Corazones
solitarios Rubem Fonseca |
Trabajaba
yo en un diario popular, como reportero de la sección Policiales. Hacía
mucho tiempo que no sucedía en la ciudad un crimen interesante,
involucrando a una rica y linda joven de la sociedad, muertes,
desapariciones, corrupción, mentiras, sexo, ambición, dinero, violencia,
escándalo. -Crímenes
así, ni en Roma, París o Nueva York decía el editor del diario-,
estamos en una mala época. Pero ya vendrán. La cosa es cíclica; cuando
menos se lo espera, estalla uno de aquellos escándalos que dan material
para un año. Está todo podrido, a punto. Sólo hay que saber esperar. Antes
del estallido me despidieron. -Sólo
hay pequeños comerciantes que matan al socio, pequeños bandidos que
matan a pequeños comerciantes, policías que matan a pequeños bandidos.
Cosas pequeñas –le dije a Oswaldo Peçanha, editor-jefe y propietario
del diario Mujer.. -Hay
también meningitis, esquistosomosis, mal de Chagas dijo Peçanha... -Pero
fuera de mi área -le dije. -¿Ya
leíste Mujer? -preguntó Peçanha. Admití
que no. Me gusta más leer libros. Peçanha
sacó una caja de habanos de dentro del cajón y me ofreció uno.
Encendimos los habanos. En poco tiempo, el ambiente se volvió
irrespirable. Los habanos eran ordinarios, estábamos en verano, con las
ventanas cerradas y el aparato de aire acondicionado que no funcionaba
bien. -Mujer no
es una de esas publicaciones acarameladas para burguesas que hacen régimen.
Está hecha para la mujer de Clase C, que come arroz con porotos, y a la
que no le importa engordar. Dale un vistazo. Peçanha
me tiró un ejemplar del diario. Formato tabloide, titulares en azul,
algunas fotos fuera de foco, fotonovelas, horóscopo, entrevistas con
artistas de televisión, corte y confección. -¿Sería
capaz de hacer la sección De Mujer
a Mujer, nuestro consultorio sentimental?
El tipo que la hacía se fue. De
Mujer a Mujer era firmada por una tal Elisa Gabriela.
Querída Elisa Gabriela, mí
marido llega todas las noches
borracho y... -Creo
que puedo -dije. -Bárbaro.
Comienzas hoy. ¿Qué nombre quieres usar? Pensé
un poco. -Nathanael
Lessa. -¿Nathanael
Lessa? -dijo Peçanha, sorprendido y chocado, como si hubiese dicho una
mala palabra u ofendido a su madre. -¿Qué
tiene? Es un nombre como cualquier otro. Y estoy rindiendo dos homenajes. Peçanha
pitó el habano, irritado. -Primero,
no es un nombre como cualquier otro. Segundo, no es nombre de Clase C. Aquí
sólo usamos nombres del agrado de la Clase C, nombres lindos. Tercero, el
diario sólo homenajea a quien yo quiero y no conozco a ningún Nathanael
Lessa y, finalmente -la irritación de Peçanha había ido aumentando
gradualmente, como si estuviese sacando un cierto provecho de ella- aquí
nadie, ni yo mismo, usa seudónimo masculino. ¡Mi nombre es María de
Lourdes! Miré
otra vez el diario, incluso el equipo editorial. Sólo había nombres de
mujer. -¿No
crees que un nombre masculino da más credibilidad a las respuestas?
Padre, marido, médico, sacerdote, patrón, sólo hay hombres diciendo lo
que ellas deben hacer, Nathanael Lessa pega más que Elisa Gabriela. -Es
eso mismo lo que no quiero. Aquí ellas se sienten dueñas de su nariz,
confían en uno, como si fuésemos todas comadres. Estoy hace veinticinco
años en este negocio. No me
vengas con teorías no comprobadas. Mujer está revolucionando la
prensa brasileña, es un diario diferente que no da noticias viejas que
pasaron ayer por la televisión. Estaba
tan irritado que no le pregunté qué se proponía
Mujer. Más tarde o más temprano me lo diría. Yo sólo quería el
empleo. Mi
primo, Machado Figueiredo, que también tiene veinticinco años de
experiencia, en el Banco del Brasil, acostumbra decir que está siempre
abierto a teorías no comprobadas. Yo
sabía que Mujer debía dinero al banco. Y encima de la mesa de Peçanha había
una carta de recomendación de mi primo. Al
oír el nombre de mi primo, Peçanha empalideció. Dio un mordisco en el
habano para controlarse, después cerró la boca, pareciendo que iba a
silbar, y sus labios gordos temblaron como si tuviese un grano de pimienta
en la lengua. Enseguida apretó los dientes y golpeó con la uña del
pulgar en la dentadura sucia de nicotina, mientras me miraba de una manera
que debía considerar cargada de significados. -Podría
agregar Dr. a mi nombre. Dr.
Nathanael Lessa. -¡Cuernos!,
está bien, está bien -masculló Peçanha entre dientes-, comienzas hoy. Fue
así como pasé a formar parte del equipo de Mujer. Mi
mesa quedaba cerca de la mesa de Sandra Marina, que firmaba la sección
Horóscopo. Sandra era también conocida como Marlene Katia, al hacer
entrevistas. Era un muchacho
pálido, de largos y ralos bigotes, también conocido como Joào Albergaría
Duval. Había egresado hacía poco tiempo de la escuela de comunicaciones
y vivía lamentándose, ¿por qué no estudié odontología, por qué? Le
pregunté si alguien traía las cartas de los lectores a mi mesa. Me dijo
que hablase con Jacqueline, en expedición. Jacqueline era un negro grande
dio dientes muy blancos. Queda
mal ser el único aquí dentro que no tiene nombre de mujer. Van a pensar
que soy marica. ¿Las cartas? No
hay ninguna carta. ¿Crees que la mujer de Clase C escribe cartas? Elisa
las inventaba todas. Estimado
Dr. Nathanael Lessa: Conseguí una beca de estudios para mi hija de diez años,
en una escuela superfina del barrio norte. Todas sus compañeritas van a
la peluquería, por lo menos una vez por semana. Nosotros no tenemos
dinero para eso, mi marido es chofer de ómnibus de la línea Jacaré-Caju,
pero dice que va a trabajar extra para mandar a Tania Sandra, nuestra
hijita, al peluquero. ¿Usted no cree que los hijos merecen todos los
sacrificios? Madre Diligente. Villa Kennedy. Respuesta: Lave la cabeza de su hijita con jabón de coco y rícele el pelo con pedacitos de papel. Queda como de peluquería. De cualquier manera, su hija no nació para ser una muñequita. A decir verdad, la hija de nadie. Agarre el dinero de las extras y compre alguna cosa más útil: comida, por ejemplo Estimado Dr. Nathanael Lessa: Soy bajita, gordita y tímida. Siempre que voy a la feria, al almacén, a la frutería, se burlan de mí. Me engañan en el peso, en el vuelto, el poroto está podrido, la harina de maíz mohosa, cosas así. Yo solía sufrir mucho pero ahora estoy resignada. Dios está con los ojos puestos en ellos y en el juicio final las van a pagar. Doméstica Resignada. Penha. -Está
bien. Entonces, ¿cómo debo tratar a nuestras lectoras? -No
me vengas con dialéctica. No quiero que las trates como putas. Olvida al
lord inglés. Pon alegría, esperanza, tranquilidad y seguridad en las
cartas, eso es lo que quiero. Dr.
Nathanael Lessa: Mi marido murió y me dejó una pensión muy pequeña,
pero lo que me preocupa es estar sola, a los cincuenta y cinco años de
edad. Pobre, fea, vieja y viviendo lejos, tengo miedo de lo que me espera.
Solitaria de Santa Cruz. Respuesta:
Grabe esto en su corazón, Solitaria de Santa Cruz: ni el dinero, ni la
belleza, ni la juventud, ni un barrio fino dan la felicidad. ¿Cuántos jóvenes
ricos y bellos se matan o se pierden en los horrores del vicio? La
felicidad está dentro de nosotros, en nuestros corazones. Si somos justos
y buenos, encontraremos la felicidad. Sea buena, sea justa, ame al prójimo
como a sí misma, sonríale al tesorero del Instituto Nacional de Previsión
Social, cuando vaya a cobrar su pensión. Al
día siguiente, Peçanha me llamó y me preguntó si podía, además,
escribir la fotonovela. -Nosotros
producimos nuestras propias fotonovelas, no es fumeti
italiano traducido. Elige
un nombre. Elegí
Clarice Simone, eran otros dos homenajes, pero no dije nada de eso a Peçanha. El
fotógrafo de las novelas vino a hablar conmigo. -Mi nombre es Mónica
Tutsi -dijo-, pero puedes llamarme Agnaldo. ¿Estás con la papa lista? Papa
era la novela. Le expliqué que Peçanha acababa de comunicarme eso y que
necesitaba por lo menos dos días para escribir. -¿Días?
ja, ja -se rió, haciendo un ruido de perro grande, ronco y domesticado,
que le ladra al dueño. -¿Dónde
está la gracia? -pregunté. Norma
Virginia escribía la novela en quince minutos. Él tenía una fórmula. -Yo
también tengo una fórmula. Date una vuelta, regresa en quince minutos y
tendrás tu novela lista. ¿Qué
es lo que pensaba de mí ese fotógrafo idiota? El hecho de haber sido
reportero de policiales no significaba que yo fuese una bestia. Si Norma
Virginia o cualquiera fuese su nombre, escribía una novela en quince
minutos, yo también lo haría. Había
leído todos los trágicos griegos, los Ibsens, los O'Neills, los Beckets,
los Chejovs, los Shakespeares, las four bundred
best televisoón plays. No tenía más que tomar una idea aquí, otra
allí, y listo. Un
niño rico es robado por los gitanos y lo dan por muerto. El chico crece
pensando que es un gitano verdadero. Un día encuentra a una muchacha riquísima
y los dos se enamoran. Ella vive en una fastuosa mansión y tiene muchos
automóviles. El gitanillo vive en una carreta. Las dos familias no
quieren que se casen. Surgen conflictos. Los millonarios mandan a la policía
a apresar a los gitanos. Uno de los gitanos es baleado por la policía. Un
primo rico de la muchacha es asesinado por los gitanos. Pero el amor de
los dos jóvenes enamorados es mayor que todas esas vicisitudes. Resuelven
huir, romper con sus familias. En la fuga encuentran a un monje piadoso y
sabio que consagra la unión de los dos en un antiguo, pintoresco y romántico
convento en medio de un bosque florido. Los dos jóvenes se retiran para
la cámara nupcial. Son
lindos, esbeltos, rubios de ojos azules. Se sacan la ropa. ¡Oh! -dice la
chica-, ¿qué es esa cadena de oro con medalla salpicada de brillantes
que tienes en el pecho? -¡Ella tiene una medalla igual! ¡Son hermanos! Tú
eres mi hermano desaparecido! -grita la joven. Los dos se abrazan. (Atención
Mónica Tutsi: ¿qué tal un final ambiguo haciendo aparecer en la cara de
los dos un éxtasis no fraternal? ¿Eh?
Puedo también modificar el final y volverlo más sofocleano: los
dos sólo descubren que son hermanos después del hecho consumado;
desesperada, la joven salta por la ventana del convento, estrellándose
allá abajo). -Me
gustó tu historia dijo Mónica Tutsi. -Una
pizca de Romeo y Julieta, una
cucharadita de Edipo Rey dije modestamente. -Pero
no sirve para fotografiar, muchacho. Tengo que hacer todo en dos horas. ¿Dónde
voy a conseguir la mansión rica?, ¿los automóviles?, ¿el convento
pintoresco?, ¿el bosque florido? -¿Dónde
voy a conseguir -continuó Mónica Tutsi como si no hubiese oído- los dos
jóvenes rubios esbeltos de ojos azules? Nuestros artistas son todos medio
mulatos. ¿Dónde voy a conseguir la carreta? Haz otra, muchacho. Vuelvo
en quince minutos. ¿Y qué es eso de sofocleano? Roberto
y Betty están comprometidos y van a casarse. Roberto, que es muy
trabajador, economizó dinero para comprar un departamento y amueblarlo,
con televisión en colores combinado, heladera, lavarropas, enceradora,
licuadora, batidora, máquina de lavar platos, tostadora, plancha automática
y secador de cabellos. Betty también trabaja. Ambos son castos. La fecha
de casamiento ha sido fijada. Un amigo de Roberto, Tiago, le pregunta: ¿Vas
a casarte virgen? Precisa iniciarte en los misterios del sexo. Tiago lleva
entonces a Roberto a la casa de la Superputa Betatron. (Atención Mónica
Tutsi, el nombre tiene una pizca de ficción científica). Cuando Roberto
llega verifica que la Superputa es Betty, su noviecita. ¡Oh!, ¡cielos!,
sorpresa terrible. Alguien
dirá, tal vez el portero: ¡Crecer es sufrir! Fin de la novela. -Una
palabra vale por mil fotografías -dijo Mónica Tutsi-, a mí me toca
siempre la peor parte. Ya
vuelvo. Dr.
Nathaneal: Me gusta cocinar. Me gusta mucho también bordar y hacer
crochet. Pero por sobre todo
me gusta colocarme un vestido largo de baile, pintar mis labios con rouge
carmesí, ponerme bastante colorete, pasarme rimmel en los ojos. Ah, ¡qué
sensación! Es una pena que tenga que quedarme encerrado en mi cuarto.
Nadie sabe que me gusta hacer esas cosas. ¿Estoy equivocado? Pedro
Redgrave. Tijuca. Respuesta:
¿Equivocado, por qué? ¿Estás haciendo mal a alguien con eso? Tuve ya
otro consultante al que le gustaba vestirse de mujer. Llevaba una vida
normal, productiva y útil a la sociedad, tanto que llegó a ser obrero
modelo. Viste tus vestidos largos, pinta tu boca de escarlata, pon color
en tu vida. -Todas
las cartas deben ser de mujeres -advirtió Peçanha. -Pero
ésa es verdadera -dije. -No lo creo. Le
entregué la carta a Peçanha. La
miró poniendo cara de tira que examina un billete groseramente
falsificado. -¿Crees
que sea una broma? -preguntó Peçanha. -Puede ser -dije-.
Y puede no ser. Peçanha
puso cara de reflexión. Después añadió: -Agrega en tu carta una frase
animadora, como por ejemplo, escribe siempre. Me
senté a la máquina. Escribe
siempre, Pedro, sé que ese no es tu nombre, pero no importa, escribe
siempre, cuenta conmigo. Nathanael Lessa. -Diablos
dijo Mónica Tutsi-, fui a hacer tu dramón y me dijeron que está calcado
en un film italiano. Canallas,
sucios babosos, sólo porque fui reportero de policiales me llaman
plagiario. Calma, Virginia. -¿Virginia?
Mi nombre es Clarice Simone dije-. ¿Qué cosa más idiota es esa de
pensar que sólo las novias de los italianos son putas? Pues mira, ya tuve
oportunidad de conocer una novia de esas bien serias, era hasta hermana de
caridad, y fueron a ver: resultó que también era puta. -Está
bien muchacho, voy a fotografiar la historia. ¿La Betatron puede ser
mulata? ¿Qué es Betatron? -Tiene
que ser pelirroja, pecosa. Betatron es un aparato para la producción de
electrones, dotado de gran potencial energético y alta velocidad,
activado por la sección de un campo magnético que varia rápidamente -
dije. -¡Diablos!
Ese es un nombre de puta dijo Mónica Tutsi con admiración, retirándose. Comprensivo
Nathanael Lessa: He usado gloriosamente mis vestidos largos. Y mi boca ha
estado roja como la sangre de un tigre y el despertar de la aurora. Estoy
pensando en usar un vestido de satén e ir al Teatro Municipal. ¿Qué
piensas? Ahora voy a hacerte una maravillosa y gran confidencia, pero
quiero que mantengas el mayor secreto sobre mi confesión. ¿Lo juras? No
sé si decirlo o no. Toda mi vida he sufrido las mayores desilusiones por
creer en los otros. Soy, básicamente, una persona que no perdió su
inocencia. La perfidia, la estupidez, el impudor, las canalladas, me
chocan mucho. Oh, cómo me gustaría vivir aislada en un mundo utópico
hecho de amor y bondad. Mi sensible Nathanael, déjame pensar. Dame
tiempo. En la próxima carta te contaré más, todo, tal vez. Pedro
Redgrave. Respuesta:
Pedro. Aguardo tu carta con tus secretos, que prometo guardar en las arcas
inviolables de mi recóndita conciencia. Continúa así, enfrentando
altanero la envidia y la insidiosa alevosía de los pobres de espíritu.
Adorna tu cuerpo sediento de sensualidad, ejerciendo los desafíos de tu
corajuda mente. Peçanha
preguntó: -¿Estas
cartas también son verdaderas? -Las
de Pedro Redgrave lo son. -Extraño,
muy extraño dijo Peçanha golpeando con las uñas en los dientes-, ¿qué
es lo que crees? -No
creo nada -dije. Él
parecía estar preocupado por algo. Me hizo preguntas sobre la fotonovela
sin interesarse, no obstante, por las respuestas. -¿Qué
tal la carta de la cieguita? -pregunté. -Peçanha
agarró la carta de la cieguita y mi respuesta y leyó en voz alta:
Querido Nathanael: No puedo leer lo que tú escribes. Mi abuelita adorada
me lee todo. Pero no pienses que soy analfabeta. Soy cieguita. Mi querida
abuelita está escribiendo la carta por mí, pero las palabras son mías.
Quiero enviar una palabra de consuelo a tus lectores, para que ellos, que
sufren tanto con pequeñas desgracias, se miren en mi espejo. Soy ciega
pero feliz, estoy en paz, con Dios y con mis semejantes. Felicidades para
todos. Viva el Brasil y su Pueblo. Cieguita Feliz. Camino del Unicornio.
Nueva Iguazú. Posdata: Olvidé decir que también soy paralítica. Peçanha
encendió un habano. Conmovedor,
pero Camino del Unicornio suena a falso. Quedaría mejor que colocaras
Camino del Catavento, o algo así. Veamos ahora tu respuesta. Cieguita
Feliz, felicitaciones por tu fuerza moral, por tu fe inquebrantable en la
felicidad, en el bien, en el pueblo y en el Brasil. Las almas de aquellos
que se desesperan en la adversidad deberían nutrirse de tu edificante
ejemplo, un haz de luz en las noches de tormenta. Peçanha
me devolvió los papeles. -Tu
futuro está en la literatura. Esto es de gran escuela. Aprende, aprende,
dedícate, no te desanimes, suda tu camisa. Me
senté a la máquina: Tesio,
bancario, vive en la Boca do Mato, en Lins de Vasconcelos; casado en
segundas nupcias con Frederica; tiene un hijo, Hipólito, del primer
matrimonio, Frederica se enamora de Hipólito. Tesio descubre el amor
pecaminoso de los dos. Frederica se ahorca en el árbol de la quinta de la
casa. Hipólito pide perdón a su padre, huye de su casa y vaga
desesperado por las calles de la ciudad cruel hasta ser atropellado y
muerto en la avenida Brasil. -¿Cuál
es el condimento aquí? -preguntó Mónica Tutsi.
-Eurípides,
pecado y muerte. Voy a
contarte una cosa:
conozco el alma humana y no preciso a ningún griego viejo para
inspirarme. Para un hombre de mi inteligencia y sensibilidad basta con
mirar a su alrededor. Mírame bien a los ojos. ¿Has visto ya alguna
persona más alerta, más despierta? Mónica
Tutsi me miró bien a los ojos y dijo: -Creo que estás loco. Continué: -Cito
los clásicos apenas para mostrar mi conocimiento. Como fui reportero de
policiales, si no hago eso los cretinos no me respetan. Leí millares de
libros. ¿Cuántos libros crees que leyó Peçanha? -Ninguno,
¿Frederica puede ser negra? -Buena
idea. Pero Tesio e Hipólito tienen que ser blancos. Nathanael:
Amo, un amor prohibido, un amor interdicto, un amor secreto, un amor
escondido. Amo a otro hombre. Y él también me ama. Pero no podemos andar
por la calle tomados de las manos, como los otros, besarnos en los
jardines y en los cines, como los otros, acostarnos abrazados en las
arenas de las playas, como los otros, bailar en boites, como los otros. No
podemos casarnos, como los otros, y juntos enfrentar la vejez, la
enfermedad y la muerte, como los otros. No tengo fuerzas para resistir y
luchar. Es mejor morir. Adiós. Esta es mi última carta. Haz rezar una
misa en mi memoria. Pedro Redgrave. Respuesta:
¡Vamos, Pedro! ¿Vas a renunciar ahora que encontraste e amor? Oscar
Wilde sufrió como el diablo, fue desmoralizado, ridiculizado, humillado,
procesado, condenado, pero aguantó. Si no puedes casarte, júntate. Hagan
testamento, uno en favor del otro. Defiéndanse. Usen la Ley y el Sistema
en vuestro beneficio. Sean, como los otros, egoístas, disimulados,
implacables, intolerantes e hipócritas. Exploten.
Despojen. Es en legítima defensa. Pero, por favor, no hagas ningún
gesto alocado. Hice
llegar a Peçanha la carta y la respuesta. Las cartas sólo eran
publicadas con su visto. Mónica
Tutsi apareció con una muchacha. -Ésta
es Mónica -dijo Mónica Tutsi. Qué
coincidencia dije. -Coincidencia,
¿qué cosa? -preguntó Mónica, señalando al fotógrafo. Que
tengan el mismo nombre dije. -¿Él
se llama Mónica? -preguntó Mónica, señalando al fotógrafo. -Mónica
Tutsi. ¿También eres Tutsi? -No.
Mónica Amelia. Mónica
Amelia se quedó mordiéndose una uña y mirando a Mónica Tutsi. -Me
dijiste que tu nombre era Agnaldo dijo. -Afuera
soy Agnaldo. Aquí dentro soy Mónica Tutsi. -Mi nombre es Clarice Simone
-dije. Mónica
Amelia nos observó atentamente, sin entender nada. Veía a dos personas
circunspectas, demasiado cansadas para bromas, desinteresadas por el
propio nombre. -Cuando
me case, mi hijo o mi hija se va a llamar He¡ Psiu dije. -¿Es
un nombre chino? -preguntó M6nica. -O
Fiu Fiu -silbé. -Te
estás volviendo nihilista -dijo Mónica Tutsi, retirándose con la otra Mónica. Nathanael:
¿Sabes lo que es que dos personas se gusten? Eso éramos nosotros dos, yo
y María. ¿Sabes lo que son dos personas perfectamente sincronizadas?
Esas éramos nosotros dos, yo y María. Mi plato preferido es arroz,
poroto, coliflor, harina de mandioca y longaniza frita. ¿Imagina cuál
era el de María? Arroz, poroto, coliflor, harina de mandioca y longaniza
frita. Mi piedra preciosa preferida es el rubí. La de María, lo debes
imaginar, era también el rubí. Número de la suerte 7, color el azul, día
lunes, film de far-west, libro El
Principito, bebida chop, colchón el Anatom, Club el "Vasco da
Gama", música el samba, pasatiempo el Amor, todo igual entre yo y
ella, una maravilla. Lo que nosotros hacíamos en la cama, muchacho, no es
por ufanarme, pero si hubiésemos estado en un circo y cobrado entrada,
nos volvíamos ricos. En la cama ninguna pareja fue presa de tamaña
locura, resplandeciente, capaz de desempeño tan hábil, imaginativa,
original, obstinada, esplendoroso y gratificante como la nuestra. Y lo
repetíamos varias veces por día. Pero no era sólo eso lo que nos unía.
Si te faltara una pierna, continuaría amándote, me decía ella. Si
fueras jorobada, no dejaría de amarte, respondía yo. Si fueses
sordomudo, continuaría amándote, decía ella. Si fueras bizca no dejaría
de amarte, respondía yo. Si fueses barrigón y feo, continuaría amándote,
decía ella. Si estuvieses toda marcada de viruela, no dejaría de amarte,
respondía yo. Si fueses viejo e impotente, continuaría amándote, decía
ella. Y estábamos intercambiando esos juramentos cuando una voluntad de
ser verdadero me golpeó hondo como una puñalada y le pregunté: ¿si no
tuviese dientes, me amarías? y ella respondió, si no tuvieses dientes
continuaría amándote. Entonces me saqué la dentadura y la puse encima
de la cama, en un gesto grave, religioso y metafísico. Nos quedamos los
dos mirando la dentadura, encima de la sábana, hasta que María se levantó,
se colocó el vestido y dijo: voy a comprar cigarrillos. Hasta hoy no
volvió. Nathanael, explícame lo que sucedió. ¿El amor acaba de
repente? Algunos dientes, míseros pedacitos de marfil, ¿valen tanto?
Odontos Silva. Cuando
iba a responder, apareció Jacqueline y dijo que Peçanha me estaba
llamando. En
la sala de Peçanha había un hombre de anteojos y barba. -Este
aquí es el Dr. Pontecorvo, que se dedica a... ¿a qué se dedica usted?
-preguntó Peçanha. -Investigación
motivacional -dijo Pontecorvo-. Como le iba contando, nosotros hacemos un
relevamiento de las características del universo que estamos
investigando. Por ejemplo, ¿quién
es el lector de Mujer? Vamos a
suponer que es la mujer de Clase C. En nuestras pesquisas anteriores ya
investigamos todo sobre la mujer de Clase C, dónde compra sus alimentos,
cuántas bombachitas tiene, a qué hora hace el amor, a qué hora ve
televisión, los programas de televisión que prefiere, en fin, un perfil
completo. -¿Cuántas
bombachitas tiene? -preguntó Peçanha. -Tres -respondió Pontecorvo sin
vacilar. -¿A
qué hora hacen el amor? -A
las 21.30 -respondió Pontecorvo rápidamente. -Y, ¿cómo hacen ustedes
para descubrir todo eso? ¿Llaman a la puerta de Doña Aurora, entran en
los monobloques del instituto Nacional de Previsión Social; ella abre la
puerta y ustedes dicen, buenos días Doña Aurora, a qué hora se pega su
encarnada? Oiga, amigo, estoy hace veinticinco años en este negocio y no
preciso que nadie venga a decirme cuál es el perfil de la mujer de Clase
C. Lo sé por experiencia propia. Ellas compran mi diario, entiende?
Tres bombachitas... ja! -Usamos
métodos científicos de investigación. Tenemos sociólogos, psicólogos,
antropólogos, estadígrafos y matemáticos en nuestro staff dijo
Pontecorvo, imperturbable. -Todo
para sacarles dinero a los ingenuos -dijo Peçanha con mal disimulado
desprecio. -Además,
antes de venir para acá, reuní algunas informaciones sobre su diario,
que supongo serán de su interés dijo Pontecorvo. -¿Cuánto
cuesta? -preguntó Peçanha con sarcasmo. -Esta información se la doy
gratis -dijo Pontecorvo. El hombre parecía de hielo-. Nosotros hicimos
una minipesquisa sobre sus lectores y, a pesar del tamaño reducido del
muestreo, puedo asegurarle, sin lugar a dudas, que la gran mayoría, la
casi totalidad de sus lectores, está compuesta por hombres de la Clase B. -¿Qué?
-gritó Peçanha. -Eso
mismo, hombres de la Clase B. Primero,
Peçanha empalideció. Después fue enrojeciendo hasta quedar morado como
si lo estuviesen estrangulando, la boca abierta y los ojos desencajados;
se levantó de su silla, caminó tambaleante, los brazos abiertos como un
gorila enfurecido en dirección a Pontecorvo. Una visión chocante, aun
para un hombre de acero, como Pontecorvo, o para un ex reportero de
policiales. Pontecorvo retrocedió ante el avance de Peçanha hasta que,
de espaldas en la pared, dijo, intentando mantener la calma y la
compostura: -Tal
vez nuestros técnicos se hayan equivocado. Peçanha,
que estaba a un centímetro de Pontecorvo, tuvo un violento temblor y, al
contrario de lo que yo esperaba, no se tiró sobre el otro como un perro
enloquecido. Agarró sus
propios cabellos con fuerza y comenzó a arrancarlos, mientras gritaba
farsantes, tunantes, ladrones, aprovechadores, mentirosos, canallas.
Pontecorvo se escabulló ágilmente en dirección a la puerta, en
tanto Peçanha corría detrás de él tirándole los mechones de cabellos
que había arrancado de su propia cabeza. -¡Hombres!
¡Hombres! ¡Clase B! -gruñía Peçanha con aires de loco. Después,
ya serenado, creo que Pontecorvo huyó por las escaleras, Peçanha volvió
a sentarse detrás de su escritorio y me dijo: -Es
a ese tipo de gente a la cual el Brasil está entregado; manipuladores de
estadísticas, falsificadores de informaciones, bromistas con sus
computadoras, todos creando la Gran Mentira. Pero conmigo no la van.
Coloqué al hipócrita en su lugar, ¿no es cierto? Dije
cualquier cosa, concordando. Peçanha sacó la caja de matarratones de su
cajón y me ofreció uno. Nos quedamos fumando y conversando sobre la Gran
Mentira. Después me dio la
carta de Pedro Redgrave y mi respuesta, con su visto bueno, para que la
llevase a composición. A
mitad de camino, verifiqué que la carta de Pedro Redgrave no era la que
yo le había entregado. El
texto era otro: Estimado
Nathanael, tu carta fue un bálsamo para mi corazón afligido. Me dio
fuerzas para resistir. No cometeré ningún acto enloquecido, prometo
que... La
carta terminaba ahí. Había sido interrumpida en el medio. Extraño. No
lo entendí. Algo andaba mal. Me
dirigí a mi mesa, me senté y comencé a escribir la respuesta a Odontos
Silva: Quien no tiene dientes tampoco tiene dolor de dientes. Y, como dijo
el héroe de la conocida pieza Papo
Furado, no hubo nunca un filósofo que pudiese aguantar con paciencia
un dolor de dientes. Además, los dientes son también instrumentos de
venganza, como dice el Deuteronomio: ojo por ojo, diente por diente, mano
por mano, pie por pie. Los dientes son despreciados por los dictadores.
Recuerda lo que Hitler le dijo a Mussolini sobre un nuevo encuentro con
Franco: Prefiero arrancarme cuatro dientes. Temes estar en la situación
del héroe de aquella pieza Tudo
legal se no Fím Ninguem se
Ferra sin dientes, sin gusto, sin nada. Consejo: ponte los dientes
nuevamente y muerde. Si la dentellada no es buena, da gritos y puntapiés. Estaba
ya en la mitad de la carta de Odontos Silva cuando entendí todo. Peçanha
era Pedro Redgrave. En vez de devolverme la carta en que Pedro me pedía
que le mandase rezar una misa y que yo le había entregado junto con mi
respuesta en la que hablaba sobre Oscar Wilde, Peçanha me había
entregado una nueva carta, incompleta, ciertamente por error, y que debería
llegar a mis manos por correo. Tomé
la carta de Pedro Redgrave y fui hasta la sala de Peçanha. -¿Puedo
entrar? -pregunté. -¿Qué
pasa? Entra dijo Peçanha. Le
entregué la carta de Pedro Redgrave. Peçanha leyó la carta y
percibiendo el error que había cometido empalideció, como era su
costumbre. Nervioso, revolvió los papeles sobre su mesa. -Todo
era una broma dijo después, intentando encender un habano-. ¿Estás
enojado? -En
serio o en broma, me da lo mismo dije. -Mi
vida serviría para escribir una novela... dijo Peçanha-. Esto queda
entre nosotros dos. ¿Está claro? No
sabía bien lo que él quería que quedase entre nosotros dos, si el que
su vida sirviera para escribir una novela o el hecho de ser Pedro
Redgrave. Pero respondí: -Claro,
entre nosotros dos. -Gracias dijo Peçanha. Y soltó un suspiro que cortaría el corazón de cualquiera que no fuese un ex reportero de policiales. |
Rubem Fonseca
Traducción de Andrea Dierrier
32 narradores del Sur
Editorial Don Bosco
Asunción, 1998.
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