Haruki Murakami
por
Berta Lucía Estrada Estrada

Escritora, crítica literaria y traductora

Hace escasos dos meses, cuando me encontraba buscando novedades en una librería, tuve la fortuna de encontrar algunos libros de Haruki Murakami (1949), escritor hasta ese momento desconocido para mí. Y como siempre he tratado de acercarme un poco a la literatura japonesa decidí comprar uno de sus libros. Sputnik, mi amor. Dos días después adquiría Tokio blues, conocido también como Norwegian Woods, y a la semana siguiente compré Kafka en la orilla. El descubrimiento de este autor me abrió las puertas a un universo extraordinario, donde todo puede suceder. No obstante, la obra que más me ha impactado es precisamente Kafka en la otra orilla, y a la que me referiré más adelante.

Su obra hace gala de una gran erudición, ya que su autor es ante todo un gran lector, y además un melómano apasionado, gran conocedor de la música clásica y del jazz. Él mismo dice que el jazz le cambió la vida para siempre, al punto de haber tenido en su juventud un almacén de discos y un bar donde sólo se escuchaba dicho género.

Por otra parte es un autor poco apreciado por sus colegas japoneses, quienes lo consideran demasiado occidentalizado. Él mismo ha dicho que la literatura japonesa actual le llama muy poco la atención. Con respecto a Yukio Mishima confiesa que ha sido incapaz de leer la mayoría de sus libros. Sin embargo, es un gran admirador de la literatura clásica japonesa. Es un escritor muy leído por los jóvenes japoneses, lo que lo llena de orgullo y satisfacción. No le gusta dar entrevistas y evita ser fotografiado, puesto que no desea perder ni un ápice de su privacidad; esto hace que no se mueva dentro de los círculos intelectuales nipones, lo que acentúa aún más su característica underground y el rechazo de sus colegas japoneses. Ha sido nominado varias veces al Nobel de literatura, aunque él mismo siente cierta aversión por los premios literarios.

Su obra está marcada por la música, podría decirse que es la columna vertebral de su obra. Cómo si la narrativa fuese sólo un pretexto para rendir homenaje a músicos de la talla de Puccini, Haydn, Beethoven, Mozart, Bach; o del grupo “Million-Dollar trio”, integrado por Rubinstein, Heifetz y Feuermann. El rock también encuentra su espacio y en sus páginas encontramos alusiones a The Beatles, Rolling Stones, The Beach Boys, Simon&Garfunkel, Stevie Wonders o a Prince. Tampoco se olvida del cine y encontramos a Casablanca o las películas de François Truffaut. En filosofía nos habla de Sófocles, Aristóteles, Hegel; y en literatura de Shakespeare, Antón Chejov, Lorca, Hemingway, Kafka, entre otros. Ha traducido a Scott Fitzgerald al japonés.

Por otra parte en sus obras hace breves análisis de las obras de los autores que más le han impactado, es el caso de Murasaki Shikibu, la primera novelista en la historia de la literatura.

La obra, de Haruki Murakami, es ante todo una obra surrealista, donde las fronteras entre el sueño, la irrealidad, el inframundo y el mundo real, consciente, se entremezclan; dando como resultado un universo único, donde el onirismo juega un papel predominante. Otro de sus temas obsesivos es la soledad y la incomunicación humana. Es un autor que me hace pensar mucho en Ernesto Sabato, aunque no sé si Murakami lo haya leído alguna vez.

En Kafka en la orilla, nos encontramos con todos estos componentes. Es la historia de un adolescente de 15 años que abandona la casa paterna para huir de una terrible profecía que le ha lanzado su padre, a la manera del oráculo de Delfos, como si Kafka, el protagonista, fuera un moderno Edipo. Pero nadie escapa a su destino, al menos es lo que creían los griegos y es lo que de alguna forma proclama Murakami. En este libro, hermosamente escrito, nos encontramos con prostitutas que seducen hablando de Hegel, o con soldados que huyeron en la segunda guerra mundial para esconderse en bosques inhóspitos y que a pesar del tiempo siguen en la flor de la juventud. O encontramos a otro de sus personajes principales, Nakata, un viejo iletrado y simple, pero poseedor de un gran sentido de altruismo, y que tiene la gran virtud de poder comunicarse con los gatos. O un transexual, erudito y melómano, cuya verdadera morfología es la de una mujer.

Este último personaje me hace pensar que es imperioso que hable un poco sobre la visión que Murakami tiene de la mujer. Siempre había creído que los japoneses son extremadamente machistas y es posible que así sea; puesto que mi visón de ese país es bastante sesgada por la poca información a la que tenemos acceso en Colombia. Los libros de Murakami me han abierto la ventana a un mundo lleno de respeto y admiración del autor en cuestión por el sexo al que pertenezco; algo no muy usual en la literatura de todos los tiempos. Sus mujeres son todas poseedoras de una gran inteligencia, inmensamente cultas, melómanas, libres, independientes y liberadas sexualmente hablando. En sus obras se habla sin tapujos del amor entre mujeres (Sputnik, mi amor), o de transexuales (Kafka en la orilla), como acababa de anotar. Murakami dice que la primera persona en leer sus manuscritos es su esposa, y agrega que ella es una crítica implacable, que no deja nada en suspenso.

Para terminar quisiera señalar que la lectura de Haruki Murakami es un regalo inmenso para el intelecto y un gran placer dado su gran manejo narrativo. Sus obras destacan por su alta calidad estética y por su originalidad. Al mismo tiempo que es un paseo por la historia de la literatura y de la música.  

por Berta Lucía Estrada E.

beluesfeminas.blogspot.com  
Publicación autorizada, para Letras-Uruguay, por parte de la autora, el día 16 de octubre 2009

 

Ver, además:

 

                     Haruki Murakami en Letras Uruguay

 

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