Además, me di a la tarea de dar seguimiento informativo a
través de Internet, lo que me llevó a contactar con el escritor
Javier
García-Galiano, especialista en literatura alemana, quien
manifestó: “me resulta muy grato que una nota periodística mía le
sirva a un lector para descubrir una obra como la de Herta Müller, que a
mí me sorprendió hace diez años, cuando el Goethe-Institut me invitó a
presentarla en una lectura que sostuvo aquí, en la Ciudad de México”.
La lectura que he realizado a dos de sus obras, a saber: En
tierras bajas (1990) y El hombre es un gran faisán en el mundo
(1992), editadas por
Ediciones Siruela,
Madrid, 2007, traducción de
Juan José del Solar,
deja ver a una narradora con una propuesta de discurso, donde interesa
lo inclusivo, la justicia. Sus 65 textos significan una toma de
conciencia con los sufrimientos del ser humano.
Sus ejes temáticos reflejan la desolación, la dureza del
desarraigo y los desplazamientos y la denuncia “Un soldado ve a la
lechuza joven entre la maleza. Apoya el fusil en la hierba. Se levanta.
La bala parte. Y da en el blanco. El muerto es el hijo del sastre. El
muerto es Dietmar” (p. 102).
En la obra de Herta Müller, Windisch es el personaje que activa
su discurso, porque “desde que se propuso emigrar ve el final en
todos los rincones del pueblo” (p.14). Sus textos muestran oraciones
breves, predominio de narraciones omniscientes y estilo indirecto.
Igualmente, gusta del cuadro descriptivo como eslabones puntuales para
conformar relatos, donde se incluye, con gran propiedad, los planos de
lo cotidiano necesario.
La narrativa de Herta Müller incorpora a los segmentos sociales
menos favorecidos: campesinos, peleteros, molineros, pastores, sastres,
tractoristas, carniceros, ancianos, sepultureros, carpinteros. Todos
ellos luchan contra las instancias de dominación política y económica.
Esos planos disímiles se ven reflejados en su obra como un fresco de
gran crudeza, donde se critica un estado en descomposición: sobornos,
abusos, vejaciones, corrupción…
A pesar de ello, la familia lucha por mantenerse unida, pero las
condiciones sociales imperantes las van acorralando. En el mundo
discursivo de la escritora rumana hay recurrencia a una estética del
vacío, de hecho, esa palabra se menciona muchísimas veces, con un
sentido de tristeza, pérdida y desolación: “Pronto estaréis libres de
nosotros” (p.71). Además, narra el calvario kafkiano para obtener un
pasaporte que les permita emigrar y todas las implicaciones de
corrupción y agresiones como norma institucionalizada: “Es como si
nunca hubiéramos vivido aquí” (p. 117).
Se denuncia con frontalidad nostálgica una temática angustiosa
para el ser humano: “Ya sé que las despedidas son dolorosas…Es como
estar otra vez en la guerra… Uno parte y no sabe cómo ni cuándo ni si
regresará” (p.112).
El juego discursivo de la autora rumana no da margen a
ambivalencias. Es frontal. Su crítica es fuerte, irónica, como puede
leerse en En tierras bajas: “La cruz más grande es la cruz de
los héroes. Es más alta que la capilla. En ella figuran los nombres de
todos los héroes de todos los frentes y de todas las guerras, incluso
los de todos los desaparecidos, que en el pueblo se llaman deportados”
(p.162).
En este cosmos narrativo se observa la involución de los
personajes, consecuencia directa de un orden represivo, violento e
irónico. En El gallo ciego se ejemplifica las garras de los
abusos contra la gente humilde y La gran casa denuncia los
tentáculos del estado impersonal, que interviene a su antojo en la vida
de los seres humanos.
Sus relatos significan una apuesta fervorosa con la libertad
integral del ser humano, se aborda la condición del extraño en su propio
mundo, tal es el caso de los excluidos: “Nadie me mira. Todos no son
más que espaldas y talones y lazos de delantal y puntas de pañuelos.
Todos callan. Y aún hoy siguen callando, pero me excluyen” (p.145).
La narradora galardonada denuncia la pérdida de los bienes
materiales de la población: “Algunos campesinos dicen que después de
la estatización, que en el pueblo se llama expropiación, no ha vuelto a
haber una cosecha de verdad” (ETB, p.158). Sus abordajes no incluyen
temas recurrentes en otros autores.
La voz rumana de Müller es una apuesta contra la opresión. El ser
humano debe ser más importante que cualquier ideología. |