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Alzar el vuelo

de "Cuentos de Marañón y Nance"

Alejandra Flores Bermúdez

almabosque@gmail.com

 
 
 

Este era un pajarito con el alita lastimada…voló y voló y cansado, agotado cayó bajo una tapia que dividía dos jardines con rosales, unas blancas y otras rojas. Las rosas siempre se observaban entre sí tristemente añorando el color de la otra, la humedad en sus pétalos tersos que brillaban a través del rocío como láminas de metales escarlatas y blanquecino Las blancas eran tan nítidas, como leche de cabra con fragancias de campos verdes llenas de jazmines del cabo y alelíes, con entrañables uniones entre ellas cual un chongo, una cinta para envolver regalos a enamorados, a mujeres deambulando en busca de sostén. Los pétalos eran diamantes en manos de ancianas desposeídas cuyo único amor era la tersura de esa flor tan añorada tras la tapia del jardín. Las rosas rojas eran bosques de llamaradas, fogatas a la orilla del mar, lunas rojas trastornadas por el humo de los montes. María Cristina jugaba con una muñeca hecha de retazos tejida por su abuelita Cándida una tarde en que llovía con sol y un arco iris se asomaba por la ventana del segundo piso de la casita que solitaria se erguía en la callecita del Barrio Abajo. María Cristina ayudaba mucho a su abuela en la labor de limpiar granos, separar negros de colorados, picados y recoger las piedrecitas entre los costales de bramante y tejer con ellos collarcitos con hilos de cáñamo y con el polvo de las piedrecitas de los caminos cercanos, luego de rasparlas y separarles los polvillos de colores, empapar en agua el polvillo y pintar y pintar mil rosas y pajarillos…María Cristina bajó las gradas y cruzó el umbral de la puerta trasera y se inclinó a ver esa pequeña ave cansada y agotada que palpitaba con vehemencia intentando poder volar. Lo acogió entre sus manos y lo colocó contra su pecho intentando darle calor y fuerza y confianza. El ave comenzó a revivir y poco a poco fue entrando en calor. Las rosas abrieron sus pétalos para acogerlo con fragancias y aromas y María Cristina comenzó a cantarle y a susurrarle caminos lejanos de soles intensos…Pasaron varias horas y Cristina tomó del viento la decisión de ayudarlo a volar. Lo soltó y el pajarito poco a poco se irguió, recuperó sus fuerzas y voló siguiendo su camino. María Cristina lo vio alejarse.

Al día siguiente, la abuela preparaba el desayuno de hojuelas de avena, rapadura rallada y leche fresca…Acababa de lavar la ropa del día anterior, colocó la mesa con la loza y la cafetera de peltre y llamó a María Cristina. María Cristina estaba sentada al lado de la tapia jugando con las rosas y cantando “Doña Ana no esta aquí, esta en su vergel, abriendo la rosa y cerrando el clavel” y observando a lo lejos una bandada de pericos que volaban entre los árboles de mango buscando sustento. Llamaba a su avecilla amiga con toda su alma y vio a su abuela como una gran águila, un gran condor ayudándola a ella, avecilla tierna y pequeña a tejer las fuerzas para emprender vuelo por los aires y cielos del mundo. Luego la abuela se dirigió la cocina para prepararse un te de canela y manzana, María Cristina se quedó en silencio, recordaba el ala lastimada del pajarito su amigo, quien parecía responder a cada pregunta que ella hacía, y cuando las lágrimas rodaron por su mejilla añorando a ese amigo, sus lágrimas al derramarse cayeron sobre las rosas blancas y éstas, como una ola de espuma, fueron cubriéndose de su dolor y poco a poco se convirtieron en rosas rojas. Ella no podía creer lo que estaba pasando, y entonces escuchó como las rosas que eran rojas se quejaban nuevamente de que ya no eran diferentes y que prefrían ser rosas blancas. María Cristina lloró nuevamente cerca de la tapia que dividía el rosal, esperando el color blanco porque eso es lo que pedían ellas. Siguió llorando. Sus ojos se sorprendieron cuando se esfumaban poco a poco una por una cada hermosa rosa mientras el mutismo las transformaba en pequeños canarios que volaban como hojas al viento y en un remolino de sueños, libres, fueron a buscar una vereda para contar nuevas historias, con colores de magia, sueños de magos y magas y amor.

de "Cuentos de Marañón y Nance"
Alejandra Flores Bermúdez
almabosque@gmail.com

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