La vasija de barro |
Una
estrella diminuta y pequeña se sostenía en el cielo pendiendo de unos
hilos dorados. Se sentía tan sola que esto la hizo derramar unas lágrimas.
El llanto llovió y surcó espacios inmensos en búsqueda de un destino y
de algún destello que le hiciera compañía. Sucedía
con un anciano en un lugar de La Tierra, había dejado una vasija recién
hecha, horneada y pulida, en una playa de río con la finalidad de que la
noche y su silencio entraran hasta su fondo y la llenaran de su misterio.
Era creencia, en ese pueblo, que una vasija aprendía el lenguaje del
tiempo, del viento y del espacio y antes de venderla o utilizarla se
dejaba permanecer una noche en una playa de río para que el barro
aprehendiera el misterio y absorbiera secretos alientos. Cuál fue la sorpresa del anciano cuando, al día siguiente, al regresar, encontró su vasija llena de luz. Las lágrimas de la estrella habían caído una a una en la honda vasija atraídas por su fondo ancho y su caricia de tierra tan propicios para el dolor de una estrella. |
El
viejo veía tanta luz que casi enceguecía y decidió que la luz debería
lanzarse lejos... muy lejos, para evitar que los hombres se deslumbraran
peleando entre sí por poseerla a pesar del daño que les provocaría.
Agarró una estaca larga y con un extremo en su mano y el otro bajo la
vasija, la lanzó lejos, lejos, tan lejos que él no supo más de ella. Por
eso, hoy en día aún se ve, a lo lejos y por las noches, la vasija de
barro dando vueltas y más vueltas debido a la fuerza con que el anciano
la lanzó al espacio. A veces se ve de frente la boca redonda irradiando
luz. Otras veces se ve un pedacito de luz pues está de lado y otras sólo
la oscuridad de su espalda. El llanto de la estrella, buscó un destino. Tal vez quiso contarnos algo y por eso hoy, niño, yo te cuento este cuento, Para que el misterio de la noche nunca tenga fondo, fin, ni término. Y para que las vasijas de barro que hablan el lenguaje del tiempo, del viento y del espacio nos susurren sus antiguos secretos, como el del amor de una madre cuya luz puede regalarte muchos, muchísimos cuentos, lunas y misterio para que tu propia luz tenga un destino. |
Cantos de Barro
Alejandra Flores Bermúdez
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