La lengua no alcanza a decir su trabajo. Hay palabras que esperan y nadie las toma, escribió el poeta que ante la zozobra de lo inasible intuía que el lenguaje necesitaba ser impulsado más allá de lo existente. A diez años de la muerte de Juan Gelman su poesía, de tonos, recursos y temas muy diversos, no tiene fecha de vencimiento. Juntar los “pedacitos” de su obra, desplegada en casi una treintena de poemarios y atravesada por la pérdida, la nostalgia, la melancolía, la incertidumbre del porvenir, la espera y las figuras de la utopía, puede alumbrar una praxis poética abierta a nuevas interpretaciones. “El poeta del dolor”, como lo definió Arturo Carrera, experimentó radicalmente con el cuerpo de la lengua castellana.
Pushkin y la vecinita de Juan
El primer argentino de una familia de judíos ucranianos --que nació en Buenos Aires el 3 de mayo de 1930 y murió en la ciudad de México, el 14 de enero de 2014-- afinó ese instrumento fundamental que es el oído gracias a Boris, su hermano mayor, que le recitaba versos de Pushkin en ruso. Poco importa que no entendía nada; a los siete años se rendía ante el ritmo y la musiquita de esos poemas incomprensibles. Los lectores del mundo le agradecen a la vecinita reticente, dos años mayor que el niño Juan, que entonces tenía nueve años. Para conquistarla le mandaba versos de Almafuerte como si fueran propios. La indiferencia de la niña lo obligó a dar un paso más y se animó a escribir un poema. Nunca tuvo respuesta. Ella siguió por su camino; él, que se quedó con la poesía hasta el final, ganó el Premio Cervantes en 2007.
El largo itinerario de Gelman, que fue columnista de Página/12 desde su primer número, comenzó con Violín y otras cuestiones, su primer libro de poesía publicado en 1956 y prologado por Raúl González Tuñón, quien destacó que en ese poemario “palpita un lirismo rico y vivaz y un contenido social, pero social bien entendido, que no elude el lujo de la fantasía”. La sorprendente madurez inicial se extendió en Gotán (1962), que significa tango al revés; en Cólera buey (1965) y en Los poemas de Sydney West (1969), con formas y ritmos que pescaban al vuelo las inflexiones del habla porteña, además de traducciones simuladas de poemas. Ninguno de los libros del poeta se parecen entre sí; en cada nuevo poemario proponía una ruptura radical con el anterior, como se comprueba al repasar Citas y comentarios (1982), Interrupciones II (1986), Carta a mi madre (1989), Salarios del impío (1993), dibaxu (1994), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Mundar (2007), de atrásalante en su porfía (2009) y El emperrado corazón amora (2011), entre otros.
Aunque empezó militando en el partido comunista, en la década del ‘60 se alejó del PC y se fue acercando al peronismo revolucionario. En 1976 secuestraron a sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia Iruretagoyena, quien se encontraba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron, junto a su nieta nacida en cautiverio. La ruptura con Montoneros llegó cuando la conducción planteó “esa locura de la contraofensiva militar, que condujo a la muerte a la mayoría de la gente que participó en ella”. El 7 de enero de 1990, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo, encontrados en un río de San Fernando dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Lo habían matado de un tiro en la nuca. En 1998 descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay y que había sido mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo. A partir de ese momento lanzó una búsqueda incansable para hallar a su nieta, apoyado por escritores, artistas e intelectuales. Finalmente, pudo conocer a su nieta, María Macarena Gelman García, en 2000.
Lenguaje inclusivo y no binarie
Un libro excepcional para leer en este aniversario de la muerte del poeta es Política y tiempos del poema (2023), coeditado por UniRío (Río Cuarto) y Eduvim (Villa María), dos editoriales cordobesas, una compilación de Miguel Dalmaroni sobre la escritura de Gelman con textos de Mario Arteca, María Negroni, Martín Kohan, Ana Porrúa, Matías Moscardi y Jorge Monteleone, que incluye también una entrevista inédita. En el trabajo de presentación, Dalmaroni postula que el Premio Cervantes “se cuenta entre les poetas que, tempranamente y con insistencia, transgredieron la gramática desinencial del castellano en general y la de los géneros en particular”. El crítico literario y profesor de teoría literaria en la Universidad Nacional de La Plata recuerda que Gelman “no solo preguntó qué pasaría ‘si dios fuera una mujer’ sino que además inventó procedimientos poéticos, característicos de su estilo, que anticipaban lo que hoy conocemos como lenguaje inclusivo o no binarie: ‘la ser’, ‘la mundo’”, ejemplifica el compilador. “Desde fines de los años sesenta la poesía de Gelman es una escritura que ignora, distorsiona o ataca identidades e identificaciones sociales y sexo-genéricas naturalizadas, sobre todo en las torsiones y transgresiones que lleva a cabo contra la gramática de la persona y del género, y contra las ideologías unidireccionales, heteronormadas y arborescentes de las relaciones de parentesco y de los imaginarios de lo familiar, lo materno o lo filial”.
Negroni analiza los poemas de Citas y comentarios, que fueron escritos en Roma, Madrid, París, Zurich, Ginebra y Calella de la Costa, entre 1978 y 1979, los años del exilio y de la ruptura con Montoneros. “Hay una riqueza hiriente en la poesía de Juan Gelman -escribe la poeta-. Todo es convocado a esta ceremonia del despojamiento. El registro gauchesco (‘y naides/ haga otra cosa que cerrar/ todas las puertas menos una/donde te pueda entrar/amor’), el uso del subjuntivo como tiempo de lo conjetural (‘como luz que viniese de vos/alita’), la ternura sincopada de las barras, la ausencia de verbos, la reincidencia del símil y las metonimias, están allí para enhebrar el poema como collar de la totalidad”. Kohan opta por indagar en el universo de “las cartas familiares” y se detiene especialmente en dos poemas: “Carta a mi madre” y “Carta abierta”, dedicado a Marcelo, el hijo del poeta. “Cuando Gelman apela al diminutivo y escribe ‘pedacitos’, así como en otros momentos escribe ‘huesitos’, opone la modulación del afecto a la violencia que ha roto cuerpos, que los ha alejado, o escamoteado, o incluso matado”, advierte el escritor.
Un experimento de poesía vitalista
“Se trata del legado de una obra compleja, de una riqueza lingüística y de múltiples facetas y tradiciones: la mística, el sefaradí, el tango rioplatense, la tradición lírica Vallejiana, los poetas provenzales. Todos ellos vinculados a su trayectoria de vida intensa, la militancia, el exilio, la desaparición de su hijo, la búsqueda de su nieta”, plantea Julián Axat, poeta, abogado y militante por los Derechos Humanos. “Gelman fue un experimento de poesía vitalista que se dispara hacia muchos lugares. De ahí que a diez años de su muerte todavía se siga estudiando su aporte a la lengua castellana. Los estudios clásicos de Jorge Boccanera o de Miguel Dalmaroni, han sido continuados por Eugenia Straccali en su tesis doctoral; también debe mencionarse la biografía de Hernán Fontanet publicada poco después de su muerte. Hoy se sigue estudiando la dimensión de su legado”, agrega el poeta platense.
Para el poeta, periodista y crítico literario Jorge Boccanera el legado de Gelman tiene que ver “con una poesía portentosa sostenida en una libertad creativa que lo llevó incluso a escribir un libro en sefardí”, subraya el autor de Sordomuda y destaca la importancia que han tenido las “sucesivas búsquedas formales que ponen en el tapete el manejo de una expresividad amplia: voz coloquial, misticismo, escena onírica, condensación de sentido, ejercicios deductivos, juegos de identidad; es el aporte de un poeta que indaga a fondo la condición humana en diferentes planos”.
Un diálogo horizontal
¿De qué modo se ha metabolizado la poesía de Gelman en las distintas generaciones? “Es difícil señalar el modo en que una obra permea a otras generaciones, más si tenemos en cuenta que la poesía se resignifica en cada lectura. Eso hace, precisamente, que el lector descubra en obras sustanciales, se trate de Gelman, (Olga) Orozco, (Enrique) Molina, (Oliverio) Girondo, (Alejandra) Pizarnik u otros autores que valoramos, aperturas expresivas que habían pasado inadvertidas”, explica Boccanera y afirma que la obra del Premio Cervantes lo sigue sorprendiendo. La buena poesía no tiene fecha de vencimiento; Gelman era ya un referente importante en su generación, la del 60, hoy se sigue leyendo en muchos países y su escritura está traducida a muchos idiomas y es objeto de numerosos ensayos. Ojalá que lo que se metabolice sea su capacidad de trabajo sin concesiones con el lenguaje”.
Muchos poetas que han sido cercanos a la generación del autor de Violín y otras cuestiones también lo han metabolizado como “una suerte de diálogo horizontal” en el que Axat incluye a Alberto Szpunberg (1940-2020) y a Diana Bellessi. “En cambio, poetas más jóvenes, por ejemplo de la llamada camada del 90, más cerca del objetivismo, quizás no se sintieron atraídos (y en algunos casos hasta lo rechazaron), aunque creo que en algún punto Gelman está presente en su poesía como un fantasma -sugiere el poeta platense-. Hay que estudiar esos hilos de influencia, sea por contraste o afirmación, así como Gelman metabolizó a Raúl González Tuñón. Al haber sido un poeta mayor, la zona de influencia viaja en cierta cadencia, en la lírica, en las fonéticas; distinguir cuánto de gelmanismo impregna la poética argentina actual es un hecho curioso a estudiar”.
Ignora Boccanera qué autores argentinos continúan dialogando con la poética de Gelman, “que implica búsquedas estéticas muy jugadas”, precisa el poeta y aclara que que “cualquier diálogo debería estar a la altura de ese rigor expresivo, como requiere todo intercambio: lectura a fondo, análisis, observación detenida y matices del tema a abordar”. ¿Qué tensiones o disputas hay entre las generaciones más jóvenes y la poesía de Gelman? “Lo de tensiones y disputas me excede en un tiempo en que más que ir al debate de ideas se descalifica fácil y rápido -cuestiona el poeta y crítico literario-. Diría, contra los que reducen la influencia a ejercicio de copia, que las voces fundamentales y diversas de nuestra poesía habilitan sendas a los más jóvenes para encontrar una voz propia. Después de todo, la originalidad porta en su interior un eslabonamiento de afinidades”.
Una fuente para refrescarse
Axat se siente “cercano” a Gelman, no solo por gusto sino por afinidad de vida, “aunque trato de no gelmaniar porque se convierte en vicio, y lo importante es construir una voz propia”. Emiliano Bustos, Florencia Lobo, Ariel Wilkins, Miguel Martínez Naón, Julia Magistratti, María Ester Alonso Morales y Eugenia Straccali son algunos de los poetas que según Axat, cada uno a su manera, continúa dialogando con la poética de Gelman. “Claro que no son poetas de un canon, quizás esa influencia esté más en los márgenes y no en la centralidad. Y eso me gusta, que la influencia de Gelman sea más periférica, que potencie poéticas diversas, del interior de la Argentina -reflexiona el poeta-. En un momento en el que la disputa por el lenguaje se da dentro de la carencia lingüística del neoliberalismo, la poesía de Gelman es una fuente para meter la cabeza y refrescarse.