También puede colaborar con la labor cultural de Letras Uruguay por medio de COLECTATE |
Otro método para colaborar con la obra cultura de Letras Uruguay, desde 3 euros: splitfy.com |
El mito. |
Los
que hacen mitos, también son en cierto modo filósofos. Aristóteles. (…) Todo habla, todo es palabra, todo trata de comunicar algo misteriosamente enriquecedor.[1] |
El
reflexionar en torno al mito constituye sin lugar a dudas un despertar de
la fantasía, la imaginación y por qué no
una búsqueda de enseñanzas, de moralejas que resultan un goce inagotable
de placer. Tema
recurrente abordado por arqueólogos, psicólogos, historiadores del arte,
filósofos etc. permite siempre el surgimiento de nuevas aristas dando
lugar a un dialógo que enriquece al analista, al lector y por ende al
desarrollo de la cultura como manifestación indiscutible que de ella es.
El tratamiento al asunto del mito por las razones anteriormente señaladas
ha sido y es diverso y en el caso de los filósofos y estudiosos en
apretada síntesis se puede observar como ha sido valorado como:
Cualquiera
de estas interpretaciones pone sobre el tapete el valor que tanto para las
etapas de su surgimiento, consolidación y desarrollo, como en su
desaparición, la impronta que siempre ha tenido en el decursar del
tiempo. Al
centrar la atención en el mito en los marcos del presente trabajo no
persigue el fin de una indagación que devele su objeto o valor en la vida
social sino establecer, independiente de la región y características de
su origen, que en el se encuentra siempre presente una específica visión
del hombre con la tecnica y su relación lo que puede ser positivo o
negativo o simplemente reflejar un suceso significativo
tomando como patrón un objeto, acción o proceso técnico
estrechamente vinculada a su existencia y encontrando respuesta a sus
inquietudes y aspiraciones a través de ellos. La
relación mito-técnica (y como además veremos en las primeras
manifestaciones primitivas del paleolítico y neolítico) responden al
papel creciente de la técnica en el proceso de existencia y desarrollo
social y su penetración en todas las esferas de su actividad, pero no
siempre se comportó así, más bien la preocupación por la técnica fue
marginal y no abundante (aunque posible de rastrear) y en ocasiones
cargada de prejuicios[2]
lo cual se observa en la clasificación de las imágenes o percepciones de
la técnica realizada por Carl Mitcham[3]
quien las divide históricamente en tres etapas: Escepticismo Antiguo,
Optimismo del renacimiento y La Ilustración y Ambigüedad o desasosiego
Romántico[4],
condicionadas tanto por las concepciones ideológicas acerca de la
actividad técnica como por el lugar y peso que ha tenido en cada uno de
los estadios históricos, así como los intereses económicos y políticos
en aras del favorecimiento o freno de las capacidades técnicas y
consecuentemente por su descalificación o exaltación. Estas
consideraciones no han estado tampoco exentas de determinado enfoque filosófico,
político, religioso e incluso profundamente morales o éticos,
condicionando la variedad de interpretaciones a veces contradictorias pero
que en última instancia revelan el sentido que se le concedió y aún
poseen. Es
relevante mencionar que podemos observar que en las más tempranas etapas
de la vida social se pueden ver de manera incipiente acciones y
actividades técnicas en expresiones humanas que han perdurado a través
de los siglos; el paleolítico y el neolítico son muestras de ello a través
de las pinturas rupestres, en donde encuentran su cuna, caracterizadas por
ser manifestaciones artísticas de cazadores primitivos en una fase
puramente práctica de su existencia, condicionando que posean como signo
distintivo el girar en torno a la persecución del alimento y la
supervivencia como género, reflejando el vínculo actividad
práctica-representaciones plásticas-magia
y ritual en sus gérmenes. Con
relación a las particularidades presentes en esta fase del desarrollo
humano Arnold Hausser apunta, “las
representaciones plásticas eran una parte del aparejo técnico de esa magia;
eran la “trampa” en la que la caza tenía que caer; o mejor, eran la
trampa con el animal capturado ya, pues la pintura era al mismo tiempo la
representación y la cosa representada; era el deseo y la satisfacción
del deseo a la vez”[5],
precisando a continuación “A través de ello adquiría poder sobre el objeto, que esa
representación no era una función simbólica, sino una acción objetivamente real, una auténtica causación.”[6] Aspecto
que le permite afirmar que cuando el artista cazador del paleolítico
pintaba un animal sobre las rocas de las cuevas creaba un animal
verdadero, de ahí la función práctico-mágica que poseía, dado en que
no constituyen una idealización, síntesis o corrección, sino una
imitación que resulta ser una continuación directa de la vida y al
servicio de ésta. En función de la demostración anterior argumenta la
superposición de las imágenes a manera de polimpsestos lo cual destruye
la idea de su carácter decorativo. Más adelante apunta ”La
mejor prueba de que este arte perseguía
un efecto mágico y no estético, al menos con un propósito
consciente, está en que en estas pinturas los animales se representaban
frecuentemente atravesados con lanzas y flechas o eran atacados con tales
armas una vez terminada la obra pictórica
(...)”.[7] El
autor subraya como en el neolítico esta imagen naturalista transita a una
intención artística geométricamente estilizadora, manifestándose
signos ideográficos, esquemáticos y convencionales, al producirse un
cambio esencial en lo económico, aunque no pierde por eso su función mágico-práctica,
pero se realiza de forma más consciente, caracterizándose por ser la
etapa del animismo o de la adoración a los espíritus, de la fe en las
almas y el culto funerario en sus primeras manifestaciones en la
civilización humana. Al
referirse a la representación e interpretación de la figura humana en
ambos sexos logradas a través de dos o tres simples formas geométricas,
declara “(...)
los ojos están indicados por dos puntos; la nariz se encuentra unida a la
boca o las cejas formando una sola figura geométrica.
Un
hombre se caracteriza por la adición de armas; una mujer, por la de dos
hemisferios para los senos.”[8]
Si
bien con estas características se realiza una valoración desde el punto
de vista social del arte primitivo, su análisis permite además señalar
como de manera incipiente también se evidencia determinada interpretación
por parte del hombre primitivo con respecto a la técnica. En primer lugar
pues esta manifestación pictórica está dirigida a la propia actividad técnica,
es decir, surge estrechamente vinculada a su forma de hacer, la producción
espiritual directamente entrelazada con la producción material y la
comunicación, ya que no puede hablarse aún de una disociación entre
ellas, por eso es expresión del valor que tiene para su subsistencia la
caza, la actividad propiamente dicha y los aparejos para su realización;
y en segundo lugar el hecho de que la reproducción de las figuras
humanas, la imagen que de sí mismo tenían se asocien
estrechamente a sus primitivos objetos técnicos nos hablan de esa
relación, es decir, el que los trazos del cazador se muestre a través de
la adición de armas y la representación de los animales a cazar se den
atravesados por las flechas, evidencian como en este periodo no
puede hablarse de una diferenciación, separación entre el hombre y sus
objetos técnicos, entendidos como partes integrantes de su propia
existencia, aspecto que recuerda la caracterización realizada por Carlos
Marx acerca de la técnica “(...)
materia natural transformada en órganos de la voluntad que se impone a la
naturaleza o de la participación humana en ésta. Son órganos del
cerebro humano creados por la mano humana (...)”[9],
o sea, como forma de alargar las capacidades de las manos y como parte del
propio hombre, tesis que siendo válida en cada etapa del desarrollo de la
humanidad, está presente en los periodos iniciales con esa connotación y
de su estrecha relación, recordar que aún no se ha producido la
individualización del hombre con respecto a la naturaleza y menos con la
técnica de ahí el carácter sincrético de estos símbolos, sus formas
de actividad y las imágenes proyectadas las cuales se dan como un todo
que refleja los fines práctico-mágico, significación, y el modelo también
válido de la función a realizar, llegando a nuestros días por medio de
dichas pinturas rupestres. Fuera
consciente o inconsciente el legado llegado a nuestros días, es una
muestra de la alta connotación de la técnica y de la propia actividad a
lo largo de ese periodo histórico de la civilización. Ese
alcance con peculiares modificaciones y con un grado de complejidad superior
se manifiesta en el mito que corresponde al cambio de las condiciones económicas
y de las relaciones sociales que se profundizan y fortalecen, indicando un
mayor nivel de abstracción correspondientemente; en torno a ello se
reconoce: “La mitología se convierte en una
forma universal, directamente general
de la conciencia social, se transforma en un sistema que refleja una
concepción del mundo (...)[10],
y el autor continua destacando como esa forma desempeña las funciones de
explicación, valoración y normalización de sus relaciones con la
naturaleza y los demás hombres, la cual surge producto de la experiencia
inmediata y cotidiana, es decir, el hombre utiliza las representaciones
obtenidas sobre la base de esta práctica para argumentar aquellos
factores que la rebasan pero de las que dependen su propia actividad. Esa
cotidianidad se despliega en esta etapa y encuentra su manifestación a
través de la fantasía como una forma de pensamiento semejante al poético
pero que se diferencia de éste último por su “seriedad”[11]
transmitiendo modelos acabadas de conductas con respecto a la naturaleza y
relaciones sociales emotivamente matizadas, consolidadas y consagradas por
la experiencia. Reiterándose
esa especificidad pero desde otra óptica de análisis se reconoce a
partir de la etimología del término de mitología, de origen griego y
que se forma de la combinación de las palabras mythos
y logos, es decir, fábula y
tratado respectivamente aunque “El
concepto de fábula, no nos debe llevar a creer que el mito sea una ficción
caprichosa de la imaginación. Dentro de la narrativa mítica se esconde
un aspecto, un núcleo que
encierra la realidad”[12]
afirma
Francisco Mauro, y continua señalando, “Reconociendo
en cada acto cotidiano una participación en los grandes ciclos de la
vida, el hombre se siente participar de la gran eternidad mítica.
Participando en sus origenes, el hombre consigue vivir integralmente.
Dentro de la mentalidad mítica la propia muerte puede tener sentido. A través
de la mitología el hombre buscó siempre abreviar las distancias que lo
separa del universo irracional, el mito busca superar ese abismo al
mezclar todos los orígenes, no sólo del mundo y del hombre sino también de los animales y las
plantas: todo lo que nace, vive, es sexuado, organizado, se deshace y
muere; pero vuelve y continua.”[13] Ambos
enfoque (Tolsty y Mauro) permiten vislumbrar como el mito no es una simple
narración con función de entretenimiento o factor de creación artística
o pura ficción sino como apunta el segundo: 1)
Constituyó la historia de los actos de los entes supremos. 2)
Que esa historia es considerada absolutamente verdadera y sagrada. 3)
Se refiere siempre a una creación, contando como algo vino a la
existencia o como se establecieron una norma de comportamiento, una
institución, una manera de trabajar (subrayado
de la autora),
esa es la razón por la cual los mitos constituyen paradigmas de todos los
actos significativos. 4)
Conociendo el mito, se conoce el origen de las cosas llegándose
a dominarlas y manipularlas (subrayado
de la autora)
a gusto, no se trata de un conocimiento exterior, abstracto, sino de un
conocimiento que es vivido ritualmente, sea narrado ceremonialmente el
mito, sea efectuando el ritual al que sirve de justificación. 5)
De una u otra manera se vive el mito en el sentido en que se esta
impregnando por el poder sagrado que se exalta los eventos rememorados o
ritualizados.[14]
Los
factores mencionados coadyuvan a discernir la tesis planteada por Tolsty “Aquí
el principio explicativo fundamental es la racionalidad de la actividad práctica,
trasladada a la explicación, el ordenamiento, la clasificación y
valoración de los fenómenos y las fuerzas naturales y cósmicas, y después
sacramentadas de este modo, ella retorna para ordenar
las relaciones terrenales. Así la mitología, siendo la primera
forma universal de conciencia social, fue también el primer intento del hombre primitivo
de rebasar los límites de la experiencia inmediata y conciencia del lugar del
hombre en el mundo.”[15] El
tomar estos elementos como puntos de referencias, observamos todo un
conjunto de mitos que recogen las variadas formas de actividad y de relación
con repecto a a la naturaleza y los hombres, entre ellos lugar destacado
lo ocupan los cosmogónicos que ofrecen la explicación de los parámetros
espacio-temporal del universo, las condiciones en que transcurren su
existencia, origen y estructura del macrocosmo (naturaleza),
el microcosmo (hombre) y del
mesocosmo (relaciones sociales)
de las cuales van derivando todas las demás descripciones. Pero
también los mitos se vinculan a las actividades materiales, al trabajo y
a la técnica como medio de obtención de los principales elementos
culturales brindando una determinada imagen de la técnica y la percepción
de la misma, máxime cuando en los mitos no sólo se plantea el origen
sino que actúan como medios de enseñanza de los procedimientos para su
realización (caza, los oficios, las artes), constituyendo manifestaciones
del valor
que guarda la técnica en su existencia, del modelo a seguir con relacion
a ella, además de servir para revelar relaciones de mayor grado de
universalidad. Entre
los primeros, referidos a la
relación que guarda con respecto a la técnica, nos encontramos con los
mitos del “fuego”,
el “herrero”,
y del “alfarero” los cuales tienen un papel destacado al poner en
evidencia el rol de éstas técnicas en su hacer cotidiano como base de su
existencia como especie y civilización. La
obtención y utilización del fuego, por otra parte, se convierte en el
rasgo más evidente de la separación del hombre con respecto a la
naturaleza y expresión del dominio incipiente de éste sobre ella aunque
no niega que en determinadas civilizaciones y mitologías la posesión del
fuego se encuentre en el reino natural, en especifico en los animales, y
ella, la técnica del fuego o su dominio sea donado a los hombres por
parte del reino animal, pero la variante así concebida no contradice la
afirmación anterior, pues esas expresiones no son las más generalizadas
y tampoco son las tendencias más comunes, constituyen especificaciones de
determinadas regiones del mundo. Entre
las múltiples maneras de exponer el dominio sobre la técnica del fuego
se repite en todas las culturas y regiones el motivo, por ello considerado
arcaico, el robo del fuego, dándose con matices y modificaciones en
las explicaciones entre las que se encuentran, el ser enseñado o educado
a partir de la frotación de dos trozos de madera o el ser arrancado de un
astro celeste, a saber, el sol. Independientemente de su pluralidad el eje
central es más que la manera, la obtención del fuego, el cual como señala
Toporov y Melatinski[16]
puede ser logrado por medio de un ser supremo que lo dona o ser sustraído
o hurtado (a escondidas de su poseedor con o sin engaños) o mostrando y
enseñando su técnica, pero la variación en cada caso o civilización
los son sus poseedores o sus raptores. En
función de dicha argumentación se expresa cómo en los indios de América
del Norte el mito del fuego se levanta a partir del robo, el cual es atribuido
a diferentes animales (coyote, conejo, castor, etc.); y en los
australianos una fierecilla denominada Bandikut quien lo posee y se lo
arrebata una paloma y un halcón, apoyados por el resto de los animales[17],
que le muestran a los hombres su importancia. En
la mitología de mesoamérica en el Popol
Vuh, el mito del fuego se presenta en sus tres variantes: entregado
por un dios, nuevamente entregado pero mostrando la forma de crearlo, y en
la variante del robo por parte de una tribu a otra. En el primer caso es
entregado por Tohil
(el conquistador civilizador, rey y dios de las tribus), “(...) que fue el primero que
creó el fuego. No se sabe cómo nació porque ya estaba ardiendo cuando
los vieron Balam-Quitze y Balam Acab”[18].
Se produce nuevamente su donación, ahora en su variedad de enseñar a
producirlo cuando a consecuencia de la lluvia y el granizo éste se apaga
y las tribus lo solicitan, y al entregarlo se les dice “(...)
esta bien no os aflijaís, contestó Tohil, y al instante sacó fuego
dentro de su zapato.”[19],
y en el tercer caso robado por una tribu que no quería someterse y adorar
a Tohil como dios, hurto que se
produce a través de la figura de un murciélago. En
una de las expresiones más clásicas y acabadas y también más conocida
en el mundo occidental, la mitología griega, la personalización se da en
la figura humana, tanto en el caso de sus poseedores como en quien lo
rapta y a quien se le dona, a saber, los dioses del Olimpo,
Zeus, Hefestos, Prometeo, este último como protector de los humanos. El
segundo caso, como modelos a seguir,
se halla el mito del herrero, figura representativa que instruye a los
hombres en los procedimientos del oficio y también del fuego. Es una
evidencia del dominio por parte de los hombres de los oficios y las artes
de modelar el hierro así como del conocimiento y empleo de los metales
(cobre, hierro). La figura del herrero se relaciona a los minerales extraídos
de debajo de la tierra y su imagen se liga al mundo subterráneo, en donde
posee su fragua. Por
la importancia de esta actividad en algunas culturas, de manera general,
se le muestra como un personaje de fuerza sobrenatural (unido a la dureza
de los metales que forjan con el fuego), por ello puede cumplir función
de demiurgo-deidad suprema, o dios
auxiliar, creador de objetos cósmicos pero también culturales,[20]
por lo regular éstos últimos mediante la fabricación, identificándose
con un artesano. En
la mitología griega (Hefestos)
y en la romana (Vulcano) se
relaciona con la fabricaciónn de complejos ingenios, ayudantes mecánicos,
y seres automáticos. Con Homero[21]
se menciona de múltiples formas, “Ilustre artífice”,
“ingenioso”, “broncista”, revelando las variadas
habilidades que se le atribuyen. Dentro
de este marco, se encuentra el alfarero, semejante en cuanto a su carácter
de artífice, e incluso del propio hombre en algunas culturas y regiones,
ejemplo lo constituye el “Popol
Vuh”, donde se da cuenta del origen del hombre, modelado
inicialmente en tierra, después en madera hasta llegar al maíz, con lo
cual se logra su existencia[22];
precisamente del maíz, al ser base de la alimentación del continente
americano. Con
esta connotación se hace evidente que los mitos actúan como modelos a
seguir lo que se manifesta en las descripciones y leyendas que demuestran
e ilustran los oficios, reflejando el nivel alcanzado de dominio sobre la
realidad natural y social, “La percepción instrumental de
su entorno objetal y grupal inmediato, permitió al hombre primitivo
describir, primero las propiedades y cualidades más evidentes y simples
del mismo, y luego, aquellas más evidentes y complejas. El conocimiento y
transformación del entorno trajo consigo el reconocimiento progresivo por
parte del sujeto de su lugar en ese entorno y la autoconciencia de sí
mismo como individuo y miembro activo de un grupo. Este conocimiento
rudimentario, en forma de imágenes, relaciones y asociaciones entre
los objetos, fenómenos y procesos constituyó un elemento gnoseológico
esencial intrínseco al proceso de génesis del hombre y la técnica[23],
pero también de su transmisión, siendo una de sus vías la propia
mitología. En
correspondencia con la reflexión que llevamos a cabo el Mito de Dédalo resulta uno de los más controvertidos, incluso a la
luz de la contemporaneidad. Es Dédalo
un personaje mitológico griego al que se le conoce como escultor,
arquitecto e inventor[24],
siendo precisamente estos atributos lo que determinan su vínculo con la técnica
por derecho propio. A él se le adjudica la construcción del Laberinto
del Minotauro de Creta, cuyas plantas aparecen en las monedas de Cnosos[25],
así como también con la creación de herramientas como la sierra, la
azuela, la barrena, la plomada y la confección de la cola de pescado,
todas relacionadas con trabajos en madera. Pero su identificación por
excelencia se manifiesta con la construcción de unas alas para huir del
encierro a los que somete el Rey de
Minos, a él y su hijo Icaro. Se
afirma que constituye uno de los mitos más controvertidos, pues por una
parte, se exalta la astucia y la inventiva, y la posibilidad del dominio
de la naturaleza a través de ellos por medio de la analogía y el
ingenio, pero por otra parte, es ejemplo del castigo al hombre por parte
de los poderes supremos por la soberbia mostrada al domeñar las fuerzas
de la naturaleza por medio de su ingenio con el empleo de las invenciones
técnicas. Acerca
de esto último, resulta interesante la siguiente valoración, “(...)
Dédalo, es un personaje de la mitología griega, que es a la vez un
hombre extraordinario, un gran arquitecto e ingeniero, pero a la vez es
despreciable. Sus invenciones son “ilícitas”: la máquina que permitió
a la reina Pasifae acloparse con un toro y engendrar al minotauro, mitad
hombre, mitad toro, aborto monstruoso devorador de jóvenes; el laberinto
de la isla de Creta ideado para encerrar al minotauro y “proteger al mal
con el mal”; las alas de plumas y cera con las que su hijo Icaro voló
tan cerca del sol que se derritieron y se precipitó en su mortal caída
sobre el mar Egeo”[26]
De ahí que el mito de Dédalo posea una doble lectura en cuanto al papel de la técnica,
de la simbología que de ella se tiene, constituyendo una valoración de
orden moral de las posibilidades y limitaciones de la técnica, es quizás
donde se comienza a perfilar con rasgos aún imprecisos lo que a lo largo
de la historia de la técnica y de su imagen ha sido una constante y en la
actualidad es punto focal de reflexión y debate, a saber, las
implicaciones sociales negativas o positivas de la técnica. El
tercer y último aspecto, el reflejo a partir del motivo técnico de
relaciones con mayor grado de complejidad y universalidad, se
manifiesta de múltiples formas en la mitología; la asociación de la técnica
con aspectos que rebasan su nivel de comprensión, tales como la vida, la
muerte, el destino, etc., son intentos de argumentación e interpretación
de su mundo. Los
mitos anteriormente mencionados son también indicativos de esa característica,
a los que se suman el Mito del
Hilado, El Arco, El Puente,
etc., en el caso del hilado, técnica necesaria a la existencia humana, se
observa su enlace con elementos tan vitales como: la vida, la sucesión de
generaciones, el destino, la salvación. Un
tema recurrente en la mitología es en específico el de la vida humana,
reproducidas en las operaciones realizadas por las Tres Parcas (Cloto, Láquesis y
Atropo) con el hilo, símbolo
del curso de la vida terrena y de su detención en manos de la providencia
o el destino. Las Parcas, viejas
hilanderas, se reparten el trabajo de forma tal, que Cloto hilaba, Láquesis
devanaba (extenderla, como si extendiese la vida a través del destino), y
Átropos en el momento
decisivo, cortaba el hilo de la vida.[27]
También concerniente con el hilado, pero ahora no expresando la vida y la
muerte, sino la salvación, lo es el mito
del hilo de Ariadna, hilo
ofrecido por Dédalo y que ella
entrega a Teseo para que pueda
salir del Laberinto, después de
dar muerte al Minotauro; es
claro que aquí actúa como elemento de salvación, pero a la par de
astucia, de inteligencia, de poder pues metafóricamente se emplea una
acción técnica para la representación y definición de concepto de gran
grado de complejidad, profundidad y abstracción: vida, muerte, destino,
salvación, el bien y el mal, pero que parten de una imagen o hecho técnico,
producto de una experiencia acumulada la cual se desdobla para el
esclarecimiento de aspectos que estan muy por encima del conocimiento
obtenido en su actividad práctica en ese periodo histórico. En
el caso del arco y la flecha como atributos de dioses, se presenta
asociada a relaciones sociales y nexos fundamentales para su
funcionamiento con estabilidad. Entre
estos personajes mitológicos está la Artemisa
griega (Diana Cazadora en la romana) hija de Zeus y Leto, cuyos
atributos son el arco y la flecha, de ahí la denominación de cazadora y
la cual se identifica como la protectora de la virginidad y el pudor
(valores morales), los lactantes y los partos. Pero también el arco y la
flecha como emblema de dioses va a vincularse con sentimientos como el
amor, y con una de las relaciones más primarias de la sociedad, el
matrimonio[28]
lo que encuentra su emblema en la figura de Eros
en Grecia y Cupido en roma, niño travieso quien al lanzar la flecha rinde de
amor y pasión a sus presas. Con
Apolo se repiten los símbolos,
pero aquí se unen a logros culturales al ser el dios que representa la
luz, las artes y la adivinación, aunque también se ocupa de los rebaños
y se invoca para el logro de una buena puntería. A
la sombra de este análisis se puede afirmar que la mitología es además
una peculiar imagen de la técnica al ser una específica forma de
cosmovisión de carácter fantástico, surgida de forma directa e
inmediata de la actividad práctica cotidiana, no es casual que la técnica
en algunos de estas representaciones sea un medio que posibilite
determinadas explicaciones de la realidad. Por la significación de la técnica
dentro de la mitología, empleada como expresión de nexos, vínculos y
fenómenos, se logra el establecimiento de valores y normas con el fin
regular con estos modelos emotivamente matizados y acabados las formas de
la relación con la
naturaleza y entre los propios
hombres. Es
bien cierto que no constituyen una interpretación teórica, racionalmente
acabada de la importancia de la técnica, pero sí reflejan de forma
espontánea el valor que guardan en su existencia, así como tampoco
constituyen reflexiones acerca de la técnica, sino actuando como elemento
mediador, una reflexión sobre la realidad natural y social que parten del
reconocimiento del significado de ella en su vida. De ahí que encontremos
en el estudio de la mitología una peculiar imagen, que sin pretender acuñar
con una denominación, si posibilita vislumbrar el hecho esencial del
reconocimiento en este periodo histórico del papel y lugar de la técnica,
a partir de estas manifestaciones, por ello retomando una idea inicial,
repetimos una y otra vez “(…)
Todo habla, todo es palabra, todo trata de comunicarnos algo
misteriosamente enriquecedor.”[29]
Referencias: [1]
Revista El Correo Febrero
1976 (año XXIX) artículo “La obra de la Mano, expresión total del
hombre. Hampeté Ba, A. p. 20 [2]
Medina, M. 1995. Tecnología y filosofía: más allá de los
prejuicios epistemológicos y humanistas. Isegoría/12. Universidad de
Barcelona. Madrid. p. 1 Material mimeografiado. [3]
Mitchan, C. 1989. ¿Qué es la Filosofía de la técnica?
Anthropos. España. [4]
La reflexión filosófica sobre la técnica como especialidad
independiente, es relativamente reciente al situar su surgimiento
aproximadamente en las tres últimas décadas del siglo XIX con los
trabajos de Ernest Kapp, Peter K, Engelmeir y Friedrich Dessauer y que
ha sido denominada Filosofía de la Ingeniería, seguida por la
llamada Tradición humanista o Filosofía de la Técnica, representada
por Lewis Munford, Ortega y Gasset, Martín Heidegger y Jacque Ellul
enfoques que en la actualidad se continúan por todo un conjunto de
analistas y que ha
encontrado su expresión en Europa y en Estados Unidos dentro del ámbito
académico, en el denominado movimiento de CTS. Mitchan, C. 1989. ¿Qué
es la Filosofía de la técnica? Anthropos. España. [5]
Hausser, A. 1966. Historia Social de la literatura y el arte. 2da
edición. Edición Revolucionaria. La Habana. p. 21. [6]
Ídem. a la anterior. [7]
Ídem a la anterior. p. 23. [8]
Ídem a la anterior. p. 25. [9]
Marx, C. Traducción del Grundrisse. Material fotocopiado.
[10]
Tolsty, V.I. 1989. La producción espiritual. Editorial de Ciencias
Sociales. p. 247. [11]
Ídem a la 7. p. 247 [12]
Mauro, F. (03.06.02) 2000. El mito de Icaro. Franmau [13]
Idem a la anterior. [14]
Idem a la anterior. [15]
Tolsty, V.I. 1989. La producción espiritual. Editorial de Ciencias
Sociales. p. 248.
[16]
Toporov, V. Ivanov, V.V y Milatinski. 2002. Árbol del mundo.
Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos. Colección
Criterios. Casa de las Américas/UNEAC. La Habana. p. 190. [17]
Acerca de esta cualidad de la mitología arcaica se señala: “No es
casual que en la aplastante mayoría de los mitos los hombres obtengan
el fuego de los animales o con ayuda de los animales. Estamos ante un
convincente ejemplo de un rasgo característico del pensamiento mitológico:
la deducción de una situación actual a partir de una situación
directamente opuesta a ella, que existió -en tiempos pasados-,
mientras que en la realidad la posesión del fuego es uno de los
rasgos más esenciales que distinguen al hombre de los animales, en
los mitos se supone, por el contrario, que hubo un tiempo en que el
fuego estuvo en posesión de los animales, y los hombres no lo tenían.”
P. 191. [18]
Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. 1986. Editorial Gente
Nueva. La Habana. Cuba. p. 11 [19]
Ídem a la anterior. Aquí se elude, según nota, a la manera
primitiva de sacar fuego por medio de un palo que se hace girar rápidamente
dentro de otro. P. 118. [20]
Ídem p. 118 [21]
La Odisea de Homero. 1976. Editorial Gente Nueva.
[22]
Ídem a la 17. [23]
Borrero, S.2002. Periodización dialéctica del desarrollo de la técnica.
Tesis presentada en opción al Grado [24]
Algunos textos lo caracterizan como herrero, pero no es lo más común.
Remitirse al trabajo de historia “La civilización Minoica. De Roberto Lérida Lafarga. (IES
Serrania baja. Condete-Cuenca) Proyecto Clio.
http:/clio.roderis.es/fichas/minos_minoica.htm (04/06/02) [25]
Ídem. Se destaca que una característica del modo de asentamiento en
esta cultura, es que los palacios den la [26]
Suay Belenguer. Vil mecánico. Http/www.cienciateca.com/vilmecanico.html.
[27]
Torrella, N. 1952. El arte textil. Colección Estudio. Editorial Seix
Barrral S:A: Barcelona [28]
Deguin, C:A. 1980. Amor, sexo y matrimonio. Colección Estudios. Monte
Avila. Editora C.A.
Venezuela. [29]Revista El Correo Febrero 1976 (año XXIX) artículo “La obra de la Mano, expresión total del hombre. Hampeté Ba, A. p. 20 |
María de los Milagros Flores Corbelle
Universidad de La Habana
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Flores Corbelle, María de los Milagros |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |