crudeza excepcional porque pone el dedo en
la llaga y aprieta con rabia sus propias experiencias vitales para
llegar al fondo de sus miserias. Las crónicas, en el registro de la
confesión mística que podría interpretarse como la dialéctica entre
hundimiento y salvación, están organizadas a partir del programa de los
“Doce Pasos” de Narcóticos Anónimos (NA) y Alcohólicos Anónimos (AA).
“La Ternura es el hecho estético por excelencia, porque es la inminencia
de una revelación que no se produce y que tal vez nunca se produzca. Lo
más probable es que jamás lleguemos a la Ternura, claro, eso sería
llegar a ser Dios. Pero no se trata de llegar a ella sino de ‘moverse
hacia ella’: hacia el otro” se lee en la introducción del “Paso dos”.
Al autor de El origen de la tristeza y La ley de la ferocidad,
al cantante de la banda Analfabetos –que se define como “rock
proletario”–, le cuesta domesticar un poco sus pasiones, como si no
hubiera mucha diferencia entre el personaje que construyó y él mismo.
Hace poco hundió el puño de su mano derecha en la cara de un taxista que
se refirió a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la
“conchuda”, cuenta a Página/12 en el bar de la librería Eterna Cadencia.
Como si levantara el Martín Fierro que ganó como guionista de Historia
de un clan, Pablo exhibe la cicatriz de unos tres centímetros que le
dejó el diente del taxista en los nudillos de su mano. También muestra
la ley de la felicidad: una foto de su hija Antonia, que nació en
febrero de 2014. Hasta que puedas quererte solo va por su cuarta
edición y ya agotó más de 10.000 ejemplares.
–¿Es todo tan real como se cuenta en el libro?
–Sí, excepto en la estructura. Siempre me interesó la forma, por ese
fanatismo que tengo por (Werner) Herzog. A veces los lectores confunden
la forma de un cuento o la novela La ley de la ferocidad porque
la estructura es medio documental, medio de crónica. Acá es al revés: la
estructura es bien de cuento para cosas que realmente pasaron. Los
diálogos no los puedo reproducir exactamente, pero sí el espíritu. Esa
gente existió; toda la gente está con el nombre real porque los que
están vivos quisieron poner el nombre. Yo también figuro con mi nombre,
que tampoco es tan real porque uso el apellido de mi mamá. Entonces hoy
en día no sé bien la diferencia… Más que construir un yo literario,
construyo una especie de mitología y escribo desde esa mitología –más
que desde mi persona–, que implica a mi abuelo, a mi papá, a mis
hermanos.
–Hay muchos muertos en el libro...
–Hay un tendal de muertos… y hay pocos porque no hablé de Sida. Éramos
treinta pibes, quedamos cinco, veinte se murieron de Sida. Soy de la
generación en que el Sida arrasó a los que se picaban. Me salvé porque
soy fóbico a las agujas, sino me hubiera metido lo mismo que se metían
todos.
–¿Por qué no hay hilos sueltos en Hasta que puedas quererte solo?
–No quise que ningún alambre quedara afuera. Todos los alambres que usé
para atar la estructura están adentro. Hago toda una estructura para
construir algo, para dártelo, y después saco la estructura y te digo:
“mirá cómo de la nada construí esto”. En el momento que estamos
viviendo, político y social, yo milito en Rosario y milito acá, me
parece que es como decir: “construir esto me llevó todo este material
que se descarta, todo este andamiaje espiritual; te doy todo, bancátela”.
Tenés el cuadro con el alambre que esta atrás para colgarlo con el
clavito en la pared. El agujerito del clavito que me salió mal, no lo
tapé con enduido: esto es mi arte y está lleno de cosas que se van a ir
descascarando en el tiempo. Me parece un hecho estético adicional o
paralelo que es interesante también. Hoy el que lee, escribe o es muy
probable que escriba, que vaya a un taller, que sea poeta, que escriba
una canción y no se la muestre a nadie. De esa manera tengo una relación
más íntima con esa persona porque la respeto más. Yo creo esto que dice
(Jean Paul) Sartre que la literatura es el ejercicio de una libertad
sobre otra libertad; entonces ensancho la libertad del otro y ejerzo
mejor la mía, tengo más espacios. Me parece que la ternura de la que
siempre hablan en mis relatos la pone el lector. No es la que pongo yo.
–Una pregunta que aparece a medida que se avanza en la lectura del
libro es: ¿hasta dónde se puede tocar fondo? La sensación es que todo el
tiempo está tocando fondo y vuelve a emerger…
–Cárceles, hospitales o la muerte… ¿Sabés lo que hay en el fondo de tu
fondo?, como me dijeron en los grupos. Una pala para que sigas cavando y
lo hagas más hondo. Cuando llegás al fondo, encontrás una pala y si sos
muy autodestructivo no podés acabar. El fondo es morirte, traspasarte,
porque el problema del fondo es que cavás o tentás a la suerte pensando
que queda un montón de resto, pero es una cascarita. Y cuando te
pasaste, fuiste: caíste en un agujero del que no volvés. El fondo es
algo muy bueno, es un comienzo. Un alumno de mi taller escribió un
cuento sobre un tipo que está viendo cómo alguien juega en una máquina y
se orina encima. Los manteros que venden cosas cerca del casino, venden
pañales para adultos: la gente para no ir al baño y seguir jugando se
mea en encima conscientemente. Es mucho peor que no controlar esfínter,
es mucho más abajo… El fondo es impresionante; siempre hay alguien que
te vende el pañal. El pañal para adultos es la pala. El tema es con qué
intencionalidad buscás en el fondo. Yo creo que busqué el fondo para ir
para arriba, no para hundirme. Este libro intenta medir el problema, no
solucionarlo. Este libro es mío porque sobreviví y tengo la
responsabilidad de escribir. Ahí me convierto en un escritor moral, ahí
está lo que debo o no escribir.
Las cuerdas vocales del escritor se extravían por el cansancio acumulado
luego de una agitada jornada de grabación de Animal que cuenta, el
programa que tiene por canal Encuentro. Pide un vaso de agua y retoma la
idea de por qué se convierte en un escritor moral.
“¿Qué es la recuperación? Una palabra espantosa, ¿recuperarse para ir
a trabajar y que te rompan el culo y que te paguen dos mangos?
¿Recuperarse para qué? Hasta que entendí que es recuperar el tiempo, ahí
entendí por qué dicen ‘llevo tres meses, dos días limpio’… ese tiempo es
la única medida que tenés: el de drogado o de borracho se fue. De golpe,
una frase de Sebastián Vettel me hizo entender el libro: ‘si te sobra
pista quiere decir que venís despacio’. Todos nosotros no venimos
despacio y no nos sobró pista, no somos tan buenos pilotos como él
–compara–. Todos los adictos que conozco son un Fórmula 1. Cuando dejé
de consumir, cambié mi vida y quise escribir. Llevo diez años de
escritor, pero parece que llevo veinte por la manera en que me instalé.
–¿Lleva diez años de escritura limpio, sin alcohol y sin drogas?
–No. (Horacio) Convertini dijo algo muy lindo en Facebook: “Este no es
un libro de alguien que venció, sino de alguien que la pelea”. Voy y
vengo… La otra vez vino un pibe de afuera y me trajo de regalo un litro
de Jack Daniels. Lo tuve dos días en mi casa, lo abrí, y le dije a los
chicos de mi taller: “¿me ayudan con esto?”. La vida es una puerta
giratoria y yo estoy en esa: estoy re bien, veo a mi hija casi todos los
días, funciono, no consumo habitualmente, pero estoy rodeado de gente
que me cuida. Mis amigos son amigos de los grupos, no siento más
vergüenza ni culpa por el asunto, que antes era muy fuerte. Pero es muy
difícil porque el mundo está plagado de drogas; entrás al supermercado
chino y la góndola del escabio tiene 400 botellas de cualquier cosa. Es
más fácil conseguir cocaína que un paquete de cigarrillos a la noche;
cualquiera tiene. Yo vivo oliendo vasos, de diez vasos que huelo, diez
son tragos, ¿sabés lo que es oler y no tomártelo? Al 11º me lo tomé. Y
si me descuido, a la semana me van a buscar a la villa.
–El problema pasaría porque no se puede establecer un límite y decir:
“me tomo sólo un vaso”.
–Yo puedo quizá tomar un vaso y quizá no… Yo no sé quién soy en ese
momento. Cuando leí una estadística de la Sedronar, que el 60 por ciento
de los alcohólicos y adictos fueron abusados en la infancia, me quedé
helado. Cada vez es mayor el tacho de basura que necesita el sistema; es
tan grande el tacho que todavía no entramos a todos los que quieren
tirar ahí, porque los pocos que van saliendo salen por su cuenta. El
libro intenta ver la palabra enfermedad como alivio; por eso necesita
una introducción y una estructura sólida porque habla de los que no
tienen estructura sólida, ¿no? No son recuperados de los que hablo. No
hay ninguna crónica del que se toma una raya y sale a poner los puntos.
Estoy harto de escuchar a hablar a escritores que no saben lo que es un
arma. Yo odio todo eso; es horrible la cárcel, detesto al que se toma
una raya para chorear. La droga se reemplaza con otra droga, nada más.
Yo reemplazo la droga con la escritura.
–En el libro queda rebotando una cuestión: si sus adicciones a la
droga y al alcohol tienen conexión con el alcoholismo de su padre, ¿el
alcoholismo se hereda?
–Sí, tiene que ver. Yo decidí agarrar esa herencia. Cuando lo veía
escabiar, yo admiraba a mi padre. Quien lea La ley de la ferocidad con
atención se da cuenta. Mi padre decía que yo no parecía su hijo;
entonces voy a ser tu hijo: voy a jugar y voy a escabiar. El dinero para
mí es lo peor; por suerte siempre me falta un poquito, que es el estado
ideal mío. Yo no podía parar: (Diego Armando) Maradona se había comprado
un camión y yo me compré un camión y andaba en camión. Yo soy la cabeza
de Maradona, menos inteligente que Maradona, que quede claro que el
Diego es lo más grande que hay. Yo tengo la mentalidad del negro, de que
todo es ahora.
–El artista Daniel Santoro habla de la “democratización del goce” que
trae el peronismo, que es un goce inmediato, aquí y ahora, no en el
futuro.
–Claro. El peronismo flota a la deriva del tiempo, por eso es lo más
grande que hay, de alguna manera es una versión aggiornada de
Aristóteles. La izquierda tiene razón: el peronismo frena la revolución,
pero mientras se frena la revolución mi vieja cobra una jubilación que
antes no tenía por ama de casa. Los budistas dicen que si uno vive
pensando en el futuro desperdicia el presente, pero si uno ignora el
pasado corre el riesgo de desperdiciar el futuro. El tema es tender
puentes, por eso para entender tengo que ir para atrás y para adelante.
–¿Dónde está militando?
–Estoy muy cerca de los chicos de Ciudad Futura en Rosario, estoy muy
cerca de Juan Cabandié y de Jorge Ferraresi: de falopero ilustre ahora
me hicieron ciudadano ilustre de Avellaneda (risas). Estoy muy cerca de
la agrupación Patria, soy profundamente kirchnerista. Los gobiernos
kirchneristas son los mejores que tuve en mi vida. Soy peronista y creo
que el kirchnerismo es la manifestación más linda del peronismo. Oscar
Wilde dice que todos estamos hundidos en la misma mierda, sólo que
algunos todavía miramos hacia las estrellas. Un peronista es un tipo con
la mierda hasta el cogote, mirando las estrellas.
–¿Cómo vive estos nueve meses de gobierno de Mauricio Macri?
–Lo vivo con un poco de bronca con nosotros mismos por habernos
regocijado en el discurso, por haber hablado para los que ya estábamos
convencidos, por haber cometido errores estratégicos como no haber
apoyado a (Martín) Lousteau en el ballottage de la ciudad. Llegaron por
elecciones y tienen que durar cuatro años. Este gobierno tiene que durar
cuatro años. Este gobierno es pro militar, pro indulto y pro basura que
endeuda de nuevo al país, que le pide perdón al rey de España... Macri
fundió Sevel, Peugeot y Fiat juntos; es como que me des a Maradona y a (Lionel)
Messi en la mejor época y nos vamos a la B. Ni en el palo está pegando
la pelota, no están embocando una. Hay que seguir luchando; la
diferencia entre los 90 y ahora es que la gente está en la calle. Dios
dirá qué pasará… Ojalá no haya helicóptero, pero si pasa algo de ese
tipo, va a ser un desastre...
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