La
poesía del cuerpo [1]
Lic.
Miguel Fajardo Korea Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
miguelfajardokorea@hotmail.com |
Eunice
Odio, Costa Rica (1919-1974) incorpora novedosos niveles lingüísticos y
explora el tópico del descubrimiento del cuerpo.
Con ello, se convierte en la pionera de ese abordaje temático
dentro de la poesía vanguardista costarricense, a partir de su libro de
estreno Los elementos
terrestres, con el cual obtuvo el premio centroamericano “15 de
setiembre”, Guatemala, 1947. El libro se publicó en 1948, hace 60 años. Junto con
Aracelly Bianco Lara somos coautores de la tesis “El acento corporal
en Los elementos terrestres de Eunice Odio” (Heredia:
Universidad Nacional de Costa Rica, 2003: 154).
El exigente jurado estuvo compuesto por el Dr. Albino Chacón Gutiérrez,
el Dr. Carlos Francisco Monge, el M.Sc. Jorge Alfaro Pérez, la M.Ed.
Ileana Villalobos Ellis y el Dr. Jorge Charpentier García (1933-2004),
Premio Magón. La tesis
mereció la máxima calificación en su defensa pública.
Después de 34 años de la desaparición física, mas no espiritual
de Nuestra Eunice Odio, creemos prudente ofrecer este acercamiento
interpretativo para los
lectores de esta revista electrónica. Eunice
Odio inicia esa tematización cuando dicha práctica transgredía el
comportamiento de la tradición patriarcal.
Su poesía vanguardista reconoce el cuerpo y explora la sexualidad,
tanto femenina como masculina e, igualmente, sus relaciones con el goce o
el deseo. En
Los elementos
terrestres, la percepción del cuerpo es múltiple, porque es un
espacio para la significación expresiva del reconocimiento individual.
El cuerpo se nombra y muestra, es decir,
se compone y se reconstituye.
Genera sentidos, en la medida en que las partes de la anatomía
representan un espacio, visible y tangible, a partir del cual se toma
conciencia de él. El cuerpo se redescubre en el lenguaje del otro. El
diálogo de lo femenino y de lo masculino se extiende aquí a los planos
de la corporalidad; ella busca al amado por las inmediaciones de su propio
cuerpo y reposa en el del amado. De
ese modo, la imagen del cuerpo es una especie de tejido que se muestra y
concreta en la mirada del otro. La perspectiva
intercorporal opera, entonces, como un código dialógico que
posibilita el goce. La presencia de elementos vegetales y corporales establece una relación entre la naturaleza y el cuerpo, es decir, la naturaleza se comporta como intimidad o deleite. La conjunción de la vegetalidad remite a la estética del jardín y connota la delicadeza sensual y erótica. La hablante ve al hombre como su complemento, porque “el camina en parte / con mi alma”. El amado apela al sueño, que atrae en ausencia el modo de llegar hasta ella para conducirla al encuentro de la unión sexual de la pareja. En el poema cuarto, el hombre ve a la mujer asomada a su pecho; ese sustantivo se repite y es plurisignificativo. El amado la contempla en un proceso de evolución física y se marca con los oxímoros “pecho diurno” y “voz descalza”, los cuales evocan elementos corporales en cualificaciones inacostumbradas. Es
evidente la presencia de matizadas asociaciones del cuerpo léxico con el
sexo oral: “pozo”, “boca”, “resbala”, “paloma” y la
referencia a la salinidad. Los
muslos se llenan de erotismo. La metáfora los “manojos de agua” puede
relacionarse con el orgasmo, lo cual se amplía con el sustantivo
“espuma” y la cavidad física del pozo~vagina
vista como “rebaño secreto”, con lo cual se puede hablar de la
presencia de metáforas que remiten a lo erótico y a lo sexual. El
sistema de significados poéticos alude a la relación sexual con el otro,
en una experiencia física y corporal; la amada se propone un recorrido
por la geografía del cuerpo amado; así como él explora el cuerpo de
ella. El cuerpo opera, entonces, como un vector que se anhela poseer, con
firme expresividad amorosa y como acción de completitud.
Debe destacarse que en el acento poético odiano, la mujer es
sujeto del deseo y no objeto, es decir, su participación es activa y
creadora. La poesía del
cuerpo construye, sin duda, un espacio de expresión
social que censura las restricciones y los silencios históricos. En
Los elementos terrestres, el cuerpo debe leerse de manera que
construya diversas posibilidades de relación, tanto consigo mismo como
con los demás, sin que las diferencias sexuales alcancen papeles jerárquicos.
Las partes del cuerpo se relacionan con un amplio registro simbólico y
cultural. La voz femenina, al
escribir de su cuerpo, escribe su cuerpo, su deseo, su goce, su deleite.
Ella es capaz de nombrar y también se nombra.
Mediante el lenguaje construye su propia subjetividad
activa, por ello, ambos amantes participan
con placer del acto amoroso, porque es el
goce de la experiencia, de la inclusividad. El
cuerpo es un tejido que se teje con la huella del deseo, por lo tanto,
muestra una gama de sentimientos expresados por medio del lenguaje.
El cuerpo posee una dimensión
unificadora. Es un lugar donde se construye el goce, la sexualidad.
Utiliza un discurso que se apoya en la intervención de la mirada, la cual
provoca un desplazamiento de los amantes hacia las partes erógenas;
de esta manera, establecen un vínculo que se materializa en la
provocación de uno y en la respuesta del otro,
porque el contacto físico es la experiencia que inicia la vivencia
y el conocimiento de lo erótico. En los ocho textos del poemario de la costarricense Eunice Odio, quien falleció en México hace 34 años, hay 153 menciones corporales. Los semas de mayor recurrencia, con 17 y 18 alusiones son el “cuerpo” y el “pecho”, que opera como una zona erógena, un símbolo activo de la sensualidad, mediante el cual se perciben los fuertes latidos del corazón, propiciados por el clima sexual de la pareja. Desde el primer poema, la voz de la amada llama al amado para que se inicien en el deleite de sus cuerpos: |
“Ven
Amado. Te
probaré con alegría tú soñarás conmigo esta noche” (LET, 119). |
El objeto del amor es visto como lo que se come, se saborea, se degusta. Un recurso sugestivo que proyecta el tipo de caricias que recibirá el amado. Lo que al inicio aparece como un llamado “Ven” se convierte en experiencia “te probaré”, lo cual implica una certitud de contacto. Los
cuerpos de ambos se convierten en espacios tangibles, llenos de zonas erógenas.
El pecho, la boca o la cintura sugieren que no queda ningún sitio
sin explorar. Al leer el texto como un recorrido corporal, el erotismo se
encuentra sugerido en el lenguaje simbólico utilizado y se enriquece con
todo tipo de alusiones a prácticas culturales sobre el amor y el sexo.
Según Roland Barthes: “exploro el cuerpo del otro como si
quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo
estuviera en el cuerpo adverso” (Barthes, 1999: 80). En
el texto, el sexo no se presenta como una culpa, mancha o pecado; por el
contrario, hay una tendencia a reinvindicar el cuerpo y la sexualidad de
ambos géneros como una demanda de amor, con alusiones al sexo y a sus
zonas erógenas, en aras del goce. La
amada valora el cuerpo del otro en el momento en que erogeniza la realidad
corporal del muslo como una “daga sumergida en la noche”. Hay
numerosas referencias a las diversas regiones del cuerpo que funcionan
como símbolos corporales de la sensualidad, por ejemplo, las zonas
orificiales y erógenas del cuerpo: oral –boca, pecho-, así como los órganos
sexuales referidos a la vagina y al falo. En
este poemario, el alma está en un sitio donde puede ser comida: en el
cuerpo. El sitio de la
convocatoria es el topos de la corporalidad humana “Antes que yo se te
abrirá mi cuerpo”. El
poder del cuerpo y la palabra confirman
la identidad y el desafío en el ser físico de los cuerpos amantes: ella
en él; él en ella. El
sustantivo “alma” es puesto en relación con las siguientes partes
anatómicas: cuerpo, brazos, cuello, aliento, corazón, uñas, oídos,
mano y piel. Lo humano se
asocia con lo material, con la corporalidad exterior y, dentro de ella, se
manifiesta el desplazamiento de los elementos espirituales, porque cada
vez que se mencionan éstos, aparecen dispuestos por contigüidad
funcional, en relación con el cuerpo.
Este mecanismo permite una lectura unificadora de las relaciones eróticas
y sexuales, que se comporta como un mecanismo estilístico transgresor en
la poesía vanguardista costarricense. El
discurso del cuerpo no es visto con impudor, sino con la naturalidad de
los elementos terrestres. La
tradición cultural asocia lo femenino con la tierra como elemento pasivo,
pero en el poemario de Eunice Odio se da una ruptura: la conciencia del
cuerpo como poder artístico; la capacidad de construcción lingüística
como sujeto del deseo, el establecimiento de una relación igualitaria en
el plano de la sexualidad, así como su perspectiva de mostrarse y
nombrarse a sí misma; mirar al otro y nombrarlo. La
preocupación por la poesía del cuerpo es el más decisivo aporte de este
libro odiano, pues dicho nudo de significación se presenta en las facetas
de lo sensual, el erotismo y lo físico-carnal, como elementos integrales
de la sexualidad. Las
diversas partes de lo corporal establecen un código poético que se
plasma en la evocación erótica del deseo o el placer y desde la
perspectiva de lo sensual que activa las zonas erógenas.
El erotismo de los textos odianos se ve reforzado cuando entran en
juego las referencias a especies animales, vegetales o líquidas, que
funden dichos elementos con el eros, con esto, la
perspectiva lírica se ve enriquecida en el tratamiento de sus
diversos nudos temáticos. La
expresión física de lo corporal, en la voz poética de la costarricense
Eunice Odio, constituye una perspectiva de rompimiento de tabúes
patriarcales. Su apuesta por
lo corporal es un redescubrimiento temático, al centrar su perspectiva poética,
tanto en el cuerpo femenino como en el masculino.
Esas partes llegan a resignificarse cuando interactúan en el plano
de lo simbólico cultural, más allá de lo que sería
una simple
experiencia personal. El
abordaje sexual es dialógico y alcanza grandes posibilidades en la
expresión del cuerpo, elemento a partir del cual se genera la semiosis
profundamente sensual y sexual del poemario, que se presenta con gran
naturalidad y con un lenguaje novedoso y transgresor, lleno de lirismo, en
el mapa de la poesía vanguardista centroamericana. La propuesta temática odiana, inscrita desde 1948, tiene diversos puntos de contacto, la mayoría posteriores, en otros contextos de producción. En el panorama femenino de la poesía centroamericana destacan, con derecho propio, los aportes de Clementina Suárez, Carmen Naranjo, Gioconda Belli, Ana Istarú, Dina Posadas, Julieta Dobles, Jacinta Escudos, Bertalicia Peralta, Gloria Young, Gabriela Chavarría, Consuelo Tomás, Lil Picado, Luz Méndez, Mía Gallegos, Ana Rodas, Carmen Matute, Isabel Ruano, Nidia Barboza, Carmen González Huguet, Helen Umaña y, en el contexto guanacasteco, la creación lírica de Rosario Meléndez González Ligia Zúñiga y la obra inédita de Aracelly Bianco.
[1]1. Ponencia presentada por el Lic. Miguel Fajardo Korea, durante el XII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Colombia. |
Lic.
Miguel Fajardo Korea
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