Balún Canán
de Rosario Castellanos: el derrumbe de un mundo y el surgimiento de uno
nuevo Universidad Veracruzana
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Balún Canán[1] de Rosario Castellanos, que refiere a los siete guardianes, nombre de una constelación estelar y antiguo nombre de la ciudad de Comitán (Lienhard 303), fue publicada en 1957 y fue la primer novela de la escritora; este texto es considerado como parte de la narrativa indigenista producida en el S. XX que, junto con otras novelas mexicanas de la época, presenta las injusticias e inequidades en las relaciones entre indios y mestizos. Si bien desde el punto de vista de algunos críticos Balún Canán en el momento de su publicación resultó bastante novedosa debido a lo convincente de la reelaboración de los personajes indígenas y la recreación de la interiorización del indio en relación con su mitología, sus leyendas y su sincretismo religioso, la perspectiva indígena aún sigue estando mediada a través de los ojos mestizos. Se ha considerado que con esta novela Castellanos trascendió la discusión indigenista para aterrizar en un terreno más cercano a lo autobiográfico y con algunos tintes de denuncia, ya que la realidad de los indígenas y de las mujeres de Balún Canán está marcada por la explotación, el abuso y la frustración, y ésta gira en torno a los mitos, sean tradicionales en la comunidad indígena o en cuanto al deber ser femenino (OFarril 45). Sin embargo es preciso recalcar que, aunque uno de sus referentes es el mundo indio, lo es también y principalmente el mundo mestizo y las relaciones de construcción y destrucción generadas entre ambos. La referencia a lo regional por medio de la articulación de lo mítico-poético, pero al mismo tiempo la visión universal como problemáticas generales que experimentan los personajes, hacen que las relaciones entre el universo indio y el universo blanco que constituyen la novela sean más ricas e interesantes; ya que Balún Canán no plantea únicamente las relaciones cotidianas y constructivas entre ambos universos, sino también y más aún, el resquebrajamiento y la destrucción de los mismos como hasta entonces habían sido conocidos. La novela está construida —retomando la analogía que hace Françoise Perus (37)— como una suerte de tríptico, en donde la primer parte es narrada por la niña y sobre la niña y las situaciones que la rodean; la segunda está contada por un narrador omnisciente — aparentemente algo inconexa con el resto del texto—; y la tercera es narrada por la niña pero sobre personajes y hechos ajenos a ella. Al respecto de la construcción del texto en tres partes, algunos críticos llegaron a reprocharle a Castellanos que esta decisión comprometía el texto y —contrario a darle una homogeneidad— lo hacían desarticulado y confuso; a lo que la escritora en su momento respondió: “En forma estricta, esta obra no puede considerarse prosa: está llena de imágenes, en momentos las frases se ajustan a cierta musicalidad. La acción avanza muy lentamente. Se le podría juzgar como una serie de estampas aisladas en apariencia pero que funcionan en conjunto” (Castellanos en Miller y González 125). Sin embargo esta particular forma de la narración puede estar relacionada con lo que la propia novela pretende plantear: la niña narra la primer parte cuando se van a la hacienda y todavía está vigente el régimen del mundo conocido hasta el momento; la narradora omnisciente narra la segunda parte en que se desarrollan sucesos necesarios para el rompimiento de ese régimen establecido y que la niña no puede registrar; y la última parte la vuelve a narrar la niña como sobreviviente de la destrucción del régimen imperante para el resurgimiento de uno nuevo. La niña sobrevive a la destrucción, sobrevive al viaje y en el proceso madura de una figura pasiva y meramente escucha, a una presencia de registro y escritura activa. Los personajes de Balún Canán parecen estar construidos de forma dicotómica y contrastiva, y las relaciones entre ellos se caracterizan por los paralelismos distintivos: los niños en oposición a los adultos, los indios en oposición a los blancos, las mujeres en oposición a los hombres y los pobres en oposición a los ricos; estas relaciones en su gran mayoría, resultan conflictivas y marcadas por abusos de poder, incomunicación, sumisión o descrédito. Curiosamente a pesar de ello, los personajes más marginados por estas relaciones de poder son los que suelen generar mayores vínculos entre sí, unirse y desarrollar interacciones más duraderas e incluso afectivas, tal es el caso de la niña y la nana. El descrédito y la marginación les permite a los personajes supuestamente más débiles convertirse en los personajes principales de la novela; son presencias que al ser inadvertidas por la supuesta insignificancia que le confieren los personajes dominantes, les permite una entrada y salida estratégica y discreta a cualquier situación que las rodea: la niña es pequeña de tamaño —“miro lo que está a mi nivel” (9)—, y es observadora, y la nana es sigilosa en su andar, tanto así que Zoraida le teme porque nunca la escucha llegar. 1. El juego de luces y sombras en la construcción de la imagen de la mujer y del indio En primera instancia Balún Canán está construida según una serie de relaciones contrastivas entre sus personajes en función del Otro, y esta categoría incluye al indio, al débil, al género femenino e incluso a la niñez; dichas relaciones contrastivas constituyen una imagen del indio y de la mujer como una suerte de otredad fantasmagórica que incide en las relaciones con el resto de los personajes de la novela. En su libro Presencia indígena en la poesía mexicana contemporánea Raúl Aceves esboza una lista de formas de interpretar la presencia de lo indígena en la literatura mexicana contemporánea, una de esas formas es lo indígena como presencia fantasmal, “como ruina arqueológica, como nostalgia de un pasado definitivamente muerto. Lo indígena como ausencia” (12), y el autor menciona que la diversidad de formas presentes es un reflejo de la extrema complejidad del asunto étnico en la conciencia nacional. De esta manera el carácter fantasmagórico de los personajes indios de Balún Canán podría definirse como un juego de ausencias y presencias representadas por la alternancia de las sombras y las claridades, de lo luminoso y de lo nocturno (Lefevbre 261); y esto se observa claramente en una escena entre Zoraida y la nana en el preciso momento en que le dice que el niño Mario va a morir: Es fácil cuchichear en un rincón oscuro. Hablá ahora. Repetí lo que dijiste antes. Atrevéte a ofender a la cara de la luz (Castellanos 226). El juego de luces y sombras en Balún Canán funciona como herramienta para dar consistencia al aura de misticismo que rodea a los personajes, sobre todo a los personajes indios y su capacidad de hacer daño por medio de maleficios como parte de ritos característicos de sus tradiciones culturales; la figura del Dzulúm y de Catashaná en el texto resaltan esa capacidad de influenciar el destino de los personajes y generarles desgracias, de ocasionar enfermedades, de comerse a las personas y llevárselas con ellos y desaparecerlas. Esta característica sombría del universo indio contrasta con la claridad religiosa, casta e inmaculada del universo blanco y femenino, pero resulta evidente que Castellanos ironiza esas creencias y las lleva hasta sus últimas consecuencias: a Matilde —la mujer blanca, virgen e inmaculada— se la lleva el Dzulúm; y a Zoraida —tan incrédula de las brujerías indias— le acaban comiendo un hijo, su único hijo varón. Durante toda la novela “la luz regresa y vuelve a irse” (Castellanos 284) y marca sucesos muy concretos para los personajes indios y femeninos, como por ejemplo en el capítulo VIII antes de que muera Mario y a manera de vaticinio, la niña habla de una situación futura con su nana y con su hermano volando papalotes —“pero el de Mario permanecerá, en medio de los más altos, de los más ligeros, de los más hermosos, como una estrella fija y resplandeciente” (Castellanos 240)— y cuando finalmente muere Mario y la niña queda como heredera de su lugar —aunque triste y con culpa por no haberlo salvado— para ella representa algo positivo, algo claro y luminoso, y lo expresa diciendo: “afuera brillaba un sol glacial y remotísimo” (Castellanos 284). Los juegos de luz y sombra en la novela también funciona como metáfora de lo de adentro y lo de afuera, del sí y el no, del ser y el no ser, de la vida y la muerte; y representan cierta dualidad: todo aquello que es luz tiene también la capacidad de ser sombra, lo de adentro puede estar afuera y el ser puede no ser (Bachelard 67). Y esto es lo que sucede con los personajes femeninos e indios de Balún Canán: aquellos que parecieran ser los menos afortunados, los más sombríos, los menos significativos y los más oprimidos, demuestran lo contrario al concluir la novela: Felipe, Matilde, la nana, la niña, Mario y César transitan de la luz a la sombra o viceversa: como oscuridades iluminadas y luces ensombrecidas. La luz y la sombra como analogías del sol y la luna son elementos de suma importancia en la cosmovisión indígena, en Mesoamérica la base de la orientación y del símbolo del cosmos son los cuatro puntos solsticiales, y en ocasiones se construían pirámides, templos y ciudades teniendo en cuenta la orientación del sol (Joachim K0nig 45); así cuando los indios de la hacienda escogen un lugar para construir la escuela, lo hacen teniendo presente por dónde sale el sol: Para la construcción elegimos un lugar, en lo alto de una colina. Bendito porque asiste al nacimiento del sol. Bendito porque lo rigen constelaciones favorables. Bendito porque en su entraña removida hallamos la raíz de una ceiba (Castellanos 122,123). De esta manera la luz que emite el sol configuraba a las personas y sus relaciones con el espacio y el tiempo. En Balún Canán el personaje de la niña se configura en función de ese juego de luces y sombras, y es hasta la muerte de Mario que con un sol glacial la niña se asume como sujeto individual, que emite opiniones, que crea, y que es capaz de cargar con el peso de ser la única heredera del linaje de su familia ladina en decadencia, con el reajuste de la estructura hasta el momento que dicho proceso conlleva. Por otra parte la práctica del maltrato y el abuso en Balún Canán es parte de la dinámica de la relación entre hombres y mujeres y entre blancos e indios, a veces ni siquiera “como castigo, sino para acabar de despabilarlos” (Castellanos 75) se golpeaba a los indios con látigos; incluso Ernesto, cuando da clases a los niños de la escuela, en una oportunidad abusa físicamente de uno de ellos, descargando su coraje por haberlo despertado de su borrachera. El personaje de Ernesto también representa el claro ejemplo de las relaciones de incomunicación en la novela, la negación de una comunicación real y la creencia de que no existe la posibilidad del cambio: “Estamos perdiendo el tiempo de una forma miserable, camaradas. Yo no entiendo ni jota de la maldita lengua de ustedes y ustedes no saben ni papa de español. Pero aunque yo fuera un maestro de esos que enseñan a sus alumnos la tabla de multiplicar y toda la cosa, ¿de qué nos serviría? No va a cambiar nuestra situación. Indio naciste, indio te quedás” (Castellanos 158). Mostrar la imposibilidad del diálogo entre los indios y los ladinos ayuda a entender por qué también falla la comunicación entre géneros, ya que ambas relaciones están marcadas por la desigualdad; aunque las relaciones marcadas por el maltrato sumadas a las relaciones de incomunicación, parecen resultar de hecho bastante funcionales para los fines de ambos. Se trata de la creencia de una necesidad mutua, como de un sobrentendido contrato de comunicación-incomunicación y maltrato-resignación, que a lo largo de la novela se va resquebrajando hasta romperse y generar un contrato nuevo: los indios se apropian de la hacienda, por medio de los brujos matan al heredero hombre de los blancos que los podría seguir oprimiendo y logran su cometido de una cierta emancipación; en su silencio logran hacer ruido. En este sentido la crisis de degradación y decadencia de la relación entre los sexos y las dos culturas es uno de los puntos centrales de Balún Canán. La relación entre los representantes de lo masculino y lo femenino, y la cultura india y blanca tal como se venía desarrollando, va cambiando y se va transformando en el transcurso de la novela, y se puede observar por medio de las pérdidas y reapropiaciones de los mismos personajes: pérdidas de poder, reafirmaciones étnicas y reconfiguraciones sociales marcan las transformaciones de las relaciones entre personajes indios, blancos, mujeres y hombres. 2. El comienzo del fin y la poética de Castellanos Balún Canán está construida mediante un proceso de intertextualidad —haciendo constantes referencias al universo indígena desde la propia mirada mestiza— por medio del cual se recrea al indio tomando como sustento su trasfondo y pasado mítico, basándose en tres libros sagrados: un fragmento del Popol Vuh al inicio de la primer parte, un fragmento del Chilam Balam de Chumayel al principio de la segunda, y un fragmento de los Anales de los Xahil al comienzo de la tercera. El mismo título de la novela, Balún Canán que significa nueve estrellas, indica un claro guiño al antiguo texto del Chilam Balam cuando dice “Nueve ríos los guardaban. Nueve montañas los guardaban” (Chilam Balam de Chumayel 41); así desde el epígrafe de la primera parte de la novela se introduce al lector en la dinámica de la intertextualidad conectada a la oralidad y la escritura, la palabra y la memoria: “Musitaremos el origen. Musitaremos solamente la historia, el relato. Nosotros no hacemos más que regresar; hemos cumplido nuestra tarea; nuestros días están acabados. Pensad en nosotros, no nos borréis de nuestra memoria, no nos olvidéis” (Chilam Balam de Chumayel 8). La referencia al origen y al continuo regreso remite a la historia indígena marcada por la construcción, destrucción y constante reinvención desde su pasado prehispánico hasta su presente post colonial, algo que caracteriza a la propia novela y lo que ella misma propone: la superposición de dos estructuras distintas —la del origen del mundo mítico Maya y su memoria oral, y la del origen del mundo español y su memoria escrita— y la construcción / destrucción que su interacción genera en las distintas estructuras y en los personajes que las habitan. Algo importante que cabe destacar de los tres documentos históricos a los que remite Balún Canán es que fueron escritos por mayas después de la conquista española, lo que implica una influencia en su redacción al ser una recopilación escrita con caracteres latinos, de memorias orales mayas. La estructura de los tres textos sagrados mayas responde a las dinámicas propias de la narración oral y hablan del proceso de fundación de la civilización Maya, pero también de su decadencia y desintegración en manos españolas, y en una suerte de paralelismo con dicha decadencia, Balún Canán inicia de la siguiente manera: “Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño en la hoguera. Sube el humo en el viento y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo” (Castellanos 9). Es un relato oral —momentos después se sabe que es contado por el personaje de la nana— que evoca la conquista y en él se hace énfasis en el mutismo en que quedaron los indios cuando les quitaron su posesión más preciada —la palabra—, aquella que resguarda la memoria. De esta manera Balún Canán remite a los indígenas antiguos, a los fundadores de las tierras mexicanas considerados como los grandes creadores, por medio del personaje de la nana, que es la mayor representación de lo indio en la novela; sin embargo es una representación lograda mediante una superposición de filtros que traducen la palabra antigua: Rosario Castellanos que escribe, la adulta que recuerda su infancia y la niña que habla por la nana, siendo el indio el último de los filtros de traducción. De esta manera el resquebrajamiento de la estructura original de la familia Argüello se puede explicar siguiendo la lógica del cambio de actitud en los personajes, que a su vez cambia sus funciones y por lo tanto las relaciones entre ellos; este cambio de actitud está motivado por la introducción del mito —sustentado en las premoniciones catastróficas del Popol Vuh, el Chilam Balam y los Anales de los Xahil— y la creencia en el mismo. En el momento en que Zoraida comienza a creer en el poder de maleficio que tienen los brujos indios, el mito comienza a apoderarse de la realidad hasta conseguir transformarla con la muerte del niño Mario; este permiso de entrada del mito indio a las creencias de la familia blanca también está relacionado con la ausencia de César como hombre y protector, demostrando así la supuesta debilidad de Zoraida como personaje femenino; sin embargo los resultados parecen contrarios ya que al morir el niño Mario —único heredero por ser varón— queda la niña como figura femenina para sustituir su lugar. Los mitos pueden ser considerados como argumentos estructuradores de determinadas culturas y la función del mito en la vida de los seres humanos es la irrupción de lo sagrado o lo sobrenatural en el mundo racional del hombre; los mitos narran no sólo el origen del mundo, de las plantas y de los animales, sino también son capaces de condicionar el propio estado del ser humano extrayéndolo del tiempo cronológico para sumergirlo en un tiempo sagrado que no es posible de ser medido, lo que implica que la realidad concreta y cotidiana pasa a un segundo plano para darle paso a la realidad del mito. Este paso del tiempo, movimiento cronológico e instauración de una realidad mítica es perfectamente observable en la última parte de Balún Canán, en donde bajo una aparente confusión de sucesos y temporalidades, Castellanos logra instaurar este proceso de cambio de una “realidad real” a una realidad mítica. En este sentido, y para finalizar, la propuesta poética de Castellanos en Balún Canán parece estar fundamentada en la incorporación de la espiritualidad de las culturas indígenas del sur de México representadas en los textos sagrados antiguos, con las prácticas culturales blancas de la región Chiapaneca; no únicamente para darle vida y voz a los indios de dicha región, sino más bien para proponer las consecuencias del encuentro e intercambio intercultural de ambos mundos y lo que se genera de ese proceso. Bibliografía Aceves, Raúl. Presencia indígena en la poesía mexicana contemporánea y otros ensayos. México: Universidad de Guadalajara, 1991. Anales de los Xahil. México: Ediciones de la Universidad Autónoma de México, 1946. Bachelard, Gastón. La poética del espacio. México: FCE, 1983. Castellanos, Rosario. Balún Canán. México: FCE, 2012. Chilam Balam de Chumayel. Trad. Antonio Mediz Bolio. Com. Mercedes de la Garza. México: Conaculta, 1998. Joachim K0nig, Hans. El indio como sujeto y objeto de la historia latinoamericana. Madrid: Iberoamericana, 1998. Lefevbre, Henri. La presencia y la ausencia: Contribución a la teoría de las representaciones. México: FCE, 1983. Lienhard, Martín. La voz y su huella. México: Ediciones Casa Juan Pablos, 2003. Miller, Beth y Alfonso González. 26 autores del México actual. México: Costa Amic Editor, 1978. O Farril, Israel León. Un grito de soledad: identidad, tiempo y espacio en la narrativa de Rosario Castellanos. México: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2013. Perus, Fran9oise. La trayectoria literaria de Rosario Castellanos: claves para la lectura de su narrativa. México: Colmex, 2010. Popol Vuh. Eds. Allen Chritenson J. y Gloria S. Meléndez. México: FCE / Cien del Mundo, 2012. |
Ensayo de Belén Ferreyra
Universidad Veracruzana
Publicado, originalmente, en: Memorias del Coloquio Internacional de Literatura Mexicana e Hispanoamericana Número 1 II Diciembre 2015 II 41-51
Memorias del Coloquio Internacional de Literatura Mexicana e Hispanoamericana es una publicación bianual, editada por la
Universidad de Sonora, a través del Departamento de Letras y Lingüística.
Link del texto: http://www.memoriasdelcoloquio.uson.mx/memorias/memoriasdelcoloquio2015.pdf
Ver, además:
Rosario Castellanos en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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