La sangre se llevará los oleajes. Las puertas del sueño como gacelas del milagro. Callan los rumores de la diáspora. Al final, distribuirán raciones de vos y yo. La tentación de saciar nuestros cuerpos es una fruta. Siempre lo decías, mujer: encontraremos la salida para contemplar las cañadas o la lluvia. Derrotaremos a los cerrojos; llamaremos al mediodía y endureceremos la fragua. Las raíces amurallaron el rencor, la semilla de la entrega como un cerrar a solas en los párpados de la tierra. Allí se gestará la claridad de nuestros vencimientos. Vos y el mundo en nuestros labios. El alba en nuestra sed. Nos amaremos en cada triunfo. Es la voluntad del sexo contra la inútil guerra de los sistemas que odian. |
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