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Rubén Vela: una poesía para vivir el alba
por Lic. Miguel Fajardo Korea |
La poesía de
Rubén Vela
(Santa Fe, Argentina, 1928) abre los espacios para el encuentro con la
intuición, con la génesis continental. Su expresividad emana diversas
circunstancias y giros para lograr su inserción en los resquicios
íntimos y embriagantes en su modo personalísimo de crear su intensa y
extensa obra, a lo largo de cincuenta años de oficio espiritual, con
honradez, principios éticos inclaudicables y alta dignidad, tanto
creativa como humana. Su apasionamiento estético conceptualiza vuelos
desde la patria americana de siempre hasta la aldea global de nuestros
días.
Su corpus verbal
transforma acentos, incorpora registros, fortalece espacios y da origen
a un orbe de resignificaciones y descubrimientos con el espíritu
apasionado desde la lucha ética y la escritura estética. Su obra signa
una aportación dialógica desde el cruce identitatario de América, en una
confirmación de presencias y ausencias, de tiempos recobrados en la
nostalgia de la vida en, por y desde América, junto con el planeta desde
un plano holista. A los lectores les propongo un breve recorrido por la intensa biobibliografía del Dr. Rubén Vela, quien nació en Santa Fe, Argentina, en 1928. Poeta, ensayista y crítico. Ostenta estudios en Diplomacia, en Argentina; graduado en Cultura Hispánica en la Universidad de Valencia (España) y en Antropología por el Museo Arqueológico de Cochabamba, Bolivia. Es periodista. Fungió como diplomático de carrera en Bolivia, Brasil, España, Australia, Costa Rica, Corea y |
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Zaire. Realizó estudios de
antropología y presidió la Sociedad Bolivariana de Antropología,
asimismo, fue miembro del Centro de Investigaciones de Tiwanaku. En este
momento, radica en Buenos Aires (Argentina).
Cofundador de la
Fundación Argentina
para la Poesía. Presidente de la
Sociedad Argentina
de Escritores. Miembro de la Comisión Internacional del
Mediterráneo, de la
Asociación Argentina
e Internacional de Críticos de Arte, delegado argentino de la
UNESCO,
miembro del
Pen Club
de Brasil, miembro correspondiente de la Academia de Bellas Artes de
Brasil, entre otros. Su obra se encuentra traducida en diversos idiomas. Entre los galardones que ha obtenido Rubén Vela destacan: Primer premio de Buenos Aires, Medalla de Oro de Santa Fe, Primer premio’ José Pedroni’, Premio Internacional del Pen Club de Brasil, Faja de Honor de la SADE, Gran premio de la Fundación Argentina para la poesía, Gran premio al mejor libro extranjero en Palermo (Italia), Gran Premio de Honor ‘Esteban Echeverría’ por la totalidad de su obra, últimamente, El Gran Premio de Honor de la SADE, 2006. El Gobierno argentino distribuyó 75 000 ejemplares de su obra, en un proyecto de difusión cultural.
Pasantía costarricense
Costa Rica tuvo la
dicha en tener al Dr. Rubén Vela como embajador de la República de
Argentina desde 1982 hasta 1985. Su trabajo cultural a favor de la
cultura costarricense fue increíble. Le dio un empuje espectacular que
aún recordamos. Editó libros, apoyó a los autores y artistas, patrocinó
certámenes culturales y deportivos. Estrechó lazos y su único interés
fue el crecimiento espiritual. Copatrocinó el Congreso Internacional de
Literatura Femenina en América Latina, que trajo a muchísimos escritores
e intelectuales a Costa Rica; una de sus coordinadoras internacionales
fue la académica argentina
Juanita Arancibia.
Hay un capítulo
exclusivo e irrepetible que me une, desde Guanacaste (Costa Rica) a la
vida y peregrinajes planetarios de Rubén Vela. Aún recuerdo el 30 de
julio de 1982, a las 11:20 a.m., es decir, hace 25 años, cuando Rubén
Vela, José Antonio Porras y Miguel Fajardo fundamos la revista
costarricense Hojas de Guanacaste. Como testigos, su
familia: Nina, Nicolás y Alejandra, así se consigna en una página de
conservo con emoción y nostalgia del hacer antes que el decir.
Fue un proyecto
espiritual y único que me correspondió dirigir. El auspicio y apoyo de
Rubén Vela fueron increíbles y será irrepetible. De hecho, por respeto a
Rubén y en memoria al extinto José Antonio, lo mantendré como una
experiencia única. En dos años (1982-1984) publicamos 12 ediciones, 11
suplementos, 343 autores de 35 países, 837 poemas en 408 páginas, con
una tirada de 6.000 ejemplares. En las páginas de los suplementos se
difundió poesía panameña, mexicana, dominicana, china, búlgara, cubana,
norteamericana, costarricense, así como la de los argentinos
Juan José Ceselli,
Alejandra Pizarnik
y
Raúl Gustavo Aguirre;
la del chileno
Alberto Baeza Flores
y la del costarricense
Isaac Felipe
Azofeifa.
Aún recuerdo, con
emoción, el viernes 29 de junio de 1984, cuando el Dr. Rubén Vela visitó
el Liceo Nocturno de Liberia (Costa Rica) para dictar su conferencia “La
poesía de América en nuestro siglo”. Igualmente, participó en el
programa radial Análisis, en Radio Guanacaste, que provocó una
altísima audiencia. Durante su visita se hizo el lanzamiento de su libro
Radiante América, adquirido por muchísimos lectores
guanacastecos, quienes hicieron fila para que Rubén les firmara el
libro, recién editado, en ese momento. Durante su gira realizó un
donativo a un grupo folklórico. Su espíritu filantrópico es parte
ineludible de su presencia y personalidad.
En octubre de 1988
volví a encontrarme con él, durante mi viaje cultural a Buenos Aires, en
ocasión de recibir el Premio ‘Alfonsina Storni’. Los dioses de la poesía
quisieron que él estuviese en su patria, en ese momento, y pudimos
compartir durante varios días en diversos actos.
Gracias a la Internet
ha sido posible este reencuentro electrónico con el Maestro de la Patria
Americana. Le solicité su más reciente libro y, como premio, he recibido
su Obra poética de medio siglo, un exquisito regalo que deseo
compartir con los lectores de tan internacional y prestigiosa revista
electrónica de cultura, que dirige el escritor hispano,
Francisco Cenamor.
La obra veliana |
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El gran poeta
argentino Rubén Vela acaba de publicar una antología extraordinaria,
cuya lectura nos permite vivir y degustar una poesía exquisita. Obra
poética (1953-2004), Rubén Vela (Editorial Vinciguerra, Buenos
Aires, 2006). El texto, de 23 x 16 cm., incluido en la ‘Colección
Metáfora’, inserta 13 ensayos críticos sobre su obra poética, suscritos
por estudiosos de diferentes partes del mundo, todos de gran prestigio
intelectual, a saber:
Delfín Leocadio
Garasa,
Bella Josef,
Nina Thurler,
Sebastián Jorgi,
Yolanda Rosas,
Julio César Forcat,
Nélida Norris,
Cristina Pizarro,
Zoraida González Arrili, Marcela del Río Reyes,
Marta de París,
Juana Alcira
Arancibia y el costarricense,
Jorge Chen Sham. Introducción a los días (Buenos Aires, 1953) inicia su peregrinaje poético. En él existe un deseo de alcanzar la totalidad, porque “un día lleno es solamente un sueño/ sin gestación ni fin”. Él ha buscado los pasos en todas partes. Es un convencido de que “esta vida de poeta haciendo posible/ lo que fuera de los comunes horizontes/ existe”. Su afirmación es así, dado que “Inútilmente procuraba/ desterrar lo que en mí ya no vivía”.
Verano, (Buenos Aires, 1954) es el segundo libro de la obra veliana. Su voz predice “el silencio que vive y me convierte en grito/ me alimenta de asombro”. “Una cosa sé/ amamos y morimos sólo por un momento”. Es una coyuntura incisiva para demoler la rutina y aspirar al crecimiento del espíritu alerta que lo anima siempre. |
Escena del
prisionero (Buenos Aires, 1955) es su
tercer libro: “Me estoy vistiendo ajeno./ Nada de lo que tengo es mío”.
Sobre el poeta expresará “¿Quién es ese hombre que se incendia a sí
mismo como un edificio al sol, que traspapela sus memorias, una a una,
buscando en sus bolsillos las amplias avenidas del porvenir”. No
cabe duda de que la ajenidad es parte del proceso vital de la existencia
cotidiana.
Veranos
(Buenos Aires, 1956) continúa su magisterio lírico: “Morir es olvidar
el arrepentimiento”, “Mi verdad de una mano no es mi verdad de
otra”. En mi libro Ausencias (Costa Rica, 2005, p. 49) incluí
el siguiente epígrafe que pertenece a este libro del autor argentino: “Para
vivir hay que perder”. Dicho paratexto implica un reconocimiento a
un poeta a quien admiro muchísimo, por su calidad humana y por su
categoría literaria. Dicho ejemplar se encuentra en su residencia en
Arenales, Buenos Aires. Ha hecho llegar un fervoroso criterio de
lectura.
Radiante América
(Buenos Aires, 1958) es un canto apasionado por su América de siempre.
Rubén me ha enseñado, desde hace 25 años, a valorar la patria americana
con intensidad de campana: “el sol de todo un día/ y el que no
descansa por las noches (…) El sol, América,/ bandera ardiendo”.
Pocos libros de poesía, honesta y limpia, nos alientan a sentir y amar a
nuestra América como lo propone este texto veliano.
Poemas indianos
(Valencia, España, 1960): “Delante de mí/ detrás de mí/ debajo de mí/
encima de mí/ alrededor de mí/ América/ su largo nombre/ su voz de
adentro”. Una perspectiva holista de los contextos y los marcos
situacionales de la interioridad.
Poemas americanos
(Buenos Aires, 1963): “Mi jardín de piedras/ tiene también tu
nombre:/ se alimenta de sed”. El íncipit de este libro es una toma
de concienciación acerca de nuestra América Hispana, de nuestra América
Latina como un todo, a partir de las individualidades geográficas que la
componen.
Ocho poetas
españoles (Buenos Aires, 1965). Es una
antología crítica, donde analiza la obra poética de
Carlos Barral,
José Manuel
Caballero Bonald,
Gabino-Alejandro
Carriedo,
Ángel Crespo,
Jaime Gil de Biedma,
Ángel González,
José Agustín
Goytisolo y
José Ángel Valente.
Una manera de ser es sentir. Rubén ha proyectado su palabra a otras
voces y, desde ellas, crea y proyecta su pasión y su fervor por la
poesía.
Poemas australes
(Buenos Aires, 1966): “Incendiarse/ en/ la/ palabra./ Crecer/ en
libertad”. “Aquel que no/ mate y resucite/ que abandone el/ Arte
de la Poesía”. “Con la piedra fijé el nombre de mi raza./ Lo
salvé de la segunda muerte,/ del olvido”. “El pájaro de la
muerte,/ el siemprevivo”. La dialéctica de su discurso es reflexiva,
punzante. Se advierte la profundidad de las palabras, las ideas
estéticas de un canon poético personalísimo.
Vidas indianas
(1958-1961). Incorpora una visión antropológica en su poesía. El
registro temático es una constante que converge en sus nudos de
significación. Sus enunciados son profundos e ideológicamente limpios.
En Costa Rica editó una carpeta de 200 ejemplares, ilustrados por el
Maestro
Francisco Amighetti
(ver retrato de Rubén Vela).
Los secretos
(Buenos Aires, 1969): “Que no me digan/ que escriben simplemente,/
que dicen el poema/ sin pensarlo siquiera./ Que él nace porque sí (…)
Que no me digan/ que se hacen poemas sin sudores/ sin una larga y
violenta jornada de trabajo”. Aquí y ahora, este poema es una
poética. Defiende el trabajo espiritual como una afirmación de vida, con
un compromiso interior esplendente, una fe de vida para la poesía que se
construye y crece, cuyo norte es el mejoramiento de la otredad.
La palabra en
armas (Buenos Aires, 1971): “Cuando
tuve hambre/ creí que dejar de tener hambre/ era conquistar la libertad”.
“Cuando tuve sed/ creí que dejar de tener sed/ era ganar la libertad
(…) en una ciudad sin hombres./ Encerré mi libertad./ Pero ella fue mía/
sólo por un instante”. Rubén sostiene que la libertad es un
pasaporte para vivir mejor y con certeza. Una vida sin libertad es un
encerramiento, bajar a la oscuridad; limitar con los descreídos, los
cuales portan las máscaras del cinismo.
Maneras de luchar
(Buenos Aires, 1981): “Las derechas matan a las izquierdas,/ las
izquierdas matan a las derechas/ y el centro se muere solo”. “Por
ese pan en libertad,/ tienes razón,/ vivimos”. Leer este libro de
Rubén Vela es adentrarse en el ‘dossier’ de su alma, en el registro
espiritual que nos hace crecer y ver la vida con otras expectativas, a
favor de la justicia y la equidad, contra los deicidas y contra los
sistemas que anulan al ser humano, vengan de donde vengan. El ser humano
es integral, aspira y debe ser holista. No hay otra opción. Esa es una
de las maneras de lucha de la poesía y, en particular, de este poeta
argentino.
El espejo
(Buenos Aires, 1982): “El poema es un acto de alarma”. Este verso
fue el epígrafe que incorporamos en los doce números de la recordada
revista de poesía Hojas de Guanacaste (1982-1984), que contó con
el auspicio del Dr. Rubén Vela, diplomático y poeta de la legación
argentina en nuestro país, en ese entonces. Este libro está cargado de
signos de la simbólica cultural, es un texto de gran profundidad
semiótica. Crecer en libertad (Barcelona, 1983): “Incendiarse/ en/ la/ palabra./ Crecer/ en/ libertad”. Su tesis es una puesta recurrente para encontrar nuestra salvación en los valores más altos de la conciencia-libertad. No hay opciones, sino exigencias para ser libres y gozar de ese disfrute estelar.
Radiante América (Editorial Costa Rica, 1984). En nuestro país se hizo muy famoso su poema ‘Public Relations’: “¿Te mueres, te mueres/ campesino de América/ bajo el concreto sol/ del trópico?/ ¿Te estás muriendo/ de sed/ mi pueblo americano?/ ¿De hambre y a pedazos/ se te mueren tus hijos?/ No importa, no importa…/ ¡Coca-Cola refresca mejor!”. Esta edición se agotó rápidamente y fue una de sus cartas poéticas de presentación ante el público costarricense.
24 poetas búlgaros
(Editorial Universitaria Centroamericana, 1984) en colaboración con
Rumen Stoyanov.
Al igual que su antología sobre poetas españoles, los investigadores nos
acercan con los acentos poéticos de un contexto geográfico lejano, pero
próximo en el espíritu. Del libro destaco las creaciones del gran
Gueo Milev,
Nicolás Vaptasarov,
Radoi Ralín,
Elisabeta Bagriana,
entre otros.
Mesa de los
pecados capitales (Barcelona, 1985): “Hijo
mío, hijo mío/ quise darte/ la palabra exacta/el ademán preciso/ sólo te
di el poema/ la mitad del mundo./ ¿Cómo me perdonarás?” Reflexiona,
aquí, en torno de nudos de expresión esenciales, relacionados con el
acontecer cotidiano.
La pasión
americana en la poesía de Rubén Vela (Instituto
Literario y Cultural Hispánico, EEUU, 2001). Recoge ensayos
críticos e investigaciones sobre sus diversos libros poéticos. Editado
por la crítica argentina Juanita Arancibia, de la California State
University.
Obra poética
(1953-2004) (Editorial Vinciguerra,
Buenos Aires, 2006, 608 pág.) es una de las antologías poéticas más
densas e intensas que he leído. El voluminoso ejemplar, pulcramente
editado por la Vinciguerra de Buenos Aires es un archivo del espíritu
luminoso del Dr. Rubén Vela, diplomático y escritor argentino, quien se
enamoró de Guanacaste, provincia costarricense que visitó con
regularidad con su familia y recomienda a su selecto círculo de
amistades.
Rubén Vela es una
alta voz de la poesía hispanoamericana, cuyo ejemplo de lucha por los
ideales del espíritu signa una frontera abierta para escuchar su
palabra, siempre abierta, en procura de los más nobles ideales, en pro
del mejoramiento del factor humanidad. Para leer sus poemas y escuchar
los textos musicalizados, así como el entorno de este poeta, les
recomiendo visitar
su web.
Compartamos, ahora,
un poema, desde Alba de América, de este argentino universal: Poemas con pueblo (IX)
Seré una piedra. Seré también América. |
por Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional
de Educación de Costa Rica
Académico en la Universidad Nacional de Costa Rica
minalusa-dra56@hotmail.com
twitter:
@Mifajak
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