Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura del DF de México, comentó que el poeta se abisma en la oscuridad de aquella muerte. “La escritura es el testimonio más convincente del amor que habita en el poeta. El, que ha renunciado a la poesía, no renuncia a la prosa del periodista ni a la palabra del hombre que habla en medio de la plaza para que lo escuchen lo mismo sus hermanos que los políticos y criminales”, comparó Vázquez Martín y agregó que Sicilia escribió El deshabitado “para rescatarse a sí mismo del caos y el ruido mediático, de la falta de sentido que la propia violencia expresa, pero también para dejar testimonio de la pequeña comunidad que se formó en torno a su andar, un procesión de dolientes y sus compañeros de viaje, la gente del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”. El secretario de Cultura aclaró que Sicilia “ha renunciado a escribir poesía porque la palabra ha sido envilecida por el crimen, pero no ha renunciado a ser poeta, es decir a ver la vida como palabra encarnada”.  

Una vibración silenciosa, quebrada por el llanto, recorrió la sala de la FIL. Vázquez Martín explicó que El deshabitado es la crónica de la lucha de los familiares de muertos y desaparecidos que buscan a sus seres amados en morgues, fosas comunes, basurales, terrenos baldíos, cunetas de carretera, baúles de automóviles y casas de seguridad, y que a su paso “encuentran huesos, jirones de carne, humanidades reducidas a la mínima expresión de su ADN, o simplemente nada: el vacío, una ausencia definitiva sin cuerpo que honrar ni despedir”. El MPJD enfrenta el “tsunami del horror nacional” sin estructura ni financiamiento. Vázquez Martín precisó la violencia que padece la sociedad mexicana: la corrupción de las instituciones, la incapacidad del sistema político de representar a sus ciudadanos, el dolor que propicia un sistema social y económico que deja a más de la mitad de la población en la pobreza y la guerra civil desatada en nombre del combate a las drogas. “Sicilia entiende la inutilidad de convertir en monstruos, representantes del mal absoluto, a los capos de las organizaciones criminales –planteó el secretario de Cultura del DF–. Por eso él y el Movimiento por la Paz no se dejan hipnotizar por el espectáculo escatológico de la reseña policíaca ni por la banalidad imbécil de sicarios y verdugos, y deciden confrontar directamente a los responsables políticos: a los partidos, legisladores, gobernantes, fiscales, jueces, medios de comunicación, al presidente y todo su gabinete”.

La figura de Felipe Calderón ocupa una parte significativa de El deshabitado. “Su protagonismo no se reduce a su responsabilidad política en la declaración y conducción de la guerra de las drogas durante el sexenio, a Sicilia le interesa también problematizar la formación católica que comparten. En Calderón constata que el mal no es muchas veces lo que se opone al bien, sino su adulteración, los crímenes que se justifican en su nombre. Cuando el bien se transforma en una abstracción ideológica, el mal encuentra su camino”, analizó Vázquez Martín. En esta novela autobiográfica narrada en tercera persona, el poeta da cuenta de las reflexiones teológicas de un cristiano cuyo pensamiento parece colindar con el pesimismo de Emil Cioran, con la falta total de sentido de la vida misma frente a la muerte de Dios anunciada por Friedrich Nietzsche, aunque se aleja de estas corrientes “porque se lo pide su sentido comunitario de la existencia, porque vive el mundo a partir de una conciencia ética que le implica un compromiso con los otros”, argumentó el secretario de Cultura del DF. “La conclusión es que Dios no está presente en la historia y la pregunta de Cristo en la cruz, ‘Padre, ¿por qué me has abandonado?’, le corresponde a su hijo Juan Francisco, a él y a todas las víctimas”.

Sicilia dijo que es “muy difícil” hablar del libro. “Es la primera vez que escribo un libro por un deber moral, por mi familia, por las víctimas, por el país, como fue un deber haber salido a la calle para visibilizar a las víctimas”, admitió el autor. Sicilia propuso que le hicieran preguntas. “¿Cómo ha sobrevivido a la indiferencia de la sociedad, porque somos apáticos y no estamos todos los que deberíamos estar aquí? ¿Cómo lidiar con esa apatía, cuando ahí está Calderón queriendo regresar a través de su esposa? ¿Dónde está la moral, la ética?”, preguntó una mujer. “Hay que resistir. Cuando uno hace algo que tiene que ver con la bondad, con el deber, con la ética, con la verdad, porque la ética expresa la verdad, pues hay que hacerlo, no importa si los otros lo hacen. Hay que resistir, mientras haya resistencia habrá una vela encendida y donde hay una vela encendida no hay noche absoluta. Usted resista, encienda una vela y mantenga la luz encendida.”