El día levanta las manos. Ha encallecido el sol antiguos desafíos en la oscuridad. Ojos vencidos con el látigo terrorista. El abismo de la ceniza endurece los cántaros, la mascarada de lo impune, las batallas de la sed. El olvido forja asombros y lamentos cada vez más afilados. La premura de la culpa. Los deportados ven los buques de la llama. Muslos, en los arcones de la dignidad, en la entrega que acrecientan las estrellas. Jamás declararemos crímenes no cometidos. Nosotros inscribimos la dignidad como bandera. Un dardo sin rendición astillará la conciencia de los malvados. |
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