Hada cruzó la calle fría de la noche. Eran las 9. Requetetarde en una calleja obscura...Los mendigos se arropaban con trapos de mil colores rodeados de perros que se calentaban contra sus cuerpos.

 

Hada observó entre esos seres un colorido surrealista  que la llevó a recordar frases como "el surrealismo mexicano de un mendigo desnudo con una guacamaya al hombro"..

 

En medio de este colorido, además, estaba el llamado del mundo...cada día una franquicia para su territorio combatiendo intrusos y recibiendo centavos que incendiaban de ira y alegría las muecas que formaban sus sonrisas.

 

Hada se sentó en la acera como en sus tiempos de estudiante y los observó con admiración y ternura, dormidos en plena calle de altiplano entregando su confianza al cemento y ángeles de metal.

 

Cómo recordaba su vida en el primer mundo sin música en los buses, todo desinfectado y carente de mendigos...La pobreza ausente y jóvenes perdidos como moluscos chupando drogas en un mar sin esperanza, sin un solo sentido de dolor solidario...

 

De pronto aspiró el aire de la noche..olía a leña asando choclos...elotes de maíz asándose en una calle sobre un fuego rabioso y paciente...El Tercer Mundo y cuánta vida pujaba por vivir lejos del malecón de los suicidios de gente primer mundista sin esperanza..tanto dolor que llevar en cada paso y tantos ausentes de esta crudeza...Ella había vuelto para reencontrarse consigo misma a través de sus ojos antiguos y viejos a pesar de tener 25 años...

 

Sin saber cuando, Hada se acomodó en la acera al lado de los mendigos a descansar y dormir con el calor de otros cuerpos...Despertó de madrugada recordando debía volver a su casa, a su familia que era su recorrido diario...se despertó sobresaltada al ver a sus compañeros de sueño aún dormitando. Los bendijo y supo que ella nunca dejaría de considerarse una mendiga de poemas..Que quizás había más verdad en la pobreza descarnada de la necesidad de recibir del mundo un toque de gracia...Y partió.