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Es
que paralelamente a su trabajo de editor y luego de columnista, mientras
era maestro de periodistas en la Universidad Internacional de la Florida y
publicaba en El Nuevo Herald de Miami, donde vive, Diament desplegaba con
autoridad sus dotes de dramaturgo.
En
los últimos años escribió Crónica de un secuestro, Interviú,
Equinoccio, Cita a ciegas, El libro de Ruth y Esquirlas. Todas estas obras
se estrenaron en Estados Unidos y en la Argentina, y algunas de ellas
aterrizan ahora en Europa. Muchos y buenos actores argentinos, como Marta
González, Lydia Lamaison, Hugo Arana, María Concepción César y
Alejandra Darín, dieron vida a sus personajes. Y la verdad es que se ha
hecho una agradable rutina esperar que Mario llegue cada dos o tres años
con su obra bajo el brazo.
Varias
veces incursionó en diálogos y escenas con personajes reales, y esta vez
viene también con una obra que encaja sin quererlo en ese fenómeno
creciente dentro del panorama nacional: la Historia. Diament estrena en
las próximas semanas en el Teatro Cervantes Un informe sobre la banalidad
del amor, que trata sobre la curiosa relación entre Martin Heidegger y
Hannah Arendt.
Le
pedí a Mario Diament que nos escribiera para adnCULTURA un artículo
donde contara las entretelas de ese amor que está en los libros de
historia. Y que lo hiciera en esta misma edición, donde la periodista
Natalia Blanc hace un repaso minucioso y revelador de las obras de teatro
basadas en asuntos históricos y personajes verdaderos que actualmente están
en cartel. Blanc bucea además en las razones sociológicas y culturales
de esa tendencia de la dramaturgia que ha logrado desplazar un poco los
tradicionales asuntos del teatro local. Suman sus análisis un
especialista en el tema, Pacho O´Donnell, y un crítico teatral, Osvaldo
Quiroga.
Particularmente,
creo que la escuela argentina ha sido una fábrica constante de lectores
frustrados de historia. Y que, por cruel paradoja, gracias a esa frustración
tenemos hoy lectores maduros de novelas y ensayos, y espectadores ávidos
de obras de teatro que aborden ese tema. La escuela, con su formalismo y
su acartonamiento, capturada ideológicamente por el Estado, provee
generaciones y generaciones de argentinos que buscan héroes pero no de mármol
ni de bronce, sino de carne y hueso. Que buscan verdades detrás de
mentiras oficiales de izquierda y de derecha largamente declamadas. Que
buscan humanidad detrás de estatuas y manuales. Que buscan de grandes
apasionarse con aquellas cosas que, mal narradas o directamente
manipuladas, los aburrieron mortalmente de chicos. Por supuesto, la culpa
de esta situación no la tienen los docentes, sino los inspiradores ideológicos
de esa cristalización histórica. Algunos de esos manipuladores
permanecen en organismos estatales o paraestatales, intentando mantener
como rehenes a nuestros héroes y combatiendo cualquier intento serio de
resucitarlos. Claro, a ellos -maquilladores de cadáveres y custodios de
tumbas vacías- los héroes les convienen más muertos que vivos.
De
esa herida imperdonable que nos han producido provienen nuestro actual
interés y nuestra curiosidad. Y con ese interés y esa curiosidad se
compran libros y se llenan butacas. Así de simple. Y así de complejo. |
