Las palabras salieron a pasear por la ciudad tomadas de la mano. Una casi fue atropellada por un ciclista y decidieron q»e habían tomado un rumbo equivocado. Entraron a un establecimiento adonde tomaron un licuado de papaya pero al dar las gracias una mano les cobró gran cantidad por satisfacer su sed y descubrieron que no andaban dinero. Las palabras vivían en el campo. Allí se solazaban entre grillos y chicharras regalando frases de amor y de bondad a quién las encontrara. Era la primera vez que venían a la ciudad y estaban en busca de nuevos términos. Se dieron, cuenta que nadie quería verlas ni oírlas luego de largos paseos por las calles y cansadas tomaron el bus de regreso. Para acortar el camino se subieron a las canastas de unas aldeanas y allí descansaron en medio de flores y frutas. Mis aldeanas las confundieron con pan y oro, semillas deliciosas y con flores exóticas al ver sus canastas llenas de exquisiteces. Para cuidarlas, llevaron su tesoro a casa para compartirlas con sus madres e hijas. Así las palabras crecieron y crecieron hinchadas de amor en silencio vueltas flores.