Enrique Santos Discépolo: Una mezcla milagrosa de poesía y filosofía [1] Enrique Santos Discépolo: A miraculous blend of poetry and philosophy Ensayo de Mónica Fernández[2], Universidad Nacional de Quilmes
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Resumen. El texto pretende ser un camino de búsqueda de comprensión de sí. Se recurre a unas pocas letras de tangos y unos mínimos recuerdos familiares. Es como una invitación a reflexionar sobre un modo de filosofar poético mediante la sistematización de una experiencia educativa. Quien narra es el mismo ser que comprende al comprender, pero no como modo de conocimiento sino como modo de ser. El trabajo relata vivencias personales y nombra esos disparadores que ocasionaron la experiencia educativa. Las narrativas son técnicas de uso corriente para contar nuestras vidas pero poco utilizadas en educación. El siguiente relato tal vez puede echar luz a otros espíritus inquietos. Palabras Clave: tango - poesía - vivencia - experiencia educativa. Abstract. The text aims to be a journey in search of self-understanding. It uses letters of tangos and minimum family memories. It's like an invitation to reflect on a poetic way of philosophizing by systematizing of a educational experience. Whoever narrates is the same being that comprises at comprehend but not as a mode of knowledge but as a way of being. The work recounts personal experiences and appoints those triggers that caused the educational experience. Narratives are techniques to tell our lives but no used in education. The following story may shed light on other restless spirits. Keywords: tango - poetry - experience - educational experience. En tu mezcla milagrosa de sabiondos y suicidas, yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel de no pensar más en mí [3] A modo de introducción. Este trabajo ha sido disparado por un movimiento de asombro. Asombro ante la vida, con sus vicisitudes, alegrías y desengaños. Me preocupa ese ser viviente que habla, siente y actúa. Ese ser humano que piensa, ama, busca, se angustia, se comunica con sus iguales y vuelve a realizar el mismo circuito. Vive, siente y piensa, pero en ocasiones le cuesta comprenderse a sí mismo. A ese ser que habla para comprenderse es a quien pretenden interpelar las palabras que siguen. Agamben dice en un texto reciente, escrito en la estela de Benjamin, que al sujeto “contemporáneo se le ha expropiado su experiencia [y que ya en 1933 ese programa benjaminiano] había diagnosticado con precisión esa pobreza de la experiencia de la época moderna”[4]. Es cierto, este tipo de experiencias situadas (casos) no tienen más autoridad que la que nos brinda individualmente la vida cotidiana, pero es justamente ese saber contextualizado uno de los recursos pedagógicos que la teoría de la educación del siglo xxi, ante la complejidad del fenómeno, pretende recuperar como mecanismo para elaborar estrategias de enseñanza y aprendizaje que puedan complementar el valioso pero, al mismo tiempo, vacío e impersonal conocimiento técnico. A mediados de los años sesenta del mil novecientos, encerrado en el taller, entre herramientas, motores, latas y mucha grasa, mi viejo no paraba de escuchar sus tangos. Cuando no hacía de mecánico, era porque laburaba de camionero o colectivero, espacio que seguramente habrá utilizado para seguir escuchando a sus cantores favoritos. Por esos tiempos yo era una niña y le daba poca importancia a la música, ni qué decir de las letras de las canciones. En la adolescencia, allá por los setenta, escuchaba a Sui Generis, Vox Dei, Litto Nebbia, Los Beatles y otros ruidosos temas que eran muy útiles, si uno se ponía a seguir con el cuerpo sus ritmos, para gastar energías físicas. Como a los cuarenta, es decir, ya entrado el siglo XXI y luego de identificarme, paradójicamente, con el mundo romántico del bolero y el inigualable Freddie Mercury, descubro todo un mundo poético y filosófico en algunas letras y músicas de los tangos que otrora escuchara sin prestarle, por lo menos conscientemente, ninguna atención. Es indudable que alguna parte de mi espíritu supo registrar todo ese mundo tanguero. Un universo musical que hoy no para de asombrarme. Lo que hoy descubro con la poesía del tango, en este caso particular en la obra de Discépolo, es su tendencia filosófica. Es que en ocasiones suelo reconocer mi propio pesar en algunas denuncias sociales que emiten sus letras, que en otros casos confirman mis angustias por la finitud que representa el paso del tiempo, además del exquisito asombro ante algunos hechos de la vida e incertidumbre o duda que muestran las letras de este autor en otros casos. Por todo eso, este trabajo es una forma de agradecer a mi viejo por esa herencia tanguera. En este camino de reconocimiento, pretendo brindar un pequeño homenaje al sentir de Enrique Santos Discépolo, un filósofo de la vida por excelencia. Es cierto, Discépolo no fue un académico que por construir un sistema filosófico se hubiera ganado la denominación de filósofo, pero fue un hombre que supo testimoniar su sentir y hacer que otras personas se reconocieran a sí mismas en ese narrar sentido. Eso es lo que hace a una persona un gran sophós. Discepolín fue un ser humano que supo hacer que su sabiduría de la existencia se percibiera en las letras de sus canciones, diciéndoselo todo a todo el mundo y al mismo tiempo sin decírselo a nadie. Me pregunto por qué los artistas están autorizados a decir su sufrir y me respondo porque su sentir puede ser un camino de aprendizaje para comprendernos a nosotros mismos.
No pretendo hablar de la historia del tango. Tampoco de la importancia de la poesía. Mucho menos del vínculo que el tango pueda tener con la literatura, la sociología o la psicología de masas. Solo deseo seguir la obra de este letrista del tango con la idea de testimoniar la angustia. Angustia ante la hipocresía del doble discurso, de la esquizofrenia que se percibe en algunas “historias” de la filosofía, de la ciencia y de la política, entre otros discursos de poder[5]. Angustia y crítica discursiva que reconozco en las letras y los diálogos de Discépolo. Un sentimiento que puede verse en un encuentro que tiene este autor con Gardel. Un intercambio que se lleva a cabo antes de que el “Zorzal criollo” cante “Yira yira” y donde puede verse que el letrista está influenciado por la soledad y la desesperanza[6] I. Una vida de éxitos, fracasos y angustias. Enrique Santos Discépolo fue dramaturgo, comediante, compositor, músico, cineasta, actor y director teatral. Nació en el seno de una familia de artistas, en Buenos Aires, el 27 de marzo de 1901. Cuando fallecieron sus padres, fue su hermano mayor, Armando, quien lo acompañó y lo inició en el camino del arte. Realizó su primer trabajo como actor a los 16 años. Al año siguiente, es decir en 1918, escribió sus primeras obras de teatro: El señor cura, El hombre solo y Día feriado. Podría decirse que éste es el inicio de una carrera artística que solo cesó con su muerte. Antes de estos éxitos, Los duendes había sido muy maltratada por la crítica. Mejor suerte tuvo El organito, una feroz crítica social de los años veinte y firmada junto a su hermano Armando[7]. Esta obra, celebrada por la crítica y estrenada en 1925, muestra una sociedad en crisis y la desesperante situación del período inmigratorio en Argentina. En su conjunto, los abordajes que realiza Discépolo en sus tangos abordan problemas de lenguaje, de dinero, de religión, de ideologías políticas, de vivienda, en fin, de miedos que terminan produciendo angustia por múltiples motivos. Es probable que toda su obra buscara denunciar las injusticias a las que se vieron expuestos su padre y su madre, ambos italianos, que murieron en un breve lapso de cuatro años (1906 y 1910, respectivamente), siendo Enrique muy pequeño. Pero esta angustia por la muerte de sus progenitores, seguramente, se hacía extensiva a toda la población inmigrante, un colectivo que Discepolín y sus coetáneos experimentaban en el cotidiano, día tras día. Según dichos de Tania, su mujer[8], la infancia de este artista fue muy dura. Vivía con unos tíos de mucho dinero, que lo maltrataban y humillaban. Posteriormente, su hermano Armando, tal vez en el afán por guiarlo en su carrera de escritor, parece haber hecho otro tanto en lo que hace al maltrato e imposición de un estilo de vida, que resulta característico de esa época de doble discurso moral e infamias políticas. Estudió en una Escuela Normal, pero abandonó esa carrera para dedicarse a recorrer “cafetines” y “conventillos” en donde conoció de cerca las noches de bohemia, el dolor del inmigrante y la pobreza. Esas vivencias lo llevaron a convertirse en uno de los mejores letristas de tango. Esta decisión fue duramente resistida por Armando. Sin embargo, su primer trabajo vinculado al tango fue cuando compuso la música de “Bizcochito” [9] en conjunto con la persona que le enseñó, en Uruguay, a tocar la guitarra[10]. En 1926, en la ciudad de Montevideo, vive su primer fracaso como compositor, cuando el público no supo comprender el mensaje de su primer tango con impronta de protesta social: “Qué vachaché”, escrito ese mismo año. El derrotero de su trabajo como escritor de tangos y paratangos no resulta cuantitativamente relevante, pero sí lo es en lo que hace a su calidad. Mientras que otros letristas de su tiempo llegaron a escribir más de cien letras, Discépolo solo escribió poco más de treinta. En lo que podría llamarse su orientación política, en un primer momento se identificó con el anarquismo, que bien supo conocer en sus visitas al café, pero sobre todo al conventillo y sus charlas sobre las vicisitudes que debía sortear la clase trabajadora en esa Argentina golpeada por la era inmigratoria primero y, a la postre, como en el resto del mundo, por los problemas económicos que había dejado la crisis de 1929. Posteriormente, encuentra en el Partido Justicialista un claro trabajo de justicia social y se identifica con esa ideología, además de hacerse amigo de Perón y Evita. Discépolo vuelve a mostrar, como lo hizo durante toda su vida, sus convicciones morales y políticas cuando rompe un contrato que podría haberlo alejado de sus necesidades económicas porque no le agradaba el discurso de su personaje. Se trata de un trabajo cinematográfico que hubiera significado ganar dinero para salir de los sobresaltos económicos. Pero la compañía “se empeñaba en hacerme hacer cosas que me desagradaban como artista, como hombre digno. Rompí el contrato y me quedé de nuevo en la calle”[11]. Vale aquí recordar, por el modo en que se verifica su posición moral, que al final de “Tormenta” (1939), implorándole a Dios, tal vez en un ataque de desesperanza, escribe: Enséñame una flor que haya nacido del esfuerzo de seguirte, ¡Dios! para no odiar: al mundo que me desprecia, porque no aprendo a robar... (Tormenta) Es cierto que su educación tuvo una fuerte impronta religiosa[12], pero en este tango, más que una súplica mística, se nota una gran cuota de desesperanza respecto del mundo en el que le toca vivir. Un contexto lleno de infamias políticas y económicas[13]. Un mundo de pobreza, de explotación, de miseria, de mentiras. Seguramente, Discépolo podría haber vivido sin sobresaltos económicos después de sus éxitos (ese es el caso del contrato mencionado), pero no quiso subirse al tren de la hipocresía y por eso prefirió seguir padeciendo ausencias económicas antes de decir y hacer cosas que no tenían un correlato con su visión del mundo. Una cosmología que fue duramente criticada por muchos de sus amigos años más tarde, fundamentalmente allá por 1951, en la época en que el peronismo buscaba la reelección y era fuertemente resistido. Contexto histórico en el que Discépolo conducía el espacio radial denominado “Pienso y digo lo que pienso” en Radio del Estado. Entre tanta miseria humana experimentada y una serie de vivencias injustas que debe sortear, su corazón dejó de funcionar el 23 de diciembre de 1951, tal vez a causa de sus grandes crisis de angustia. II. La poesía y la filosofía. El tango tiene problemas de identidad. Esto significa que su origen es plural y por eso podemos hablar de identidades en plural: de clase, de religión, de territorios, de ideologías, de filosofías de vida, de imaginarios. En esa “mezcla milagrosa” nace y se metamorfosea el tango argentino. En lo que hace a las líneas temáticas del letrista que me ocupa en este trabajo, encuentro, sin pretender ser exhaustiva, ni buscar hacer referencia a los géneros musicales o poéticos, y siguiendo a Oscar Conde (2003), que sus letras son recurrentes en varias líneas temáticas, desde el abandono de la mujer, pasando por la crisis religiosa, la desesperanza o desilusión y, otra que particularmente me atrapa: la denuncia o protesta social. Respecto del amor de la mujer que lo abandona, en algunos casos recurre al grotesco, como en “Victoria” (1929)[14]., “Justo el 31” (1930)[15] y “Esta noche me emborracho” (1928). Pero se trata de dos modos distintos de retratar al hombre abandonado. En el primero y el segundo caso, Discépolo parece hacer mención a la viveza del guapo porteño, a la burla hacia el “gil” que se la llevó y se “ensartó”. En el tercero, se lamenta de haberse pasado la vida quitándole el pan a su vieja, de haber perdido amigos, en fin de haber sido muy infeliz por ese amor de la mujer que lo abandonó y ahora la ve hecha una ruina. En otros casos se denota un dolor sentimental fuerte, fundamentalmente en “Uno” (1943), donde el yo poético sufre por no poder confiar en un nuevo amor a causa del recuerdo de “tanta traición”. En gran parte de su producción, concretamente en once de sus letras, menciona a Dios y en más de una de ellas, el miedo a perder la fe. Creo que la letra de “Tormenta” (1939) resulta paradigmática cuando dice, ¿Lo que aprendí de tu mano no sirve para vivir? Yo siento que mi fe se tambalea, que la gente mala vive ¡Dios! mejor que yo.... (Tormenta) Tanto en las palabras del propio Discépolo como en el discurso de las personas, que escriben sobre él, queda al desnudo su personalidad y hasta su intencionalidad. Un tipo que sufrió muchas ausencias y construye una personalidad claramente solidaria, que sufre con el sufrimiento de otras personas y ese estado de ánimo se transforma en poesía. Un arte que, en ocasiones, busca desenmascarar ideologías, pero que al mismo tiempo se estructura en un lenguaje comprensible para hombres y mujeres que padecen, se angustian y viven. Se trata de retratos de la vida cotidiana transformados en letras de canciones[16]. En esa vorágine cotidiana de la vida, las personas no solemos detenernos a pensar, pero la poesía, o cualquier otra forma en la que se presente el arte, puede ser un excelente disparador. Creo que esto es ampliamente logrado por las letras de Discépolo porque acude a lo cotidiano, a lo conocido y compartido, a unas palabras que se interpretan sin necesidad de explicación. Pero el hilo temático más significativo, por su valor filosófico/existenciario[17] y su perspectiva sensibilizadora, es aquel que hace referencia a la protesta o denuncia social. Se trata de canciones cargadas de desesperanza y soledad. “Yira yira” fue escrito en 1930 y pertenece a una trilogía, junto con “Qué vachaché” (escrito en 1926) y “Qué sapa señor” (creado en 1931), las cuales culminan en “Cambalache”, aparecido en 1934[18] 18. En poco más de cuatro años consigue esbozar, con los cuatro tangos mencionados, una perspectiva filosófica que bien podría denominarse “esperanzadora/desesperanzadora”. Una actitud crítica frente a un mundo lleno de incertidumbres, abandonos, desprecios, ingratitudes, corrupción y quien sabe cuántas cosas más, que tal vez haya inventado con la idea de producir el efecto contrario en el público al que iba dedicada. Este es el caso de “Que vachaché”, que no fue bien recibida o cuyo mensaje fue mal interpretado en Montevideo en 1926, pero dos años más tarde y gracias a la excelente interpretación de Tita Merello, logra instalarse como un gran éxito. La letra tiene unos tintes grotescos, pero al mismo tiempo esboza una clara denuncia social. Unos pocos versos resultan representativos: ¿Pero no ves, gilito embanderado, que la razón la tiene el de más guita? ¿Que la honradez la venden al contado y a la moral la dan por moneditas? ¿Que no hay ninguna verdad que se resista frente a dos pesos moneda nacional? Vos resultás, haciendo el moralista, un disfrazao...sin carnaval... (Qué vachaché) En esa figura del dinero y el poder económico, Discépolo reconoce los valores de una sociedad en crisis. Sus tangos son el retrato de un hombre y una mujer común, hablan de los problemas de la vida cotidiana, pero al mismo tiempo muestran una cotidianeidad dominada por la infamia política. Sus letras parecen buscar el despertar de la reflexión, del pensamiento, de la problematización de esa vida rutinaria que, ante tanta necesidad por conseguir el “mango para poder morfar”, se olvida de vivir y termina siendo como los disfrazados que no percibieron que el carnaval había terminado. La época de Discépolo es un contexto de formación de identidad, por tanto hay que escribir sus costumbres, sus hábitos. Si con ese trabajo el artista logra instalar una crítica social y ésta hace reflexionar al público sobre sus experiencias cotidianas, la obra puede pensarse con una fuerte impronta filosófica[19]. El otro tango que posee una fuerte crítica hacia la sociedad de su época es “Yira, yira”. Dirá el propio Discepolín, acerca de esta letra: fue una canción de la calle, nació en la calle, cuando le mordía el talón a los pasos de los hombres.Grité el dolor de muchos, no porque el dolor de los demás me haga feliz, sino porque de esta manera estoy más cerca de ellos y traduzco ese silencio de angustia que adivino. Use un lenguaje poco académico porque los pueblos son siempre anteriores a las academias. Los pueblos claman, gritan y ríen sin moldes[20] Las palabras de Discépolo son esclarecedoras, no tienen desperdicio. Se trata de una letra que han interpretado recientemente Los piojos, tal vez porque refleja un síntoma de desesperanza y descontento, de desilusión y angustia, que puede sentirse aún en el siglo xxi. Para confirmar la perspectiva crítica y reconocer esa filosofía existencial, que esboza Discépolo en la letra, veamos unos fragmentos de este tango: Cuando la suerte que es grela, fayando y fayando te largue parao; cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao; cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol; cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar.. la indiferencia del mundo, que es sordo y es mundo, recién sentirás (Yira Yira) A esa cadena de lamentos y sufrimientos experimentados en lo cotidiano por Discépolo y que reflejan su filosofía de vida y su necesidad de criticar esa sociedad infame, que representa en los tangos mencionados, se suma la bronca, sentimiento que reaparece en el tercer tango de la trilogía. Una pequeña parte de esa letra, escrita en 1931, basta para confirmar esa rabia: ¡Qué sapa, Señor. qué todo es demencia!... los chicos ya nacen por correspondencia, y asoman del sobre sabiendo afanar.. Los reyes temblando remueven el mazo buscando un yobaca, para disparar, y en medio del caos que horroriza y espanta: la paz está en yanta ¡y el peso ha bajao!... (Qué sapa, Señor)
Se trata de un contexto histórico internacional, en general, y argentino, en particular, cargado de injusticias económicas y políticas producidas por la crisis financiera del año 1929. Trazando un paralelo entre el arte y el mundo de la filosofía[21], Discépolo parece estar instalando, con su poesía, una fuerte denuncia hacia el discurso de la ciencia moderna, adelantándose, de alguna manera gracias a su poesía, al pensamiento crítico, surgido en la segunda mitad del siglo
XX[[22]
La trilogía poética denunciadora representada por “Que Vachaché”, “Yira Yira” y “Qué sapa Señor” parece dialectizarse23] en “Cambalache”, escrito en 1934,
Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé. (¡En el quinientos seis y en el dos mil también!) Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de malda insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos (Cambalache) ¿Cuál es el poder del poeta? ¿Por qué nos resultan tan significativas sus letras? ¿Se trata efectivamente de filosofía? El discurso de Discépolo es un gritar el sufrimiento, parece una identificación existenciaria: de finitud, de estado de ánimo, de interpretación simbólica, de lenguaje, de utilidad23. Es que el discurso discepoliano es la palabra de todo un mundo en el que él está inmerso. Una vivencia que es propia pero al mismo tiempo es el reflejo de una sociedad hipócrita e inicua. Pero además, de acuerdo con Dei: Toda afirmación filosófica legítima implica un compromiso decisivo con la vida. De aquí que, filosofar es siempre un modo de asumir conscientemente un sentido del mundo y filósofo [es] alguien que se hace cargo, de manera sistemática de la abisalidad[[25]] de los interrogantes que demanda un compromiso semejante[26] La cita de Dei resulta muy sugerente para caracterizar al filósofo que quiero mostrar aquí, sobre todo porque compara el trabajo de Discépolo con el de Sócrates, en el sentido de la prédica moral sistemática que muestra el Sócrates platónico. Si bien su discurso puede ser de corte socrático-platónico, no se trata de un Discépolo conservador, sino todo lo contrario. Es que las palabras de Discepolín son provocadoras al denunciar, pero su fin no es la añoranza de una moral perdida sino un mecanismo de reflexión que surge de la acción. Es como si buscara descubrir la praxis sobre lo vivido, un oponerse a la vivencia para dialectizar los opuestos en el mejor sentido hegeliano, es decir, para que en la negación de la negación pueda florecer la síntesis que se identifica ante una condición de posibilidad, ante el surgimiento de “un mundo mejor”. El discurso que sostienen las letras de Discépolo es un fiel exponente del asombro, la duda y la angustia. Tres características de un “humano demasiado humano”. Una tríada existencial que confirma una actitud filosófica frente a la inmensidad del mundo. Por eso puede escribir letras con el alma, viviendo el malestar propio y ajeno, interpretando la angustia humana (el universal) a partir de su propia angustia. El circuito cierra, nos reconocemos en el discurso discepoliano, que es la acción del poder decir, porque identificamos en sus metáforas nuestras propias angustias existenciales. Las metáforas son útiles en la medida en que significan algo para quien se identifica con ellas, para quien se reconoce a sí mismo en ese discurso poético[27]. Nadie mejor que el propio autor para esclarecer su sentir: compuse muchas canciones [y] las he sentido todas, eso sí. Me he metido en la piel de los otros y las he sentido en la sangre y en la carne. yo vivo los problemas ajenos con una intensidad martirizante impropia de estos pocos kilos que visto y calzo. Porque estoy en la vereda de enfrente en todo en amor, en salud y en dinero [...] haber equilibrado lo bueno con lo malo, el sobrante con la escasez, la rosa con la espina. De allí nació tal vez esta filosofía que no aprendí en ningún libro, pero que tiene la forma de mi boca y de mi voz y que me ayuda andar por la vida [...] siendo más bueno que malo, más amable que cruel[28]. Es filósofo quien reflexiona sobre el mundo, lo siente como propio, porque se reconoce a sí mismo en el sufrimiento de su prójimo. Al mismo tiempo, si alguien se reconoce a sí mismo, en un lenguaje metafórico, es porque ese discurso está cargado de significado existencial. En ese mismo sentido, la experiencia estética se siente en un mismo acto de decir, escuchar, tocar, oler o mirar. Aunque para lo que me ocupa aquí se trata de situaciones distintas. En un caso es la habilidad del intérprete y en otras la del poeta, pero no es cualquier experiencia de esas que tenemos todo el tiempo, sino una verdadera experiencia, un sentimiento profundo, existenciario, que se reconoce en el lenguaje del arte. Porque “.La estructura artística puede ser inmediatamente sentida y en ese sentido es estética.”[28], porque pertenece al mundo de la sensibilidad, del contacto directo con todos los sentidos humanos vitales, pero que se traducen en un sentir, en una emoción. A modo de cierre para abrir caminos. En una época en la que el Coronel Aureliano Buendía no tendría problemas de correspondencia porque el Facebook o el Twitter le ofrecerían miles de amigos y amigas, además de que las misivas le llegarían por alguna casilla de correo electrónico; en un contexto en el que muchas y muchos pretendemos transformarnos en algún bicho para escapar de la realidad, tal como pretendía Gregorio Samsa; en un universo en el que la “Guerra del cerdo” se percibe en todas partes, pero fundamentalmente en el ámbito académico, aunque poco se escribe acerca de ello. La complejidad del mundo, del estar siendo en el mundo, tiene sus premios y castigos, tiene su guerra y su paz, tiene su retrato al mejor estilo Dorian Grey, es decir, un alma arrugada, aunque su presencia física se vea juvenil. En este mundo en el que “la lucha es cruel y mucha....pero [uno/a] lucha y se desangra por la fe que lo empecina” (Uno), pretendí hablar de algunas letras de Discépolo con el propósito de visibilizar, en su obra, modos de invitarnos a la reflexión, o lo que es lo mismo, mecanismos discursivos para filosofar sobre el mundo de la vida. Dicho en otros términos, mi intención fue hablar de la actitud filosófica que tiene la obra poética de Enrique Santos Discépolo, sin pretender ser exhaustiva, sino queriendo ser una existencia que piensa en la huella de lo dicho por otros (Discépolo) y lo actuado por otros (mi viejo). En ese actuar del viejo y en ese decir de Discépolo me reconozco a mí misma como un ser auténtico y como ser que busca comprenderse. Ese comprenderme me permite decir muchas cosas, que sintetizo en las siguientes palabras que cierran algo para abrir mucho más. En una era en que ya no hablamos de identidad sino de identidades; en un siglo en el que los sofistas han sido reconocidos por su labor y dejaron de ser unos personajes oscuros, es justo ahí donde se puede llamar filósofo a un ser que vivió una vida de permanente angustia; estado de ánimo que, para Heidegger, es característico del filósofo. El arte se presenta como un disparador interpelante, gravitando alrededor de nuestra vida. Bibliografía. AGAMBEN, Giorgio (2011). Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Traducción de Silvio Mattoni. Buenos Aires. Adriana Hidalgo editora. CONDE, Oscar (2003). “Enrique Santos Discépolo. La rebelión contra el mundo”, en Conde Oscar (Compilador) Poéticas del tango. Buenos Aires. Marcelo Héctor Oliveri Editor. DEI, H. Daniel (2008). Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas. Buenos Aires: ALLONI/PROA Editores. DEWEY, John (2008). El arte como experiencia. Barcelona: Paidós. GALASSO, Norberto (2011). Discépolo y su época. Buenos Aires: Ediciones corregidor. RICOEUR, Paul (2000). Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. Buenos Aires: FCE. _ (2003). El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica. Buenos Aires: FCE VARELA, Gustavo (2005). Mal de tango. Historia y genealogía de la música ciudadana. Buenos Aires. Paidós. Filmografía: MORERA, Eduardo (1930). Yira yira (cortometraje con Carlos Gardel y Enrique Santos Discépolo) Disponible en: http://www.youtube.com [consultada el 9 de octubre de 2011]. Notas [1] Recibido el 05/13, aprobado el 07/13.
[2] Docente-Investigadora: Departamento de Ciencias Sociales UNQ. Directora del Proyecto CReCER e integrante del Programa Derechos de Todas y Todos. Secretaría de Extensión Universitaria (UNQ). Directora de la Red Latinoamericana de Educadores en Derechos Humanos -Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación de Argentina. Asesora de Gabinete, Subsecretaría de DDHH - Secretaría de DDHH del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos - Argentina. Autora de varios artículos de divulgación y capítulos de libros. Ha organizado (en colaboración) diversos congresos y mesas de discusión (nacionales e internacionales) relacionadas con los derechos humanos y la educación. Ha obtenido varias becas nacionales e internacionales. Es Doctoranda en Filosofía UNLa - Magíster en Derechos Humanos UNLP - Licenciada en Educación UNQ- Diplomada en Ciencias Sociales UNQ. 331
[3] Enrique Santos Discépolo. “Cafetín de Buenos Aires” (1948)
[4] AGAMBEN, Giorgio (2011). Infancia e historia. Ensayo sobre la destrucción de la experiencia. Traducción de Silvio Mattoni. Buenos Aires. Adriana Hidalgo editora, p. 7. 333
[5] Sumamente interesante resulta la postura de Gustavo Varela. Este autor considera que el tango es “el hijo bastardo de criollo y extranjero”. VARELA, Gustavo (2005). Mal de tango. Historia y genealogía de la música ciudadana. Buenos Aires. Paidós, p. 45. desenmascara todo el trabajo científico y político de una Argentina de finales del siglo XIX, que mientras intenta imitar las ideas de progreso positivistas, autoriza, desde la acción, todo un mundo experiencial que sus palabras muestran como promiscuo. Para Varela, la cuna del tango es el prostíbulo, contexto en el que se mezclan la necesidad de amor de los inmigrantes con las ideas anarquistas, las ansias de progreso económico y la jovialidad. Paradójicamente, este escenario de “civilización o barbarie” quiere imponer un ideario identitario desde el discurso, contrario al autorizado desde la acción política de la época. Seguramente porque en esa esquizofrenia se esconde el afán de poder económico de la burguesía de Buenos Aires. El tango es lo popular, algo que está fuera del orden legal. Se trata de una identidad festiva, de vínculos, de afectos, de tristeza, de polacos, italianos, españoles. Una serie de vínculos que van tejiendo un sentimiento compartido de angustia. En esta mezcla, una vez que el tango comienza a tener palabras y no solo danza, se canta al sexo. Una pulsión sexual cuya metamorfosis va delineando la nostalgia de la tierra, de la vieja, del amor perdido y hasta fe la moral cambiante. Entonces, el tango no es el sentimiento del macho valiente, sino de hombres y mujeres angustiados por su existencia, que cuentan sus vivencias, que testimonian su dolor. Porque “el tango es el efecto musical de esa mixtura, un caleidoscopio italiano, español, judío, francés, alemán, africano. Pero esto no implica que se trate de un sincretismo de saberes sino de una fusión de vivencias, de cosas, de instrumentos, de los que cada cultura tomará aquello que necesite. Todo es foráneo: el bandoneón, el baile de agarre, el nombre mismo” VARELA, Gustavo. Mal de tango. Historia y genealogía de la música ciudadana, pp. 29-30. Lo cierto es que pasada la primera década del siglo XXI, cuando la comunidad internacional debate el establecimiento de normas que frenen la trata de blancas y creemos que es un recurso actual, en realidad, en los albores del siglo XX, había voces que exigían normas para combatir este flagelo.
[6] Véase el corto filmado por Eduardo Morera en 1930. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=sCWpsLub aY [Consulta el 9 de Octubre de 2011).
[7] CONDE, Oscar (2003). “Enrique Santos Discépolo. La rebelión contra el mundo”, en Conde Oscar (Compilador) Poéticas del tango. Buenos Aires. Marcelo Héctor Oliveri Editor, señala que, aunque la obra fue firmada por los hermanos, muy probablemente haya sido escrita por Enrique y firmada por ambos.
[8] Ana Luciano Davis fue una mujer muy exigente. El la amaba y ella cuidaba sus negocios. Cuando Discépolo se instala por trabajo en México, Tania viaja a buscarlo y retornan juntos. Se sabe que en esa gira conoció a una mujer que tuvo un hijo suyo. GALASSO, Norberto (2011). Discépolo y su época. Buenos Aires: Ediciones corregidor, p. 139 y 147.
[9] No hay concordancia en este tema, algunos autores señalan que escribió la letra, mientras que otros dicen que solo escribió la música. Para una cronología de la vida de Discépolo, pude revisarse, además del estudio de Galasso mencionado, el trabajo de DEI, H. Daniel (2008). Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas. Buenos Aires: ALLONI/PROA Editores.
[10] Discépolo sabía poco de música, pero supo hacerse de amigos que siempre lo ayudaban en esta empresa, además de aquellos que supieron interpretar sus tangos, fundamentalmente el gran Carlos Gardel; a lo que le agregaría, obviamente por gusto propio, las caracterizaciones realizadas por la exquisita Tita Merello y el maestro uruguayo, Julio Sosa.
[11] GALASSO, Norberto. Discépolo y su época, p. 69.
[12] En términos de la organización curricular del sistema educativo, la época de Discépolo es el tiempo de la proclama de la escuela laica. Ese laicismo proclamado no se verificaba en la práctica cotidiana. Vale decir que, mientras se pretendía correr de la educación la enseñanza religiosa, ésta continuaba presente en las aulas.
[13] Se trata de la denominada “década infame”.
[14] Exquisitamente interpretado por Carlos Gardel.
[15] Es fascinante cómo retrata esta historia Julio Sosa.
[16] GALASSO, Norberto. Discépolo y su época, citando al propio Discépolo, cuenta cómo se van metamorfoseando los temas de las letras. Desilusionado por el fracaso de “Qué vachaché”, Discepolín decide guardar su nuevo tango: “Esta noche me emborracho” (1928). Pero durante una gira teatral por Uruguay, mientras ensaya en el piano y canturrea esta letra, observa que una prostituta llora desconsoladamente. Esa mujer se había visto a sí misma en esa canción, comprendía su existenciaridad, porque se reconocía en ese discurso; comprendía también, junto con el paso del tiempo, un mundo miserable.
[17] Existenciario es un término acuñado por Martín Heidegger en Sein und zeit (1927). Se trata de poder diferenciar entre el concepto moderno de existencia (piénsese en el cogito cartesiano) y lo que él dio en llamar el “olvido del ser” que, en tanto que humano, existe. La existencia solo se verifica en el existir, la comprensión de sí mismo es lo existencial. En cambio, los existenciarios, tienen que ver con el comprender-se y ese comprender se lleva a cabo a través del lenguaje y los estados de ánimo: la estructura fundamental del Dasein. Es un “estar siendo en el mundo”, más que un ser en el mundo; y eso que nos hace ser son los útiles que tenemos a nuestra mano.
[18] Creo que las interpretaciones más distinguidas de este tango son las que realizaron Tita Merello, Julio Sosa y el Polaco Goyeneche. Interesantes resultan los cambios que cada uno/a de estos cantantes introduce en la letra de Cambalache, algunos por conveniencia epocal, otros por desconocimiento de los personajes que nombra Discépolo.
[19] ¿Qué significa pensar?, se pregunta Heidegger en una de sus clases. Su respuesta no cierra, pero deja al descubierto que sólo en la poesía (o cualquier otra forma de interpretación artística) se puede hallar la verdad auténtica, porque la verdad (aletehia) está en ese lenguaje que no necesita explicación (como sí sucede en el caso de la ciencia) sino comprensión. Un tipo de reconocimiento de sí mismo que sólo se logra cuando se puede poner entre paréntesis el útil que nos ocupa y podemos dejar al descubierto que somos seres finitos, es decir, seres para la muerte. Con lo cual, solo ponemos en marcha esa capacidad humana de pensar, cuando algo nos interesa, cuando algo media entre la vida misma y nuestra ocupación. Recién ahí podemos decir que algo nos preocupa y ponemos en marcha eso que llamamos pensamiento. El pensamiento surge de la intriga o inteligencia del relato.
[20] LR3 Radio Belgrano, 2 de octubre de 1947. Citado por GALASSO, Norberto. Discépolo y su época, p. 71.
[21] Heidegger había escrito Ser y tiempo en 1927. Esta obra recoge gran parte de la producción de Nietzsche, uno de los maestros de la sospecha al decir de Ricoeur, por lo filoso de su crítica. Aunque su obra haya sido incomprendida en su tiempo, su denuncia es bien aceptada en el siglo xx. La sospecha de este autor se funda, principalmente, en el ocultamiento de la verdad, gracias a un camuflaje que opera a partir del lenguaje de la ciencia como saber universal, cuando ésta toma el lugar de único discurso verdadero y esa verdad se transfiere a la esfera moral.
[22] Véase ADORNO, T y HORKHEIMER, M. (2007). Dialéctica de la Ilustración: Madrid. Ediciones Akal , en diversos loci.
[23] Es cierto que no es estrictamente una dialéctica en sentido hegeliano, porque no se trata de opuestos que se superan, sino de letras complementarias. En esa complementariedad se va forjando una historia que, comenzando en “Qué vachaché”, finalizará en “Cambalache”. Es como si su pensamiento evolucionara para sintetizarse, aunque sin ser estrictamente una dialéctica cuyos opuestos (tesis y antítesis) se superan en la síntesis.
[24]
“Utilidad”, en
sentido heideggeriano, es decir, en ese vínculo con un útil que hace
que, por su acercamiento a las cosas (los entes ónticos), el ser-ahí (Dasein)
construya una trama significativa con otros entes ontológicos; es decir
con otros Dasein, que están “perdidos en el mundo de todo el mundo”
porque están atrapados en la vorágine de la vida cotidiana, sin
comprender su ser. [25] Al parecer el autor quiere hacer referencia a la profundidad de lo escrito por Discépolo. Abisal es la región más profunda del mar o el océano.
[26] DEI, H. Daniel. Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas, p. 23.
[27] Se trata de un tipo de discurso distinto al de la ciencia porque ésta pretende explicar algo mientras que la poesía solo interpreta el mundo circundante y en esa acción humana, que ejecuta el artista, otro humano se reconoce a sí mismo. Para ampliar información sobre hermenéutica, puede consultarse, RICOEUR, Paul (2000) Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. Buenos Aires. FCE y RICOEUR, Paul (2003) El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica. Buenos Aires. FCE, entre otros trabajos del mismo autor.
[28] Citado por DEI, H. Daniel. Discépolo. Todavía la esperanza. Esbozo de una filosofía en zapatillas, p. 26.
[29]
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Ensayo de Mónica Fernández
Universidad Nacional de Quilmes
Publicado, originalmente, en:
Nuevo Pensamiento, ISSN-e 1853-7596, Vol. 3, Nº. 3, 2013 (Ejemplar dedicado
a: Nuevo Pensamiento III)
Nuevo Pensamiento es una publicación filosófica del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la Facultad
de Filosofía de la
Universidad del Salvador área San Miguel. Es auspiciada por el Instituto de Pensamiento Afroindoabiayalense de Buenos Aires, Argentina
Link del texto: http://www.editorialabiertafaia.com/nuevopensamiento/index.php/nuevopensamiento/article/view/51
Ver, además:
10 perfiles de Discépolo en 4 x 4, por Jorge B. Rivera (Argentina) c/videos
Editado por el editor de Letras Uruguay
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