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¿Cultura de la sostenibilidad? |
He
aquí una cuestión vital para la prosperidad de nuestras tierras, y el
mantenimiento de nuestra riqueza agrícola. Muchos no se fijan en ella,
porque no ven el daño inmediato. Pero quien piensa para el público,
tiene el deber de ver el futuro y de señalar los peligros. Mejor es
evitar la enfermedad que curarla. La Medicina verdadera es la que precave. La
Cuestión vital de que hablamos es esta: la conservación de los bosques,
donde existen; el mejoramiento de ellos, donde existen mal; su creación,
donde no existen. José Martí, 1883 |
En la presente reflexión no interesa ahondar en el análisis de la actual situación a que estamos abocados, y sobre la que constantemente los medios de comunicación nos informan, pero más que ello es la propia realidad quien nos alerta, nos comunica y nos convence de que nos enfrentamos y nos encontramos ante “(…) una encrucijada y esta es de tal naturaleza y envergadura que obliga a la sociedad a actuar sin mayor dilación y de manera responsable”.[1] Momento importante en la toma de conciencia para dar pasos en concreto, lo constituyó el informe presentado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas durante el otoño de 1987 por la Comisión Brundtland a solicitud de su Secretario General en el año 1983 y que fuera denominado “Nuestro Futuro Común”. y en el cual se formula el concepto de Desarrollo Sostenible. Refrendado en 1992 por la Cumbre de Río y que fue base para la elaboración de la Agenda 21. Dicho concepto, se caracteriza por ser, incluso en nuestra década, una definición en constante profundización, lo cual además es necesario en la medida de señalar como momento esencial de su formulación, la integración del medio ambiente y el desarrollo para el logro de un desarrollo sostenible, entendido este como “El desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.[2] El cual encierra dos conceptos, a saber, en primer lugar , “necesidades” y en segundo lugar, “limitaciones” las que están impuestas por el estado de la tecnología y la organización social, y entre la capacidad del medio ambiente para satisfacer las necesidades presentes y futuras. Es significativo destacar que no existe una definición única, lo cual se encuentra determinado por las aristas a trabajar o puntos de vista a abordar así como por las orientaciones políticos-ideológicas. Lo cual no niega la existencia de un núcleo común, dado en la reorientación en el desarrollo económico y su vínculo con las cuestiones ambientales, tal como destacan López Cerezo y Méndez Sanz[3] señalando más adelante como característica el amplio horizonte sobre el que es aplicable, entre los que menciona el medio urbano y rural, cualquier sector productivo o combinación funcional de actividades productivas e incluso podríamos agregar en el contexto donde este se inserta, pues no tiene el mismo significado en medio de una sociedad industrializada o subdesarrollada e incluso en países en condiciones de pobreza extrema. Es decir, independiente de lo anterior siempre tras este concepto se intenta superar el antagonismo entre desarrollo y medio ambiente, economía y ecología, técnica y protección del medio ambiental. La diversidad de tratamientos, que no ignora el factor común presente en ellas y que por demás es expresión en última instancia del valor concedido, nos obliga a repensar y a cuestionarnos lo que constituye nuestro título, que es a su vez una interrogante, ¿podemos plantearnos y hablar de una Cultura de la Sostenibilidad? A mi criterio la respuesta es afirmativa, al considerar que la asunción con plenitud del concepto de sostenibilidad hace necesario poseer una interpretación más amplia de lo que generalmente se maneja, es decir, comprenderse desde un enfoque cultural. De ahí que proponemos una Cultura de la Sostenibilidad y para poder tener una visión clara, debemos partir necesariamente del tratamiento somero del concepto de cultura, base para la fundamentación de esta propuesta y consecuentemente entender por qué lo concebimos como un nuevo paradigma, síntesis, de variados aportes, que van conformando y signando esta nueva interpretación. Retomando el concepto de Cultura de forma sencilla (sin pretender agotar un tema rico y profundo en aristas) podemos caracterizarla como toda aquella creación material y espiritual llevada a cabo por el hombre, entendida tanto en su proceso como en sus resultados, por esto su comprensión no podemos reducirla ni a la una ni a la otra, tampoco, como es usualmente utilizada, el reducirla a la cultura artístico-literaria, ni a la acumulación de conocimientos. Ella integra esos momentos, pero es mucho más, sin olvidar el proceso de asimilación, y aunque esto último, aparentemente no es relevante, guarda un grado de esencialidad máximo, en tanto señala aquello que va a ser importante, no solo en determinado contexto histórico, sino en el proceso de devenir, en tanto no todo lo creado por el hombre constituye un logro de la cultura, sino solo aquello que la sociedad de su época y sucesivas generaciones consideran y guardan como expresión de su valimiento y estimativa. De ahí el carácter universal que reviste y el por qué se incluye dentro de los logros de la cultura una obra escultórica o una simple aguja, es decir, recoge tanto la producción espiritual y sus múltiples soportes materiales, así también creaciones de carácter material, pero en tanto creación, es que se caracteriza como ser esencial del hombre y medida de su ascensión.[4] A partir de ello pensar en la Cultura de la Sostenibilidad, es mucho más que el establecimiento de una dicotomía entre necesidades y limitaciones, entre economía y ecología, entre los logros de la cultura y la naturaleza, pues como se señala la naturaleza nunca termina para el hombre, porque es su claustro materno. La relación hombre- naturaleza, es una relación donde el hombre se naturaliza y la naturaleza se humaniza (Pupo, 2007), en tanto el concepto de cultura es de carácter integral, pleno, holístico, que al ser entendido en la propuesta de un desarrollo de la sostenibilidad apunta a completar, totalizar y de esa forma ampliar su significación en tanto incluye necesidades, fines, objetivos, creencias en el desarrollo, valores, concepciones éticas y morales, jurídicas, voluntad económica y política, los conocimientos científicos, determinada interpretación filosófica, y simultáneamente lo natural unido a los factores técnicos que permiten la realización y consecución de un tratamiento sostenible, etc. Reiterando, reflexionar en una Cultura de la Sostenibilidad, el repensar en la sostenibilidad desde este enfoque es un doble golpe a la tradicional concepción establecida de una relación de exclusión absoluta entre sociedad y naturaleza, a la actitud de dominio por parte del hombre sobre ella, a las acciones depredadoras, a una concepción instrumental arraigada profundamente por la modernidad que tiene como consecuencia un consumismo desmedido. Acerca de ello leemos “El análisis de lo ambiental desde una perspectiva integradora hace posible conceptuarlo de una manera nueva. La medula del asunto no está en que el hombre dañe a la naturaleza. Ella radica en que el hombre desde sus valores –entre los que está incluido el conocimiento- se ha enfrascado desde hace mucho tiempo en un modelo cultural de producción del entorno, destructivo”.[5] Contrariamente cuando proponemos una Cultura de la Sostenibilidad, no es solamente tener en cuenta la integración del medio ambiente y el desarrollo, sino el asumir una actual interpretación holística y transdisciplinaria, la cual parta de una nueva “(…) sabiduría para habitar el planeta.” y a “(…) la necesidad de tomar medidas no sólo para la protección del medio ambiente, sino de impulsar un cambio profundo de la visión del mundo, que retorne a los principios universales”.[6] Principios estos, entre otros muchos presentes en la concepción de la ecosofía. Constituyendo por demás la formación de un original paradigma en torno al Desarrollo Sostenible, permitiendo una acción sobre la naturaleza, entendida ahora como parte de nuestro ser, de nuestra existencia y viceversa. Visión de la Cultura de la Sostenibilidad, que propone la integración de aquellos factores y elementos, que en el transcurso de estas décadas, han enriquecido poca a poco a partir de su análisis por diferentes estudiosos los valores intrínsecos presentes en la misma, en función de esta propuesta que ofrece una noción que impone un ideal totalizador. No pretendemos, ni consideramos que se constituya una varita mágica a la usanza de la Madrina de Blancanieves, pero este concepto garantizaría una actuación que velaría, para nosotros y las generaciones futuras, por la existencia de nuestro globo terráqueo, no nuestro por adquirirlo como propiedad privada, sino por ser parte constituyentes de esa biodiversidad, como elemento de esa naturaleza donde y a través de nosotros ella se piensa. Notas:
[1]
Hernández Muñoz, Luís Enrique. 2005. El problema ambiental. Ecología
y Sociedad. Selección de Lecturas. Célida Valdés Menocal. Editorial
Félix Varela. La Habana. p. 26. [2] World Commission on Environment and Development 1987. Our Common Future, Oxford University Press (Trad. Cast. En Alianza: Nuestro Futuro Común.) [3] López Cerezo y Méndez Sanz. Una crítica del concepto de desarrollo sostenible, equilibrio dinámico en la comunidad local. www.oei.es [4]
Pupo Pupo, R y Bush Sánchez, R.M. La filosofía en su historia y
mediaciones. Instituto de Educación “José Martí” de Monterrey.
Facultad de Filosofía e Historia de la UH. 2009. Pág.: 22. [5]
Delgado Díaz, C.2005 Efecto
del desarrollo científico-técnico, sensibilidad pública,
conocimiento y riesgo. Ecología y sociedad. Selección de lecturas de
Célida Valdés Menocal. Historial Félix Varela, La Habana. [6] Pupo Pupo, R. 2005. Power Point. Ecosofía, Cultura, Transdisciplinariedad.
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María de los Milagros
Flores Corbelle
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