Es un
tema de una gran complejidad y yo he
intentado explicarlo con la mayor
precisión y el mayor respeto
posible. Denunciar una violación es
un acto de coraje, ya no por miedo a
las consecuencias externas, sino
porque muchas veces ni siquiera son
conscientes que han sido víctimas de
una agresión porque se sienten
culpables y muchas no toman
consciencia de lo que ha ocurrido.
Hay vidas liquidadas; mujeres que
nunca vuelven a tener una relación
sexual ni una pareja. Lo que hace
Cosette es un acto de coraje; ella
se enfrenta a lo que ha ocurrido. Yo
podría decir que “Melchor Marín soy
yo”, pero sólo en lo malo; en lo
bueno no. Melchor Marín es un
personaje lleno de furia, de dolor,
de oscuridad, de violencia, de
deseos de venganza, de todas
esas cosas que llevamos dentro y
cuando nació este personaje yo las
llevaba mucho más.
-Melchor Marín no está tan rabioso y
furioso en esta tercera novela.
Quizá se muestra más al padre que en
las anteriores, ¿no?
-Estoy
de acuerdo contigo y aquí la parte
luminosa es mucho más visible. En la
segunda novela se veía al padre,
pero estaba un poco apartado. Una de
las virtudes que tiene Melchor Marín
es el coraje y esa es una de las
cosas que Cosette hereda del padre.
Winston Churchill decía que el
coraje es el fundamento de todas las
demás virtudes. Melchor Marín tiene
coraje sin alharacas, sin
exhibicionismo; los que hacen
exhibicionismo del coraje no tienen
coraje, y Cosette inequívocamente ha
heredado el coraje porque para
denunciar hace falta mucho valor. Me
estás incitando a escribir la cuarta
y hay mucha de la cuarta parte
escrita, pero no sé si la acabaré de
escribir o la publicaré.
-¿Por qué no la vas a terminar de
escribir o publicar? ¿Estás en
crisis con el proyecto de Terra
Alta?
-No,
no estoy en crisis. Al principio
iban a ser cuatro novelas, después
pensé que está bien que acabase con
tres, pero a lo mejor son cuatro. No
te quiero mentir porque ni siquiera
yo mismo sé lo que va a ocurrir. Las
novelas son como las guerras: se
saben cómo se empiezan pero no se
sabe cómo acaban. Cervantes no tenía
ni la más remota idea que escribiría
una segunda parte del Quijote,
que es mejor que la primera, por
cierto.
Supersticiones literarias
-A
propósito de la oscuridad, ¿hay
algún tema como escritor con el que
no te metas literariamente porque
sabés que no vas salir bien parado?
-Ya me
he metido en todos los líos posibles
(risas). Como persona me
considero razonablemente cobarde,
pero como escritor no puedo serlo.
Un escritor cobarde es como un
torero cobarde; se ha equivocado de
oficio. Un escritor tiene que ir a
fondo de lo desconocido para
encontrar lo nuevo, como decía
Baudelaire. Estas novelas, alguien
me ha dicho, son una provocación
porque parecen policíacas. En todas
mis novelas hay un enigma y alguien
que intenta descifrarlo. La
principal superstición de nuestro
tiempo es aquella que dice que la
buena literatura no puede ser
literatura popular, que la buena
literatura solo puede ser secreta,
minoritaria, de catacumbas. La mejor
novela que conozco, el Quijote,
tuvo un éxito fenomenal; Shakespeare
era popular; Victor Hugo --tan
importante para Melchor Marín por
Los miserables-- tuvo un gran
éxito. Lord Byron era tan famoso en
su época como Paul McCartney. Lo
mejor que le puede ocurrir a la
literatura es que vuelva a ser
relevante, que vuelva a decir cosas
importantes a la gente. Quien
considera que el género policial es
un género menor simplemente no sabe
qué es la literatura porque en la
literatura no existen géneros
mayores ni menores; existen
formas mejores o peores de usar los
géneros. Lo que me importa es
escribir el mejor libro posible. No
hay ningún tema que esté más allá de
la literatura. Otra de las grandes
supersticiones de nuestro tiempo es
que la literatura no es útil. ¡Qué
disparate! Esta idea de la
inutilidad de la literatura era una
provocación. Le estaban diciendo a
los putos burgueses de su época que
eran unos imbéciles, pero cómo
Flaubert no va a considerar que la
literatura no es útil. ¿Qué es la
literatura? Placer y conocimiento.
¿Hay algo más útil que el placer y
el conocimiento? La literatura es
utilísima, siempre y cuando no se
proponga ser útil. Si se propone ser
útil se convierte en propaganda,
pedagogía y deja de ser gran
literatura. Decir que la literatura
era inútil era una provocación y la
modernidad se lo ha tomado
inútilmente en serio. |