La vasija de barro
Alejandra Flores Bermúdez

Una estrella diminuta y pequeña se sostenía en el cielo pendiendo de unos hilos dorados. Se sentía tan sola que esto la hizo derramar unas lágrimas. El llanto llovió y surcó espacios inmensos en búsqueda de un destino y de algún destello que le hiciera compañía.

 

Sucedía con un anciano en un lugar de La Tierra, había dejado una vasija recién hecha, horneada y pulida, en una playa de río con la finalidad de que la noche y su silencio entraran hasta su fondo y la llenaran de su misterio. Era creencia, en ese pueblo, que una vasija aprendía el lenguaje del tiempo, del viento y del espacio y antes de venderla o utilizarla se dejaba permanecer una noche en una playa de río para que el barro aprehendiera el misterio y absorbiera secretos alientos.

 

Cuál fue la sorpresa del anciano cuando, al día siguiente, al regresar, encontró su vasija llena de luz. Las lágrimas de la estrella habían caído una a una en la honda vasija atraídas por su fondo ancho y su caricia de tierra tan propicios para el dolor de una estrella.

El viejo veía tanta luz que casi enceguecía y decidió que la luz debería lanzarse lejos... muy lejos, para evitar que los hombres se deslumbraran peleando entre sí por poseerla a pesar del daño que les provocaría. Agarró una estaca larga y con un extremo en su mano y el otro bajo la vasija, la lanzó lejos, lejos, tan lejos que él no supo más de ella.

 

Por eso, hoy en día aún se ve, a lo lejos y por las noches, la vasija de barro dando vueltas y más vueltas debido a la fuerza con que el anciano la lanzó al espacio. A veces se ve de frente la boca redonda irradiando luz. Otras veces se ve un pedacito de luz pues está de lado y otras sólo la oscuridad de su espalda.

 

El llanto de la estrella, buscó un destino. Tal vez quiso contarnos algo y por eso hoy, niño, yo te cuento este cuento, Para que el misterio de la noche nunca tenga fondo, fin, ni término. Y para que las vasijas de barro que hablan el lenguaje del tiempo, del viento y del espacio nos susurren sus antiguos secretos, como el del amor de una madre cuya luz puede regalarte muchos, muchísimos cuentos, lunas y misterio para que tu propia luz tenga un destino.

Cantos de Barro
Alejandra Flores Bermúdez

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