Los libros, la historia y el paladar
Por Jorge Fernández Díaz 
Director de adncultura

La cocina vinculada a la cultura, un matrimonio que ha mejorado con los años, me trae recuerdos de la Feria del Libro. El año pasado, el escritor español Manuel Vicent vino a Buenos Aires para deleitarnos con sus diatribas contra la nueva cocina. "Algunos cocineros han alcanzado la celebridad de los más insignes artistas -escribe Vicent-. Sus restaurantes parecen laboratorios de farmacia donde se elabora una comida basada en espumas y emulsiones muy propia para desdentados. En la puerta de los restaurantes habría que colgar este cartel: ?Prohibido entrar con hambre´. Porque allí no se va a comer. Son centros de investigación de nuevos sabores y una vez sentado a la mesa lo más interesante es la forma en que el maître susurra los increíbles y metafóricos experimentos de la carta y la cara de alegría, de sorpresa o de idiota que pone el comensal sometido a ese banco de pruebas."

Jorge Fernández Díaz

Recuerdo también que una noche nos invitaron a un asado en los fondos de la Boutique del Libro de San Isidro, después de una presentación, y que Vicent se regocijaba con la carne argentina mientras su amigo Juan Cruz Ruiz le devolvía anécdotas irónicas.

Lejísimo de la gastronomía esnob y coincidiendo a la distancia con su colega español, la novelista Cristina Bajo (autora del imprescindible Elogio de la cocina ) me agasajó una vez, en su misteriosa casa de Córdoba, con manjares mágicos y sencillos. Y luego, este año en la Feria, con una lección completa acerca de todas y cada una de las costumbres culinarias de los criollos a lo largo de los siglos XIX y XX, un monólogo que su público seguía con devoción y, por qué no decirlo, con apetito.

Para devolverle los favores, llevé a Cristina esa misma noche a un gran restaurante porteño. Pedimos los mejores platos, pero yo sentía que nada de lo que pudieran traerle podía siquiera igualar aquellos bocados que ella me había hecho, con materias primas silvestres y gusto popular, en su casa llena de fantasmas y sabores.

"La carta de un restaurante y los recuerdos de los almuerzos familiares resumen nuestras experiencias personales e históricas a la manera de un libro escrito con sabores", dice Hugo Beccacece, nuestro jefe de Redacción. Esta semana, Hugo transformó en una indagación sociológica e histórica sobre los porteños la simple entrevista a una gran cocinera.

Es que Ada Concaro, dueña del refinado pero no extravagante Tomo I -un restaurante ya mítico de la ciudad-, cumple cuarenta años con la cocina y lo celebra con un festival de degustación. La entrevista de Beccacece la saca, sin embargo, de la cocina y la inserta en la cultura, puesto que Ada se convierte durante el diálogo en una lúcida testigo del sabor porteño a lo largo de todas estas décadas, en las que fuimos adoptando los platos de la inmigración española e italiana, luego las exquisiteces de la mesa francesa y últimamente, la cocina étnica que proviene de esa gran Babel que los argentinos miramos: Nueva York.

La próxima vez que nos visiten Vicent y Bajo les presentaré a Ada Concaro y me sentaré con ellos a escucharlos hablar de comida. Es decir, a hablar de cómo y por qué cambia el mundo.

Jorge Fernández Díaz 
Director de adn CULTURA 

jdiaz@lanacion.com.ar
http://adncultura.lanacion.com.ar/ 

13 de junio 2009
Autorizado por el autor

Ir a índice de América

Ir a índice de  Fernández Díaz, Jorge

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio