Vicente
Muleiro, una poesía de estructuras dolientes Lic.
Miguel Fajardo Korea Premio Nacional de Educación de Costa Rica |
La
poesía es un acto de vida. Un
panorama de fe desde el yo lírico al ustedes universal.
Siempre ha estado a favor de las mejores
causas del ser humano. Cuando me encuentro con una nueva voz lírica me invade el asombro del redescubrimiento, porque las voces circulan desde el caudal del misterio y transitan en el silencio del mediodía. El
poeta, escritor, ensayista y periodista VICENTE MULEIRO (Buenos
Aires-Argentina, 1951) es una de las voces que he leído, con base en
cuatro de sus libros y, sobre todo, en su antología El maratonista
(1978-2006), que recoge una selecta producción lírica de 28 años de
creación literaria sostenida. La
Editorial Lunes, que dirige Norberto Salinas, la ha puesto en circulación.
La portada muestra una bellísima textura de Elsa Salinas. Vicente
Muleiro ha publicado, en poesía: Para
alguien en el mundo estamos lejos, 1978;
Boleros, 1982; Pimienta negra, 1990; El árbol de los huérfanos, 2000;
Milongas de modo tal, 2004; “El maratonista, 2006.
Mantiene inédito
“Ondulaciones”. En narrativa (novela y cuento): Quedarse
con la dama, 1994; Sangre de cualquier grupo, 1996; Don
perro de Mendoza, 2003; Cuando vayas a decir que soy un tonto, 2004.
Antologías: Con las manos de fantasma (con la obra del
salvadoreño Roque Dalton), 1986; De puño y letra, 1999; Lengua y
herida (con la obra del español Antonio Gamoneda); La banda
del callejón (antología de poesía argentina joven), en preparación.
En ensayo biográfico: El dictador, la historia secreta y
pública de Jorge Rafael Videla, 200l, en coautoría con María Seoane.
Asimismo,
ha sido galardonado en siete oportunidades, a saber: segundo premio de las
Nuevas Promociones de la SADE, 1977; accésit concurso Gutiérrez Padial,
1980; Beca de creación literaria de la Fundación Antorchas, 1990; tercer
premio Eduardo Mallea, bienio 1994-1996; segundo premio del Fondo Nacional
de las Artes, 1996; Premios de periodismo Rey de España, l998 y Julio
Cortázar, 2000. Se consigna,
por su relevancia, que fue finalista del Premio Planeta, con su más
reciente novela de 353 páginas. Como
periodista ha trabajado en los siguientes medios de comunicación: Sur
argentino, Crónica, El periodista
de Buenos Aires, Crisis, Expreso, La Opinión, La Razón
y trabaja, actualmente,
en el prestigioso diario Clarín, de Buenos Aires,
Argentina, donde funge como editor del suplemento cultural Ñ; igualmente,
escribe en El País, de España y en el semanario Brecha, de
Montevideo. Vicente
Muleiro es dueño de un acento personalísimo en su manera de abordar el
fenómeno poético. Gusta del
verso breve, pero intenso. Muchos
de sus textos nos obligan a releerlos para inquirir en las cargas
expresivas con rotundidad semántica: “pasan ahogados todos los
poemas”; “el mundo es una lágrima”. La equiparación entre ahogados
y lágrimas es una marca de estilo que se observa en su libro antológico. La
nocturnidad ocupa un espacio decisivo “La noche es otra/ no esa que apuñala”.
Se rastrea el tópico de vivir a oscuras, equidistante, porque
“de un punto a otro de la noche (...) suele dolerme esta sabiduría”.
Es decir, el dolor como un componente de la existencia humana tiende ventanas,
abrazos o cuerpos. El dolor
es una resistencia de ojos abiertos.
El dolor se enquista en la vida y nuestro reto es luchar contra él,
vencerlo “pensando en haber sido un cuerpo a proa”, porque “Tras el
gemido de las explosiones/ la saliva quebrada del dolor/ hay un suave
murmullo de fiestas postergadas/ avanzando, avanzando”. El
tratamiento amoroso es un filón temático en el poemario de Muleiro,
puesto que “teje/ en su marea de abrazos todo el reino animal”. En otro contexto de acento corporal, el hablante expresa
“Cruce de ojos (...) en la mesa del amante/ que tritura un pezón con la
mirada”. Se evidencia la
expresión erótica como un proceso de escritura.
La mirada se comporta como un símbolo bisémico de arraigadas
expectativas, tanto en el deseo como en la pasión. La mirada se comporta
como un signo plurisignificativo. Vicente
Muleiro conoce, porque lo ha investigado, la crueldad de las dictaduras y
todo el entramado de insania que acarrean
los espurios sistemas políticos que tratan de silenciar al ser
humano, como una vil manera de aniquilamiento ético.
Los insumos de terror, miedo, aislamiento, castigos y una serie de
atropellos a la dignidad del factor humano se constatan en la valiente voz
lírica denunciante “Nadie interrogue el gesto del ahorcado/ su penúltimo
grito/ en la masnoche. / Tu
intento de susurro/ será penado, nadie/ dibuje el mapa de estas ruinas/
ni atisbe su sopor. Nadie/ se
mueva”. El
poder de la bota es impasible, no se detiene, siempre procura amilanar al
ser humano en su condición ética,
en su dignidad, en lo bueno de cada uno de todos, acaso, “Parientes
inclinados al secreto con un fondo/ de marchas militares.
Había riesgo en la idea/ del nosotros y una culpa rarísima”. En
este universo lírico se construye asociaciones poéticas misteriosas que
le confieren gran categoría artística al texto.
En él “podemos transitar bajo los árboles/ quebrando la madera
con las lágrimas”, o bien, “quien no cargue pañuelos (...) que
arroje al aire/ su primer olvido”.
Siempre se ha dicho que el olvido representa la segunda muerte, la
desidentidad. La
comercialización de los sentimientos se incluye como uno de los ejes
significativos que denuncia
este mapa lírico “Mendigabas amor en las caras veloces y en la
indiferencia de los objetos”. Luego persiste un código patriarcal en el enunciado
“Conquista tú hijo mío, sale y conquista tú”.
Será, acaso, una denuncia sobre el relevo generacional del
machismo. En
el contexto anterior, “a veces se da/ vuelta y no consigue que en la
casa arrasada apaguen/ esa lámpara”.
En este intervalo, el yo lírico pasa revista a guerras como
Waterloo y a personajes históricos como Napoleón “en tanto me
esforzaba por ser contemporáneo”.
El yo lírico plantea ese nudo expresivo con un sesgo de alta ironía
“En retirada (...) mientras/ fumábamos exhaustos y aguardábamos/ turno
en el prostíbulo”. El
poema que da título a esta antología poética alude a nuestra época, de
feroz competitividad en el siglo XXI.
La imagen que se vende es la del triunfo, dado que perder es una
ofensa, un rebajamiento a la condición humana “Correr, correr y
levantar los brazos/ mientras brama el estadio”.
En un segundo momento, el texto estructura “(cuando cruzás la
meta ya es de noche/ se han retirado el público y los medios”.
En un tercer apartado, el yo lírico aduce “Se te veía venir a
esta derrota:/ el que corre desnudo/ le teme a la llegada”.
Sin embargo, todos somos maratonistas de la vida, y nadie quiere
llegar de primero a la carrera de la muerte.
En ese aspecto, el libro maneja presupuestos antinómicos de honda
reflexión vital. Dichos planos dualísticos son una especie de constante
en la obra poética del autor argentino. El
poema “Hernán” revela otro estadio de una situación límite “Le
hemos dicho que no y ha jurado matarnos”.
El individuo lucha para no ser aniquilado, a pesar de que sea
inocente. Sobre la base de
una experiencia personal, el hablante reconstruye la amenaza de muerte que
le preanuncia su hijo cuando tiene cuatro años de edad, por lo cual
“Se ha agotado llorando y hay/ silencio en casa”.En este texto,
el final es una especie de sistema recolectivo
“No hagan ruido señores/ Nuestro asesino duerme”.
Afortunadamente para la poesía, la amenaza provenía de un niño
con buenos sentimientos hacia su padre. El
poeta reconfirma el estatus de la palabra “busca la palabra parda, la no
dicha (...) Cuando está
escrita es la muerte/ si no está escrita es la nada”.
La oscilación dialógica muerte
/ nada no es negatividad, por el contrario, signa la asunción de lucidez
“El bastón que lo precede va buscando una palabra”.
Dichas señas de identidad nos lleva a inferir que la milonga es
dedicada a Jorge Luis Borges, el argentino universal de la palabra.
Borges dedicó su vida a darle plurisignificación a la palabra, a
su palabra, a nuestras palabras. He
ahí, entonces, su legado eterno. Vicente
Muleiro escribió en el 2004 el libro Milongas de modo tal,
que consta de 37 poemas con diversos ejes temáticos: “Las milongas de
Muleiro presentan un movimiento danzante al que alguien, de repente,
parece haberle comido un pasaje, un tramo (...) Muleiro llama milonga a la
queja y su desagravio, al canto general para explorar las relaciones
inciertas entre la pena y la dicha” (Horacio González, 2004:
contracubierta). En
la “Milonga de los sobrevivientes” se valora la verdad como un
principio de vida “Hemos bailado sobre restos de ustedes (...) En verdad
no sabemos (...) están muertos, tan muertos/ y nosotros bailando/ en la
injusticia esta milonga de sobrevivientes”.
Aquí, se aborda el protocolo de la sobrevivencia como un ritual
festivo. La vida es única,
cada quien debe defenderla. Entre todos formamos el coro por la vida, pero su esencia es
una concienciación personal. Un
milagro de Dios cada día de la tierra. “Fíjate
alrededor:/ han comenzado a impacientarse/ los pocos que te esperan”.
La modernidad tecnológica nos puede llevar a un proceso de
impersonalización. La
experiencia dialógica adquiere hoy caracteres menos personales.
La línea es una opción “en las putas gestiones cibernéticas”.
Ahora, el ciberespacio es un reino, el del siglo XXI, al que se le abren
sendos signos de interrogación. Y uno se pregunta, muchas veces ¿cuál
será el espacio del individuo? ¿Seguirá teniendo uno? ¿Lo estaremos
sustituyendo sin darnos cuenta, alocados en la guerra de la velocidad de
las máquinas contra lo finito de la vida? La
milonga del equilibrista es una reflexión sobre dicha actancialidad,
porque “No hay aplausos tampoco para el equilibrista/ si mira las montañas
(...) Una íntima ovación lo
espera en el arribo: / estar entre las cosas, aún a salvo/ de nada, estar
entre las cosas”. Lo vital
se juega la vida en cada paso, en cada decisión que damos.
Es la lucha entre lo superficial y lo esencial; lo inane y lo
profundo. Vivir es una
exhortación. Vivir consigo
mismo es un mandamiento de plenitud. Las decisiones políticas, muchas
veces, no vislumbran dichas esperanzas. En
otro orden, pero enlazado con la certeza de la incompletitud, el yo lírico
agrega: “Del payaso no hablamos. El
payaso se salva./ A solas, el payaso/ es un astro del llanto”.
Es decir, el traje y la máscara son elementos que se resignifican
en el quehacer de la cotidianidad, sin embargo, “Mentira que dormimos./
Lo que nos falta es lo que nos falta”, con lo cual se acepta que nuestra
incompletitud es una ventaja para completarnos en los otros, lo que
encierra un acto de fe y amor, de solidaridad y vigencia. Hace
cinco lustros, Guanacaste, en el norte costarricense, recibió el influjo
espiritual de Rubén Vela, escritor, poeta y diplomático
argentino, cuando auspició la revista HOJAS DE GUANACASTE (1982-1984).
También hemos acogido la regia voz del poeta argentino Luis
Alberto Ambroggio y la
presencia del poeta, escritor y periodista argentino VICENTE
MULEIRO, le confiere una benéfica influencia a la poesía
guanacasteca.. Guanacaste
también es pampa. Vicente
Muleiro pasa a ser una de las voces latinoamericanas a las cuales daremos
seguimiento creativo. El espíritu
de Alejandra Pizarnik
seguirá enviándonos poetas argentinos a la pampa guanacasteca
costarricense. La Pizarnik es
mi poetisa predilecta. Durante
mi permanencia en Buenos Aires, hace algunos años, adquirí dos libros
suyos en una venta de frutas, todo misterioso como su vida y su poesía,
como Argentina dentro de mi alma y mi espíritu. La poesía de Vicente Muleiro, entonces, es un mar apuñalado como pequeños soles de cabelleras sueltas, que miran la noche después de dormir en la distancia de la lluvia. Es una toma de conciencia de la ceguedad y los susurros; los sueños del día y del olvido. Una arruga que golpea la mesa. Una orilla en fuga para enfrentar al ciberespacio. Los equilibristas construyen el silencio en la nostalgia, pero la vida la forjamos todos, a partir de Dios, con la lucha permanente entre los otros y yo, aunque “El disparo impasible/ fue urdido en el despacho. / Ahora contemplamos la recta trayectoria del misil (...) Sucede lo de siempre: / la poesía trágica se escribe/ a ras de piso”. |
Lic.
Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Educación de Costa Rica
Universidad Nacional de Costa Rica
miguelfajardokorea@hotmail.com
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